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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (30 page)

BOOK: Romance Extremo
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-A mi abuela le caes muy bien.

Cierro la puerta de la nevera y sonrío a Victoria, que me observa desde la entrada a la cocina con el vaso de tila vacío en sus manos.

-Es una mujer encantadora.- le digo.- ¿Estás mejor?

Ella sonríe y asiente. Después entra en la cocina y deja el vaso en el fregadero.

La observo mientras enciendo la vitrocerámica y pongo una sartén con un poco de aceite. Todavía me cuesta creer que la tenga en mi casa.

Se ha quitado la cazadora y ahora solo lleva una fina camiseta blanca con un tirante sobre su hombro izquierdo.

-¿Así que voy a cenar contigo?- pregunta jovial.

Sonrío y asiento.

-Un poco tarde, ¿no?

Miro por encima de mi hombro el reloj que tengo en la cocina. Marca las once y cuarto.

-La mejor hora.- contesto divertido.

Victoria se acerca y dos órganos de mi cuerpo reaccionan. Uno es el corazón, el otro está en mis pantalones.

-¿Y también voy a dormir contigo?- susurra.

Exhalo y asiento por no poder hablar. ¡Joder, sí!

Desliza sus manos por mi brazo izquierdo y mi entrepierna crece dentro del bóxer. Sube la manga de mi camiseta negra y desliza el pulgar por encima de mi tatuaje y la cicatriz.

-¿Sabes que existe un láser que elimina la cicatriz un ochenta por ciento?- pregunta.

-Sí.- exhalo excitado.- Pero me recuerda a ti y no he querido borrarla.

Victoria me mira y después se centra de nuevo en mi brazo. Se acerca lentamente y planta un dulce beso en la cicatriz.

-Lo siento.- musita.

Con mi miembro bombeando dentro de mis pantalones, apago el fuego, retiro la sartén y cojo a Victoria de la cintura para sentarla en la encimera. Me coloco entre sus piernas y la agarro del mentón.

-Nos hemos dañado mutuamente.- le digo.- Pero eso se acabó.

Pego mi boca a la suya y la devoro apasionadamente.

Ella me rodea con brazos y piernas y se entrega a mí, como lo hacía muchos meses atrás. Nuestras lenguas se reencuentran ansiosas y desesperadas, y nuestros jadeos se funden otra vez en uno solo.

-Creo que vamos a cenar más tarde todavía.- murmuro.

Victoria ríe y yo rodeo su cintura para llevármela a mi habitación.

Nos dejamos caer en la cama, excitados y deseosos por entregarnos el uno al otro.

Beso, lamo y muerdo su cuello según bajo hacia la clavícula, pero cuando quiero quitarle el tirante de la camiseta, ella se tensa y me lo impide.

-No.- niega.- No quiero que la veas, es fea.

Rozo mi nariz con la suya y la beso una vez más.

-Nada en ti es feo, mi amor.

Cojo la mano que tiene sobre el tirante y al ver el anillo de compromiso, se lo quito y lo tiro lejos de nosotros.

-¡El anillo!- exclama.

-¿Qué anillo?- me hago el tonto y ataco de nuevo su cuello.

Ella ríe y yo vuelvo a deslizarme a su clavícula para retirar el tirante. Esta vez me deja, pero sigue tensa.

Me aparto levemente para ver la cicatriz del disparo, que con su piel bronceada resalta más.

-Es horrible.- musita mirando hacia otro lado.

-No.- contesto y deslizo el índice por ella.- Es una estrella de ocho puntas.

Victoria sonríe y me mira.

-No es cierto.- dice.

-Sí lo es. Una preciosa...- susurro y la beso.- Y brillante...- la beso otra vez.- Estrella de ocho puntas.

-Gabriel.- goza.

Escuchar mi nombre en su boca, me excita todavía más.

-Sí, pequeña, di mi nombre.

Empezamos a desnudarnos entre besos fogosos y ardientes caricias.

