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Authors: Matthew Stover

Punto de ruptura (36 page)

BOOK: Punto de ruptura
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El objetivo es el deseo de lucha del enemigo.

Las guerras no se ganan matando enemigos, sino aterrorizándolos hasta que se rinden y vuelven a casa.

—Por eso te he traído a Haruun Kal —dijo—. Quería mostrarte cómo son los soldados ganadores —señaló más allá de la hoguera—. Ése es el Jedi del futuro, Mace. Ése de ahí.

Estaba señalando a Kar Vastor.

Por eso permanezco tumbado en mi lecho en esta oscura hora, pasada la medianoche y lejos del alba, mientras las lumilianas se apagan y los depredadores se acallan, cuando sólo el sueño tiene algún sentido. Y miro a las hojas negras en las alturas, y pienso en mañana.

Mañana dejaremos este lugar.

Y volveremos a mundos donde las duchas son de agua clara en vez de niebla probi. A mundos donde se duerme tras una puerta cerrada, en lechos con limpias sábanas de fibra blanqueada.

Mundos que todavía se encuentran, aunque sólo sea temporalmente, en la Galaxia de la Paz.

14
Última entrada

E
l aire sobre el paso de Lorshan estaba tan despejado que las cumbres color cielo que Mace apenas podía distinguir en el distante sur bien podían ser las de Los Hombros del Abuelo. En esa dirección había una mortaja de neblina marrón que sospechaba era la niebla que cubría Pelek Baw. A menor distancia se veían las motitas plateadas causadas por las fragatas que patrullaban la jungla bajo el paso. Muchas fragatas. Mace contaba al menos seis escuadrillas barriendo las colinas, puede que hasta diez.

El fogonazo silencioso y ocasional de los cañones y el hilo de humo negro que ascendía de los lanzallamas llegaban a resultarle consoladores, significaba que la milicia seguía creyendo que los guerrilleros estaban entre los árboles.

Mace se sentaba con las piernas cruzadas sobre la arena en sombras de la cueva, con el datapad colgado del hombro. A sólo dos metros de distancia, la brillante luz del sol del final de la tarde se hundía en el prado de la ladera; en un retazo de hierba relativamente plano a lo largo de varias decenas de metros, que luego se curvaba al borde del barranco y caía durante medio kilómetro hasta el paso de abajo.

Lo bastante grande como para que aterrizan una lancha clase Jadthu de los Sistemas de la República de Sienar.

Mace estaba decidido a no mirar al cielo. Llegaría cuando llegase.

Sólo faltaban minutos para ello.

Se descubrió enumerando las heridas que le había infligido Haruun Kal. Desde magulladuras de disparos a quemaduras, pasando por costillas rotas, varias contusiones y una mordedura humana. Por no mencionar incontables picaduras de insectos, una erupción en el muslo derecho y ampollas en los dedos de los pies que seguramente eran debidas a una persistente infección por hongos...

Y eso sólo eran las heridas físicas. Se curarían.

Las heridas no físicas causadas... a su confianza, a sus principios, a su certeza moral, a su corazón.

Esas no podían curarse con nebulizadores de vendas y un parche de bacta.

Detrás de él, el continuo ir y venir de Nick había abierto un sendero en la fina capa de tierra que cubría el suelo de piedra de la cueva. El korun cogió el rifle de donde lo había dejado, apoyado contra la pared, comprobó el cargador por duodécima vez y volvió a dejarlo donde estaba. Hizo lo mismo con la pistola de cartuchos que llevaba en la cartuchera del muslo, mirando luego a su alrededor en busca de algo más que hacer. Al no encontrar nada, volvió a caminar.

—¿Cuánto falta?

—No mucho.

—Es lo que dijiste las tres últimas veces que pregunté.

—Supongo que eso depende de lo que entiendas por mucho.

—¿Estás seguro de que ella vendrá?

—Sí —mintió Mace.

—¿Y si llega antes que ella? Quiero decir que no tendremos tiempo de pararnos a esperarla. No con las fragatas y quién sabe qué otras cosas rastreando a la lancha desde su entrada en la atmósfera. Si ella no esta aquí...

