Rumbo al cosmos (47 page)

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Authors: Javier Casado

BOOK: Rumbo al cosmos
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En cualquier caso, el proyecto
Constellation
nos brindará un nuevo vehículo de transporte espacial tripulado que sin duda nos ofrecerá la posibilidad de revivir espectaculares misiones a la Luna en las próximas décadas, si las sucesivas administraciones deciden apoyar el proyecto. De ser así, esperemos que esta vez dichas misiones tengan continuidad.

Constellation: en la cuerda floja

Noviembre 2008

El 14 de enero de 2004, el Presidente de los EE.UU. George W. Bush anunciaba a la nación su nueva Visión para la Exploración del Espacio. Sus claves eran: el retiro del transbordador espacial en 2010, el desarrollo de su sustituto, y la vuelta a la Luna hacia la década de 2020.

Han pasado casi cinco años desde aquel discurso de Bush, durante los cuales se ha desarrollado el programa Constellation, diseñado para dar a luz al sustituto del Shuttle e iniciar las misiones lunares. Pero el proyecto no ha dejado de sufrir vicisitudes desde sus comienzos…

El nacimiento de un nuevo programa

Cuando Bush lanzó su discurso en 2004, el entonces Administrador de la NASA Sean O’Keefe pidió a la industria aeroespacial norteamericana que planteasen ideas para dar respuesta a las nuevas necesidades espaciales del país. Los gigantes Lockheed y Boeing respondieron con sendas propuestas basadas en sus respectivos lanzadores: Lockheed proponía un pequeño vehículo reutilizable de fuselaje sustentador impulsado por una variante de su cohete Atlas, mientras que Boeing optaba por un diseño más conservador de tipo cápsula para la nave, impulsada por un derivado de su lanzador Delta. No hubo ocasión de elegir un ganador: en abril de 2005, Michael Griffin asumía el cargo de nuevo administrador de la NASA, para poco después agradecer a ambas empresas su dedicación pero comunicándoles que ahora iba a ser la propia NASA la encargada de definir el diseño del nuevo vehículo.

El nuevo administrador venía con ideas ya preconcebidas acerca de cómo debería ser este diseño: en una etapa previa al frente del Dpto. Espacial de la Universidad Johns Hopkins, ya había escrito un extenso artículo proponiendo un nuevo lanzador para futuras misiones lunares. El equipo de estudio que estableció en el seno de la NASA al poco de llegar al cargo para definir los conceptos del programa Constellation daría como resultado un diseño no muy diferente del planteado anteriormente por el propio Griffin.

La nueva propuesta se anunciaba como más rápida, económica y segura que las realizadas anteriormente por Lockheed y Boeing, al aprovecharse buena parte de los elementos del transbordador espacial. Su principal característica era el desarrollo de dos nuevos vehículos lanzadores: el Ares I para la nave tripulada, y otro más pesado, Ares V, para transportar las etapas propulsivas y el módulo de descenso necesarios para las misiones lunares. En cuanto a la nave, denominada Orión, se volvía a un diseño de tipo cápsula cónica muy similar a las Apollo de los años 60, aunque más evolucionada y de mayor tamaño y capacidad.

La realidad se impone: rediseños

Esto sucedía a finales de 2005, y desde entonces se ha venido avanzando principalmente en el desarrollo del lanzador Ares I y de la nave Orión. Pero este proceso ha estado salpicado de múltiples y graves problemas que incluso han obligado en algunas ocasiones a replantearse algunas de las especificaciones iniciales del vehículo.

Inicialmente, el Ares I se había definido como un lanzador basado en uno de los aceleradores sólidos laterales del Space Shuttle, compuesto por cuatro segmentos de propulsante sólido, al que se le añadía una etapa superior de propulsante líquido impulsada por un motor SSME de los que equipan actualmente el transbordador. Sin embargo, problemas con los motores y con el cada vez más pesado vehículo Orión obligarían a elevar hasta cinco los segmentos de propulsante sólido de la primera etapa, a la vez que se elegía para la etapa superior un motor de nuevo desarrollo, el J-2X, derivado de uno de los que impulsase en su día al Saturn V.

Estos cambios intensificaron los ataques de los críticos con el diseño, pues parecían echar por tierra los argumentos con los que la NASA eligió esta configuración: simplicidad, seguridad y comunalidad con el Space Shuttle. Ahora los aceleradores del transbordador ya no se usaban tal cual, sino que había que cambiarlos; y tampoco se aprovechaban sus motores principales, desarrollándose unos nuevos. La comunalidad se perdía en buena medida, se incrementaban los costes al precisarse nuevos diseños con nuevos ensayos, y en cuanto a seguridad se perdía la ventaja de utilizar elementos ya muy probados. En vista de la configuración final, las razones utilizadas para desechar las propuestas iniciales de Boeing y Lockheed basadas en lanzadores ya existentes, aparecían como bastante débiles.

