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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Osada (10 page)

BOOK: Osada
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—Sí, de hecho, sí —asintió Geary al recordar muchas de las mejoras que habían realizado en los sistemas de las naves, y que no habían hecho más que darle problemas al empeorar un equipamiento que había funcionado perfectamente hasta que decidieron usar como reemplazo piezas defectuosas y que funcionaban solo cuando querían—. Me alegro de que dejasen algo que funciona bien. ¿Qué están haciendo ahora las vacas? ¿Están esperando a que se despeje el complejo?

—¡No, señor! No tienen que adentrarse más. Ya están enviando a los gusanos. Una vez estos...

—¿Gusanos?

—Eh, sí, señor. —La visión desde el casco del oficial cambió, se centró en la parte frontal de uno de los mumús, e hizo zum. Lo que parecía ser un nido de gusanos, compuesto por un montón de cables muy finos, se extendía hacía los almacenes—. ¿Ve los cables, señor? Cada uno está conectado a un gusano. Los llamamos así porque tienen el tamaño aproximado de uno y funcionan del mismo modo. Comen tierra, o roca.

—¿Cómo atraviesan la roca? —preguntó Geary.

—Gracias a un cañón de pulsos diminuto situado alrededor de la boca frontal. El gusano analiza la estructura de la roca que tiene enfrente y emite una vibración, que hace que se deshaga. Lógicamente, en este caso, el material ya se ha minado, por lo que se mueven a través de metal sólido. Los gusanos se comen el polvo y avanzan, repitiendo el proceso continuamente. Según el polvo que va entrando en ellos, unos sensores analizan el contenido molecular. Luego sale por detrás. Como le he dicho, igual que un gusano, señor.

—¿Y para qué son los cables?

—Para controlarlos y para la energía. Un gusano minero tiene que moverse mucho más rápido que uno normal, y hacerlo constantemente, por lo que necesita más energía de la que un objeto de ese tamaño puede almacenar. Además, no queremos emitir radiación a través de un medio geológico, ya sabe, por los gases explosivos, los detonantes y ese tipo de cosas. Tampoco queremos que la conexión con los gusanos se corte debido a metales u otros agentes, por eso la comunicación en ambas direcciones se lleva a cabo a través de cables. —La visión del suboficial se dirigió hacia donde se internaban las líneas de cables—. En una operación de minería normal, los gusanos salen y penetran bajo la superficie para encontrar las menas o las vetas del material necesario. No obstante, en este caso, sabemos dónde se localizan las reservas, por lo que ahora mismo los gusanos están profundizando en dichas reservas, examinando lo que hay en cada una, y buscando posible contaminación o nanobichos.

Nanobichos. Geary los conocía bastante. Eran pequeños dispositivos empleados para causar problemas en el equipamiento una vez activados mediante calor o presión.

—Pensé que los nanobichos habían sido prohibidos por la dificultad para controlarlos.

Pudo notar el movimiento del suboficial encogiéndose de hombros.

—Sí, señor, pero se han prohibido muchas cosas, supongo que entiende a qué me refiero, señor.

—Sí, suboficial, lo entiendo. —Que se hubiesen prohibido no quería decir que se dejasen de utilizar. Ni en el caso de los síndicos, ni en el de la Alianza. Era algo que Geary había podido comprobar, para su asombro. Un siglo de guerras consumía con facilidad el respeto por la vida y las leyes—. ¿Ha habido algún problema hasta el momento?

—No, señor. Les estamos dando a los gusanos el tiempo necesario para que realicen una comprobación de muestras adecuada. Después enviaremos a los topos.

—¿Los topos?

—Sí, señor. Los topos salen y excavan el material, lo cargan y lo llevan de vuelta a la vaca. Estas últimas disponen de topos grandes y pequeños, dependiendo de la cantidad que se quiera recoger. Además, si fuese necesario, podríamos conectar un topo gigante a la vaca, pero la
Titánica
solo tiene uno de esos. Hace un gran agujero, y envía el material a través de un tubo transportador que tiene en el culo. —El suboficial se quedó un momento en silencio. Luego siguió hablando, avergonzado—: Disculpe, señor, el material sale a través de un mecanismo de expulsión posterior.

—Ya lo he entendido, suboficial. —Geary se tomó una pausa para reflexionar, mientras veía que unas formas lineales se introducían en la tierra desde las vacas y se internaban en la zona de los almacenes síndicos, dejando un rastro de cables tras de sí—. ¿Todo va bien, entonces?

—Sí, señor. Estamos utilizando varios tipos de topos, ya que tenemos órdenes de cargar el material y volver con las vacas a los transbordadores cuanto antes.

—Bien, gracias, suboficial. Le agradezco la información.

Geary cortó la conexión, parpadeó, y volvió a centrar su atención en la pantalla de la flota. Hasta el momento todo iba bien, y eso era algo que podía decir por primera vez en mucho tiempo.

