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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

Psicoanálisis de los cuentos de hadas (33 page)

BOOK: Psicoanálisis de los cuentos de hadas
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En la actualidad encontramos muchos equivalentes de «Caperucita Roja». Cuando se comparan los cuentos de hadas con gran parte de la literatura infantil del momento, la profundidad de los primeros salta a la vista. David Riesman, por ejemplo, compara la «Caperucita Roja» con una historia moderna para niños,
Tootle, la locomotora
, un Little Golden Book que hace unos veinte años se vendió a millones.
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En este cuento, una locomotora, descrita antropomórficamente, va a la escuela de locomotoras para convertirse en tren aerodinámico. Al igual que en el caso de Caperucita, a Tootle le han dicho también que no debe apartarse de las vías. Pero también ella tiene la tentación de hacerlo, porque a la pequeña locomotora le encanta jugar entre las flores de los campos. Para impedir que Tootle se mueva de las vías, la gente de la ciudad se reúne y traza un plan inteligente en el que todos participan. Cuando Tootle se desvía de nuevo, una bandera roja la detiene dondequiera que vaya, hasta que, finalmente, promete no apartarse de su camino nunca más.

En la actualidad, podríamos ver esta historia como un ejemplo de modificación de la conducta mediante estímulos adversos, las banderas rojas. Tootle se porta bien y la historia termina cuando ha encarrilado su camino y se dispone, de verdad, a convertirse en un gran tren aerodinámico.
Tootle
parece ser, en esencia, un cuento admonitorio en el que se aconseja al niño que permanezca en el estrecho camino de la virtud. Pero qué superficial resulta si se compara con un cuento de hadas.

«Caperucita Roja» habla de pasiones humanas, de voracidad oral, y de deseos agresivos y sexuales en la pubertad. Opone la oralidad controlada del niño maduro (la comida agradable que lleva a la abuela) a su forma más primitiva (el lobo que devora a la abuela y a la niña). Gracias a la violencia, incluyendo la que salva a las dos mujeres y destruye al lobo cortándole la barriga y poniéndole después piedras en su interior, el cuento no muestra el mundo de color de rosa. La historia termina cuando todos los personajes —niña, madre, abuela, cazador y lobo— «hacen lo que les corresponde»: el lobo intenta escapar y muere, después de lo cual el cazador le saca la piel y se la lleva a casa; la abuela se come lo que Caperucita le ha traído; y la niña aprende la lección. No hay conspiración alguna por parte de los adultos que obligue al héroe del cuento a enmendar sus acciones como le exige la sociedad, proceso que niega el valor de la guía interna. Lejos de que otros lo hagan por ella, la experiencia de Caperucita la lleva a cambiar, puesto que promete «… y no saldré del camino cuando vaya sola por el bosque».

El cuento de hadas resulta ser mucho más fiel a la realidad de la vida y a nuestras experiencias internas cuando se compara con la historia de
Tootle,
que usa elementos reales para completar el relato: trenes que van por la vía, banderas rojas que los detienen. Los aderezos son reales pero todo lo esencial es completamente irreal, puesto que la población entera de una ciudad no deja lo que está haciendo para ayudar a un niño a enmendar su camino. Tampoco podemos decir que haya peligro real alguno que amenace la existencia de Tootle. Sí, es cierto que se ayuda a Tootle a encarrilar su futuro, pero todo lo que implica esta experiencia es el convertirse en un tren más grande y más rápido, es decir, en un adulto que, desde el punto de vista externo, tenga más éxito y sea más eficiente. Aquí no hay reconocimiento alguno de las ansiedades internas ni de los peligros que atentan contra nuestra existencia. Citando a Riesman, «no se manifiesta el miedo de Caperucita Roja», que ha sido sustituido por «un engaño que los ciudadanos traman en beneficio de Tootle». En ningún pasaje de la historia de
Tootle
encontramos una externalización de los procesos internos y de los problemas emocionales típicos del crecimiento, de manera que el niño pueda enfrentarse a los primeros y, así, resolver los segundos.

Podemos creer perfectamente el final de la historia de
Tootle,
cuando se nos dice que ha olvidado incluso que alguna vez le gustaran las flores. Nadie con un mínimo de imaginación puede pensar que Caperucita olvidara algún día su encuentro con el lobo o que dejara de disfrutar con las flores y con la belleza del mundo. La historia de Tootle no crea convicción alguna en la mente del oyente, y, por ello, tiene que insistir en su moraleja y predecir el futuro: la locomotora no se apartará de las vías y se convertirá en un tren aerodinámico. No hay iniciativa ni libertad en esta decisión.

El cuento comporta la fuerza de su mensaje; así pues, no tiene ninguna necesidad de fijar al héroe en un determinado modo de vida. No se tiene por qué decir lo que Caperucita va a hacer ni cómo será su futuro. Gracias a su experiencia, esto podrá decidirlo ella sola. Todo aquel que escucha el relato adquiere la sabiduría acerca de la vida y de los peligros que sus deseos pueden acarrear.