Comienzan los problemas

Con los cambios vendrían los problemas: al modificarse la longitud del propulsor sólido con un nuevo segmento, aparecieron severas vibraciones en el motor que parecían amenazar la integridad física de los posibles tripulantes de la nave Orión. Ésta, por su parte, no hacía más que aumentar de peso a medida que avanzaba el diseño, amenazando seriamente la capacidad de incluso este nuevo Ares I repotenciado para llevar a cabo la misión.

Problemas de este tipo suelen ser habituales en el desarrollo de cualquier proyecto aeroespacial, dada su complejidad. Sin embargo, en el caso del proyecto Constellation, con el paso del tiempo los problemas no parecían solucionarse y disminuir en número, sino más bien todo lo contrario: a mediados de 2007 se revelaba que los problemas de potencia del Ares y de sobrepeso del Orión eran tan graves, que la NASA se planteaba seriamente renunciar a la capacidad de descenso sobre tierra firme para realizar todas las vueltas a la Tierra sobre el mar, ahorrándose así el peso del sistema de amortiguación final para el aterrizaje. Ésta era una de las premisas básicas del proyecto, al permitir tanto una mayor economía operativa (al simplificar significativamente los operativos de rescate frente a un amerizaje) como una reutilización más sencilla de la nave Orión (el retorno sobre el mar obligaría a un intensivo plan de revisión y mantenimiento, debido a la severidad del entorno marino). A pesar de todo, en 2008 se revelaba que la opción de retorno sobre tierra quedaba descartada a favor del amerizaje, clara prueba de los serios problemas de peso a los que se enfrentaba el proyecto.

Imagen: En 2008, la premisa inicial de que la cápsula Orión fuese capaz de aterrizar sobre tierra firme, debía abandonarse debido a sus serios problemas de sobrepeso. (
Imagen: NASA
)

Entre tanto, el año 2008 avanzaba sin que se hallase una clara solución a las fuertes vibraciones a las que deberían enfrentarse los astronautas durante el ascenso. Por si fuera poco, en octubre se filtraba que se había detectado un nuevo problema en las primeras fases del ascenso, durante las cuales una leve brisa de unos 20 km/h sería capaz de desplazar al Ares I hasta chocar con la torre de lanzamiento. Por otra parte, los ingenieros se mostraban preocupados ante la posibilidad de choque entre las dos etapas que constituyen el lanzador tras su separación: no podían asegurar que no quedasen restos de propulsante sólido sin consumir en la primera etapa, que pudieran reencenderse tras la separación haciéndola chocar contra el resto del vehículo.

Las críticas arrecian

Ante esta avalancha de noticias, el Administrador Griffin se defiende aludiendo a la normalidad de esta situación: “
No ha habido nunca un sistema aeroespacial que se haya desarrollado sin problemas, y probablemente nunca lo habrá. Al final, la NASA siempre los ha solucionado, y esta vez también los solucionaremos
”. Pero aunque esto es sin duda cierto, muchos piensan que el proyecto está ya en un estado demasiado avanzado como para que sigan apareciendo problemas de esta gravedad; en esta fase, estos problemas supondrán sobrecostes y retrasos, y posiblemente incluso reducciones en las prestaciones previstas inicialmente para el sistema, como ya ha ocurrido con el retorno sobre tierra firme.


Si ponen el suficiente empeño, volará
” -comentaba recientemente a la prensa uno de los ingenieros del proyecto, bajo condición de anonimato-, “
pero va a haber tantos compromisos para ser capaces de lanzarlo, y va a estar tan fuera de presupuesto y de plazos, que casi sería mejor que no volase nunca
”. Y es que, según revelan estas fuentes, no sólo los problemas son complejos de resolver, sino que parece que cada vez que se intenta arreglar algo, se estropea otra cosa, algo típico de sistemas tan complejos como estos. El nerviosismo y la frustración parecen estar adueñándose del equipo técnico, llegándose a escuchar frases como estas: “
Tengo la impresión de que las cosas están yendo de mal en peor, y en camino de ser irrecuperables
”. Ya ha habido incluso dimisiones de ingenieros de alto nivel en el seno del equipo, por intenso desacuerdo con la forma en que se está llevando el proyecto. Para algunos, la reciente PDR (Revisión Preliminar de Diseño, uno de los principales hitos de todo proyecto, en la que se congela la definición conceptual del producto) no ha sido más que una mascarada: para evitar reconocer la gravedad de algunos problemas que en condiciones normales no habrían permitido pasar la PDR, se han establecido nuevos baremos. Así, a los habituales “verde, amarillo y rojo” asignados a los problemas se ha añadido esta vez el “amarillo-rojo”, para calificar un problema como grave pero sin que impida pasar a la siguiente fase del diseño. Ha sido la gota que ha colmado el vaso para algunos miembros del equipo técnico.