—Ya nos preocuparemos de eso cuando suceda.

—Ya —Nick se puso a caminar desde el fondo de la cueva hasta la entrada, en vez hacerlo de lado a lado—. Ya.

—Nick.

—¿Sí?

—Siéntate.

El joven korun se detuvo, dirigió a Mace una mueca de disculpa, se ajustó la túnica y pasó los pulgares por la banda de cintura de sus pantalones como si ésta le apretara.

—No me gusta esperar.

—Lo he notado.

Nick se sentó al lado del Maestro Jedi y asintió en dirección al datapad.

—¿Hay algún juego en esa cosa? Caray, jugaría hasta al dejarik. Y eso que odio el dejarik.

Mace negó con la cabeza.

—Es mi cuaderno de bitácora.

—Te he visto hablándole. ¿Es como un diario?

—Algo así. Es un resumen personal de mis experiencias en Harun Kal. Para los Archivos del Templo.

—Caray. ¿Y salgo yo?

—Sí. Y Chalk, Besh y Lesh. Depa, Kar Vastor y los niños del campamento...

—Caray —repitió Nick—. Es... Caray, es genial. ¿Y todos los Jedi hacen eso?

Mace miró más allá del accidentado terreno bajo el paso.

—No creo que Depa lo haya hecho —lanzó un suspiro, y una vez más se detuvo para no inspeccionar el cielo—. ¿Por qué lo preguntas?

—Es que..., bueno, es muy raro, ¿sabes? Estoy pensando en ello y... ¿Voy a estar en los Archivos Jedi...?

—Sí.

—Veinticinco mil años de grabaciones. Es como... Como ser parte de la historia de la galaxia.

—Lo serías de todos modos.

—Ah, sí, claro, ya lo sé: todo el mundo lo es. Pero no todos están en los Archivos Jedi, ¿verdad? Quiero decir que mi nombre estará ahí siempre. Es como ser inmortal...

Mace pensó en Lesh y en Phloremirlla Tenk. En Terrel y en Rankin. En los cadáveres del campamento quemados hasta perder toda identidad.

—Lo es —dijo despacio—, lo más parecido a la inmortalidad que puede alcanzar alguno de nosotros.

—¿Puedo escuchar un poco? —Nick hizo un gesto de ánimo—. No quiero ser curioso ni nada. Pero es por pasar el rato...

—¿Seguro que quieres saber lo que pienso de ti?

—Claro... ¿Por qué? ¿Es malo? —preguntó, haciendo una mueca premonitoria—. Es muy malo, ¿verdad?

—Me estoy metiendo contigo, Nick. No puedo ponértelo. Está codificado, y sólo los maestros archivistas del Templo tienen la clave descodificadora.

—¿Cómo? ¿Ni siquiera tú puedes oírte a ti mismo?

Mace sopesó el datapad en su mano: parecía algo tan pequeño e insustancial para cargar con tanto dolor y duda.

—La codificación no sólo mantiene su contenido a salvo, sino que me salva de la tentación de rescribir las entradas para hacerme parecer mejor.

—¿Tú harías eso?

—La oportunidad no se ha presentado. De tener la oportunidad... no sabría decirlo. Espero que pudiera resistirme a hacerlo. Pero, Jedi o no, sigo siendo humano —se encogió de hombros—. Debo hacer una última entrada para preparar mi informe formal ante el Consejo, a nuestro regreso a Coruscant.

—¿Puedo escuchar?

—Supongo que si puedes. No tengo nada que decir que ni no sepas va.

***

DE LOS DIARIOS PRIVADOS DE MACE WINDU.

[Última Entrada a Haruun Kal].

El mayor Rostu y yo esperamos en una cueva de la base korun en el paso de Lorshan. Depa...

[Voz masculina identificada como NICK ROSTU, mayor (ascendido en combate). GER]: Eh, ¿eso está conectado? ¿Pueden, bueno, oírme? Sí. Es...

[Rostu]: Caray. Entonces un Jedi alienígena de dentro de mil años podría sacar esto y yo estaría diciéndole "hola" desde mil años antes, ¿no? Hola, tío raro Jedi tiramonos, seas quien...

