Romance Extremo (10 page)

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Authors: Alvaro Ganuza

BOOK: Romance Extremo
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Me detengo, observo que la clientela no se da cuenta de lo que pasa y me giro de nuevo hacia él, propinándole un fuerte puñetazo directo a la nariz.

Él, de la inercia del golpe, va de espaldas contra las estanterías y yo agito la mano en el aire. Duele, pero ha merecido la pena.

Salgo de la cafetería con un furioso Oscar increpándome desde su puesto de trabajo.

Corro por la acera cuando veo a Maca junto a mi coche.

-¿Dónde estabas?- pregunta cuando me ve llegar.

-Necesitaba ir al baño.- miento.

Nos saludamos con dos besos, montamos y partimos hacia Gran Vía de Fernando el Católico. De ahí seguimos por la Avenida Pío XII, la Avenida de Las Cortes Valencianas y continuamos dirección Paterna.

Por el camino me cuenta lo aterrada que está y aunque intento animarla, el tembleque de las piernas no se le va. Pongo música por si la distrae, pero la veo inmersa en su mundo.

-Vicky, no puedo estar embarazada. Soy muy joven, aún tengo muchas cosas que hacer antes de tener un niño que ocupe todo mi tiempo.

-Lo sé, cariño, relájate.- la animo pasando la mano por su muslo.

Se ha puesto una minifalda vaquera, una camiseta de tirantes color marrón chocolate y manoletinas negras. El pelo lo llevaba suelto, pero al ver que íbamos sin capota se lo ha sujetado en coleta como yo.

Cuando veo que se lleva las uñas a la boca es señal de que está cardíaca. No lo hacía desde los quince años.

-Y si lo estás....- comento.- Sabes que siempre podrás contar conmigo y con las chicas.

Maca gime y se pone a llorar. Rompió.

-No cariño, no llores por favor. Lo he dicho para que no te vuelvas loca, pero tranquilízate.

Ella sigue llorando desconsoladamente y reduzco la velocidad para que pueda desahogarse del todo. Apuesto que llevaba toda la semana en tensión.

-O mira, si lo estás, nos quedaremos las demás también, para tener todas el primer hijo a la vez.

Macarena pasa del llanto más doloroso a la carcajada más intensa. Sabía que algo así podía animarla, aunque sea un poquitín.

-¿Te imaginas a Raquel con una niña? La llevaría vestida igual que ella.- comento jocosa.- O Marisa y sus manos de mantequilla. ¡Madre, qué peligro!

Mi amiga sigue riendo y sonrío de verla así, pero en mi cabeza suena “
las embarazadas y su desorden hormonal, o ríen o lloran
”. ¡Ay Dios, que no sea así!

Paterna está de Valencia a tiro de piedra, pero... ¡la virgen! nos cuesta más de media hora y preguntar a tres vecinos, llegar hasta una dichosa farmacia.

Aparcamos cerca de una plaza y caminamos cogidas del brazo hacia allí. Estamos a punto de entrar cuando Maca se detiene en el acto.

-No puedo, Vicky.- niega con la cabeza y retrocede.

-Cariño, debes hacerte la prueba. Y así nos quitamos el susto de encima.

-Sí, el susto.- suspira compungida.

-¿Entro yo a por el test?

Mi amiga empieza a hiperventilar y se sienta en un banco de madera que hay enfrente. Yo voy con ella y me siento a su lado, pasándole el brazo por encima.

-Voy a estar embarazada, lo sé.- murmura.- Maldita sea mi suerte.

-No lo vas a estar.

Le doy un beso en la mejilla y entro a la farmacia. Si esperamos más, le va a dar un infarto.

El farmacéutico es un hombre mayor y por suerte no hay clientela. Pedir un test de embarazo ya es lo bastante vergonzoso como para que haya público.

-Buenos días, ¿qué desea?

Había entrado muy decidida, pero ahora el valor se me ha venido abajo.

