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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (27 page)

BOOK: Romance Extremo
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Pinche ratón, esa coca no es mía.

-No, claro que no.- contesto irónico y lo fuerzo a subir en la parte trasera del furgón, junto a algunos de sus hombres.

Cierro las puertas y palmeo dos veces para que se los lleven.

Hemos efectuado un operativo limpio, sin bajas, con seis heridos, pero todos ellos traficantes y sin gravedad, una importante incautación de cien kilos de cocaína pura, otra importante incautación de armas clandestinas y la detención de los camioneros de una empresa que será investigada por transportar sustancias aparte de electrodomésticos.

Me deshago del chaleco antibalas y lo dejo en el maletero de mi coche. Pablo me sorprende por la espalda y me agarra del cuello.

-Buff, menudo subidón de adrenalina, estoy como para irme ahora a la cama. ¿Nos tomamos una copa por ahí? Es viernes y como se dice, la noche es joven.

Río y me giro hacia él.

-Deberíamos hacer el papeleo.- comento como el jefe que soy.

-Por hoy ya hemos currado bastante, el papeleo lo podemos hacer mañana por la mañana.

Observo a mi amigo rubiales de pelo corto y mirada castaña traviesa, y no puedo evitar sonreír.

-En realidad.- le digo y miro la hora.- Tengo una fiesta a la que acudir, aunque ya voy tarde.

-¿Una fiesta? ¿Qué fiesta?- se intriga.- Cabrón, no me cuentas nada.

Me río e indico a mi equipo, que aguarda junto a los coches, que ya nos podemos marchar.

Subo a mi Giulietta y Pablo lo hace de copiloto.

-Es un cumpleaños, me han invitado esta mañana.- le cuento.

-Pues vamos para allá.- se autoinvita.

Le miro de soslayo y no puedo evitar sonreír al ver las ganas de mi amigo.

-Muy bien.

Arranco, meto primera y salimos del polígono.

-Debo decirte que la fiesta es en Valencia.

-¡¿Qué?!

En casi dos horas y media de viaje, con el acelerador pisado a fondo por la A-3, una breve parada para llenar el depósito del coche y estirar las piernas, y otra para preguntar la localización, llegamos sobre las cuatro menos veinte de la madrugada a la sala de fiestas Crazy World.

El exitoso local se encuentra cerca del puerto marítimo y su fachada es en cristal ahumado y acero, que retumba por el elevado volumen de la música. Además está repleta de coloridos focos, que la iluminan como si fuera el pre-estreno de una importante película.

Lucía la ha reservado para su fiesta de cumpleaños, o mejor dicho, fiestón, al ver la que hay montada: la gran zona parking, llena de coches; alfombras rojas, cordeles y seguridad; chicos y chicas, que entran y salen, ebrios y bulliciosos; la terraza que hay junto a la entrada, de paredes acristaladas para que nadie se cuele, está a rebosar de fumadores danzando...

-¡Guau!- grita Pablo al bajar del coche.- ¿Y no querías traerme, cabrón?

Me carcajeo y abro al maletero donde dejamos las cazadoras y guardamos las armas en el estuche de acero.

-¿Qué tal estoy?- pregunta Pablo, jocoso.

Observo sus vaqueros negros, la camiseta blanca de los Rolling y sonrío.

-Muy guapete.- contesto.- Esta noche triunfas.

Él se ríe y se acerca para agarrar mi camiseta gris.

-Tú también estás muy guapete.- comenta y pone morritos como si fuera a besarme.

Le aparto de un empujón y nos desternillamos de risa conforme marchamos hacia la entrada de la sala.

-¿Seguro que ella estará aquí?- pregunta Pablo según recorremos la alfombra roja acordonada.

Durante el trayecto le he contado como ha sido la sorprendente invitación y el posible motivo por el que lo hayan hecho.

-Sí.- asiento mientras me rasco los puntos por encima de la gasa.- Lucía no me lo ha dejado claro, pero sí que me dio una especie de mensaje cifrado.