Mayor.

[Rostu]: Sí, ya lo sé: Cállate, Nick.

[Sonido de hondo suspiro.]

Depa debe reunirse aquí con nosotros.

Va a emplear alguna estratagema para alejar a Kar Vastor y sus guardias akk lo bastante como para garantizar una evacuación limpia. No me ofreció detalles, y yo no se los pedí.

Temía oír lo que podría haberme dicho.

Enviamos la señal a primera hora de esta mañana, empleando la misma técnica de sus esporádicos informes. En vez de enviar una transmisión subespacial corriente, que podría ser interceptada por los satélites de la milicia permitiéndoles localizar nuestro paradero, se hizo la llamada de evacuación codificada, mediante un canal normal de comunicaciones y empleando una longitud de onda estrecha que rebotó hasta el satélite de la HoloRed desde una de las montañas que tenemos a la vista. La señal contiene también un código de prioridad Jedi que anula y secuestra parte de la capacidad de la HoloRed local, empleando ésta para enviar al Halleck el código de evacuación. Es muy seguro, aunque siempre hay alguna pérdida de datos por dispersión de onda.

Yo mismo oí el acuse de recibo en la estación comunicadora de la base. El Halleck está de camino.

Llegamos a esta base una hora estándar después del alba. Probablemente el
Halleck
ya esté dentro del sistema. La base en sí... no es lo que me esperaba.

Es menos una base militar que un campamento de refugiados subterráneo.

El complejo es enorme: una colmena de túneles que recorre toda la pared norte del paso, con varios túneles de acceso que se extienden ladera abajo, hasta llegar a cuevas ocultas en lo profundo de la jungla. Algunas de las cavernas son naturales. Burbujas volcánicas y canales de agua erosionados por las corrientes procedentes de las altas cumbres nevadas. Las cavernas habitadas han sido ampliadas y alisadas artificialmente. Aunque no hay industria minera en Haruun Kal, y, por tanto, se carece de equipo de excavación, un vibrohacha puede cortar la piedra con la misma facilidad que la madera. Muchas de las cámaras más pequeñas tienen camas, mesas y bancos de piedra tallados y modelados con esas hojas.

Lo cual las haría relativamente cómodas, de no estar tan ocupadas.

Miles de korunnai atestan estas cavernas, túneles y cuevas, y cada día llegan más. Son los no combatientes. Las esposas y los padres, los enfermos y los heridos. Y los niños.

La carencia de equipo minero en el planeta implica que la ventilación es forzosamente rudimentaria, y la sanidad, virtualmente inexistente. La neumonía campa a sus anchas. Los antibióticos es lo primero que se acaba en los botiquines requisados. Y no hay ningún lugar en las cavernas donde no se oiga a la gente estornudando mientras se esfuerza por respirar con sus pulmones anegados y atascados. La disentería se cobra vidas entre ancianos y heridos, y la cosa sólo tiene visos de empeorar, al depender la higiene del transporte de las heces en cubos.

Las cavernas más grandes están dedicadas a los herbosos. Todos los korunnai que llegan traen los herbosos que han sobrevivido al viaje; incluso en tiempos de guerra, dependen del Cuarto Pilar. Esos herbosos se pasan los días apretujados, sin comida y con poco espacio para moverse. Todos están enfermos e inquietos. Suele haber peleas entre miembros de diferentes manadas, y me dicen que todos los días mueren varios, víctimas de heridas recibidas en peleas o de enfermedades infecciosas que se contagian por estar en espacios cerrados. Algunos parecen limitarse a renunciar a su deseo de vivir; se tumban, se niegan a levantarse y posteriormente mueren de inanición.

Los korunnai los cuidan lo mejor que pueden, construyendo improvisadas verjas de piedras apiladas para separar las diferentes manadas, y sacándolos por turnos por los túneles de acceso para que se alimenten en las junglas que hay bajo el paso, ante la atenta mirada de los akk de pastoreo. Pero incluso esta medida improvisada resulta problemática, ya que a medida que llegan más y más herbosos, los korunnai deben llevar las manadas más y más lejos, para evitar que reduzcan tanto la selva que eso descubra la localización de la base.

