Read Pesadilla antes de Navidad Online
Authors: Daphne Skinner
Tags: #Fantástico, Humor, Infantil, Juvenil
Jack miró hacia arriba.
—¿Cómo te has atrevido a tratar a mis amigos tan terriblemente mal? —dijo en voz baja. Alargó su brazo de huesos, tiró de una pequeña cuerda que colgaba bajo el cuerpo de Oogie.
Sally y Santa, que miraban desde un rincón de la mazmorra, tardaron unos instantes en darse cuenta de lo que estaba pasando. Primero lentamente, pero después más y más deprisa, el hombre bugui empezó a deshacerse. Aunque Oogie se meneaba y retorcía, no había nada que él pudiera hacer. En cuestión de segundos sólo había un montón de bichos perdidos donde antes había estado él.
—Mira lo que has hecho —se oyó la lastimosa voz de Oogie desde el enjambre de insectos zumbadores—. ¡Mis bichos, mis bichos!
Reptando, arrastrándose y volando, todos los insectos salvo uno se dispersaron rápidamente. Entonces, ¡
plaf
!, Santa Claus aplastó al último bicho con su bota negra.
Oogie Boogie se había ido para siempre jamás.
Sally sonrió alegremente aliviada. Santa se secó la húmeda frente. Y Jack se disculpó.
—Perdóname, Zampa Claus —dijo—. Lo siento, he convertido tus vacaciones en un terrible desastre.
—¿Has tenido un accidentado viaje en trineo, Jack? —dijo Santa—. ¡La Navidad es mucho más que un saco lleno de muñecas y un gorro rojo!
Arrancando su gorro de la cabeza de Jack, se volvió para partir.
—Espero que no sea demasiado tarde —le gritó Jack desde lejos.
—Claro que no —dijo el viejo elfo—. Soy Santa Claus. —Y diciendo esto, apretó con un dedo un lado de su nariz y ascendió rápidamente por el estrecho tubo que llevaba al exterior.
—Él lo arreglará todo, Jack. Sabe lo que tiene que hacer —dijo Sally, intentando que él se sintiera mejor.
Jack se volvió hacia la muñeca de trapo. De repente era como si la estuviera viendo por primera vez.
—¿Cómo has llegado aquí abajo? —preguntó.
—Estaba intentando… bueno, yo quería… —la muñequita se sonrojó y se quedó callada.
—¿Ayudarme? —preguntó Jack—. ¿Por qué, Sally? Yo nunca me di cuenta…
En ese preciso instante se oyó una retumbante voz.
¡Jack, Jack! —apareció el Alcalde, con lock, Shock y Barrel pisándole los talones.
—¡Aquí está! —dijo Shock.
—¡Vivo! —dijo Lock.
—Exactamente como habíamos dicho —se entrometió Barrel.
—Cógela, jovencito —gritó el Alcalde, bajando una escalerilla dentro de la antigua guarida de Oogie.
—¡Todo el mundo te está esperando! —el Alcalde y los tres tramposos arrastraron a Jack fuera de la mazmorra hasta la plaza del pueblo.
Cuando Jack apareció, la cariñosa multitud le dio la bienvenida con gritos de entusiasmo.
Y después se oyó otro saludo: esta vez desde el cielo.
—¡Ho, ho, ho! —era una profunda y alegre voz que bajaba del cielo—. ¡Feliz Navidad a todos!
Los ciudadanos de la Ciudad de Halloween miraron hacia arriba. Allí estaba Santa Claus, surcando el cielo por delante de la luna en un trineo cargado de regalos. Jack le saludó con la mano. Y como respuesta cayó algo suave, blanco y frío. Era el regalo de Navidad de Santa para la Ciudad de Halloween: ¡nieve!
Un grito de buena voluntad y dicha llenó el aire. Por fin el espíritu de la Navidad había llegado a la Ciudad de Halloween.
Muy por encima de la plaza de la ciudad, Sally Muñeca de Trapo observaba la celebración con una melancólica sonrisa. Había luna llena. La nieve era muy hermosa. El mundo estaba feliz. Sólo el corazón de Sally estaba inundado de añoranza.
Suspiró. ¿Se acabaría algún día su soledad? ¿La amaría Jack alguna vez? Cogió una flor y arrancó los pétalos uno a uno.
—Me ama, no me ama —susurró.
Una alta y elegante figura cruzó el suelo nevado hasta detenerse junto a ella. Sally Muñeca de Trapo levantó la vista, sin apenas atreverse a tener esperanza.
—Te ama —dijo Jack Esqueletón.
Santa nunca olvidó esa Nochebuena; fue la más larga de su vida. Pero aunque fue espantosa, incluso a veces aterradora, Santa recordaba a Jack Esqueletón con cariño.
Porque la verdad es que Santa lo pasó verdaderamente bien esa noche. De forma extraña, tan extraña que apenas lo podía entender, las emociones y los escalofríos eran realmente divertidos. Naturalmente, Santa no le había revelado esto a ninguna alma viviente: ni si quiera a la señora Claus o a sus más leales elfos.
Ellos nunca sospecharán que de vez en cuando, cuando se siente ligeramente aburrido de su divertida y alegre vida, Santa sube a su trineo y desaparece por un rato.
¿Y adónde va?
A la Ciudad de Halloween a visitar a Jack.
Y allí, los dos viejos amigos se sientan, recordando cómo se conocieron y riéndose de uno o dos chistes acerca de la fascinación de Jack por la Navidad… y la secreta inclinación de Santa por Halloween.
Y al final de cada visita, Santa siempre le hace la misma pregunta a Jack.
—Jack, jovencito —dice con un brillo en los ojos—, si tuvieras que hacerlo todo otra vez, ¿querrías?, ¿podrías?
A lo que Jack siempre responde, con una sonrisa de sumo placer:
—Naturalmente que querría, ¿tú, no?