Caperucita Roja perdió su inocencia infantil al encontrarse con los peligros que residían en sí misma y en el mundo, y los cambió por la sabiduría que tan sólo posee el que ha «nacido dos veces» que no sólo domina una crisis existencial, sino que también es consciente de que fue su propia naturaleza la que le impulsó a ella. La inocencia de Caperucita Roja muere cuando el lobo se manifiesta como tal y la devora. Cuando sale de la barriga del lobo, vuelve a nacer en un plano superior de existencia; al relacionarse positivamente con sus padres, ya no es una niña y vuelve a la vida convertida en una joven doncella.

«Jack y las habichuelas mágicas»

Los cuentos tratan, en forma literaria, de los problemas básicos de la vida, particularmente los inherentes a la lucha por alcanzar la madurez. Advierten de las consecuencias destructivas que puede tener el fracaso en el desarrollo de niveles superiores de identidad responsable, poniendo ejemplos como el de los dos hermanos mayores de «Las tres plumas», las hermanastras de «Cenicienta» o el lobo de «Caperucita Roja». Estos cuentos sugieren al niño la manera en que debe esforzarse para llegar a una integración superior y lo que ésta implica.

Estos mismos cuentos insinúan también a los padres que deberían ser conscientes de los riesgos implicados en el desarrollo de sus hijos, de manera que puedan aconsejarles y protegerlos cuando sea necesario para evitar una catástrofe. Les indican también que deberían estimular y alentar el desarrollo personal y sexual de los niños en el momento adecuado.

Los cuentos de la serie de Jack proceden de Inglaterra y desde allí se extendieron por todos los países de habla inglesa.
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La historia más famosa e interesante de esta serie es «Jack y las habichuelas mágicas». Los elementos más importantes de este cuento de hadas aparecen en muchas historias repartidas por todo el mundo: intercambio aparentemente absurdo que proporciona algo que posee un poder mágico; la semilla milagrosa de la que surge un árbol que llega hasta el cielo; el ogro vencido y robado; la gallina de los huevos de oro o el ganso de oro; y el instrumento musical que habla. La combinación de estos elementos en una historia, que afirma que la individualización social y sexual del niño que ha llegado a la pubertad es algo deseable y que la madre no puede dejar de darle a este proceso la importancia que tiene, hace de «Jack y las habichuelas mágicas» un cuento de hadas dotado de enorme significado.

Una de las historias más antiguas de la serie de Jack es «Jack y sus negocios», en la que el conflicto original no tiene lugar entre un muchacho y su madre, que cree que es tonto, sino que se trata, en este caso, de una lucha por la dominación entre padre e hijo. Este relato presenta algunos problemas del desarrollo social-sexual del niño aun más claramente que «Jack y las habichuelas mágicas», y el mensaje incluido en este último se puede entender mejor a la luz del cuento anterior.

En «Jack y sus negocios», Jack es un niño impetuoso que no ayuda en absoluto a su padre. Y lo que es peor, éste ha caído en desgracia y debe enfrentarse a gran número de deudas. Por eso ordena a Jack que lleve una de las siete vacas que posee la familia a la feria para que intente conseguir cuanto más dinero mejor. De camino, Jack se encuentra con un hombre que le pregunta a dónde va. Jack se lo cuenta y el hombre le ofrece cambiar la vaca por un palo que está dentro de un saco: cuando su amo le dice «palo, sal del saco», golpea a todos los enemigos hasta dejarlos sin sentido. Jack acepta el cambio. Cuando llega a casa, el padre, que esperaba recibir mucho dinero por la vaca, se enfurece hasta el punto de coger un palo para pegar a su hijo. Entonces, Jack llama a su palo, que golpea al padre hasta que se ve obligado a pedir clemencia. Este hecho establece la autoridad de Jack en su casa frente a su padre, pero no les da el dinero que necesitan. Así que, al día siguiente, Jack va de nuevo a la feria con otra de las vacas. Se encuentra con el mismo hombre y esta vez le cambia la vaca por una abeja que canta hermosas canciones. Aumenta la necesidad de dinero y Jack va a vender la tercera vaca. Se topa con el hombre una vez más y, en esta ocasión, le cambia la vaca por un violín, que toca maravillosas melodías.

En este punto cambia plenamente el decorado. El rey que gobierna esta parte del mundo tiene una hija que no puede sonreír. Su padre promete que se casará con ella el hombre que le traiga un poco de alegría. Muchos príncipes y hombres ricos intentan en vano hacerla reír. Jack, vestido con harapos, vence a todos los demás, porque la princesa sonríe al oír cantar a la abeja y tocar tan bien el violín. Y se ríe a carcajadas cuando el palo golpea a los orgullosos pretendientes. Así pues, Jack puede casarse con ella.

