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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Por qué fracasan los países (4 page)

BOOK: Por qué fracasan los países
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El primer intento inglés de establecer una colonia en Roanoke (Carolina del Norte), entre 1585 y 1587, fue un rotundo fracaso. En 1607, lo intentaron de nuevo. Poco antes del final de 1606, tres barcos,
Susan Constant, Godspeed
y
Discovery,
bajo el mando del capitán Christopher Newport, zarparon hacia Virginia. Los colonos, bajo los auspicios de la Virginia Company, navegaron hasta la bahía de Chesapeake y remontaron el río que llamaron James en honor al monarca inglés reinante. El 14 de mayo de 1607 fundaron el asentamiento de Jamestown.

A pesar de que los colonos que iban a bordo de los barcos propiedad de la Virginia Company fueran ingleses, su modelo de colonización estaba fuertemente influido por el patrón fijado por Cortés, Pizarro y Toledo. Su plan inicial era capturar al jefe local y utilizarlo para conseguir provisiones y obligar a la población a cultivar alimentos y crear riqueza para ellos.

La primera vez que desembarcaron en Jamestown, los ingleses no sabían que estaban dentro del territorio reclamado por la Confederación Powhatan, coalición de unos treinta grupos políticos que debían lealtad a un rey llamado Wahunsunacock. La capital de Wahunsunacock estaba en la ciudad de Werowocomoco, a poco más de 30 kilómetros de Jamestown. El plan de los colonos era obtener más datos sobre la situación. Si no se podía obligar a los lugareños a que les proporcionaran comida y a que trabajaran para ellos, como mínimo podrían comerciar con ellos. Al parecer, la idea de que fueran los propios colonos quienes trabajaran y cultivaran sus propios alimentos no se les pasó por la cabeza. Eso no era lo que hacían los conquistadores del Nuevo Mundo.

Wahunsunacock en seguida se percató de la presencia de los colonos y observó sus intenciones con una gran sospecha. Dominaba lo que, para Norteamérica, era un imperio bastante grande. Sin embargo, tenía muchos enemigos y carecía del control político aplastante y centralizado de los incas. Wahunsunacock decidió esperar a ver cuáles eran las intenciones de los ingleses, así que, al principio, envió mensajeros que afirmaban que deseaba entablar relaciones amistosas con ellos.

A medida que el invierno de 1607 avanzaba, los colonos de Jamestown empezaron a quedarse sin víveres, y el líder designado por el consejo al mando de la colonia, Edward Marie Wingfield, perdía tiempo con su indecisión. Quien salvó la situación fue el capitán John Smith, cuyos textos proporcionan una de nuestras principales fuentes de información sobre el desarrollo inicial de la colonia. Smith era un personaje fuera de lo común. Nacido en Inglaterra, en el Lincolnshire rural, ignoró el deseo de su padre de dedicarse al comercio y se convirtió en un soldado de fortuna. Primero luchó con el ejército inglés en los Países Bajos, posteriormente se unió a las fuerzas austriacas que servían en Hungría luchando contra los ejércitos del Imperio otomano, y fue capturado en Rumanía y vendido como esclavo para trabajar en el campo. Un día consiguió superar a su amo y, tras robarle la ropa y el caballo, escapó de vuelta a territorio austriaco. Pero Smith se había metido en problemas en el viaje a Virginia y fue encarcelado en el
Susan Constant
por motín tras desafiar las órdenes de Wingfield. Cuando los barcos alcanzaron el Nuevo Mundo tenían previsto llevarlo a juicio. Sin embargo, para inmenso horror de Wingfield, Newport y otros colonos de la élite, tras abrir sus órdenes selladas, descubrieron que la Virginia Company había designado a Smith como uno de los miembros del consejo que iba a gobernar Jamestown.

Mientras Newport navegaba de vuelta a Inglaterra en busca de provisiones y más colonos, y Wingfield no estaba seguro de qué hacer, fue Smith quien salvó la colonia. Inició una serie de misiones comerciales que garantizaban las provisiones de víveres. En una de ellas, fue capturado por Opechancanough, uno de los hermanos pequeños de Wahunsunacock, y fue llevado ante el rey en Werowocomoco. Fue el primer inglés que conoció a Wahunsunacock y en esa reunión inicial, según se cuenta, Smith se salvó de la muerte gracias a la intervención de la hija menor de Wahunsunacock, Pocahontas. El 2 de enero de 1608, Smith fue liberado y volvió a Jamestown, que aún carecía peligrosamente de comida, hasta el oportuno regreso de Newport desde Inglaterra más tarde el mismo día.

