Rumbo al cosmos (54 page)

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Authors: Javier Casado

BOOK: Rumbo al cosmos
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Pero pese a sus grandes ventajas, el MPLM no podría desarrollar toda su capacidad si no fuera gracias al gran tamaño de las escotillas de la ISS, muy superior a todo lo existente anteriormente.

El embudo espacial

Todos hemos experimentado alguna vez los problemas que representan las estrechas puertas de nuestra casa cuando se trata de cambiar los muebles o de hacer una mudanza: sofás que no hay forma de hacer pasar por el hueco o que se quedan atascados entre marcos y paredes, bultos que sólo pueden meterse a través de una ventana o balcón, sudores, dedos aplastados contra algún borde e improperios...

Ahora imaginemos que no se trata de nuestra casa, ni de un cambio de muebles por razones de moda o estética: pongámonos en la piel de un astronauta a bordo de la Estación Espacial Internacional, que está esperando ansioso el último envío de víveres y de piezas de repuesto para mantener su "vivienda" en perfecto estado de funcionamiento. Y que, cuando llega el vehículo de transporte, se encuentra con que no puede meter las cosas por la escotilla.

¿Imposible? No tanto. Si bien es cierto que nunca ha llegado a darse esta situación, ya que los ingenieros tienen en cuenta las aberturas de acceso a la hora de diseñar los tamaños de los paquetes enviados a la tripulación, sí se ha dado a menudo el caso contrario: no poder desechar los objetos inútiles.

A bordo de una estación espacial hay grandes aparatos y armarios que no es posible diseñar de forma que quepan por las pequeñas escotillas. En esos casos, estos objetos deben estar ya dentro de la estación desde el momento en que ésta es enviada al espacio. Y permanecerán en su interior hasta que la estación sea abandonada y se queme finalmente en la atmósfera.

¿Y por qué no hacer las escotillas más grandes? Un gran portalón de entrada, y todo estaría resuelto; sería como hacer la mudanza de nuestra casa por el garaje. ¿Por qué no?

Pues porque las grandes puertas en un vehículo espacial tienen grandes problemas: el interior contiene aire a la presión atmosférica, mientras que en el exterior tenemos el vacío del espacio. En una puerta de un metro cuadrado (que no es mucho), esto supone una fuerza de más de diez toneladas. Y si esa puerta falla, dejando escapar el aire al exterior, la tripulación puede morir; es peligroso aumentar esa fuerza para conseguir un acceso mayor.

Por otra parte, las escotillas suelen ser circulares, y no por capricho. La razón es la misma por la que los aviones tienen las ventanillas con las esquinas redondeadas (y no son totalmente circulares simplemente por estética): porque es la forma que mejor reparte los esfuerzos sobre la estructura adyacente. Una abertura cuadrada, con esquinas, y pronto tendríamos grietas creciendo a partir de los vértices. Algo poco deseable cuando estás flotando en el espacio.

Así que, con aberturas pequeñas y redondas, los envíos que se realizan a los astronautas deben diseñarse con la forma adecuada: pequeños paquetes, o piezas en forma de largos cilindros. Y aún así, hay veces que la tripulación se las ve y se las desea para meter y sacar ciertos objetos de la estación.

Imagen: La astronauta Peggy Whitson pasando a través de la escotilla de una nave Soyuz acoplada a la Estación Espacial Internacional. Obsérvense las reducidas dimensiones de la escotilla, de 80 centímetros de diámetro. (
Foto: NASA
)

¿Qué hacer, entonces, si se estropea alguno de los equipos voluminosos que se enviaron inicialmente a bordo de la estación? Pues suele haber poco remedio: si no puede ser reparado por los propios astronautas con pequeños repuestos enviados en misiones de transporte, el equipo tendrá que ser descartado como un trasto inútil con el que convivir para los restos. Lo mismo sucede cuando simplemente algo se vuelve obsoleto: puede que se envíen nuevos equipos más modernos diseñados para entrar por la escotilla, pero el viejo tiene que quedarse allí, si no se previó que un día podría resultar innecesario.

