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Authors: Federico Moccia

Tags: #Romántico

Perdona si te llamo amor (48 page)

BOOK: Perdona si te llamo amor
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Llaman a la puerta.

—¿Y ahora quién es? Yo estoy esperando a Fabio, pero me dijo que pasaría a las diez.

—Debe de ser Vanni.

Matteo va a abrir.

—… Sí, es él. Eh, hola… Pasa.

Un niño tan alto como él, con los pantalones igualitos y el pelo un poco más rubio, entra arrastrando sus enormes zapatos.

—¿Qué va a hacer tu hermana?

—Todavía no se lo he dicho.

—Ok, como quieras. ¿Hay Coca-Cola?

—Sí, ve a buscarla a la cocina mientras se lo cuento…

Niki observa a Vanni, que sale disparado, sin problema alguno.

—A ver si lo entiendo, Matteo, ¿ése circula sin más, libremente por nuestra casa?

—Ni que fuera un perro al que hay que tener atado.

—Sabes perfectamente que a mamá no le haría ninguna gracia.

—Pero tú no vas a ir a contárselo. En fin, mira esto.

Matteo se saca del bolsillo una hoja doblada en cuatro. La abre.

—Te lo he impreso todo aquí.

—Así que eso es lo que estabas haciendo en mi habitación. Mira toda la tinta que me has gastado.

—No me ralles más. Y lee.

Niki mira la hoja con atención.

—¿Qué? ¿Qué es todo esto?

—No me digas que no las conoces.

—Claro que las conozco. Pero procuro evitarlas. ¿Y qué tendré que hacer según tú?

—Buscarme al menos una y traérmela.

—Ni hablar.

—No me digas que te da vergüenza, después de todo lo que te vi hacer…

—Digamos que no me viste hacer nada porque no hice nada. Lo que pasa es que me parece inmoral proporcionar ese tipo de cosas a un niño de tu edad.

—En primer lugar: no se trata sólo de mí, también está Vanni. Segundo: no somos niños. Tercero: las puedes encontrar aquí. Cuarto: si te niegas, ya sabes lo que haré… Primero se lo envío a mamá, que a lo mejor hasta te lo perdonaría, y acto seguido a papá, que seguro que viene para acá más rápido que Superman y, en un momento, no es que te cubra de insultos, ¡es que la emprende a patadas contigo!

Niki arranca la hoja de la mano a Matteo y sale de casa hecha una furia gritando.

—No le abráis la puerta a nadie, y si me llama mamá le dices que he olvidado una cosa en el ciclomotor y me avisas, ¿entendido?

Niki baja a toda prisa la escalera, dobla la hoja y se la mete en el bolsillo de los tejanos. Hay que fastidiarse. Todo me pasa a mí. Hasta tengo un hermano maníaco. En ese momento le suena el móvil. Lo coge y mira la pantalla. Lo que me faltaba. Abre el Nokia.

—Dime.

—Hola, en seguida estoy ahí.

—No estoy en casa.

—¿Y dónde estás?

—Y a ti qué te importa; no tengo por qué darte explicaciones.

—No discutamos, Niki.

—Yo no tengo ganas de discutir, Fabio, pero es que te comportas como si todavía estuviésemos juntos… cosa que se acabó hace ya cuatro meses.

—Tres.

—Dejando a un lado mi recaída, que no es lo mismo que volver a estar juntos. Tan sólo follamos una vez más antes de darlo definitivamente por acabado.

—Eres dura.

—Claro, en cambio tu cancioncita de hoy era tierna, ¿no?

—Ok, tienes razón. También te llamaba por eso. Pero ¿podemos vernos las caras en lugar de seguir hablando por teléfono?

—Vale. Dentro de media hora en viale Parioli, 122. En el Prima Visione.

—Ok, gracias…, princesa.

Niki cierra el teléfono. Princesa… Quita la cadena y se pone el casco. Sí, la del guisante. Antes me encantaba que él me llamase así. Ahora no lo soporto… Basta. Está decidido. Se lo voy a decir.

