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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Por qué fracasan los países (31 page)

BOOK: Por qué fracasan los países
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En aquel momento, el Parlamento debía decidir qué hacer con el monopolio, y las peticiones empezaron a volar. Ciento treinta y cinco procedían de intrusos que demandaban acceso libre al comercio atlántico. Aunque la Royal African Company respondía con la misma moneda, no podía esperar igualar el número o el alcance de las peticiones que solicitaban su desaparición. Los intrusos lograron exponer su oposición en términos no solamente de un interés propio, sino de interés nacional, y, de hecho, lo era. En consecuencia, solamente 5 de las 135 peticiones estaban firmadas por los propios intrusos y 73 procedían de las provincias de fuera de Londres, frente a 8 de la Royal African Company. Desde las colonias, donde también se permitía realizar peticiones, los intrusos reunieron 27 peticiones y la Royal African Company, 11. Los intrusos recogieron muchas más firmas para sus peticiones, en total, 8.000, frente a 2.500. La lucha continuó hasta 1698, cuando el monopolio de la Royal African Company fue abolido.

Junto a este nuevo foco de determinación de las instituciones económicas y la renovada capacidad de respuesta después de 1688, los parlamentarios empezaron a hacer una serie de importantes cambios en la política gubernamental y las instituciones económicas que finalmente sentarían las bases para la revolución industrial. Se reforzaron los derechos de propiedad que se habían deteriorado bajo el control de los Estuardo. El Parlamento inició un proceso de reforma de las instituciones económicas para fomentar la manufactura, en lugar de fiscalizarla e impedirla. El impuesto por chimenea (la tasa anual que se pagaba por cada chimenea o estufa, y que afectaba sobre todo a los manufactureros, que se opusieron amargamente al impuesto) fue abolido en 1689, poco después de que Guillermo y María ascendieran al trono. En vez de recaudar por las chimeneas, el Parlamento empezó a cobrar impuestos por las tierras.

La redistribución de la carga impositiva no fue la única política promanufacturera que apoyó el Parlamento. Se aprobó una serie completa de leyes y legislaciones que ampliaría el mercado y la rentabilidad de los textiles de lana. Todo esto tenía sentido desde el punto de vista político, porque muchos de los parlamentarios que se oponían a Jacobo habían invertido en estas empresas de manufactura nacientes. El Parlamento también aprobó leyes que permitían una reorganización completa de los derechos de propiedad de la tierra, lo que posibilitaba la consolidación y la eliminación de muchas formas arcaicas de derechos de propiedad y de uso.

Otra prioridad parlamentaria era reforzar las finanzas. Se había producido una expansión de la banca y las finanzas en el período previo a la Revolución gloriosa, pero este proceso se consolidó todavía más con la creación del Banco de Inglaterra en 1694, como fuente de fondos para la industria. Ésta fue otra consecuencia directa de la Revolución gloriosa. La fundación del Banco de Inglaterra allanó el camino para una «revolución financiera» mucho más extensa que condujo a una gran expansión de los mercados financieros y la banca. A principios del siglo
XVIII
, habría préstamos disponibles para todo aquel que pudiera conseguir el aval suficiente. Los registros de un banco relativamente pequeño, el C. Hoare's & Co. de Londres, que han sobrevivido intactos desde el período 1702-1724, ilustran este punto. A pesar de que el banco realmente prestaba dinero a aristócratas y lores, dos terceras partes de los mayores prestatarios durante este período no eran de las clases sociales privilegiadas, sino comerciantes y hombres de negocios, entre los que se incluía un John Smith, el nombre inglés más típico, a quien el banco prestó 2.600 libras esterlinas entre 1715 y 1719.

Hasta ahora, hemos hecho hincapié en que la Revolución gloriosa transformó las instituciones políticas inglesas, haciéndolas más plurales, y también empezó a sentar las bases para las instituciones económicas inclusivas. Pero existe un cambio más significativo de las instituciones que apareció en la Revolución gloriosa. El Parlamento continuó el proceso de centralización política iniciado por los Tudor. No fue solamente que aumentaran los límites, o que el Estado regulara la economía de una forma distinta, o que el Estado inglés gastara dinero en otras cosas, sino que también la capacidad y la habilidad del Estado aumentaron en todas las direcciones. Esto vuelve a ilustrar los vínculos entre el pluralismo y la centralización política. El Parlamento se había opuesto a que el Estado fuera más efectivo y tuviera recursos mejores antes de 1688 porque no lo podía controlar. Después de 1688, era otra historia.

