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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (14 page)

BOOK: Romance Extremo
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-¿No vas a contarme nada de... Tomás, se llama? Asiento como respuesta a su pregunta. Dejo de remover la cucharilla dentro del café, la saco al platillo y doy un sorbo.

-Ya te he dicho que no hay mucho que contar, Macarena. Nos conocimos el viernes cuando yo montaba con Júpiter, es de Salamanca, pero quiere buscar un trabajo aquí en Valencia para quedarse.

-Muy bien. Ahora dame detalles físicos, porque imagino que no tendrás pensado presentármelo... pongamos, ¿hoy?

Estallo en carcajadas y niego con la cabeza.

-Ni loca.

-Pues eso, descríbemelo.

-Alto, pelo castaño un poco largo, ojos verdes, con un físico muy trabajado, guapísimo, simpático, divertido, inteligente...

-¿Años?

-Veinticinco.

Satisfecha por la descripción, coge el café y cuando va a darle un sorbo, se detiene.

-Un momento.- dice y se pone seria.- Si os conocisteis el viernes, cuando salimos por la noche ya os habíais conocido.

-¿Adónde quieres llegar?

-Al condón que compraste en los baños.- murmura inclinándose en la mesa.

Bajo la vista y cojo la taza del café para beber.

-¿Ya te has acostado con él?

-Pasapalabra.- contesto.

-¡Oh, no, no, querida amiga! De eso nada, guapa. ¿La tiene grande?

-¡Maca! No pienso responder a eso.

-Vale.- se enfurruña.- ¿Es bueno en la cama? Me carcajeo y me ruborizo. ¡Está loca!

-Solo te voy a decir que es increíble, en todos los sentidos.

-Zorra con suerte.- bufa y las dos volvemos a reír.

Entro en casa corriendo y casi me caigo por culpa de los tacones. Pero no me detengo, mi padre me ha llamado dos veces para saber por qué tardo tanto y en la segunda ya estaba airado.

Llego al comedor con el corazón agitado, la respiración acelerada y un flato que me dobla entera.

-Ya estoy aquí.- jadeo.

En la mesa, papá y Tomás me observan. Papá con el ceño fruncido por llegar tarde, Tomás con una sonrisa y una mirada brillante. Brillante de amor.

Me disculpo con los dos y doy un beso a mi padre. Después me gustaría darle otro a Tomás, pero seguimos en plan Romeo y Julieta, por lo que me siento y sonrío a Adela cuando me sirve la comida.

Los primeros minutos los pasamos en completo silencio y tan solo se escucha el sonido de los cubiertos. Mis ojos vuelan al tío bueno que tengo delante, que luce una camiseta blanca de manga corta que le queda de muerte. Él también me mira de vez en cuando.

-¿Has estado con las chicas?- pregunta papá.

-Con Maca, ya te dije. Las demás han empezado esta semana a trabajar.

-¿Y tú que vas a hacer?

-Disfrutar del verano mientras pueda.- contesto sonriente.

Mi padre me mira y arquea su ceja derecha.

-Tranquilo papá, me presentaré en todos los laboratorios que haya en Valencia y dejaré mis credenciales.

Él asiente y sigue comiendo. Yo hago lo mismo pero antes guiño un ojo a Tomás.

-Tienes una entrevista de trabajo hoy a las siete en Buccata di Cardinale, uno de los mejores restaurantes de Valencia, muchacho. Te llevará uno de los chicos de seguridad.

Tomás y yo le miramos sorprendidos.

-Eh... gracias, señor.

-No hay de qué.- dice mi padre sin levantar la vista de su plato.- También he pagado seis meses de alquiler por un piso para ti.

Esta vez nos miramos él y yo. ¿Cómo? ¡No, no puede irse!

-Es... muy amable, señor Pomeró.

-Papá, Tomás pidió a un amigo que le enviara aquí su ropa y todavía no ha llegado.

-Cuando llegue se la llevaremos.

Seguimos comiendo, pero yo ya no tengo hambre. Mi padre acaba de hacer lo que se conoce como “una amable patada en el culo” para que Tomás se vaya. Ni siquiera sé si hoy será su último día aquí.

¡Mierda!

CAPÍTULO 11

 

 

Dejo el secador sobre el lavabo y salgo corriendo a mi habitación. Visto un short vaquero y una camiseta negra de tirantes, y tras ponerme unas bailarinas grises, cojo el bolso y salgo pitando hacia la habitación de Tomás.

Hemos pasado la tarde en la piscina y hace veinte minutos que subió a su habitación a prepararse, para ir a la entrevista de trabajo. ¡Y tengo unas irrefrenables ganas de verle que no son normales!

Cuando llego a la puerta, lanzo una mirada asesina al escolta encargado de llevar a Tomás, y tras dar dos toques con los nudillos, accedo.

Lo encuentro junto a la cama abrochándose unos pitillos oscuros que le quedan de vicio. Me mira y sonríe.

-Qué agradable sorpresa.

-Venía a buscarte para no llegar tarde.

Guarda sus pertenencias en los bolsillo y se acerca a mí.

-¿Vas a venir conmigo?- pregunta sonriente.