Desjani bostezó.

—Disculpe, señor.

—Tranquila, yo me siento igual. Al menos he aprendido algo sobre las vacas que están utilizando los ingenieros.

—¿Las vacas? —dijo Desjani mirando a Geary, escéptica.

—Sí. Vacas con gusanos y topos.

Ella sonrió.

—¿Está seguro de que no ha estado hablando con los cocineros de la flota sobre lo que nos dan de comer?

Comida. ¿Cuánto tiempo llevaba en el puente de mando? El estómago de Geary rugió.

Desjani volvió a sonreír. Metió la mano en uno de sus bolsillos y le ofreció una ración en forma de barrita.

—Siempre llevo alguna encima.

—Gracias. Recuérdeme que diga algo sobre su capacidad para planear las cosas de antemano cuando escriba su próxima evaluación.

Geary cogió la ración mientras reflexionaba sobre si debía leer lo que ponía en la etiqueta o no. Finalmente decidió que prefería no hacerlo. Era otra de las cosas que no había cambiado en un siglo. En un infructuoso intento por complacer al sentido del gusto y reflejar la diversidad de los pueblos que conformaban la Alianza, la barritas se habían diseñado supuestamente con la intención de satisfacer las múltiples cocinas de sus planetas y regiones. No obstante, en lugar de eso, los condimentos de la flota solo habían conseguido crear una mezcla de todo, sin importar la procedencia.

Abrió el envoltorio, mordió un trozo, lo masticó, y al final miró la etiqueta.


¿Forshukyen Solos?
¿Qué coño es eso?

Geary leyó la letra pequeña.

—«La comida preferida de los mundos del sistema estelar Hokaiden.» Seguro.

—Evita las barritas
Danaka Yuruk
—le recomendó Desjani.

—¿Todavía hacen de esas? Cuando salieron, queríamos que se las mandasen a los síndicos. Pero
... teníamos miedo de que empezasen una guerra por ello. Vaya era un chiste con bastante más gracia antes de que estallase una guerra de verdad
.

Desjani fue suficientemente perspicaz como para no preguntarle por qué no había terminado la frase.

—Yo creo que dejaron de hacerlas hace tiempo, pero todavía intentan librarse de las que les quedan.

Ella se rió. Los surcos faciales fruto de años de guerra se suavizaron y su cara pareció más joven de lo normal.

Geary respondió con una sonrisa, agradecido de poder quejarse de la comida de la flota con alguien que incluso lo consideraba un héroe mítico. Las bromas en confianza le hacían sentir menos fuera de lugar, y le ofrecían una conexión con la gente y los lugares que conoció en el pasado.

Los elementos traza que las auxiliares necesitaban fluían con rapidez hacia las vacas de la
Titánica
. Geary estudió el movimiento de la flota, y sintió aumentar su dolor de cabeza al ver lo cerca que estaban del límite marcado. En ese momento, incluso el más mínimo retraso los obligaría a gastar tiempo y combustible al realizar una maniobra de frenada.

En ese preciso instante, casi como a propósito, emergió un aviso en la pantalla que mostraba la situación en la superficie lunar. Geary estaba centrando su atención en ello cuando apareció de nuevo la cara de la coronel Carabali.

—Los síndicos resguardados en los pozos de la mina intentan salir. Ahora mismo están intercambiando disparos con los infantes que cubren las salidas.

Lo último que necesitaba era entablar combate en tierra. Quizá los síndicos lo habían adivinado y por ello estaban dispuestos a sacrificar a algunas personas con tal de retrasar un poco más a la Alianza. Geary resopló profundamente y se recostó para pensar, con los ojos clavados en la pantalla de la flota.
Ay, por una vez es fácil
.

—Coronel Carabali, prepare a sus hombres para que retrocedan hacia los transbordadores. Asegúrese de que las vacas de la
Titánica
están cubiertas hasta que terminen de cargar lo que necesitamos y partan de vuelta.

La coronel de infantes de marina frunció ligeramente el ceño.

—¿Las vacas, señor?

—Las mumús. —Aquello sonaba ridículo—: Los Módulos de Minería Ultraportátiles.

—Ah. Sí, señor. Señor, en el momento en que empecemos a retirarnos, los síndicos comenzarán a salir de esos agujeros.

—No lo creo, coronel. No con la
Ejemplar
y la
Aguerrida
disparándoles lanzas infernales. ¿Qué distancia de seguridad cree que sería conveniente guardar entre sus hombres y las naves cuando disparen?

El gesto de Carabali se marcó todavía más.

—Con todos los respetos, señor, preferiría estar lo más lejos posible cuando comiencen a bombardear la zona.

Comprensible, pero aun así no demasiado útil. Geary miró a Desjani.

—¿Qué precisión tendrían las lanzas infernales arrojadas desde la
Ejemplar
y la
Aguerrida
si disparasen ahora sobre los síndicos? Es un detalle que inquieta a los infantes de marina.