No obstante, los colonos de Jamestown aprendieron poco de esta experiencia inicial. A medida que avanzaba el año 1608, continuaban su búsqueda de oro y metales preciosos. Todavía no parecían haber entendido que, para sobrevivir, no podían confiar en que los lugareños los alimentaran a través de la coacción ni del comercio. Fue Smith el primero que se dio cuenta de que el modelo de colonización que había funcionado tan bien para Cortés y Pizarro no funcionaría en Norteamérica. Las circunstancias subyacentes eran demasiado distintas. Smith observó que, a diferencia de aztecas e incas, los pueblos de Virginia no tenían oro. Así lo anotó en su diario: «Debéis saber que los víveres son toda su riqueza». Anas Todkill, uno de los primeros colonos que dejó un amplio diario, expresaba bien las frustraciones de Smith y de los otros que cayeron en la cuenta de este hecho:

 

«No había conversación, esperanza, ni trabajo, sino busca oro, refina oro, carga oro».

 

Cuando Newport partió hacia Inglaterra en abril de 1608, llevaba un cargamento de pirita, conocida como «el oro de los tontos». Volvió a finales de setiembre con órdenes de la Virginia Company de controlar con más firmeza a los lugareños. El plan que habían elaborado era coronar a Wahunsunacock con la esperanza de que así quedara sometido al rey inglés Jacobo I. Lo invitaron a Jamestown, pero Wahunsunacock, que todavía desconfiaba profundamente de los colonos, no tenía intención de arriesgarse a que lo capturaran. John Smith anotó la respuesta de Wahunsunacock: «Si tu rey me ha enviado regalos, yo también soy rey, y ésta es mi tierra... Tu padre debe venir a mí, no yo a él, ni a tu fuerte, no morderé ese anzuelo».

Si Wahunsunacock no iba a «morder ese anzuelo», Newport y Smith tendrían que ir a Werowocomoco a representar la coronación. Aparentemente, todo el asunto fue un fiasco absoluto, y lo único que consiguieron fue que Wahunsunacock decidiera que había llegado el momento de quitarse de encima la colonia. Impuso un embargo que impedía que Jamestown pudiera comerciar con víveres. Wahunsunacock haría que se murieran de hambre.

Newport, que partió de nuevo hacia Inglaterra en diciembre de 1608, esta vez llevaba consigo una carta escrita por Smith en la que insistía a los directores de la Virginia Company para que cambiaran su forma de pensar en la colonia. No había ninguna posibilidad de establecer una explotación para «hacerse rico rápidamente» en Virginia del estilo de las de México y Perú. No había oro ni metales preciosos y no se podía obligar a los indígenas a que trabajaran para ellos ni a que les proporcionaran comida. Smith se dio cuenta de que, para que la colonia fuera viable, serían los propios colonos quienes tendrían que trabajar. Por eso, instó a los directores para que enviaran el tipo adecuado de personas: «Cuando vuelvan a enviar personas, les rogaría que enviaran a unos treinta carpinteros, labradores, jardineros, pescadores, herreros y albañiles, así como excavadores de árboles y raíces, bien provistos, y, después, mil personas como las que ya tenemos».

John Smith no quería más orfebres inútiles. Una vez más, Jamestown sobrevivió solamente gracias a su capacidad de improvisación. Smith consiguió persuadir e intimidar a varios grupos indígenas del lugar para que comerciaran con él, y cuando se negaban, él cogía lo que podía. De vuelta al asentamiento, Smith tomó el mando absoluto e impuso la siguiente regla: «Quien no trabaja no come». Jamestown sobrevivió un segundo invierno.

La Virginia Company era una empresa con ánimo de lucro pero, tras dos años desastrosos, no había el mínimo atisbo de beneficios. Los directores de la empresa decidieron que necesitaban un nuevo modelo de gobierno que sustituyera el consejo gobernante por un gobernador único. El primer hombre que ocupó este cargo fue sir Thomas Gates. Teniendo en consideración algunos aspectos del aviso de John Smith, los responsables de la Virginia Company se dieron cuenta de que tenían que intentar algo nuevo. Esta toma de conciencia se hizo más evidente durante los acontecimientos del invierno de 1609-1610, en el «período de la hambruna». El nuevo modelo de gobierno no dejaba espacio para Smith, quien, disgustado, volvió a Inglaterra en el otoño de 1609. Sin su capacidad de improvisación, y con Wahunsunacock estrangulando el suministro de alimentos, los colonos de Jamestown perecían. De los quinientos que empezaron el invierno, solamente quedaban sesenta vivos en marzo. La situación era tan desesperada que recurrieron al canibalismo.