Ahora entiendo por qué no quería irse Depa.

Viajamos sobre su ankkox hasta uno de los túneles ocultos. Cuando cambiamos la penumbra de la jungla por la profunda oscuridad subterránea. Depa abrió las cortinas de la howdah y pasó a la silla montada en la concha de la cabeza de la bestia. Parecía inhalar serenidad en el espeso aire pegajoso.

Todos aquellos ante los que pasamos... Todos los que vimos...

No había aplausos, ni siquiera gritos; la bienvenida que obtuvo fue más profunda que cualquier cosa que pudiera expresarse de viva voz.

Una mujer, encogida contra la sudorosa pared de piedra, vio a Depa y se empujó hacia delante. Su rostro podía haber sido una flor abriéndose al sol. La mera presencia de Depa llevó la luz a sus ojos y dio fuerza a sus piernas. La mujer forcejeó por levantarse, empleando la pared del túnel para incorporarse. Luego se apoyó en ella y extendió una mano hacia nosotros. Cuando Depa asintió con gesto de aceptación, la mano de la mujer se cerró para tratar de capturar en el aire la mirada de Depa. Luego se llevó esa mano cerrada al pecho, como si una simple mirada fuese algo precioso.

Algo sagrado.

Corno si fuera justamente lo que necesitaba para seguir viviendo.

Y así fue nuestra llegada aquí: esa mujer multiplicada por mil. Los guerreros y los heridos. Los ancianos. Los enfermos, los moribundos. los niños...

Depa es para ellos algo más que un Jedi. No es una diosa, al ser usuarios de la Fuerza no se impresionan fácilmente con los poderes Jedi. Ella es, creo, como un tótem. Es para ellos lo que un Jedi debería ser para todos, pero grabado a tal nivel en sus corazones que se ha convertido en una forma de locura.

Ella es su esperanza.

[Rostu]: Es verdad, ¿sabes?

¿Nick?

[Rostu]: ¿Crees que las cosas están mal aquí? Vale, claro que están mal. Pero no sólo aquí, sino en toda la meseta. Muy mal. Pero no tienes ni idea de cómo eran las cosas antes de que llegara Depa... Aquí no somos los malos.

Nadie ha sugerido que lo seáis. Tampoco sois los buenos. No he visto a ninguno de los buenos.

[Rostu]: ¿Hasta ahora? Yo he visto uno. No, dos.

¿Ah, sí?

[Rostu]: Todo eso de los buenos y los malos acaba despareciendo por la escotilla del aire con mucha rapidez, ¿no te parece? ¿Tú sabes por qué se separó Pelek Baw de la República? No tuvo nada que ver con la "corrupción del Senado" ni con toda esa política que es mierda de colmilludo. Los balawai se unieron a la Confederación porque los sepas les prometieron respetar su soberanía. ¿Lo entiendes? Les dio derechos planetarios. Y el único derecho planetario que importa a los balawai es el derecho a matarnos a todos. Los sepas aparcan en el espaciopuerto sus cazas droides y su personal de apoyo, y de pronto la milicia dispone de una provisión ilimitada de fragatas, y los balawai declaran ilegal que un korun esté fuera de los límites de la ciudad de Pelek Baw. Y muy pronto empiezan a arrestar también a los korunnai que se encuentran dentro de la ciudad. No a todos, entiéndeme, sólo a los criminales. A los mendigos y a los chicos de la calle. Y a los problemáticos. Para que conste, un problemático es cualquier korun que diga algo sobre cómo se nos trata.

"Construyeron un campo para nosotros. Yo estuve en él. Fue allí donde nos encontró Depa. ¿Crees que las cosas están mal aquí? Deberías ver de lo que ella nos salvó.

"Sí, puede que pasáramos de vivir allí a morir aquí. ¿Y qué? ¿Crees que hay alguna diferencia? ¿Crees que aquello era mejor?

“Tú puedes vivir en una jaula si quieres. ¿Pero yo? Yo moriré como un hombre libre. Eso es Depa para nosotros.

"Eso es lo que nos vas a quitar.

De todos modos iba a dejaros muy pronto.

[Rostu]: Eso dices tú.