El Estado se empezó a expandir, y los gastos pronto alcanzaron alrededor del 10 por ciento de la renta nacional. Esto se fundamentó en una ampliación de la base impositiva, sobre todo del impuesto especial, que se aplicaba a la producción de una larga lista de bienes que se producían en el país. Se trataba de un presupuesto estatal muy grande para aquel período y, de hecho, era mayor de lo que vemos hoy en día en muchas partes del mundo. Los presupuestos estatales de Colombia, por ejemplo, alcanzaron este tamaño relativo solamente en la década de los ochenta del siglo
XX
. En muchas partes del África subsahariana, como por ejemplo en Sierra Leona, el presupuesto del Estado incluso hoy sería mucho más pequeño en relación con el tamaño de la economía sin los grandes ingresos de la ayuda extranjera.

Sin embargo, la expansión del tamaño del Estado es solamente parte del proceso de centralización política. Más importante fue la forma cualitativa en la que funcionó el Estado y el comportamiento de los que lo controlaban y trabajaban en él. La construcción de las instituciones estatales en Inglaterra se remonta a la Edad Media, pero, tal y como vimos en el capítulo 4, los pasos decisivos hacia la centralización política y el desarrollo de una Administración moderna los dieron Enrique VII y Enrique VIII. No obstante, el Estado todavía estaba lejos de la forma moderna que aparecería después de 1688. Por ejemplo, muchos nombramientos se hacían por razones políticas, no por mérito o talento, y el Estado todavía tenía una capacidad muy limitada para subir los impuestos.

Después de 1688, el Parlamento empezó a mejorar la capacidad de aumentar los ingresos a través de los impuestos, un cambio bien ilustrado por la burocracia del impuesto especial, que se extendió rápidamente de 1.211 personas en 1690 a 4.800 en 1780. Se enviaron inspectores de impuestos especiales por todo el país, supervisados por recaudadores de impuestos que medían y comprobaban las cantidades de pan, cerveza y otros productos sujetos al impuesto especial. Un ejemplo del alcance de esta operación es la reconstrucción de las inspecciones del impuesto por parte del supervisor George Cowperthwaite realizada por el historiador John Brewer. Entre el 12 de junio y el 5 de julio de 1710, el supervisor Cowperthwaite viajó 466 kilómetros en el distrito de Richmond (Yorkshire). Durante este período, visitó a 263 vitualleros, 71 malteros, 20 veleros y 1 cervecero común. En total, tomó 81 medidas de producción distintas y comprobó el trabajo de 9 recaudadores de impuestos que trabajaban para él. Ocho años después, continuaba trabajando con la misma diligencia, pero en el distrito de Wakefield, en otra zona de Yorkshire. Allí, viajaba más de 30 kilómetros al día de media y trabajaba seis días a la semana, en los que, normalmente, inspeccionaba cuatro o cinco establecimientos. En su día libre, el domingo, preparaba sus libros, por lo que tenemos un registro completo de sus actividades. De hecho, el sistema de impuestos especiales tenía un registro muy elaborado. Los agentes mantenían tres clases de registros. Todos debían tener una correspondencia entre sí y cualquier manipulación de dichos registros era un delito grave. Este nivel destacable de supervisión estatal de la sociedad supera lo que pueden lograr los gobiernos de los países más pobres hoy en día, y esto era en 1710. También resulta significativo que, después de 1688, el Estado empezara a confiar más en el talento y menos en los nombramientos políticos y desarrollara una infraestructura potente para dirigir el país.

 

 

La revolución industrial

 

La revolución industrial se manifestó en todos los aspectos de la economía inglesa. Hubo grandes mejoras en el transporte, la metalurgia y la energía de vapor. Sin embargo, el área de innovación más importante fue la mecanización de la producción textil y el desarrollo de fábricas para producir artículos textiles manufacturados. Este proceso dinámico fue desencadenado por los cambios institucionales originados por la Revolución gloriosa. No se trataba solamente de la abolición de los monopolios nacionales, que se logró en 1640, ni de los distintos impuestos o del acceso a las finanzas. Se trataba de una reorganización fundamental de las instituciones económicas a favor de innovadores y emprendedores, basada en la aparición de derechos de propiedad más seguros y eficientes.