La «novedad» impuesta en la colonia por Gates y su ayudante, sir Thomas Dale, fue un régimen de trabajo de una severidad draconiana para los colonos ingleses (aunque, evidentemente, no para la élite que dirigía la colonia). Fue Dale quien difundió las «leyes divinas, morales y marciales», que incluían las cláusulas:

 

Ningún hombre o mujer escapará de la colonia para ir con los indios, bajo pena de muerte.

Todo aquel que robe en un huerto, público o privado, o en un viñedo, o que robe mazorcas de maíz será castigado con la muerte.

Ningún miembro de la colonia venderá ni dará ningún producto de este país a ningún capitán, patrón o marinero para que lo transporte fuera de la colonia, para su uso privado, bajo pena de muerte.

 

Si los pueblos indígenas no podían ser explotados, razonó la Virginia Company, quizá los colonos sí. El nuevo modelo de desarrollo colonial implicaba que la Virginia Company era propietaria de la tierra. Los hombres fueron albergados en barracones y recibían raciones determinadas por la compañía. Se eligieron grupos de trabajo, cada uno supervisado por un agente de la compañía. Era muy parecido a la ley marcial, y la ejecución era el castigo al que se recurría primero. Como parte de las nuevas instituciones para la colonia, la primera cláusula que se acaba de dar es significativa. La compañía amenazaba con la muerte a los que huyeran. Teniendo en cuenta el nuevo régimen de trabajo, escaparse y vivir con los lugareños se convirtió en una opción cada vez más atractiva para los colonos que debían someterse al trabajo. Asimismo, la baja densidad de las poblaciones indígenas de Virginia en aquel momento también abría la posibilidad de escapar uno solo a la frontera que quedaba fuera del control de la Virginia Company. El poder de la compañía frente a aquellas opciones era limitado. No podía coaccionar a los colonos para que hicieran un trabajo muy duro con raciones de comida de mera subsistencia.

En el mapa 2 se muestra una estimación de la densidad de población de distintas regiones del continente americano en el momento de la conquista española. La densidad de población de Estados Unidos, excepto en un número limitado de núcleos, era, como máximo, de tres cuartas partes de persona por cada 2,59 kilómetros cuadrados. En el centro de México o en el Perú andino, la densidad de población era muy elevada, cuatrocientas personas por 2,59 kilómetros cuadrados, más de quinientas veces superior. Lo que era posible en México o Perú no era factible en Virginia.

 

 

La Virginia Company tardó tiempo en reconocer que aquel modelo inicial de colonización no funcionaba en Virginia, y también pasó tiempo hasta que comprendió el fracaso de las «leyes divinas, morales y marciales». A partir de 1618, se adoptó una estrategia radicalmente nueva. Como no era posible coaccionar ni a los lugareños ni a los colonos, la única alternativa que quedaba era dar incentivos a los colonos. En 1618 empezó el «sistema de reparto de tierras por cabeza», que daba a cada colono adulto hombre cincuenta acres de tierra y cincuenta acres más por cada miembro de su familia y por casa sirviente que pudiera llevar a Virginia. Los colonos recibieron sus casas y fueron liberados de sus contratos y, en 1619, se introdujo una Asamblea General que daba voz efectiva a todos los hombres adultos en las leyes y las instituciones que gobernaban la colonia. Era el inicio de la democracia en Estados Unidos.

La Virginia Company tardó doce años en aprender su primera lección, es decir, que lo que había funcionado para los españoles en México, Centroamérica y Sudamérica no funcionaría en el norte del continente americano. El resto del siglo
XVII
fue testigo de una larga serie de luchas por la segunda lección: la única opción para lograr una colonia viable económicamente era crear instituciones que dieran incentivos a los colonos para invertir y trabajar duro.

A medida que Norteamérica se desarrollaba, las élites inglesas intentaban una y otra vez establecer instituciones que restringieran fuertemente los derechos económicos y políticos para todos los habitantes de la colonia, excepto para una minoría privilegiada, igual que habían hecho los españoles. Sin embargo, una y otra vez fracasó el modelo, como había sucedido en Virginia.

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