-Ponte protección.- dice cuando me deshago de sus sexys braguitas negras.- Dejé de tomar la píldora.

Asiento, beso su abdomen plano y me estiro hacia la mesilla en busca de un profiláctico. Sonrío al ver la foto que guardé, de Victoria en la piscina de su casa, y tras colocarla junto a la lámpara, cojo un condón y me cierno de nuevo sobre ella.

Cenamos en la pequeña mesa de la cocina, uno junto al otro, un bistec con patatas y pimientos. Victoria tan solo viste mi camiseta negra de Inside y yo solo llevo los Calvin Klein azules que ella me regaló.

Doy un sorbo a mi copa de vino y la miro. No hago otra cosa más que mirarla, como si intentara grabarla en mis retinas porque después de esta vez no volveré a verla más.

-Dime que no te has casado.- murmuro. Victoria me observa mientras termina de masticar un trocito de carne.

-¿Te habrías acostado conmigo, sabiendo que estaba casada?

-Sí.- contesto sincero. ¿Para qué mentir?- Te quiero y te deseo como jamás creí poder hacerlo.

Ella sonríe y se inclina sobre la mesa hacia mí.

-Creo que yo también me acostaría contigo aun estando casada. Y no, no lo estoy.

Suspiro aliviado y me dejo caer contra el respaldo de la silla.

-Gracias a alguien, Román ha estado ocupado.- añade.

Sonrío, dándome por aludido.

-Y más que lo voy a tener.- confirmo.

Ella agita la cabeza y sigue cenando.

-Me gustaría saber por qué estás con él y no conmigo.

Victoria vuelve a mirarme. Coge su copa y bebe. Se limpia con una servilleta y se apoya en la silla.

-Cuando pasó aquello...- murmura y frunce el ceño, todavía dolorida con los recuerdos.- Perder a mi padre y perder a Tomás...

Trago saliva, pero no la interrumpo.

-Me sentí tan sola y desprotegida, que el apoyo de Román, sus cuidados, su protección... Me dio tranquilidad.

-A mí no me has perdido.- murmuro.- Sigo siendo el mismo.

Victoria me mira y me agarra una mano por encima de la mesa.

-Ya sabes a qué me refiero.

Asiento. Sé lo que quiere decir.

-Y era amigo de mi padre.- finiquita.- No sé, tal vez sea la esperanza de agarrarme a algo que me recuerde a mi vida anterior, a mi padre... y a ti.

-¿Y por eso te casas con él? ¿Por los recuerdos?

Victoria baja la mirada y niega.

-Está intentando descubrir quién ordenó matar a mi padre.

-¿Y ha averiguado algo?- pregunto, controlando mi malestar.

Vuelve a negar.

Tiro de su mano para que se levanta y la siento en mi regazo.

-Victoria.- susurro mientras la beso.- Yo te cuidaré, te protegeré y averiguaré quién fue el hijo de puta que mató a Bruno.

-No.- exhala.- Tú debes mantenerte alejado, ya te he dicho las intenciones que tiene Román.

-Soy policía, inspector de policía para ser exactos, y no me pasará nada.

-¿Y el topo de tu comisaría?

La miro perplejo, con las cejas arqueadas y sin parpadear.

-¿Qué sabes tú de eso?

Victoria sonríe y vuelve a bajar la mirada.

-Fui yo la que te envió ese mensaje.

-¿Qué?- me asombro.

-Román habla con alguien de tu comisaría, de tu equipo, y cuando me enteré... debía avisarte y Maca me dio tu teléfono.

-¿Con quién habla?- me intrigo.

-No lo sé, pero debes tener cuidado. Román tiene contactos en todos lados. ¿Sabes cómo salí en su día del hospital? Un enfermero me sacó, uno que trabaja para él.

Esa maldita rata de cloaca tiene más cabos atados de los que pensaba.

-Por favor.- suplica Victoria abrazándome fuerte.- Prométeme que vas a estar alerta.

