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Authors: Arthur C. Clarke y Gentry Lee

Tags: #Ciencia Ficción

Rama II (6 page)

BOOK: Rama II
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En aquel momento en particular, el pensamiento de cenar con Reggie no atraía en absoluto a Francesca.

—Esta noche estoy realmente cansada —dijo—. Creo que simplemente cenaré algo en la habitación y luego trabajaré un poco. —Hubiera podido predecir la expresión dolida de su rostro. Se puso de puntillas y le dio un ligero beso en los labios. —Puedes venir a verme para una última copa a las diez.

Una vez dentro de la suite del hotel, la primera acción de Francesca fue activar el terminal de su ordenador y comprobar los mensajes. Tenía cuatro. El menú impreso le dijo el remitente de cada mensaje, la hora de su trasmisión, la duración del mensaje y su prioridad de urgencia. El Sistema de Prioridad de Urgencia era una nueva innovación de Comunicaciones Internacionales Inc., una de las tres compañías de comunicación supervivientes que finalmente estaba floreciendo de nuevo tras una masiva consolidación durante los años intermedios del siglo. Un usuario del sin entraba su agenda diaria a primera hora de la mañana e identificaba que mensajes prioritarios podían interrumpir qué actividades. Francesca había decidido aceptar solamente la recepción de mensajes de Prioridad Uno (Emergencia Aguda) al terminal de la casa de David Brown; la grabación de David y su familia tenía que realizarse en un solo día, y deseaba minimizar las posibilidades de una interrupción y retraso.

Tenía un solo mensaje de Prioridad Dos, de tres minutos de longitud, de Carlo Bianchi. Francesca frunció el entrecejo, entró los códigos adecuados en el terminal y conectó el monitor vídeo. Apareció un suave italiano de mediana edad vestido con ropa aprés-ski, sentado en un diván, con una chimenea encendida a sus espaldas.

—Buon giorno, cara —la saludó. Tras dejar que la videocámara diera un barrido por la sala de estar de su nueva villa en Cortina d'Ampezzo, el signor Bianchi fue directamente al asunto. ¿Por qué Francesca se negaba a aparecer en la publicidad para su línea de ropa deportiva de verano? Su compañía le había ofrecido una increíble cantidad de dinero, e incluso había diseñado la campaña para incluir en ella el tema del espacio. Los spots no serían exhibidos hasta después que la misión Newton hubiera terminado, así que no había ningún conflicto con sus compromisos con la AIE. Carlo reconocía que habían tenido algunas diferencias en el pasado, pero, según él, esto había ocurrido hacía mucho tiempo. Necesitaba su respuesta en una semana.

Jódete, Carlo
, pensó Francesca, sorprendida ante la intensidad de sus reacciones. Había pocas personas en el mundo que pudieran alterarla, pero Carlo Bianchi era una de ellas. Entró las órdenes necesarias para grabar un mensaje para su agente, Darrell Bowman, en Londres.

—Hola, Darrell. Aquí Francesca en Dallas. Dile a esa comadreja de Bianchi que no voy a hacer sus anuncios ni aunque me ofreciera diez millones de marcos. Y, por cierto, puesto que según tengo entendido su principal competidor en estos días es Donatelli, ¿por qué no localizas a su directora de publicidad, Gabriela no sé qué, la conocí en una ocasión en Milán, y le haces saber que me encantaría hacer algo para ellos una vez terminado el Proyecto Newton? En abril o mayo. —Hizo una breve pausa. —Eso es todo. Estaré de vuelta en Roma mañana por la noche. Mis saludos a Heather.

El mensaje más largo de Francesca era de su esposo, Alberto, un alto, canoso y distinguido ejecutivo de unos sesenta años. Alberto se ocupaba de la división italiana de Schmidt y Hagenest, un conglomerado multimedia alemán que era propietario, entre otras cosas, de más de un tercio de los periódicos y revistas independientes de Europa, así como de las principales redes comerciales de televisión tanto en Alemania como en Italia. En su trasmisión, Alberto estaba sentado en el estudio de su casa, vestido con un elegante traje negro y bebiendo coñac. Su tono era cálido, familiar, pero más propio de un padre que de un marido. Le dijo que su larga entrevista con el almirante Otto Heilmann había aparecido en las noticias de toda Europa aquel día, que le habían gustado sus comentarios y agudezas como siempre, pero que había tenido la impresión de que Otto quedaba como un egomaníaco.
Lo cual no es sorprendente
, pensó Francesca cuando oyó el comentario de su esposo,
puesto que eso es lo que es, ni más ni menos. Pero me resulta útil a menudo.

Alberto compartió algunas buenas noticias acerca de uno de sus hijos (Francesca tenía tres hijastros, todos ellos mayores que ella) antes de decirle que la echaba de menos y que esperaba verla la noche siguiente. Yo también, pensó Francesca antes de responder a su mensaje.
Es confortable vivir contigo. Tengo a la vez libertad y seguridad.