-¿Te duele el brazo?

-No.- niego.- Me pica.

Llegamos hasta los dos gorilas de seguridad y cuando intentamos acceder, nos lo impiden.

-Deben estar en la lista.- dice uno de ellos, carpeta en mano.

-Caray con la cumpleañera, sí que lo tiene todo organizado.- murmura mi amigo.

-Gabriel Sánchez.- me identifico.

El segurata ojea la lista mientras su compañero nos chequea con la mirada.

-Llegamos un poco tarde.- comenta Pablo.

El gorila A sigue pasando hojas en busca de mi nombre. El gorila B nos sigue mirando como las vacas al tren.

-¿Y si les enseñamos la placa?- me susurra disimuladamente.

-No, calla.

-Aquí.- afirma el gorila A.- El último de la lista.

-Los últimos siempre serán los primeros, amigo.- farfulla jovial Pablo.

El gorila B nos abre una de las puertas dobles y nada más acceder al pequeño recibidor grisáceo donde se encuentran los baños y el guardarropa, y a pesar de lo tranquilo que he hecho todo el viaje hasta aquí, mi corazón se vuelve frenético hasta casi colapsar, como si notara la presencia de Victoria, de su otra mitad.

Me llevo una mano al pecho e inspiro intensamente.

-¿Te encuentras bien?

-Sí.- asiento.- Es solo que...

-Tienes ganas de verla.

-No te haces una idea cuánto.- musito.

La música ya suena bastante en el vestíbulo, pero sube varios decibelios en cuanto atravesamos las siguientes puertas dobles, cubiertas con finas cortinillas plateadas.

-¡La leche!- exclama Pablo.- ¿Es que está aquí todo Valencia o qué?

-Eso parece.- contesto.

Luces de colores, esferas de espejo que reflejan la luz, globos de helio, cabina de Dj's, largas barras a cada lado de la sala, modernos bafles en cada esquina, docenas de alegres personas danzando al ritmo de
Mal de amores
de Juan Magan... y una gran y llamativa pancarta que dice: “FELICIDADES LUCÍA POR TUS 25” Rápidamente busco a Victoria por encima de todas las cabezas, aunque es casi como buscar una aguja en un pajar.

La gente baila, salta animada y Pablo hace hueco entre ellos para llegar hasta la barra del lado izquierdo. Le sigo sin dejar de buscarla, pero el ajetreo de la muchedumbre y el baile de luces no me lo ponen fácil.

-¿Qué vas a tomar?

-Una 0'0.- le pido.

-¿De verdad? Tienes cara de necesitar un buen trago de ron. Voy a pedirte un cubata, que ya conduciré yo después.

Sonrío, agito la cabeza y vuelvo a mirar la enorme pista de baile donde no cabe un alfiler. Entorno los ojos y estiro el cuello, al ver algo raro junto a la cabina del Dj. ¿Es una corona? Sí, lo es. Una corona plateada que refleja la luz de la sala y la propietaria no podía ser otra que la anfitriona de la fiesta, Lucía. Sonrío y al desplazarme hacia la izquierda para intentar ver con quién habla, colisiono con alguien.

-¡Perdón!- me disculpo girándome. Arqueo las cejas al ver quién es la persona contra la que he chocado y sonrío una vez más. Ella, para mi total sorpresa, me devuelve la sonrisa.

Engalanada en un vestido corto color ocre, con su melena castaña recogida en coleta y cargada con tres vasos de tubo en las manos, se acerca y me planta un beso en la mejilla.

-Ya era hora de que llegarás.- dice Maca.

Arrugo el entrecejo, confuso por su cordialidad.

-Así que fuiste tú quién le dio mi teléfono a Lucía. Maca sonríe pícara y se encoge de hombros.

-¿Está aquí? ¿Por qué queríais que viniese?

Ella vuelve a encogerse de hombros, divertida. Resoplo, me paso una mano por el pelo y observo de nuevo a los invitados, en su busca.