La mejora de la seguridad y la eficiencia de los derechos de propiedad, por ejemplo, tuvieron una importancia crucial en la «revolución del transporte», lo que allanó el camino a la revolución industrial. La inversión en canales y carreteras, en las llamadas barreras de portazgo, aumentó enormemente después de 1688. Estas inversiones, al reducir los costes de transporte, ayudaron a crear un prerrequisito importante para la revolución industrial. Antes de 1688, la inversión en esta infraestructura había sido dificultada por actos arbitrarios de los reyes Estuardo. El cambio de situación a partir de entonces queda ilustrado claramente por el caso del río Salwerpe, en Worcestershire (Inglaterra). En 1662, el Parlamento aprobó una ley para fomentar la inversión y hacer que el río Salwerpe fuera navegable, y la familia Baldwyn invirtió seis mil libras esterlinas en este objetivo. A cambio, consiguieron el derecho a cobrar por navegar en el río. En 1693, se presentó un proyecto de ley en el Parlamento para transferir estos derechos de cobro por navegación al conde de Shrewsbury y a lord Coventry. El proyecto de ley fue cuestionado por sir Timothy Baldwyn, que inmediatamente presentó una petición al Parlamento en la que afirmaba que dicho proyecto esencialmente expropiaba a su padre, que ya había invertido una gran suma de dinero en el río teniendo en cuenta las tarifas que después podría cobrar. Baldwyn defendió que «el nuevo proyecto de ley invalida dicho acto y arrebata todo el trabajo y los materiales que se utilizaron para tal fin». La reasignación de derechos como éstos era exactamente el tipo de cosas que hacían los monarcas Estuardo. Baldwyn destacó: «Tiene consecuencias peligrosas arrebatar un derecho a una persona, comprado de acuerdo con una ley del Parlamento, sin su consentimiento». En aquel caso, la nueva ley fracasó y los derechos de Baldwyn se mantuvieron. Los derechos de propiedad eran mucho más seguros después de 1688, en parte porque garantizarlos coincidía con los intereses del Parlamento y en parte porque las peticiones podían influir en las instituciones pluralistas. Vemos aquí que, después de 1688, el sistema político se hizo significativamente más pluralista y creó unas condiciones de igualdad relativas dentro de Inglaterra.

La base para la revolución del transporte y, en general, la reorganización de la tierra que tuvo lugar en el siglo
XVIII
fueron las leyes parlamentarias que cambiaron la naturaleza del régimen de propiedad. Hasta 1688, incluso había una ficción legal de que toda la tierra inglesa, en última instancia, era propiedad de la Corona, como legado directo de la organización feudal de la sociedad. Muchas tierras estaban gravadas por numerosas formas arcaicas de derechos de propiedad y reclamaciones cruzadas. Otras muchas estaban sujetas al denominado
equitable estates
, que significaba que el propietario de la tierra no podía hipotecarla, alquilarla ni venderla. La tierra común normalmente sólo se podía dedicar a usos tradicionales, y había numerosos impedimentos para utilizar la tierra de formas que fueran económicamente deseables. El Parlamento empezó a cambiar esta situación al permitir que grupos de personas hicieran peticiones para simplificar y reorganizar los derechos de propiedad, estas modificaciones posteriormente se tradujeron en cientos de leyes parlamentarias.

La reorganización de las instituciones económicas también se manifestó en una agenda para proteger la producción textil nacional de las importaciones extranjeras. No es de extrañar que los parlamentarios y sus electores no se opusieran a todos los monopolios y obstáculos de entrada; aquellos que aumentaran su propio mercado y sus beneficios serían bien recibidos. Sin embargo, fue crucial que las instituciones políticas (el hecho de que el Parlamento representara, facultara y escuchara a un segmento amplio de la sociedad), con la creación de aquellas barreras de entrada, no ahogaran a otros industriales ni dejaran fuera completamente a los recién llegados, como hizo la
serrata
en Venecia, comentada en el capítulo 6. Los poderosos fabricantes de productos de lana pronto lo descubrieron.

En 1688, algunos de los productos más importantes que llegaban a Inglaterra eran artículos textiles de la India, percales y muselinas, que representaban alrededor de una cuarta parte de todas las importaciones textiles. También eran importantes las sedas de China. Los percales y las sedas eran importados por la Compañía de las Indias Orientales, que, antes de 1688, disfrutaba de un monopolio autorizado por el gobierno sobre el comercio con Asia. Sin embargo, el monopolio y el poder político de la Compañía de las Indias Orientales se sostenían gracias a grandes sobornos a Jacobo II. Después de 1688, la Compañía estaba en una posición vulnerable y, al cabo de poco tiempo, se vio atacada. Se produjo una intensa guerra de peticiones en la que los comerciantes que deseaban hacer negocios en el Lejano Oriente y la India pedían que el Parlamento autorizara la competencia a la Compañía de las Indias Orientales, mientras que ésta respondía con contrapeticiones y ofertas para prestar dinero al Parlamento. La Compañía perdió y se fundó una nueva Compañía de las Indias Orientales para poder competir. No obstante, los fabricantes de artículos textiles no querían solamente más competencia en el comercio con la India, sino que las importaciones de artículos textiles indios baratos (percales) fueran gravadas o incluso prohibidas. Aquellos productores se enfrentaban a una fuerte competencia de las importaciones indias baratas. En aquel punto, los productores nacionales más importantes fabricaban artículos textiles de lana, pero los productores de tejidos de algodón estaban pasando a ser cada vez más importantes económicamente y más poderosos políticamente.

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