Cuatro horas más tarde, Francesca estaba de pie en su terraza, fumando un cigarrillo al frío aire de diciembre de Texas. Se había envuelto apretadamente en la gruesa bata proporcionada por el hotel.
Al menos no es como California
, se dijo a sí misma mientras inspiraba una profunda bocanada de aire.
Al menos en Texas algunos hoteles tienen terrazas para fumadores. Esos intolerantes de la Costa Oeste norteamericana convertirían el fumar en una felonía si pudieran.

Se arrimó a la barandilla a fin de obtener una mejor vista de un avión supersónico que se aproximaba al aeropuerto desde el oeste. Se vio mentalmente dentro del avión, como estaría al día siguiente en su vuelo de regreso a casa en Roma. Imaginó que ese vuelo en particular procedía de Tokio, la indiscutida capital económica del mundo antes del Gran Caos. Después de verse devastada por su falta de materias primas durante los años magros de mediados del siglo, los japoneses eran nuevamente prósperos a medida que el mundo regresaba a un mercado libre. Francesca contempló aterrizar el avión y luego alzó la vista al cielo repleto de estrellas sobre su cabeza. Dio otra pitada a su cigarrillo, y su mirada siguió el humo mientras flotaba lentamente fundiéndose en el aire.

Y así, Francesca, reflexionó,
ahora viene lo que puede ser tu trabajo más grande. ¿Una posibilidad de hacerse inmortal? Al menos deberías ser recordada durante largo tiempo como uno de los miembros del equipo Newton
. Su mente regresó a la misión Newton, y conjuró brevemente imágenes de las fantásticas criaturas que podían haber creado el par de monstruosas naves espaciales para enviarlas a visitar el sistema solar. Pero sus pensamientos regresaron rápidamente al mundo real, a los contratos que David Brown había firmado justo antes que ella abandonara su casa aquella tarde.

Eso nos hace socios, mi estimado doctor Brown. Y completa la primera fase de mi plan. Y, a menos que me equivoque completamente, había un brillo de interés en sus ojos hoy
. Ella le había dado a David un beso rutinario cuando terminaron de discutir y firmar el contrato. Habían estado solos y juntos en el estudio de él. Por un momento Francesca pensó que él iba a devolverle su beso con otro mucho más significativo.

Terminó su cigarrillo, lo aplastó en el cenicero y volvió a entrar en su habitación. Tan pronto como abrió la puerta pudo oír el sonido de una pesada respiración. La enorme cama estaba revuelta, y un desnudo Reggie Wilson estaba tendido atravesado en ella, de espaldas, con sus regulares ronquidos alterando el silencio de la suite.
Posees un gran equipo, amigo mío
, comentó Francesca en silencio,
tanto para la vida como para el amor. Pero ninguno de los dos es un auténtico desafío. Serías mucho más interesante si hubiera en ti algo de sutileza, quizás incluso un poco de delicadeza
.

7 - Relaciones públicas

El águila solitaria notaba muy alto sobre las marismas a primera hora de la mañana. Osciló ante una ráfaga de viento procedente del océano y giró hacia el norte a lo largo de la costa. Muy por debajo, empezando en las arenas blancas y marrón claro junto al océano y continuando a través de la colección de islas, ríos y ensenadas que se extendían durante kilómetros hacia el horizonte occidental, un complejo intermitente de diversos edificios conectados por caminos pavimentados rompía la tierra herbosa y pantanosa. Setenta y cinco años antes, el Espacio-puerto Kennedy era una de la media docena de localizaciones en la Tierra donde los viajeros podían desembarcar de sus trenes de alta velocidad y sus aviones para tomar una lanzadera a una de las estaciones espaciales BOT (Baja Órbita Terrestre). Pero el Gran Caos había convertido el espaciopuerto en un recuerdo fantasmal de una cultura en su tiempo floreciente. Sus puertas y pasillos conectados llevaban años abandonados entre la hierba, las aves acuáticas, los reptiles y los ubicuos insectos de Florida central.

En los 2160, después de unos veinte años de completa atrofia, el espaciopuerto había sido reactivado gradualmente. Primero fue usado como aeropuerto, y luego había evolucionado de nuevo a un centro de transporte general que servía a la costa atlántica de Florida. Cuando se iniciaron de nuevo los lanzamientos espaciales a mediados de los 2170, resultó natural que las viejas pistas de lanzamiento del Kennedy fueran empleadas otra vez. En diciembre de 2199, más de la mitad del viejo espaciopuerto había sido reacondicionado para ocuparse del creciente tráfico entre la Tierra y el espacio.

Desde una de las ventanas de su oficina transitoria, Valeri Borzov contemplaba el gracioso deslizar de la magnífica águila de vuelta a su nido en la copa de uno de los pocos árboles altos del centro. Le encantaban las aves. Se sentía fascinado por ellas desde hacía años, empezando en su primera juventud en China. En su más vivido y recurrente sueño el general Borzov vivía en un sorprendente planeta donde los cielos estaban llenos de criaturas voladoras. Aún podía recordar que preguntó a su padre si había habido algunos biots voladores dentro de la primera nave espacial Rama. Y luego sentirse agudamente decepcionado por la respuesta.