En noviembre una Comisión del Congreso enviada a analizar la situación, ha concluido entre duras críticas a la NASA que el proyecto arrastra al menos año y medio de retraso no declarado, con un sobrecoste asociado de 7000 millones de dólares. Entre tanto, un nuevo presidente llega a la Casa Blanca, y no son pocos los que temen que, entre tanto revuelo, sea al final el programa lunar el que termine pagando los platos rotos, con un Ares V que podría no llegar a desarrollarse nunca. De hecho, según ha revelado la ex-astronauta Eileen Collins, miembro del Consejo Asesor de la NASA, incluso se está estudiando internamente la posibilidad de recortar las prestaciones del propio Ares I eliminando la posibilidad de llevar a cabo misiones más allá de la órbita terrestre, como medida de contención frente a las desviaciones del presupuesto. Mal comienzo para el que debía ser el programa estrella de la NASA para las próximas décadas…

ACTUALIZACIÓN:

Tras su llegada a la Casa Blanca, Barack Obama ordenó una revisión del Proyecto Constellation que concluyó que los planes para el proyecto lunar excedían el presupuesto disponible para la NASA. Una comisión constituida para asesorar al presidente sobre el futuro del programa espacial norteamericano concluyó que, en su situación actual, el proyecto resultaba inviable en el marco presupuestario existente, presentando varias alternativas. En febrero de 2010, la Casa Blanca presentó el presupuesto de la NASA para 2011, que no presentaba ninguna partida destinada al proyecto, que en la práctica se considera prácticamente cancelado. No obstante, la cancelación formal se ha limitado por el momento tan sólo al Ares V, y aunque inicialmente se habló de una cancelación completa, que afectaría tanto al Ares I como a la nave Orión, lo cierto es que ambos se encuentran en estos momentos en una especie de limbo legal, avanzando lentamente mientras se espera que la cancelación se confirme de forma oficial, lo cual requiere la aprobación del Congreso.

Cuarta Parte: Vehículos Espaciales
AVATAR: ¿solución india a los problemas del mundo?

Agosto 2007

En un entorno amenazado por la superpoblación, el calentamiento global y el futuro agotamiento de los combustibles fósiles, la India vuelve sus ojos hacia el espacio como la solución a buena parte de estos problemas. Y sus científicos e ingenieros trabajan en avanzadas tecnologías que podrían hacer realidad este futuro.

Si algo ha caracterizado al programa espacial indio a lo largo de su historia, ha sido su dedicación a resolver los problemas de su sociedad. La mejora de las comunicaciones, la educación y asistencia sanitaria a distancia, la prevención de catástrofes o la búsqueda de recursos naturales han sido los principales motores de un programa espacial situado entre los cinco primeros del mundo, junto a los de Estados Unidos, Rusia, China o Japón. Hoy, 27 años después del lanzamiento de su primer satélite experimental, estos objetivos parecen plenamente conseguidos.

Ahora, India puede permitirse el lujo de ir más allá. Alcanzada con creces su meta social (su flota de satélites de comunicaciones es la mayor de la región Asia-Pacífico, y la de satélites de observación terrestre la mayor del mundo), el programa espacial indio se ha adentrado en el campo de la exploración científica del espacio con la sonda lunar Chandrayaan-1, y recientemente se ha anunciado su voluntad de introducirse también en el campo de los vuelos tripulados. Todo ello respaldado por una base científica y tecnológica sorprendente para un país de los considerados en vías de desarrollo: India no solo posee muchos de los mejores matemáticos a nivel mundial, sino que cuenta también con un reconocido prestigio en campos como la biotecnología, la física y distintas ramas de la ingeniería.

Pero la resolución de los problemas de la sociedad sigue estando presente en la mente de los que dirigen la política tecnológica de este país asiático. Y ahora parte de sus miras parecen dirigirse hacia la superpoblación y el cambio climático, dos grandes problemas que amenazan el futuro próximo de su población.

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