—El secuestro no es, precisamente, la manera adecuada de empezar interrumpió Richard.
—Le expliqué todo eso a Archie y los demás, papito, y ése es el porqué de que Archie quiere que yo aclare las cosas ahora… Nos
han
tratado magníficamente, y no vi indicación alguna de que su especie sea capaz, siquiera, de llevar a cabo actos hostiles…
—Muy bien —dijo Richard, tu madre y yo entendemos el meollo de este preámbulo…
Se vieron momentáneamente demorados por algunos comentarios en colores que hizo Archie. Después que Ellie le explicó a la octoaraña el significado de “meollo” y “preámbulo”, miró a sus padres desde el otro lado de la habitación.
—La inteligencia de las octoarañas realmente deja estupefacto —puntualizó—. Archie nunca me preguntó el significado de una palabra cualquiera más de una vez.
—Cuando llegué aquí —empezó Eponine—, Ellie acababa de empezar a comprender el lenguaje de las octoarañas… Al principio, todo era terriblemente confuso, pero, después de unos días, entendimos por qué nos habían secuestrado.
—Hablamos sobre eso toda una noche —intervino Ellie—. Las dos estábamos pasmadas… No podíamos explicarnos cómo era posible que hubieran sabido…
—¿Saber
qué
? —dijo Richard—. Lo siento, señoras, pero me resulta difícil seguir…
—Ellos sabían que yo tenía RV-41 —explicó Eponine—, y tanto Archie como el Doctor Azul, que es otra octoaraña, médica; lo llamamos Doctor Azul porque cuando habla su banda azul cobalto se derrama muy lejos de los límites normales…
—Aguarden un momento —intervino Nicole, sacudiendo vigorosamente la cabeza—. Déjenme ver si entendí bien, ustedes nos están diciendo que las octoarañas
sabían
que Eponine tenía el virus RV-41. ¿Cómo puede ser eso posible?
Archie pasó por una larga secuencia de colores, que Ellie le pidió que repitiera.
—Dice que estuvieron vigilando muy de cerca todas nuestras actividades, desde que salimos de Nuevo Edén. Por nuestras acciones, las
octos
dedujeron que Eponine tenía alguna especie de enfermedad incurable.
Richard empezó a recorrer la habitación como un león enjaulado.
—Ésta es una de las afirmaciones más asombrosas que yo haya oído jamás —dijo con apasionamiento. Se dio vuelta hacia la pared, temporalmente perdido en sus pensamientos. Archie le recordó a Ellie que no podía entender cosa alguna, a menos que Richard lo estuviera mirando de frente. Al fin, Richard giró sobre sus talones.
—¿Cómo les fue
posible
…? Mira, Ellie, ¿las octoarañas no son mudas?
Cuando Ellie inclinó la cabeza en gesto de afirmación, Richard y Nicole aprendieron su primer poquito del lenguaje octoaraña. Archie hizo destellar una ancha banda carmesí (lo que indicaba que la oración que seguía sería aseverativa; una amplia banda púrpura, explicó Ellie, siempre precede a una oración interrogativa), a la que siguió una magnífica aguamarina.
—Pero, si son sordas —exclamó Richard—, ¿cómo diablos pudieron determinar que tú tenías RV-41? A menos que fueran maestras en la lectura de la mente o que tuvieran un registro de cada… no, ni aun así es posible.
Volvió a sentarse. Hubo otro período de silencio.
—¿Debo continuar? —preguntó Eponine finalmente. Richard asintió con una inclinación de cabeza.
—Como estaba diciendo, el Doctor Azul y Archie nos explicaron que realmente estaban muy avanzados en biología y medicina… y que si cooperábamos con ellos, verían si, a lo mejor, tenían técnicas que me podrían curar… siempre y cuando, claro está, yo estuviera dispuesta a someterme a todos los procedimientos…
—Cuando les preguntamos
porqué
querían curar a Eponine —añadió Ellie—, el Doctor Azul nos dijo que las octoarañas estaban tratando de preparar el camino para las interacciones armoniosas entre nuestras dos especies.
Tanto Richard como Nicole estaban completamente pasmados por lo que oían. Cruzaron una mirada de escepticismo, mientras Ellie continuaba:
—Como yo todavía era una neófita en el conocimiento del lenguaje, resultaba muy difícil comunicar lo que sabíamos sobre el RV-41. Con el tiempo, después de muchas sesiones largas e intensas de lenguaje, pudimos trasmitírselo a las octoarañas.
—Tanto Ellie como yo tratamos de recordar todo lo que Robert hubiera dicho alguna vez sobre la enfermedad. Todo el tiempo, el Doctor Azul, Archie y dos de las demás octoarañas estuvieron alrededor de nosotras. Nunca hicieron una sola anotación que pudiéramos ver, pero nosotras nunca, jamás, les dimos la misma información dos veces.
—De hecho —añadió Ellie—, toda vez que inadvertidamente repetíamos algo, nos hacían recordar que ya les habíamos dicho eso antes.