Esto que en principio parece tan surrealista, ocurrió durante la vida de la estación espacial Mir. Tras 15 años de permanencia en órbita, cuando se abandonó estaba tan llena de trastos inútiles, estropeados u obsoletos, que los astronautas apenas tenían espacio para moverse. De hecho, éste fue uno más de los argumentos para decidir su abandono final: que poco de lo que había dentro seguía funcionando, aunque ocupaba la mayor parte del volumen habitable. En nuestra vida cotidiana resultaría absurdo tener que abandonar una casa porque se ha estropeado el frigorífico, la lavadora y el televisor, y no podemos tirarlos a la basura ni meter otros nuevos porque no pasan por la puerta. Y cuando también se estropea la cocina y al colchón se le saltan los muelles, al final tenemos que irnos con lo puesto y prender fuego a la casa, mientras empezamos a pensar en preparar una vivienda nueva. Y vuelta a empezar. Así es una estación espacial. O era, hasta que llegó la ISS…

Aprendiendo de la experiencia

Los resultados de 15 años de explotación de la estación espacial Mir han sido un magnífico punto de partida a la hora de diseñar la Estación Espacial Internacional. Frente a las escotillas estándar hasta entonces (circulares, y con un diámetro de 80 centímetros en el caso de las Soyuz, y de 107 centímetros en el caso del transbordador espacial), la nueva estación incorpora grandes accesos cuadrados de 130 centímetros de lado.

Imagen: Por primera vez en la historia, la Estación Espacial Internacional incorpora grandes escotillas cuadradas de algo más de un metro de ancho, facilitando considerablemente la operatividad del complejo, pero suponiendo un fuerte reto para los ingenieros. (
Foto: NASA
)

Ha sido un gran reto para los ingenieros que han diseñado la estación, que han tenido que diseñar el dispositivo para que aguante más de 17 toneladas de fuerza con una forma que no es, como sería lo óptimo, circular (aunque las esquinas están redondeadas, como en las ventanillas de los aviones). Pero las ventajas para la operación de la estación han sido considerables:

"
Esta escotilla grande es sin duda un héroe olvidado del diseño de la ISS
", declara el ex-astronauta Dan Bursch. "
No recuerdo haber recibido golpes o arañazos utilizando esta escotilla, pero sí que recuerdo haber recibido muchos en las otras más pequeñas
".

Esta escotilla cuadrada, parte del sistema de acoplamiento conocido como
Common Berthing Mechanism
, es común a todas las conexiones de acoplamiento entre módulos de la estación, así como a las conexiones con el MPLM. De este modo, el trasvase de equipamiento desde el módulo logístico a la estación y viceversa, así como a través de los diferentes módulos de la ISS, se ha facilitado considerablemente frente a estaciones anteriores.

Se conservan, no obstante, los puertos de atraque tradicionales para las naves Progress, Soyuz, y el propio transbordador espacial. Estas escotillas siguen padeciendo los problemas de estrechez anteriormente comentados, por razones de compatibilidad con dichos vehículos. Pero a bordo de los módulos Raffaello, Leonardo o Donatello pueden transportarse ahora grandes cargas, impensables en estaciones como la Mir.

Esto no sólo ha supuesto una gran comodidad para los astronautas, sino también una importantísima mejora en la capacidad operativa y experimental de la estación: a bordo del MPLM pueden enviarse ahora “racks” estándar de experimentación, armarios modulares completamente preparados para llevar a cabo experimentos científicos, que encajan en los receptáculos preparados para ello a bordo de la ISS. Y para devolver los resultados a los investigadores de tierra, no hay más que sacar ese armario y volver a cargarlo en un nuevo MPLM, sustituyéndolo por nuevos equipos de experimentación recién llegados. También pueden enviarse ahora a la estación contenedores frigoríficos con muestras biológicas, que sólo pueden acceder a través de esta abertura. Algo impensable hasta nuestros días, cuando el tamaño de los equipos experimentales estaba limitado por las pequeñas escotillas de 80 cm. Anteriormente, los equipamientos mayores debían haberse previsto ya preinstalados en la estación antes de su envío al espacio, y allí permanecerían por los restos. Nuevas instalaciones que no pudiesen hacerse entrar por esos 80 cm debían esperar al lanzamiento de un nuevo módulo o de una nueva estación.