-Y no solo eso.- murmuro.- Voy a llevarte yo.

Tomás arquea las cejas, me agarra por la cintura y se inclina para besarme. Yo deslizo las manos por encima de su camiseta azul marino y termino rodeando su cuello para entregarme ansiosa al beso.

-Si no salimos ya, vamos a llegar tarde.- musito conforme pruebo sus deliciosos labios.

-Ummm...- ronronea.- Sí, espera que necesito ir al baño.

-¿Estás nervioso?- pregunto jocosa.

Él se ríe y me mira por encima del hombro.

-Un poco, la verdad.

-Pues no te preocupes, seguro que todo va bien.

Tomás entra al baño y sale pocos minutos después, tras tirar de la cadena.

-¡Listo!

Vuelve a cogerme entre sus brazos para demostrarme una vez más lo que siente por mí y yo río gozosa, dejándome hacer. Cuando nos separamos, salimos de la habitación y el chico de seguridad se pone firme.

-Voy a llevarle yo.- le digo con un tono que no admite réplica.

-El señor Pomeró...

-El señor Pomeró no va a decir nada.- le corto.- Y si lo hace, que me lo diga él.

El chico cierra la boca.

-Vamos, Tomás.

Caminamos a paso ligero por el pasillo y escucho la risa no tan silenciosa de mi acompañante.

-¿Qué te hace gracia?- pregunto con una sonrisa en la cara.

-La forma en que le has parado los pies. Me has puesto cachondo.

Ahora soy yo la que ríe.

Llegamos a la puerta de entrada de los garajes y busco las llaves en mi bolso. Cuando las localizo abro la puerta.

-¿Recuerdas la historia del Maserati?- pregunto girándome hacia Tomás.

-Sí.

-Querías saber que pasó con el coche.

Entro, enciendo las luces, y cuando él accede detrás mía y lo ve delante de sus narices, flipa.

-¡Joder!- exclama.

Después observa pasmado el resto de coches que hay: un par de BMW, otro par de Mercedes, todoterrenos... y las motos.

-Fue mi regalo por mi veinte cumpleaños.- le cuento mientras abro la puerta automática y apago las luces del garaje.- ¿Qué te parece mi chico?

-Es una pasada.- musita sin poder apartar la mirada.

-Pues espera a conducirlo.

Tomás gira el rostro hacia mí.

-¿Me dejas conducirlo?

-Claro, ¿por qué no?- respondo y subo al asiento de copiloto.- Yo lo estampé el primer día que lo cogí, no creo que hagas algo peor.

Sonríe y monta. Lo noto nervioso y a la vez muy ansioso por manejarlo. Los hombres y los coches tienen un vínculo extraño que las mujeres no entenderemos nunca.

Bebo una coca-cola en el bar del restaurante mientras aguardo a que Tomás se entreviste con el gerente. Espero que consiga el trabajo y se quede en Valencia.

Sentada en el taburete de acero acolchado, puedo ver que el restaurante está lleno y eso que es carísimo. En la barra solo hay dos chicos más aparte de mí, que llegaron pocos minutos después que nosotros. Rondarán los treinta años y visten con vaqueros y jerséis de lana de cuello en pico por el que asoman las camisas blancas.

Me percato que las prendas superiores se pegan a sus torsos fuertes y musculados. Uno es rubio y el otro moreno, y llevan el pelo bien arreglado, ni corto ni largo.

Para cualquiera que los mirase, podrían parecer relajados e inmersos en un conversación distendida y a la vez divertida, pero yo no soy cualquiera. Mi padre me ha enseñado a analizar a las personas y percibo la tensión que tienen... ¡a kilómetros!

Agito la cabeza para cortar el repaso que les estoy pegando y me llevo la pajita a los labios para sorber el refresco.

Los chicos estallan en carcajadas y les miro. El moreno, que está sentado de cara a mí, me ve y me sonríe.

Aparto la vista hacia el interior de la barra y al barman que seca vasos de tubo, pero como siento sus ojos clavados en mí, me giro hacia ellos una vez más y ambos, sonrientes, levantan sus copas de whisky o coñac. Sonrío por cortesía y alzo mi coca-cola como respuesta.

Son guapos, pero no tanto como Tomás.

Decido sacar el móvil para pasar el rato. Ojeo mi twitter y mi facebook que los tengo bastante abandonados. La verdad que no me va mucho el rollo redes sociales, si me las hice fue por mis amigas. También leo los whatsapp de Macarena.

“¿Estás con Tomás? ;)” “Sácale una foto robada y me la mandas. A ser posible sin camiseta jajaja”

Sonrío y pongo los ojos en blanco. También tengo un mensaje de papá.
“¿Por qué no me has avisado de que ibas a llevar a Tomás? Sabes que odio que mis empleados me avisen de las cosas que hace MI HIJA y se me quede cara de gilipollas.”

Resoplo. Encima mi padre se cabrea. Ya cruzaré ese puente cuando llegue el momento.

Guardo el móvil y doy otro sorbo a la bebida.

-Ya estoy aquí.- dice Tomás sentándose a mi lado.

Sonrío y me giro hacia él.