—Hace unas tres semanas —continuó Eponine—, las octoarañas nos informaron que su proceso de reunión de informaciones había terminado, y que ahora estaban listas para someterme a algunas pruebas de laboratorio. Explicaron que esas pruebas podían ser dolorosas en algunas ocasiones, y fueron extraordinarias, de acuerdo con las pautas humanas…
—La mayoría de las pruebas —dijo Ellie— entrañaban la inserción de seres vivos, algunos microscópicos y algunos que Eponine realmente podía ver, en el cuerpo de ella, ya sea a través de inyecciones…
—… o permitiendo que los seres ingresaran a través de mi ser… supongo que el término mejor sería “orificios”.
Archie interrumpió aquí y pidió el significado de “inadvertidamente” y de “orificios”. Mientras Ellie explicaba, Nicole se inclinó hacia Richard y le preguntó:
—¿Te suena familiar?
Richard asintió con leve inclinación de cabeza.
—Pero nunca tuve alguna clase de interacción… no que pueda recordar, por lo menos… Yo estaba aislado.
—Experimenté algunas sensaciones rarísimas en mi vida —continuaba Eponine—, pero nada como la que sentí el día en que cinco o seis gusanos diminutos, no más grandes que un alfiler, penetraron, arrastrándose, en la parte inferior de mi cuerpo. —Se estremeció—. Me dije que si sobrevivía a los días de tener invadidas mis entrañas, nunca volvería a quejarme de alguna incomodidad física.
—¿Creías que las octoarañas iban a poder curarte? —preguntó Nicole.
—No al principio. Pero, a medida que transcurrían los días, empecé a pensar que era posible. En verdad, pude ver que poseían una capacidad médica por completo diferente de la nuestra… Y tenía la sensación de que estaban haciendo progresos…
Entonces, un día, después que terminó la batería de pruebas, Ellie apareció en mi habitación (durante todo ese tiempo se me mantuvo en alguna otra parte de la ciudad, probablemente en el equivalente octoaraña de un hospital), y me dijo que las octoarañas habían aislado el virus RV-41 y que entendían cómo operaba en su hospedante, o sea, en mí. Hicieron que Ellie me dijera después que iban a introducir un “agente biológico” en mi sistema, para que localizara el virus RV-41 y lo destruyera por completo. El agente no iba a poder reducir las lesiones ya ocasionadas por el virus, de las que me aseguraron, a través de Ellie, que no eran tan graves, pero que iban a depurar mi sistema del RV-41 por completo.
—Se me indicó que también le explicara —intervino Ellie— que podría haber algunos efectos colaterales debidos al agente. No sabían qué esperar exactamente, pues, claro está, nunca antes habían usado el agente en seres humanos, pero los “modelos” que habían diseñado predecían náuseas y la posibilidad de jaquecas.
—Tuvieron razón en cuanto a las náuseas —recordó Eponine—; vomité cada tres o cuatro horas durante un par de días. Al cabo de ese lapso, el Doctor Azul, Archie, Ellie y las demás octoarañas se juntaron al lado de mi cama para decirme que estaba curada.
—¿¡Quéeé!? —se asombró Richard, parándose de un salto otra vez.
—¡Oh, Eponine! —dijo Nicole de inmediato—, ¡estoy tan feliz por ti! —Se puso de pie y estrechó entre los brazos a su amiga.
—¿Y
crees
eso? —objetó Richard—. ¿Crees que los médicos octoaraña, a los que todavía no les es posible entender muy bien cómo funciona el cuerpo humano, podrían conseguir en varios días lo que tu brillante yerno y su personal del hospital no pudo lograr en cuatro años?
—¿Por qué no, Richard? Si hubiera sido hecho por El Águila en El Nodo, lo habrías aceptado de inmediato. ¿Por qué las octoarañas no pueden estar mucho más avanzadas que nosotros en biología? Piensa en todo lo que hemos visto…
—Muy bien —dijo Richard. Meneó la cabeza, como rechazando la idea y, después, se volvió hacia Eponine.
—Lo siento —declaró—, pero es que sencillamente me resulta difícil… Felicitaciones. Estoy sumamente encantado. —Abrazó a Eponine desmañadamente.
Mientras hablaban, alguien, sin hacer el menor ruido, había apilado hortalizas frescas y agua junto a la puerta de la habitación de los seres humanos. Nicole vio los elementos para el festín cuando fue a usar el baño.
—Esa debe de haber sido una experiencia pasmosa —le comentó a Eponine, cuando regresó a donde todos los demás estaban sentados.
—Decir eso es poco —contestó ésta, y sonrió—. Aun cuando siento en mi corazón que estoy curada, no puedo esperar a recibir la confirmación de ti y del doctor Turner.
Tanto Richard como Nicole quedaron sumamente cansados después de la opípara cena. Ellie dijo a sus padres que había algunos otros puntos que deseaba discutir con ellos, pero que eso podía esperar hasta después que hubieran dormido.
—Ojalá yo pudiera recordar más sobre el período que pasé con las octoarañas antes de que llegáramos a El Nodo —dijo Richard, cuando él y Nicole estaban acostados en la gran cama provista por sus anfitriones—. Entonces quizá podría entender mejor lo que siento respecto de lo que nos contaron Ellie y Eponine.