Antes de que la boda tenga lugar, deben pasar una noche juntos. Jack se queda inmóvil y no se acerca para nada a la princesa. Esto ofende muchísimo a la muchacha y a su padre, pero el rey la tranquiliza diciéndole que quizá Jack tenga miedo de ella y de la nueva situación en que se encuentra. Así pues, a la noche siguiente lo intenta otra vez, pero sucede lo mismo que en la primera ocasión. Tras una tercera noche en la que Jack sigue sin acercarse a la princesa, el rey lo hace arrojar a un pozo lleno de leones y tigres. El palo de Jack golpea a los animales salvajes hasta volverlos sumisos, ante lo que la princesa se maravilla al ver «lo hombre que era». Se casan «y tuvieron montones de hijos».

Podríamos afirmar que a esta historia le falta algo. Por ejemplo, mientras que el número tres se acentúa repetidamente —tres encuentros con el hombre, tres cambios de una vaca por un objeto mágico, tres noches con la princesa sin que Jack «se acercara a ella»—, no queda nada claro por qué se mencionan siete vacas al principio y luego no se habla más de las cuatro que faltan después de los tres intercambios. En segundo lugar, aunque podemos encontrar otros muchos cuentos de hadas en los que un hombre no se preocupa de su amor durante tres días o noches consecutivas, lo normal es que se dé alguna explicación al respecto;
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en cambio, en este caso, no se dice nada acerca del comportamiento de Jack en este sentido y, por tanto, tenemos que usar nuestra imaginación para darle un significado.

La fórmula mágica «palo, sal del saco» sugiere asociaciones de tipo fálico, al igual que el hecho de que únicamente con esta nueva adquisición puede el muchacho cambiar la relación con su padre, que hasta entonces le había dominado. Es también este palo el que le hace derrotar a todos los demás rivales, en una competición que, por otra parte, es de tipo sexual, puesto que el premio consiste en casarse con la princesa. Y es finalmente el mismo palo el que le permite poseer sexualmente a la princesa después de apaciguar a los animales salvajes. Mientras que el canto armonioso de la abeja y las bellas melodías del violín hacen sonreír a la princesa, ésta no se ríe abiertamente hasta que el palo golpea a los engreídos pretendientes, destruyendo así lo que se supone su postura masculina.
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Pero si estas connotaciones sexuales fueran lo único que tiene esta historia, no podríamos decir que es un cuento, o, por lo menos, no tendría un sentido auténtico como tal. Para que tenga mayor significado, debemos interpretar las noches durante las que Jack permanece inmóvil al lado de la princesa, teniendo en cuenta que su propio comportamiento es como el de un palo.

El cuento nos dice que la potencia fálica no es suficiente, porque por sí sola no conduce a nada superior, ni siquiera significa la madurez sexual. La abeja —símbolo del trabajo duro y de la dulzura, puesto que nos deleita con su miel y de ahí sus deliciosas canciones— significa el trabajo y la satisfacción que de él se puede obtener. El trabajo constructivo que representa la abeja contrasta fuertemente con la pereza y la tosquedad características de Jack. Después de la pubertad un muchacho debe encontrar objetivos constructivos y esforzarse en conseguirlos para convertirse en un miembro útil a la sociedad. He aquí la razón por la que Jack obtiene el palo antes que la abeja y el violín. Éste, como último objeto, simboliza el logro de tipo artístico y, con él, las cualidades humanas superiores. Para conquistar a la princesa no basta el poder del palo y lo que éste simboliza desde el punto de vista sexual. El poder del palo (proeza sexual) debe controlarse, como sugieren las tres noches en las que Jack permanece inmóvil. Con un comportamiento así demuestra su autocontrol; con ello, no basa ya toda su fuerza en la masculinidad fálica; no desea conquistar a la princesa subyugándola. A través de la sumisión de los animales salvajes, Jack demuestra que usa su fuerza para controlar las tendencias inferiores —la ferocidad del león y del tigre, su tosquedad e irresponsabilidad que le han hecho aumentar las deudas de su padre— y, con ello, se hace acreedor a la princesa y al reino, cosa que ella reconoce. En un principio, Jack la hizo reír pero, al final, cuando ha demostrado no sólo su poder (sexual) sino también su autocontrol (sexual), ella se da cuenta de que es el hombre con el que podrá ser feliz y tener muchos hijos.
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«Jack y sus negocios», empieza con una autoafirmación adolescente de tipo fálico («palo, sal del saco») y termina con una madurez personal y social al conseguir el autocontrol y la valoración de los aspectos superiores de la vida. El cuento de «Jack y las habichuelas mágicas», mucho más conocido, comienza y termina en un estadio del desarrollo sexual masculino muy anterior. Mientras la pérdida del placer infantil se insinúa claramente en la primera historia con la necesidad de vender las vacas, este es también uno de los temas centrales de

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