Y se va a toda velocidad con su ciclomotor.

Setenta

Enrico entra corriendo en casa.

—Amor, ¿dónde estás? Perdona, ¡llego tardísimo!

Camilla aparece a la puerta del dormitorio, perfectamente maquillada y vestida. Vestido oscuro, sombra ligera, carmín rosado.

—Me lo imaginaba. Te he preparado la bolsa del futbito.

Enrico la mira. Se ha quedado sin palabras.

—Pero ¿adónde vas?

—A tomar algo con aquella amiga mía del gimnasio. ¿No te acuerdas? Con la que estaba hablando la otra noche. Viene también otra chica.

—Ya veo. ¿Y adónde pensáis ir?

—No lo sé, aún no lo hemos decidido.

—Sí, pero ¿qué os apetece, en qué tipo de sitio pensáis…?

Camilla se pone la chaqueta.

—Es que no sé… Hemos quedado en el centro. —Coge su bolso, mete dentro las llaves de casa y lo cierra—. Perdona, pero yo, cuando vas a jugar a futbito, no te pregunto con quién juegas, ni qué os vais a tomar después.

—¿Y eso qué tiene que ver? Además, casi siempre perdemos.

Camilla mueve la cabeza y abre la puerta.

—A veces es imposible hablar contigo. Nos vemos más tarde. —¡Y cierra la puerta!

Nos vemos más tarde. Pero ¿más tarde cuándo? Enrico se sienta en el brazo del sofá en medio del salón. O mejor dicho, se hunde. Le gustaría preguntarle un montón de cosas. Del tipo: ¿a qué hora piensas volver? ¿Llevas el móvil conectado? O bien: después no me digas que no tenías cobertura. O peor aún, no me digas que te quedaste sin batería. En resumen, para decirlo con una sola frase: ¿de veras tienes que salir? Cae en la cuenta de que llega muy tarde al partido. Se levanta, va hacia el dormitorio, encuentra la bolsa, se la echa a la espalda y sale. Mientras espera el ascensor tiene un pensamiento extraño. No sé por qué, pero esta noche me gustaría ser el árbitro… El ascensor se abre. Enrico entra y aprieta el botón correspondiente. Luego se mira en el espejo. Pero ¿cuánto hay que esperar todavía para tener la bendita o la maldita respuesta del investigador? Y eso que le di el dinero en el momento. Qué demonios. Sale corriendo hacia su coche. Sube, arranca. No sé si jugaremos un buen partido o perderemos como de costumbre. Sólo sé que no veo la hora de que se acabe para volver a casa. Y, sobre todo, para ver si Camilla ha regresado ya.

Niki le da la tarjeta al encargado, que la pasa por la máquina para visualizar el nombre.

—Pero ¿de quién es?

—De mi hermano.

—¿Que se llama?

—Matteo.

—¿Seguro?

—Ya lo creo que sí.

—Me refiero a que no me aparece en la tarjeta.

—Ah, disculpe. —Niki piensa un momento—. A lo mejor le aparece Vanni.

El hombre aprieta una tecla y se oye un bip.

—Sí, Vanni sí. Perfecto. ¿Qué desea?

Niki le da la hoja doblada en cuatro.

—Una de estas películas.

El encargado repasa la lista, mira los nombres uno a uno.

—Algunas no las tenemos. Y las que tenemos están prestadas.

—¡Qué rabia!

El encargado mira mejor la lista. Levanta las cejas.

—Hay algunas que ni siquiera las he visto. Ésta, por ejemplo.
Nirvanal
, de Frank Simon, con Deborah Wells y Valentine Demy. Me han dicho que es una pasada. El argumento está lleno de golpes de efecto, además. ¿Tú la has visto? Es una
porno cult
.

—No, lamentablemente me la perdí.

—Me gustaría darte algo.

Niki lo mira recelosa.

El encargado sonríe.

—Pero en casa sólo tenemos algo gay y yo ya he visto que has elegido sólo cosas hetero.

—Pues sí.