Se muere, Nick. La guerra la está matando. El planeta la está matando. Los korunnai la están matando.

[Rostu]: Nadie de aquí le haría daño...

No a propósito.

Pero se está ahogando en tu ira. Nick.

[Rostu]: Eh, que yo sólo estoy medianamente cabreado.

No eres sólo tú. Sois todos vosotros. Todo este lugar.

La violencia interminable... sin esperanza, ni remedio...

La conexión de un Jedi con la Fuerza amplifica todo lo que nos rodea y dota de la mayor gravedad concebible hasta el menor de nuestros actos. Nos hace ser más de lo que ya somos. Si estamos calmados, nos da serenidad. Si estamos iracundos, nos llena con la rabia de un dios. La ira es una trampa. Puede que tú la consideres un narcótico no muy diferente del brillostim. Hasta el más delicado de los sabores puede dejarte con un apetito que nunca desaparece.

Por eso los Jedi debemos esforzamos siempre por crear la paz en nosotros mismos: nuestro interior debe tener su reflejo en lo externo. La Fuerza es una. Somos parte de la Fuerza, que siempre será lo que sea que seamos nosotros, al menos en parte.

Igual que ya es demasiado tarde para que Kar Vastor se convierta en un Jedi, es demasiado tarde para que Depa se convierta en un lor pelek. Ella está dispuesta a dar su vida para ayudar a vuestro pueblo. ¿Estáis dispuestos a tomarla?

[Rostu]: Oye, a mí no me mires así. Yo estoy de tu lado, ¿recuerdas? Bueno.

El Halleck ya debe de estar dentro del sistema. En cualquier momento veremos el rastro de vapor de una lancha.

Y Depa viene a reunirse con nosotros.

[Rostu]: ¿De verdad? ¿Es que puedes sentirla?

Directamente no. Pero parte de su plan para mantener lejos de aquí a Kar y a sus guardias akk incluía recuperar mi sable láser. Es en detalles como éste, en esas pequeñas consideraciones, en esas gentilezas no pensadas, donde hallo esperanzas para creer que no está perdida del todo.

Aunque puedo reconstruir mi hoja, ella...

Había una tristeza...

"Resignación melancólica" es la mejor forma que tengo de describir su expresión cuando prometió devolverme el sable láser. Ella parecía al borde de las lágrimas, aunque el arma en sí no es gran cosa.

"No podría soportar la idea de que tu viaje hasta aquí te cueste más de lo que te ha costado ya", me dijo esta mañana, cuando la dejé para venir aquí a esperar.

Puedo sentir con claridad la cercanía de mi sable láser; y ahora también siento el de ella. Viene zigzagueando hacia nosotros por las fisuras naturales de la roca, que forman un pasaje entre esta cueva y las cavernas del interior. Me resulta extraño, de una forma aprensiva, de premonición de terribles tragedias, que sólo pueda sentir a Depa mediante su arma, la Depa que conozco.

[Rostu]: "Esto, ¿esa
premo-lo-que-sea
de terribles tragedias puede traducirse de algún modo al básico como "todo esto me da mala espina"? Porque, verás, ahora que lo mencionas...

Yo también lo siento..., pero desde que llegué a este planeta sólo he tenido malos presentimientos.

[Rostu]: Me he estado preguntando... Bueno, llevamos aquí mucho rato. ¿No te has cuestionado el que Depa nos enviara aquí para que ella pudiera quitar de en medio a Kar? ¿Que igual nos envió aquí para quitarnos de en medio a nosotros?

Se me ha ocurrido. Me he negado a considerarlo. Depa no es así; no es proclive al engaño, y mucho menos a la traición. Dijo que se reuniría aquí con nosotros. Eso significa que se reunirá con nosotros. Aquí.

Sólo está a unos pasos de distancia...

[Rostu]: O puede que no, ¿sabes?

Eres...

[Rostu]: Ya has ido muy lejos. ¡Para ya! Lo digo en serio.

[El último sonido del diario del Maestro Windu en Haruun Kal es una vocalización no verbal semejante al gruñido de advertencia de un gran depredador.]

[FIN DEL DIARIO.]

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