-Toma, colega.- dice Pablo surgiendo a mi lado.- ¡Es barra libre y hasta hay canapés, macho!

Río con su efusividad, cojo la copa que me tiende y le presento a Macarena, amiga de Lucía y Victoria.

-¡Oh! Encantado, soy Pablo.- dice dándole dos besos.

-Igualmente, Pablo.- sonríe Maca.- Diré a Lucía que te gusta su fiesta, le encanta que la echen flores.

Me guiña un ojo y se marcha.

-Está buena.- murmura mi amigo y compañero.

Niego con la cabeza.

-Tiene novio.

-¡¿Y cuándo ha sido eso un problema?!

Estallamos en risas, Pablo brinda su 0'0 con mi vaso y bebemos. Después me cambio de posición para seguir el rastro de Maca. Donde ella vaya... “ella” estará.

Y así es. Junto a la cumpleañera, el resto de amigas y sus parejas, se encuentra mi preciosa Victoria que ríe divertida con el novio de Marisa, Raúl. Siento un pellizco en el corazón al verla así; un pellizco de añoranza, de cuando era yo el que la hacía reír.

-¿Ya la has visto?- pregunta Pablo.

Afirmo con la cabeza sin dejar de mirarla y sintiendo que no ha pasado el tiempo, que de un momento a otro vendrá y saltará a mis brazos.

-¿Y qué vas a hacer?

Miro a mi amigo y bebo de mi copa.

-No lo sé. Si me acerco, seguro que se marcha.

Vuelvo a mirarla y mi sangre se hiela cuando se gira hacia mí, como si notara mis ojos clavados en ella. Por suerte, o por desgracia, no me ve.

En un par de tragos me termino la copa y voy a la barra a por una segunda. Pablo viene conmigo.

-¿Crees que es buena idea hablar con ella?

Me encojo de hombros, levanto el brazo hacia uno de los camareros y hago mi pedido.

-Lo digo porque si está con Sorel debemos tratarla...

-Será mejor que no acabes esa frase, amigo.- le interrumpo malhumorado.- Victoria es mi chica.

La cara de Pablo lo dice todo, aunque la mía no debe expresar algo diferente. Hacía muchísimo tiempo que no decía eso y me ha salido sin más, trayéndome recuerdos con ella, recuerdos felices.

Una mano golpea mi espalda y me doy la vuelta. Frente a mí encuentro a una seria Lucía, que aparte de la corona que vi antes, lleva un escueto vestido rosa, sin tirantes y con la falda de plumas.

-Ya pensaba que no ibas a venir.- se queja.- Aunque si no es por Maca, ni me entero.

Sonrío y me acerco para darle dos besos.

-Felicidades. ¿Qué tal tu día?

-Fantástico, gracias.- sonríe ella.

Pablo me golpea disimuladamente con el codo y carraspea.

-Lucía, éste es mi gran amigo Pablo.- presento.

Ella lo mira y sonríe coqueta.

-Gabriel, si te dije que no hacía falta que me trajeras un regalo.- comenta divertida.

Pablo se carcajea y le hace una reverencia, acorde a la imagen que Lucía proyecta con esa corona.

-Felicidades alteza, Pablo Márquez para servirla.

Ella ríe. Él le guiña un ojo y después le da dos besos, que sobrepasan el límite de un simple saludo.

¡Menudo ligón está hecho!

-¿Entonces, qué?- me dice Lucía.- ¿Vas a ir a saludar?

Resoplo y busco de nuevo a Victoria en la pista. Ahora que sé dónde está, la localizo enseguida, pero mi estómago se contrae, como cuando recibes un inesperado puñetazo, al reconocer al tipo que está con ella.

-¿Aquél es Adrián?- gruño rabioso.

-Puede.- contesta Lucía, comiéndose con los ojos a mi compañero.- Está invitado.

Pablo tampoco se queda corto con sus miradas, es como si la estuviera echando un polvo visual.