-Te lo prometo, mi amor.

Volvemos a besarnos y dejando los platos sobre la mesa, regresamos a mi cuarto.

La observo dormir sobre mi pecho mientras la acaricio pausadamente. Es como si no hubiera pasado el tiempo, como si siguiésemos en el verano pasado y en Villa Victoria.

Ella se mueve un poco y levanta la vista hacia mí.

-¿No duermes?- musita adormilada.

-No.- susurro.- Pero tranquila, tú sigue durmiendo.

-¿Por qué?

La abrazo más fuerte y muevo los dedos por su suave espalda.

-Si lo hago, ¿estarás cuando despierte?

Victoria levanta la cabeza de mi pecho y sonríe.

-Sí, estaré aquí.

Se acurruca más contra mí, pasando una pierna por encima y me besa.

-Eso espero, porque no soportaría perderte otra vez.

-Duerme.- susurra, hundiendo los dedos entre mi pelo.- Descansa.

Asiento, me relajo con sus caricias y permito que el gran Morfeo me lleve a su mundo. La claridad de un nuevo día entra por la ventana de mi habitación y despierto sin su peso encima, sin su presencia en mi cama. Me incorporo veloz, con el corazón acelerado y agitado.

-¡Victoria!- la llamo.- ¡Victoria! La puerta del baño privado de mi habitación se abre y la veo con mi camiseta puesta. Flexiona una de sus piernas y me sonríe.

-Sigues aquí.- suspiro aliviado.

-Buenos días. Te dije que no me iría, estaba lavándome los dientes.- contesta agitando mi cepillo amarillo en su mano.

Me arrodillo sobre el colchón y la miro obnubilado, como cada vez que la veo.

-Buenos días.- musito feliz y extiendo los brazos hacia ella.- Ven.

Ella sonríe y se acerca, descalza y muy sexy. La rodeo entre mis brazos y la beso intensamente. Después la tiro sobre mi cama y mientras Victoria se carcajea, yo subo lentamente mi camiseta, dejando a la vista su atractivo cuerpo desnudo. Me sitúo entre sus piernas y degusto con devoción sus turgentes pechos.

-¡Gabriel!- gime.

-¡Dios, sí!- jadeo.- Me vuelve loco que digas mi nombre.

Retozamos sobre la cama, besándonos, devorándonos, tocando el cuerpo de nuestra pareja a nuestro antojo, dejando claro que somos dueños de él.

-Gabriel, espera.

-¿Qué ocurre?- me detengo.

-Creo que han llamado al timbre.

-Yo no he escuchado nada.- musito y ataco de nuevo su boca.

Esta vez sí. Esta vez si escucho el timbre de la puerta y me yergo en la cama con el ceño fruncido. ¿Quién coño viene a mi casa a esta hora?

-Ves.- sonríe chulesca Victoria.

El timbre vuelve a sonar y yo gruño. Salto de la cama y me calzo el bóxer.

-No te muevas, preciosa, pienso echar al mamón que sea y volveremos a lo que estábamos.

Ella se carcajea y me lanza la camiseta mientras se cubre con la colcha marrón chocolate.

Me la pongo, le lanzo un beso y marcho a ver quién es el desgraciado que osa interrumpirme en el lecho con mi amada.

Cuando abro la puerta, encuentro a Lara al otro lado. Con su melena rubia suelta y revuelta, pintada como una puerta y vistiendo un abrigo negro que deja sus piernas desnudas de muslo hacia abajo. Da un paso hacia mí sobre unos tacones de 20 centímetros y sonríe.

-Buenos días.- susurra seductora.

-Lara, ¿qué haces aquí?

-Darte los buenos días.

Abre su abrigo de golpe y me muestra la sexy y escueta lencería roja que lleva debajo.

-¡Joder, Lara, cúbrete!- resoplo malhumorado.- ¿Cómo tengo que decirte que no quiero nada contigo? ¡Pensé que lo habías entendido!