-Quiero...- carraspeo.- Quiero un test de embarazo.

El hombre asiente y se dirige a la izquierda del impresionante armario que tiene a sus espaldas. Me recojo un mechón suelto detrás de la oreja y miro al exterior donde Maca sigue sentada y con cara de funeral. Al volver la vista al frente y como el hombre todavía no llega, reviso los productos que tiene sobre el mostrador: cacaos labiales, tiritas, condones... ¡Condones!

El farmacéutico regresa con varias cajas en las manos.

-Estas son las marcas que tenemos. ¿Desea alguna en concreto?

-No, la verdad es que no. Deme la más fiable.

-Todas son fiables, pero estas dos...- dice acercándome el Clearblue y Protex Care.-...son las más vendidas.

-Me llevo las dos.

De muertos al río y ya que tiene que hacerse una prueba, pues que se haga dos y más claro será todo.

-Muy bien, joven. ¿Algo más?

Trago y vuelvo a carraspear.

-Una caja de estas.- respondo y cojo unos Durex del mostrador.

-¿Eso es todo?

-Sí.

El hombre aparta mi pedido y se coloca unas gafas de cerca para pasar los productos por el detector infrarrojo. Pago en metálico, ¡por supuesto!, y me guardo las cosas en el bolso.

-Adiós.- me despido y salgo veloz.

-Adiós y gracias.

En la calle me acerco a mi amiga que se levanta al verme.

-Vamos a buscar una cafetería.- le digo.

Ella asiente y regresamos al coche.

-¿Ya tienes ganas de orinar?- pregunto. Estamos en un bar casi a la salida de Paterna. Maca está cada vez más cardíaca y por muchos mostos y aguas que beba, el grifo se le ha cerrado.

Niega con la cabeza y vuelve a beber.

-Me va a dar un infarto.- murmura.

Agarro su mano por encima de la mesa y le doy un suave y afectuoso apretón.

-Maca, mírame.- pido y ella lo hace.- Cariño, no vas a estar embarazada, y menos de ese gilipollas. Vamos al baño para que te quedes tranquila. Venga.

Me bajo del taburete y cojo mi bolso. Le sonrío y la animo con la mirada. Ella se trinca de un trago su agua y baja del asiento con su bolso en el regazo.

Los pocos metros de pasillo hasta los baños, siento la tensión que irradia mi amiga y me parece estar haciendo la milla verde, el pasillo de la muerte.

Llegamos a la puerta y entro tirando de mi amiga, sin darle tiempo a que se eche atrás. Coloco el bolso sobre el lavabo y saco los dos test.

-¿Dos?- se sorprende al verlos.

-Es para que veas el doble negativo.

Los saco de las cajas y se los tiendo.

-Entra, relájate y tómate tu tiempo.- le digo. Ella asiente, deja su bolso al lado del mío y los coge con manos temblorosas.

-Relájate.- vuelvo a decirle.- Tú como si fueras a hacer pis normal.

Suspira y se mete en la cabina.

Ahora que no me ve aprovecho para santiguarme y rezar para que den negativos.

Para no volverme loca y ayudar a que se relaje, me pongo a canturrear una canción de La oreja de Van gogh, su grupo favorito, una de sus nuevas canciones y que tanto está sonando,
Otra vez me has sacado a bailar
.

-Tú serás, el tiempo y el lugar/ de un verano nada peculiar/ en pleno amanecer de mi desilusión/ tú me pellizcaste el corazón/ como imaginar que ibas a curar mis penas/ y el amor, ronda desde entonces por mi habitación/ una golondrina a vuelto a mi balcón/ otra vez la vida me ha sacado a bailar/ y quiero bailar/ poco a poco tú, vienes solo a verme si me miras tú/ he vuelto a ponerme mi vestido azul/ y mi boca solo habla de ti... se muere por ti...