Desjani resopló.

—¿Con las naves tan cerca de los objetivos y en un tope fijo con respecto a ellas? En esa situación sería imposible que una lanza infernal fallase, por muy insignificante que fuese el margen de error, y con ello me refiero a algo menos de un centímetro. Los infantes estarían a salvo incluso a diez metros del punto de impacto.

Geary pensó que seguramente él no estaría dispuesto a mantenerse a diez metros del punto de impacto de una infernal, pero tampoco lo dijo en alto.

—Coronel, ¿qué le parece dejar una zona de seguridad de doscientos metros entre el cuerpo de infantería y el área de bombardeo?

—¿Podrían ser trescientos, señor?

No me... vale. Les había ordenado a los infantes de marina que fuesen al complejo incluso a sabiendas de la posibilidad de que fuese una trampa. Se lo debo
.

—Está bien, trescientos. En cuanto el último marine esté a trescientos metros de los pozos mineros ocupados por los síndicos, la
Ejemplar
y la
Aguerrida
abrirán fuego contra cualquiera que intente salir.

La cara de la coronel se iluminó.

—¿Podría ser una barrera móvil? A medida que mis hombres retroceden, las naves podrían hacer avanzar el bombardeo hacia el complejo que hay detrás, así ya lo demoleríamos y desalentaríamos una posible persecución.

—Excelente sugerencia, coronel. Se lo comunicaré a la
Ejemplar
y a la
Aguerrida
.

Entonces apareció otro mensaje.

—Las vacas ya han recogido todo lo que necesitamos y se dirigen a los transbordadores.

—Haré que mis hombres se preparen para replegarse. —Carabali se despidió con un saludo militar y desapareció.

Geary contactó con las dos naves de reconocimiento, se aseguró de que entendían las instrucciones, y les señaló que se cerciorasen de destruir toda la instalación salvo un pequeño grupo de habitaciones y su complejo de soporte vital. La vida no iba a ser fácil para los síndicos que quedasen allí hasta que las naves enviadas por el planeta habitado del sistema los rescatasen, pero teniendo en cuenta que la flota de la Alianza podría haber masacrado hasta el último enemigo, Geary no creía que tuviesen razones para quejarse.

Todo marchaba de nuevo, aunque fuese a un ritmo tan lento como el de los símbolos que representaban a los infantes de marina y a las vacas volviendo hasta sus respectivos transbordadores. Acostumbrado como estaba a medir la velocidad en décimas de velocidad luz, a Geary le sorprendió comprobar cuánto se tardaba en avanzar en superficie unos cientos de metros.

Los síndicos tardaron bastante poco en darse cuenta de la retirada del cuerpo de infantería. Varias figuras aisladas comenzaron a salir de los pozos mineros, no obstante, algunos de los infantes de la Alianza ya estaban dentro de los trescientos metros. Geary cruzó los dedos. Las dos naves de reconocimiento comenzaron a abrir fuego sobre los síndicos que perseguían a los lentos marines.

A ese ritmo, los infantes de marina no conseguirían alcanzar los trescientos metros de distancia.

No obstante, a lo mejor tampoco era necesario. La
Ejemplar
y la
Aguerrida
abrieron fuego, las lanzas infernales cayeron sobre las salidas de los pozos, y las lanzas de partículas atravesaron tanto el metal como la roca y los cuerpos humanos. Geary vio que los símbolos que representaban a los síndicos se desvanecían sin más cuando las lanzas acertaban y vaporizaban a cada uno de los enemigos, tanto al objetivo primario como a los que hubiese alrededor.

Los que estaban más cerca de los infantes seguían dentro de un rango de trescientos metros, pero se detuvieron al ver la matanza que estaba teniendo lugar detrás de ellos. Era una reacción normal, pero también la incorrecta. Los marines siguieron avanzando, los enemigos más cercanos quedaron fuera del área de seguridad de trescientos metros, y las lanzas infernales arrasaron a los defensores síndicos.

Los sensores de la flota no volvieron a detectar síndicos en la superficie. Era posible que algunos de los miembros de los escuadrones de crucero síndico sobreviviesen, escondidos bajo los restos del complejo, ya que tanto la
Ejemplar
como la
Aguerrida
se habían esforzado en reducirlo a escombros. De todos modos, no importaba, puesto que sobre la zona de impacto no se movía un alma, a excepción de algunas estructuras que se derrumbaban y algunos escombros que saltaban por los aires.

Situados a una distancia segura, los transbordadores que llevaban a las vacas abandonaron la superficie. A su alrededor, los últimos infantes de marina estaban entrando por secciones en sus respectivos transportes. Geary vio como estos últimos despegaban detrás de las vacas, que transportaban los elementos traza a la
Titánica
para que pudiesen ser distribuidos a las demás auxiliares.

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