-Entonces ha llegado la hora de que vaya a saludar.

Recojo mi copa de la barra e indico a Lucía que nos muestre el camino como buena anfitriona.

Precedido por ella y Pablo, atravesamos el tumulto de personas que danzan al son que pincha el Dj, y según nos vamos acercando, mi corazón acelera su palpitar como si hubiera montado su propia fiesta.

Sus amigas están muy guapas, pero ella... como siempre espectacular. Lleva la melena suelta y viste un buzo negro sin mangas, sobre unos generosos tacones dorados que hacen juego con el cinturón ancho de metal que ciñe su fina cintura. Como si fuera el cinturón de campeón de la WWE. En sus manos lleva un vaso de tubo a medio terminar y un pequeño bolso negro. Uno de esos que se llaman de cóctel o algo así.

Lo que estropea esa bella imagen y agria mi carácter, es el brazo del chulo de Adrián rodeándola por la cintura y su boca pegada a la oreja de Victoria, mientras ella sonríe con lo que le dice.

-¡Mirad quién ha venido a felicitarme!- celebra Lucía.

Surjo tras mi compañero y eso parece un abanico de sentimientos, al verme: Marisa arquea las cejas sorprendida, Raquel me fusila con la mirada, Raúl y Marc, sus parejas, me saludan con un simple movimiento de cabeza, Macarena sonríe, su novio Héctor se acerca para saludarme, el capullo de Adrián me la trae floja y Victoria... bueno, ella es un cúmulo de sentimientos. Observa aturdida a Pablo, como si hubiera visto un fantasma, y rabiosa, por no decir con odio, a mí.

-¡Lucía!- exclama molesta.- ¡No me lo puedo creer!

Entrega su vaso de malas maneras al modelo y se marcha. Tengo intención de ir detrás, pero Maca me detiene para hacerlo ella.

-Lucía, te has pasado al invitarle.- le reprende Raquel, que también marcha tras su amiga.

La cumpleañera se gira hacia mí y se encoge de hombros, sonriente.

-¡Vaya, inspector, tú si que sabes cómo aguar una fiesta!- se burla Adrián.

Pablo me mira con gesto contrariado.

-¿Quién es ese gilipollas?

-Tú lo has dicho, un gilipollas.- contesto.

Doy un buen trago a mi copa y me acerco para saludar y hablar con el resto, pero con la cabeza puesta en Victoria. Espero que Macarena la convenza para que se quede, aunque no me hable me conformo con verla.

Los minutos pasan, mi bebida se acaba, las canciones cambian, Pablo y Lucía no dejan de tontear... y ninguna de las tres amigas, regresa. Observo varias veces en la dirección que se fueron por si las veo, pero no es así.

-Buff, tengo unas agujetas de la leche.- cuenta Adrián a Marc y Raúl.- Estuve toda la mañana montando a caballo con Victoria y después de comer, otra vez.

Tenso la mandíbula, cierro los puños y me giro hacia él, consciente de que lo hace para molestarme.

-Creo que iré a buscarla y nos iremos ya.- añade sonriente y me guiña un ojo.

Soy rápido, pero Pablo lo es más y se interpone en mi trayecto cuando me lanzo a por él.

-Ni se te ocurra.- aconseja mi amigo, agarrándome y echándome hacia atrás.

Adrián se carcajea, divertido por mi arrebato, y desaparece entre la gente.

-¡Ese mamón...!- gruño airado.

-Lo es, pero no le sigas el juego.

-Vale.- resoplo calmándome.

Pablo asiente, se relaja y me suelta.

-¡Noah!- grita Lucía, haciendo señas al Dj.- ¡Noah!

La cumpleañera se acerca a la cabina y el pinchadiscos se quita uno de los cascos, asiente a lo que ella le dice y le enseña el pulgar en señal de “OK” “hecho”. Después regresa sonriente junto a mi compañero y le agarra de un brazo.

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