-Que rápido. ¿Cómo ha ido?- curioseo.

-Bien, creo que le he gustado.- responde con su bonita sonrisa.

Es increíble lo que hace esa pomada, ya no tiene rastro alguno de paliza en la cara, tan solo una pequeña postilla en la ceja y en la frente sobre la sien izquierda.

-¿Cómo no le vas a gustar?- replico picarona.

Tomás sonríe y apoya una mano en mis piernas cruzadas.

El corrimiento de unos taburetes cortan nuestro momento íntimo. Los chicos que están al fondo se levantan para marcharse y cuando pasan a nuestro lado, me sonríen y se despiden como si nos conociéramos.

No puedo evitar seguir mirándolos mientras salen del local. Tienen algo que no me da buena espina.

-¿Les conoces?- pregunta Tomás cortando mis cavilaciones mentales.

-¿Qué? Ah, no,no.

-Entonces, ¿debería ponerme celoso?- comenta jovial.

Sonrío, me inclino hacia adelante y agarrándolo por la nuca, le beso apasionadamente. Después se pide una cerveza sin alcohol y me cuenta los detalles de la entrevista y las funciones que tendría que hacer en caso de que lo cogieran. Me cuenta que él no ha trabajado como camarero de mesa, pero que le apetece probar.

Cuando salimos del local, Tomás me coge de la mano, enlaza sus dedos con los míos y caminamos por la acera iluminada con las farolas, igual que una pareja de paseo.

Sonrío como una tonta y me pego a él. A mitad de camino hacia el coche, Tomás tira de mí hacia un callejón oscuro, fuera de los ojos indiscretos, y me atrae hacia él con ímpetu. Nos besamos, nos acariciamos, desatamos la pasión que sentimos el uno por el otro. Me coge del culo y me empotra contra la pared, provocando que gima extasiada.

-Te deseo.- susurra devorándome la boca.

-Y yo a ti.- exhalo.

Le rodeo con brazos y piernas, mis manos se hunden entre su suave pelo castaño y nuestras lenguas se enredan juguetonas, fogosas y muy ansiosas.

-¿Interrumpimos?

Tomás y yo nos separamos y vemos a los dos chicos del bar, a la entrada del callejón. Ahora llevan un abrigo largo negro cada uno. ¿Qué quieren?

-Pues la verdad es que sí.- contesta Tomás.

Pasa un brazo alrededor de mis hombros y me acerca a él. Los dos tipos sonríen chulescos y caminan hacia nosotros. La preocupación se apodera de mí cuando Tomás me coloca detrás suya y retrocedemos.

-No te hagas el héroe, pimpollo.- habla el rubio.- Solo queremos a la chica.

Se me eriza la piel al escucharle y me aferro fuerte a Tomás.

-¡Tendréis que pasar por encima mía!- gruñe éste.

El rubio introduce la mano dentro del abrigo y saca una navaja que resplandece como en una película.

¡Dios mío!

Tomás vuelve a retroceder y me lleva con él. Quizá podríamos salir corriendo por el otro lado del callejón.

Me quedo sin respiración cuando el moreno saca una pistola.

-Nos llevaremos a la hija de Pomeró quieras o no. De ti depende seguir con vida.- dice, apuntando a Tomás.

¿Me quieren secuestrar? ¡No! ¡¿Por qué?!

-Tomás.- susurro aterrada detrás suya.

Me da miedo que me quieran secuestrar, pero mucho más que puedan matar a mi chico y encima por culpa de los negocios ocultos de papá.

-No tenemos todo puto el día.- bufa el rubio.- Acércate, Victoria.

Intento dar un paso hacia ellos, pero Tomás me lo impide, colocando el brazo delante mía.

-Tú de aquí no te mueves.- me dice.

-No quiero que te maten.

Paso por debajo de su brazo para ir hacia ellos, pero Tomás me agarra de la muñeca, reteniéndome.

-Victoria, no.

Tiro de mi brazo intentando soltarme de él. No quiero que le peguen un tiro.

-¡Joder!- exclama el moreno.

Se acerca sin dejar de apuntar con la pistola y me agarra del otro brazo para arrastrarme con ellos.

En ese preciso momento, Tomás se abalanza sobre él cogiendo su mano armada y propinándole un rodillazo en el estómago. Retrocedo y cuando el rubio se cierne sobre mí por la espalda, le pego un cabezazo en la cara y me libero retorciéndole el brazo donde lleva la navaja. Él sabe defenderse y tras liberarse de mi llave, me agarra del cuello y me arroja con fuerza al suelo, donde golpeo con la cabeza.

Lo siguiente que escucho es un disparo. ¡Tomás! El rubio desaparece de mi campo de visión y después de escuchar otro forcejeo, el sonido se ve superado por un segundo disparo.

Intento levantarme, pero me duelo mucho la cabeza y estoy mareada.

-Victoria.- murmura sofocado Tomás conforme se agacha junto a mí.- ¿Estás bien?

-Tomás.

Me abrazo fuerte a él cuando me levanta.

-Dime que estás bien, por favor.

-Estoy bien.- contesto.- ¿Y tú?

-También, tenemos que irnos.

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