El general Borzov oyó el sonido de un enorme vehículo de transporte y miró por la ventana que daba al oeste. Al otro lado del camino, frente a las dependencias de las pruebas, el módulo de propulsión que sería utilizado por las dos naves Newton emergía del complejo de pruebas sobre una gigantesca plataforma de múltiples ruedas. El módulo reparado, enviado de vuelta a la zona de subsistemas de pruebas debido a un problema con su controlador iónico, sería situado aquella tarde dentro de una lanzadera de carga y transferido a las dependencias de ensamblaje de naves en la estación espacial
BAT-2
. Todos los ejercicios de simulación para los cosmonautas, sin embargo, eran realizados en BAT-3 con el equipo de repuesto. Los cosmonautas utilizarían solamente los sistemas de vuelo reales en
BAT-2
durante la última semana antes del lanzamiento.

En el lado sur del edificio, un autobús eléctrico se detuvo fuera de las oficinas y descargó un puñado de personas. Uno de los pasajeros era una mujer rubia que llevaba una blusa amarilla de manga larga con rayas negras verticales y unos pantalones de seda negra. Caminó con sencilla gracia en dirección a la entrada del edificio. El general Borzov la admiró desde la distancia, recordándose que Francesca había sido una modelo de éxito antes de convertirse en periodista de televisión. Se preguntó qué era lo que deseaba y por qué había insistido en verlo en privado antes de los exámenes médicos de aquella mañana.

Un minuto más tarde la saludó en la puerta de su oficina.

—Buenos días, signora Sabatini —dijo.

—¿Siempre tan formal, general? —respondió ella con una risa—. ¿Aunque sólo estemos los dos? Usted y los dos japoneses son los únicos miembros del equipo que se niegan a llamarme Francesca. —Observé que él la miraba de una forma extraña. Bajó la vista a su ropa para ver si había algo malo en ellas—. ¿Qué ocurre? —preguntó, al cabo de una momentánea vacilación.

—Debe de ser su blusa —respondió el general Borzov con un sobresalto—. Sólo por un momento tuve la clara impresión de que era usted un tigre agazapado para saltar sobre un indefenso antílope o una gacela. Quizá sea cosa de la edad. O tal vez mi mente esté empezando a hacerme malas jugadas. —La invitó a entrar en su oficina.

—Algunos hombres me han dicho antes que me parecía a un gato. Pero nunca a un tigre. —Francesca se sentó en la silla al lado del escritorio del general. Maulló con una sonrisa irónica. —Sólo soy una inofensiva gatita casera.

—No creo eso ni por un momento —rió Borzov—. Pueden utilizarse muchos adjetivos para describirla, Francesca, pero inofensiva nunca será uno de ellos. —De pronto adoptó una actitud muy profesional. —Ahora, ¿qué puedo hacer por usted? Dijo que tenía algo muy importante que hablar conmigo que no podía esperar.

Francesca extrajo una larga hoja de papel de su maletín blando y se la tendió al general Borzov.

—Esto es el programa de prensa para el proyecto —dijo—. Hasta ayer no lo revisé con detalle con la oficina de información pública y las cadenas mundiales de televisión. Observe que, de las entrevistas en profundidad con los cosmonautas, sólo cinco han sido completadas. Originalmente estaban previstas otras cuatro para este mes. Pero observe también que, cuando usted añadió esos tres días extras de simulación a la próxima tanda de ejercicios, eliminó el tiempo que había sido previsto para entrevistar a Wakefield y a Turgeniev.

Hizo una momentánea pausa para asegurarse de que él la estaba siguiendo.

—Todavía podemos atrapar a Turgeniev el próximo sábado, y grabaremos a los O'Toole la Nochebuena en Boston. Pero tanto Richard como Irina dicen que ahora no tienen tiempo para sus entrevistas. Además, seguimos teniendo un antiguo problema: ni usted ni Nicole han sido programados todavía...

—Usted insistió en una reunión a las siete y treinta de esta mañana para discutir este programa de prensa —interrumpió Borzov, reflejando claramente en su voz la importancia más que relativa que concedía a tales actividades.

—Entre otras cosas —respondió Francesca con voz tranquila. Ignoró la crítica implícita en el comentario del hombre—. De los participantes en esta misión —prosiguió—, los sondeos muestran que el público deposita su mayor interés en usted, yo, Nicole des Jardins y David Brown. Hasta ahora, he sido incapaz de conseguir de usted una fecha para su entrevista personal, y Madame des Jardins dice que ella "no tiene la menor intención" de realizar una. Las cadenas no se sienten felices. Mi cobertura prelanzamiento va a quedar incompleta. Necesito algo de ayuda por su parte.

Francesca miró directamente al general Borzov.

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