-Sé que estás celoso porque estoy viéndome con Rubén.

-Estás loca si piensas eso.- me mofo.- Deja de decir bobadas y vete con él.

-¿Vas a dejar que me vaya... así?

Desliza las manos por su cuerpo semidesnudo y cuando intenta tocarme, la aparto.

-Tápate y no pierdas más tu dignidad.- le espeto.- Así vestida pareces una...

Lara gruñe y se cierra el abrigo, ofendida.

-¡Eres un cabrón hijo de puta!- grita rabiosa.- ¡Y cuando esa zorra te dé la patada, no vengas a mí!

Arrugo el entrecejo, aprieto la mandíbula y doy un paso hacia ella, amenazante.

-¡Ten cuidado con lo que dices de Victoria!- rujo.

Lara se da media vuelta y se marcha dolida y ofendida, como loba herida. Tendré que tener cuidado con ella.

Agito la cabeza por el show mañanero y cierro la puerta.

-La tienes loquita.

Me detengo y sonrío a Victoria, que me observa apoyada en la pared del pasillo.

-Y tú a mí.- le contesto.- ¿Qué haces vestida?

Ella sonríe y pasa al salón.

-¿Quién te ha dado permiso para salir de mi cama?

Voy corriendo a por ella, al ver que recoge su cazadora del sofá, la alzo sobre mi hombro y ella chilla y se carcajea.

-¡¿Qué haces?!

Agarro fuerte sus piernas y me la llevo de vuelta a mi cuarto. La arrojo sobre la cama y me subo encima para comerle la boca.

-Tengo... que irme.- murmura entre beso y beso.

-Quédate conmigo.- imploro.

Cojo sus manos para entrelazar nuestros dedos y al notar que a vuelto a ponerse el anillo de Sorel, se lo quito y lo tiro de nuevo.

-¡Gabriel!- se queja.- ¡Al final lo vas a romper!

-Mejor.- susurro divertido.- Además a ti no te importa ese anillo. No haces más que mencionarlo como si fuera prestado: “el anillo” “lo vas a romper”. ¿Dónde quedó el “mí” posesivo?

Bajo la boca a su cuello y se lo chupo mientras ella se ríe. Haría lo que fuera por escucharla reír cada día de mi vida.

-Gabriel.- murmura seria.- Lo nuestro no puede ser.

Levanto la cabeza de golpe, como si hubiera recibido un latigazo.

-No digas eso.- musito temeroso.

-Ha sido una noche fantástica, de las mejores de mi vida, pero debo volver con Román.

-No, Victoria.- niego.

-¡Quiere matarte!- exclama horrorizada.- Y no puedo permitírselo.

Se remueve incómoda y me quito de encima para dejar que se levante.

De rodillas, me acerco a ella sobre el colchón y la rodeo por la espalda.

-Victoria.- susurro en su nuca.- Mírame, pequeña.

Ella niega con la cabeza gacha y las manos cubriendo su cara.

-Mírame, por favor.

La muevo y ella se gira recelosa. Descubro su rostro y levanto su mentón para que me mire. Cuando sus ojos azules se enlazan con mis verdes, trago saliva e inspiro.

-Te amaba, te amo y te amaré Victoria Pomeró.- murmuro nervioso y de corazón.- Hazme el hombre más feliz de la historia y cásate conmigo.

Ella abre los ojos como platos y me mira anonadada.

-No digas... locuras.- balbucea nerviosa.

-Sí.- afirmo.- Locura lo que siento por ti. Locura de querer que seas mi mujer. Locura de querer compartir mi vida contigo.

Victoria exhala y baja la mirada.

-Quiero creerte, de verdad, pero...

Suspiro y asiento.

-Pero debo pasar del dicho al hecho.

Ella medio sonríe y asiente.

-¡Estupendo!- exclamo.

Le doy un azote en el culo y salto de la cama para correr al armario.

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