—¿Todavía dudas de que esté curada?
—No sé, pero debo admitir que estoy bastante perplejo por la diferencia de comportamiento que hay entre estas octoarañas y las que me examinaron y sometieron a pruebas hace años… Ni se me ocurre que las
octos
que había en Rama II me hubieran rescatado siquiera de una planta devoradora.
—Quizá las octoarañas tienen la capacidad de exhibir un comportamiento con amplias variaciones. Por cierto que eso es válido para los seres humanos; de hecho, es válido para todos los mamíferos superiores que hay en la Tierra, ¿por qué habrías de esperar que todas las octoarañas sean lo mismo?
—Sé que vas a decir que me estoy comportando como un xenófobo, pero me resulta difícil aceptar estas “nuevas” octoarañas, parecen algo demasiado bueno como para ser cierto. En tu calidad de bióloga, ¿cuál crees que es su rédito, para emplear tu propio término, por ser “buenas con nosotros”?
—Es una pregunta legítima, querido —contestó Nicole—, y desconozco la respuesta. La idealista que hay en mí, empero, quiere creer que nos hemos encontrado con una especie que se comporta, la mayor parte del tiempo, en forma moral, porque hacer el bien es la recompensa en sí que recibe esa especie.
Richard rió.
—Debí haber esperado esa respuesta, especialmente después de nuestra discusión sobre Sísifo, allá en Nuevo Edén.
—Encontrarías su idioma fascinante, papito —estaba diciendo Ellie cuando Nicole finalmente despertó, después de dormir durante once horas. Richard y Ellie ya estaban tomando su desayuno—. Es extremadamente matemático. Usan sesenta y cuatro colores en total, pero únicamente cincuenta y uno son lo que nosotros llamaríamos alfabéticos; los otros trece son aclaradores, se los utiliza para especificar tiempos verbales, o para hacer cómputos o, incluso, para identificar comparativos y superlativos. El idioma de las octoarañas es muy elegante, en realidad.
—No puedo imaginar cómo un idioma pueda ser elegante. Tu madre es la lingüista de la familia —dijo Richard—. Yo me las arreglé para aprender a leer en alemán, pero mi manera de hablarlo era atroz.
—Buenos días a todos —saludó Nicole, desperezándose en la cama—. ¿Qué hay para desayunar?
—Algunas hortalizas nuevas y diferentes… o, a lo mejor, son frutos, porque no existe equivalencia en nuestro mundo… Casi todo lo que comen las octoarañas es lo que nosotros probablemente llamaríamos
planta
, que obtiene su energía de la luz. Los gusanos prácticamente son lo único que las octoarañas comen de modo regular, y que no obtiene su energía primaria de los fotones.
—¿Así que todas las plantas que había en los campos por los que pasamos consiguen su energía mediante una especie de fotosíntesis?
—Algo similar —respondió Ellie—… si entendí debidamente lo que me dijo Archie… Muy poco se desperdicia en la sociedad de las octoarañas… Esos seres a los que tú y papá llaman “luciérnagas gigantes” revolotean sobre cada campo todas las semanas o todos los meses, durante períodos precisamente programados… Y toda el agua se administra de modo tan cuidadoso como se hace con los fotones.
—¿Dónde está Eponine? —preguntó Nicole, mientras examinaba la comida puesta sobre la mesa que había en medio de la habitación.
—Salió para empacar sus cosas —dijo Ellie—. Además, pensó que realmente no debía tomar parte en la conversación de esta mañana.
—¿Vamos a quedar conmocionados otra vez, como anoche? —preguntó Nicole, con tono jovial.
—Quizá —estimó Ellie pausadamente—. En realidad, no sé cómo van a reaccionar ustedes… ¿Quieren terminar el desayuno antes que empecemos, o debo decirle a Archie que estamos listos?
—¿Quieres decir que la octoaraña va a ser parte de la conversación, y Eponine no? —preguntó Richard.
—Fue elección de ella —aclaró Ellie—. Además, Archie, al menos en su condición de representante de las octoarañas, tiene mucho más que ver en el tema que Eponine.
Richard y Nicole se miraron.
—¿Tienes alguna remota idea de qué se trata todo esto? —preguntó él.
Nicole negó meneando la cabeza.
—Pero muy bien podríamos comenzar —propuso.
Después que Archie ocupó su asiento entre los Wakefield, Ellie informó a sus padres, y todos rieron, que Archie brindaría el “preámbulo”. Ellie tradujo, a veces con vacilación, cuando Archie empezó con una disculpa para Richard, por el modo en que había sido tratado por los “primos” de Archie varios años atrás. Explicó que
aquellas
octoarañas, con las que los seres humanos se encontraron en Rama II antes de llegar a El Nodo, eran una colonia aparte, que se separó del resto, y nada más que remotamente relacionada con las octoarañas que actualmente estaban a bordo. Archie hizo hincapié en que no fue sino hasta que Rama III entró en la esfera de influencia de las octoarañas, que éstas, como especie, llegaron a la conclusión de que la gran espacionave cilíndrica era importante.