Alguien se acerca al mostrador y devuelve casi vencido el tiempo de préstamo un DVD; aprovechado a tope.

—Tenga y gracias, un porno doc… Jessica Rizzo no defrauda jamás.

El encargado lo coge y lo revisa. Luego sonríe feliz y se lo da a Niki.

—¡Aquí tienes! Precisamente es la primera de tu lista.

Niki coge el DVD azorada. La persona que lo acaba de devolver está a punto de irse, pero se vuelve de nuevo.

—Eh, pero ¿eres tú? ¡Niki! ¡No te había reconocido! Soy Pietro, el amigo de Alex.

Niki sonríe con embarazo.

—Claro… por supuesto… Me acuerdo perfectamente.

—Ah, entonces tenemos en común una óptima memoria y alguna cosa más, por lo que veo… —Y señala el DVD con la barbilla.

Niki intenta salir del apuro.

—Eh… sí… no… en realidad… Digamos que he perdido… bueno es una especie de apuesta…

—Oye para mí eres estupenda. Y después de esto, me tienes loco. Déjame hacerte una pregunta: ¿la vas a ver con Alex?

Niki se rinde. Es inútil, jamás podrá convencerlo de lo contrario.

—Sí, pero no se lo digas. Es una sorpresa.

—¡Os adoro! Qué suerte tenéis. Yo lo he intentado muchas veces con mi mujer, pero nunca ha querido. Luego se quejan de que los matrimonios se rompan. Bueno, disculpa, pero me tengo que ir. —Pietro se despide y se aleja hacia las puertas automáticas del videoclub. Pero luego se da la vuelta y entra corriendo de nuevo—. Perdona, Niki, una última cosa. ¿No tendrás por casualidad alguna amiga a la que, bueno…? Una a la que le gusten estas cosas para presentármela. Quiero decir un poco fuera de lo convencional. Como tú, vaya.

La imagen de Olly se dibuja de inmediato en la mente de Niki.

—No, lo siento… Alex se ha quedado con la única fuera de lo convencional.

—Ok. No he dicho nada. Bueno, me voy que ya están todos en el campo. ¡Adiós!

Niki lo mira irse. Coge el DVD y lo mete en su mochila. Se despide del encargado, que le guiña un ojo. Niki mueve la cabeza. Adiós a mi reputación. Años tirados por la borda. Y con este último pensamiento sale de la tienda. Justo en ese momento llega Fabio. Aparca de cualquier manera su Opel Corsa C'Mon color Magma Red, llantas de aleación con diseño de cinco radios dobles. La música sale a todo volumen por las ventanillas abiertas. Se baja y da un portazo. La ve.

—¿Te gusta? Quería darte una sorpresa.

—Hortera, como tú y tu canción.

—Venga, no seas así…

Fabio intenta besarla. Niki aparta la boca y vuelve la cara hacia la derecha. Entonces Fabio intenta abrazarla y, antes de que se le escape, la sujeta con fuerza.

—Me equivoqué. Te echo de menos, princesa. Sin ti todo resulta anodino…

Niki cierra los ojos. ¿Por qué ahora? ¿Por qué tan tarde? Tan desesperadamente tarde… Y se abandona entre sus brazos, vencida por el dolor de ese amor ya perdido. Justo en ese momento, pasa Enrico, que se dirige a su partido de futbito. Rojo. Se detiene en el semáforo que tiene delante y mientras espera mira por la ventanilla. Mira esos dos. Qué bonito. Cómo se abrazan. Qué buena pareja. Y ella qué guapa.

Entonces Niki se separa de Fabio. Ahora Enrico puede verla perfectamente. Y la reconoce.

Pero ésa… ésa… Ésa es la chica de diecisiete años de Alex… ¡La que lo tiene loco!

El coche que está parado detrás toca el claxon.

—Venga, ¿te quieres mover de una vez? Está verde.

Enrico no tiene más remedio que arrancar. Qué asco. Mientras Alessandro juega a futbito ella… Son todas iguales. Esta noche… ¡dos árbitros en el campo! Y lleno de rabia, acelera veloz.