Esta canción me hace pensar en Tomás y le veo. Le veo al otro lado del espejo, sonriéndome. Canto más alto, bailo por todo el baño y me agito como si estuviera loca. Maca sale del aseo con una tímida sonrisa en la cara de verme hacer la perturbada. Me acerco a ella, le cojo de las manos los test para dejarlos sobre el lavabo y la animo a cantar conmigo. Sin pensar en nada más.

-Poco a poco tú, vienes solo a verme si me miras tú/ he vuelto a ponerme mi vestido azul/ y mi boca solo habla de ti... se muere por ti.../ el amor.../ nanananana-nananana/ nanananana-nananana/ a mi balcón.../ nanananana-nananana/ se muere por ti.../ me muero por verte.../ se muere por ti..........

¡Aiisss! Suspiramos agotadas por los saltos y bailes, y nos carcajeamos cuando una mujer mayor sale de otra de las cabinas.

Nos acercamos a los lavabos y esperamos a que la mujer se lave las manos para proceder con lo que nos retiene aquí. Me alegra ver que la canción la ha relajado un poco.

-Bueno.- suspiro sacando de las cajas el modo de empleo de estos aparatos.- Vamos a ver.

-Prefiero que mires tú.- dice alejándose.

-De acuerdo.

Leo la forma de usar cada uno, el tiempo que hay que esperar para que reaccionen y que marcas dicen si estás o no en estado. Lo compruebo varias veces para no equivocarme... ¡Ay, Dios! Levanto la vista hacia Maca.

CAPÍTULO 8

 

 

-¡No lo estás!- grito eufórica. Macarena chilla y corre para abrazarse conmigo. Las dos lloramos de alegría y saltamos sin parar. Tras varios minutos, mi amiga coge los test y los mira.

-¿De verdad que no lo estoy?

-¡De verdad!- reafirmo.

Vuelve a gritar y nos abrazamos una vez más. Al apartarse, le retiro las lágrimas de alegría que co rren por sus mejillas y la beso varias veces.

Alguien aporrea en la puerta de los baños.

-¡¿Va todo bien?!- grita una voz masculina.

-¡Sí!- grita mi amiga.- ¡Va de puta madre!

Estallo en risas y cuando nos relajamos y nos refrescamos, salimos del baño tras tirar los test a la basura. Varios clientes y el par de camareros nos miran alucinados, pero estamos tan felices que nos da todo igual.

En la calle, Maca se agarra a mi brazo con fuerza.

-Gracias por ser tan buena amiga.

-No digas tonterías, tú harías lo mismo por mí. Ella asiente, y sonriendo después del gran peso que se ha quitado de encima, que nos hemos quitado de encima, empieza a saltar como una colegiala por la acera y me arrastra con ella. De esta forma llegamos hasta el coche.

-Esto hay que celebrarlo. Vamos a El Saler de compras y comemos allí.- propone Maca.

Me gustaría regresar a casa con Tomás, pero la veo tan feliz que no puedo negarme.

-Claro.

Subimos al Maserati y partimos hacia allí. La vuelta es más animada y más loca. Maca levanta los brazos, grita y disfruta de ir sin capota.

-Avisa a las chicas y que se vengan.- comento.

Ella asiente y saca veloz su móvil del bolso. Las respuestas no se hacen esperar, pero la única que se anima es Lucía, ya que Raquel y Marisa tienen planes, por separado, con sus chicos Marc y Raúl.

El resto de trayecto lo pasamos hablando sobre la píldora anticonceptiva y ambas estamos de acuerdo que no solo se puede confiar en los preservativos. Ella ha pasado por este susto gracias a un condón roto. Está decidida a pedir cita en la ginecóloga para contarle este retraso tan extraño y de paso que le informe sobre la píldora. Yo me uno a ella, tenemos la misma médica desde que su encantadora madre hablara con papá para preguntarle qué le parecía que fuera con ellas al ginecólogo. Papá se mostró algo reticente, yo era su princesa y él quería ocuparse en todos los aspectos de mí. Fui yo la que le convenció diciéndole que era más cómodo para mí ir con ellas, con mujeres. Él no se negó, solo pidió el nombre, número y dirección de la médica y estar tan informado como Cándida, madre de Maca.