Los cargueros del futuro

Lamentablemente, el MPLM verá el fin de sus días con el cese de los vuelos del transbordador espacial, previsto para 2010. Pero no dejará a las Progress rusas solas en su tarea de reabastecimiento: el ATV europeo y el HTV japonés, con una capacidad superior a las Progress y con capacidad para acoplarse al
Common Berthing Mechanism
(las escotillas de gran tamaño) permitirán mantener la estación en plenitud de facultades.

El ATV tiene previsto su primer vuelo para 2007. Similar en concepto a las Progress rusas (aunque no en forma ni en capacidad), volará de forma completamente autónoma hasta su atraque automático con la ISS. El HTV, por su parte, volará de forma autónoma pero precisará del brazo robótico de la estación para efectuar el acoplamiento final, siendo así un concepto híbrido entre en el de la Progress autónoma y el del MPLM totalmente pasivo. Su introducción se prevé para 2008.

Imagen: La nave de carga ATV es el equivalente europeo de las Progress rusas, pero con una mayor capacidad de carga. El primer ATV se acopló a la ISS el 4 de abril de 2008. (
Imagen: ESA
)

También se prevé que nuevos vehículos de carga norteamericanos se unan a estas labores en un futuro indeterminado. La NASA ha convocado un concurso entre empresas privadas para el diseño del carguero y la prestación de sus servicios de reabastecimiento, bajo contrato externo. Dichas naves deberán ser también compatibles con el
Common Berthing Mechanism
.

Quinta Parte: Curiosidades Espaciales
Todo en orden, mi comandante

Las películas de ciencia-ficción nos han acostumbrado a pensar en naves espaciales con una relativamente extensa tripulación distribuida de acuerdo a un escalafón paramilitar en el que un capitán o comandante detenta la autoridad absoluta a bordo. En las misiones espaciales reales también existe la figura del comandante, pero ¿se parece en algo la realidad a la ficción?

Desde los inicios de la era espacial, en todas las misiones tripuladas ha existido la figura del comandante. Aunque la tripulación se limitase a sólo dos o tres miembros, desde un primer momento se estableció la necesidad de nombrar un responsable máximo encargado de tomar las decisiones más apropiadas para garantizar el éxito de la misión y la seguridad de la tripulación. En la práctica, la designación de comandante habitualmente no pasaba de ser un cargo casi honorífico que llevaba asociada la ejecución de determinadas operaciones específicas a bordo de la nave, en un reparto de tareas entre los miembros de la tripulación que siempre es necesario; pero más allá de esta apariencia inocua de la designación, subyacía la posibilidad de que se dieran situaciones de conflicto interpersonal en las que alguien tuviera que asumir el mando y tomar las decisiones que fuera preciso. En esas hipotéticas situaciones, el comandante tendría que asumir la autoridad que le confería su rango.

La necesidad de declarar esta figura de líder entre la tripulación, aunando los roles de responsabilidad y autoridad, se acrecentó con la introducción del transbordador espacial norteamericano, cuando las tripulaciones crecieron por primera vez hasta las seis personas. Lo mismo ocurría en el lado soviético con la estación espacial Mir, en la cual su tripulación habitual de tres miembros crecía hasta seis durante los periodos de solape con una nueva tripulación de reemplazo. Un número que creció aún más cuando comenzó el periodo de colaboración con los Estados Unidos y las subsiguientes visitas del transbordador espacial norteamericano a la estación rusa.

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