Niki retrocede.

—Mira, Fabio. Estuvimos bien juntos. A lo mejor con el tiempo, no sé, lograremos incluso ser amigos. —Luego lo mira directamente a la cara—. Pero ahora no. No puedo. —Baja la mirada—. Necesito estar sola.

Fabio se le acerca. Le levanta el rostro con dulzura.

—¿Sola? Me estás diciendo una mentira. Sé que estás saliendo con alguien.

—¿Quién te lo ha dicho?

—¿Importa eso?

Niki se pone tensa. Tiene razón. Me he equivocado. Tenía que habérselo dicho de entrada. A veces uno se equivoca por querer ser bueno. Uno se desvive, y al final la acaba pifiando.

—Sí, me estoy viendo con otra persona desde hace un tiempo. Espero que llegue a ser una historia bonita.

Fabio se le pone delante.

—¿Más bonita que la nuestra?

—Más bonita que la que tú te empeñaste en estropear. Ahora ya es demasiado tarde.

Niki hace ademán de irse.

—¡Pues no! ¡No me sale de los cojones!

Y la agarra por la bolsa, que se abre. El DVD cae en la acera.

—¿Y esto qué es? —Fabio lo recoge—. ¿Jessica Rizzo? ¡Es una peli porno! O sea que a mí me costó horrores conseguir hacer algo contigo, conmoverte un poco, para que ahora aparezca ése… ¿Y qué haces? ¿Vas a buscar una peli porno para verla con él? ¿Quién es? ¿Mister Milagro? ¿Qué te ha hecho?

Niki le coge el DVD de la mano.

—Lo que no me hiciste tú. Y piensa que le ha resultado de lo más fácil. Me ama. —Niki se pone rápidamente el casco y se marcha en su ciclomotor.

Fabio camina hasta mitad de la calzada y le grita con la mano levantada.

—Claro, muy fácil. Siempre se te han dado bien esa mierda de frases. Pero estás rodeada de gente falsa… ¡Ya lo verás! Y me gustará ver cómo acaba la historia con el tipo ése. Además, no tendré que esperar mucho. Como máximo tres meses. ¡Será gilipollas la tía!

Setenta y uno

Alessandro está en el centro del campo. Corre arriba y abajo, de vez en cuando devuelve la pelota a quien se la pasa distraída o voluntariamente. Un poco más lejos Riccardo, el portero, está calentando en la portería, deteniendo como puede los lanzamientos de algunos jugadores. Finalmente, entra en el campo Pietro. Riccardo detiene un balón y lo bloquea con el pecho.

—¡Menos mal! ¿Cómo es que siempre llegas tarde?

Pietro entra dando un salto.

—¡He llegado a punto, a puntísimo!

—¿Acabas de echar un polvo, que estás tan contento?

—¡Qué va! —Empieza a calentar echando las piernas hacia atrás, corriendo sin moverse del sitio e intentando alcanzarse las nalgas con los pies.

—Es que, Alex…

Alessandro lo oye desde lejos y se vuelve hacia él.

—Es que ¿qué? ¿Acaso tengo yo la culpa de que llegues tarde?

—Ojalá fuese culpa tuya… No, ¡qué potra tienes, macho!

Alessandro lo mira sin comprender.

—Después te explico…

—Sí, sí… —dice Riccardo, el portero—, pero por el momento él llega puntual. En cambio tú, Pietro querido, ya te has ganado varias amonestaciones. Una más y te suspendo por un mes.

—¡Exagerado!

—¡Hay un montón de gente a la que le gustaría jugar en este equipo!, y yo no los llamo para dejaros el sitio a vosotros, que siempre llegáis tarde. ¡Como mínimo podríais agradecerlo siendo puntuales! Que encima parece que me estéis haciendo un favor.

Justo en ese momento, entra también en el campo Enrico. Pero no tan alegre y feliz como Pietro.

—Mira, ya ha llegado él también. Menos mal. Podemos empezar.

—Disculpadme, llego tarde…

Riccardo lanza la pelota al centro del campo.

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