Con ese tipo de cosas me doy cuenta del padre tan maravilloso que tengo, no podría tener uno mejor, y lo adoro y adoraré siempre.

Cuando aparco y mientras se coloca la capota, mando dos mensajes de texto a mis dos hombres, papá y Tomás.

“Voy a comer con las chicas, llegaré a casa esta tarde, besos. ;)”

La respuesta de papá llega al segundo después.

“Vale pero no vuelvas muy tarde. Besos, princesa.”

La de Tomás tarda un poco más y me emociona como si fuese una cría y él, mi primer amor.

“¡Oh! :( con las ganas que tengo de verte y... Pásalo bien, preciosa. Te veo luego. Bss, Tomás.”
-¿Y esa sonrisa de tontita?- curiosea Maca.

-¿Eh? No sonrío.- miento.

-¡Ay, que no!- exclama.- ¿Algo que tenga que saber?

-Nada, cotilla.

Le doy un leve empujón y ambas reímos.

Damos un primer rodeo por los exteriores de las tiendas hasta que llega Lucía y cuando lo hace, pasamos a la acción y entramos en todas.

¡Qué fiebre esto de ir de shopping!

Yo compro pocas cosas para mí, porque se me ha ocurrido cogerle algo de ropa a Tomás mientras llegan sus cosas. Eso me hace recordar que no le he dado la dirección de la Villa para que se las envíen allí. Rápidamente y mientras mis amigas están en los probadores, se la mando por mensaje.

-¿Para quién es esa ropa de hombre?- cotillea Lucía conforme vamos de una tienda a otra.

-Para mi padre.- miento.

-¿Tu padre se va a poner eso?- se extraña Maca.

-Sí, ¿por qué?

-Muy juvenil.- aclara.- Además, siempre que he visto al gran Bruno Pomeró, iba trajeado.

Sonrío por lo que dice y niego con la cabeza.

-No siempre.

Es mentira, casi siempre va trajeado. Alguna vez le he visto en vaqueros, pero rara vez.

Hemos recorrido la mitad de las tiendas, antes de parar a comer en un restaurante de comida rápida. Aprovechamos que no está Raquel y su lucha contra este tipo de locales. Ella y las calorías. ¡Nos vuelve locas!

Una vez hemos comido, seguimos de compras. ¡Parecemos adictas! Vamos cargadas de bolsas y aun así seguimos entrando en tiendas.

-¡Me encantan esos zapatos!- exclama Maca en referencia a los que Lucía se está probando.

Son morados con la parte del talón, el tacón y la punta redonda, llena de brillantes, como si fueran joyas.

-Pues me los quedo yo.- contesta la otra y le saca la lengua.

Yo estoy sentada en un cómodo sillón mientras ellas se prueban pares y más pares. Me encantan los zapatos, pero tengo mi vestidor lleno. Mientras tanto, observo el móvil para comprobar la hora o si tengo mensajes de Tomás. No es así.

Sonrío feliz al ver a Maca tan relajada y divertida. Con el mal rato que nos hemos llevado antes. Da una ronda por una expositor y aparece por el otro extremo.

-¡Vicky, mira que bota!- exclama.

En sus manos lleva una bota mosquetero de cuero negro, con taconazo de al menos veinte centímetros, punta redonda con plataforma y que llegará hasta casi el muslo.

-¡¿Para ti?!- alucino porque no es su estilo.

-¡No tonta, para ti!

-Por favor, son de zorrón.- murmuro.

-Por eso.- comenta jovial.

Las tres estallamos en risas provocando que las dependientas y el resto de clientas nos miren perplejas.

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