Gracias también a los responsables de otros foros y, en especial a los del Método por estimularnos para que nos superemos constantemente.
Y, por sus ideas y conceptos, debo agradecer también a:
Greg, David X, David Shade, Papa, Twenty Six, Derek Vitalio, Wilder de Pick-Up 101, Asian Play Boy.
Por último, doy las gracias a mucha gente y de manera muy especial a:
Mi familia y mis amigos, por todo el apoyo recibido de ellos.
Los compañeros de la editorial Nowtilus, por su profesionalidad, su incansable búsqueda de nuevos talentos y todo el apoyo prestado.
Todas esas chicas increíbles con las que he compartido momentos inolvidables, por haberme inspirado y motivado.
Aquellas otras mujeres que prefirieron buscar su felicidad lejos de mí, por haberme dado alguna que otra valiosa lección.
MARIO LUNA, es un escritor español nacido en Valencia en 1976. Su primer libro, Sex code (2007) fue un gran éxito de ventas. En él se «descodifica a la mujer», en palabras del propio autor, dándole al hombre interesado en seducirla una serie de pautas. Aparte de su labor como escritor, Luna imparte talleres y pertenece a la Comunidad Aven (Artista Venusiano).
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Llamémoslo así, y mantengamos su verdadero nombre en el anonimato.
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No puedo.
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Ni que decir tiene que el Mellao dejó de ser el Mellao y se convirtió en Bastian, si bien yo seguía, cariñosamente, refiriéndome a él como el Mellao en mis diarios. En parte porque me divertía dicho apodo, en parte porque este me servía de recordatorio de la valiosa lección que Bastian me enseñó.
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Muchos, la llaman simplemente La Comunidad. Para mantener la congruencia con el vocabulario usado en este libro y por razones estéticas, yo he preferido llamarla La Comunidad Aven.
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Ver AVEN QUE CUENTAN CON UN PESO ESPECIAL, POR SUS CONTRIBUCIONES.
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A partir de ahora, esta es el acrónimo de que nos serviremos para referirnos a las Tías Buenas. También la usaremos para designar a cualquier mujer atractiva o deseable. En algunos casos, la expresión irá acompañada de un número que reflejará su puntuación, para saber con qué clase de perfil psicológico más probable nos encontramos.
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Extraído de su libro
El Gen Egoísta
. En él me baso al escribir los siguientes apartados. Si cuentas con tiempo suficiente, te recomiendo encarecidamente que lo leas. En él se muestra una forma de entender la vida que hoy en día está plenamente aceptada por la comunidad científica. Simplificándola mucho, la idea que se vierte en dicho libro es que los organismos no son más que «máquinas de supervivencia» de los genes, diseñadas para transportar a éstos y permitirles sobrevivir y replicarse de manera eficaz. Esto es así porque, aquellas máquinas que no cumplen bien con dicho fin son pronto borradas de la faz de la Tierra. En otras palabras, cada vez que decimos que algo en un organismo (ya sea un rasgo físico, ya sea un tipo de comportamiento o cualquier otra cualidad) favorece los intereses y estrategias de los genes que transporta, no es ocioso. Al hacerlo, estamos afirmando también que lo hacen a costa de aquellos que no jugaban tal papel, y que probablemente no existen hoy en día. Es por ello que, después de millones de años de depuración evolutiva, a menudo basta preguntarse qué rasgos en un organismo velarían mejor por los intereses de los genes que transporta para descubrir en qué consisten dichos rasgos en el mundo real.
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Cito a Dawkins: «La forma más temprana de selección natural fue sencillamente una selección de las formas estables y un rechazo de las inestables. Esto no tiene ningún misterio. Tenía que ocurrir por definición».
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¿Has jugado alguna vez al Juego del Teléfono? Este es más divertido cuanto mayor es el número de personas que participan en él. Se basa en que una persona cuente algo en secreto a una persona, la cual cuenta lo mismo en secreto a la persona siguiente, y así sucesivamente. Cuando el mensaje llega completamente distorsionado a su emisor original, este dice en voz alta su mensaje original y aquel que le ha llegado, el cual a menudo no tiene nada que ver. Pues bien, dicho juego puede ayudarnos a comprender perfectamente como pequeños errores en la replicación de estas moléculas daban lugar con el tiempo a otras muy distintas.
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Por parecerme extremadamente adecuado, este pequeño apartado lo he extraído directamente de
El Gen Egoísta
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Como es lógico, cuanto mayor sea la capacidad de aprendizaje de la máquina, mayor será también su independencia y más generales y reducidas las instrucciones de sus programadores. En el grado máximo de independencia de la máquina biológica, las órdenes de sus programadores podrían llegar a verse reducidas a una única instrucción, tan general y simple como: «Haz lo que creas más conveniente para aumentar el número de nuestras copias en el mundo tanto como sea posible».
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Y, recuerda, esto no quiere decir que lo hagan adrede o que tengan conciencia de ello. Sencillamente, aquellos Replicantes que no fueron capaces de diseñar y programar a sus máquinas de supervivencia con este objetivo prioritario, fueron paulatinamente desapareciendo de la faz de la Tierra sin dejar el menor rastro. También lo fueron haciendo aquellos que, aun cuando programasen a sus máquinas con las instrucciones adecuadas, no las crearon lo bastante competentes y eficaces para competir con otras y el entorno exitosamente. Es importante darse cuenta de que, dadas las características físicas de nuestro mundo, esta selección natural debía ocurrir forzosamente.
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Si no fuese así, ¿cómo explicar que no te sientas atraído hacia todas las personas de sexo opuesto? Y ¿por qué las mujeres parecen tan selectivas a la hora de decidir con quién se acuestan y quién no?
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Por supuesto, dichas interpretaciones se ven probablemente muy influenciadas por nuestra cultura y educación. Sin embargo, hay algo en nuestras interpretaciones que se lleva a cabo a nivel más instintivo y es más independiente de la influencia del entorno. Un buen argumento a favor de esto es cómo, pese a que los cánones de belleza femenina han sufrido cambios a lo largo de las diferentes épocas de la humanidad, éstos siempre han conservado ciertas proporciones consideradas como las más aptas para la procreación y la maternidad. Por ejemplo, aunque lo «rellenita» que debía estar una mujer ha cambiado con el gusto de las épocas, no lo han hecho sus proporciones. Así, el ratio cinturacadera ha sido siempre de 0.7, es decir, que el canon de belleza femenino ha establecido siempre, con independencia de los cambios, que el contorno de la cintura debía medir un 70% de aquel de la cadera. Curiosamente, este resulta ser el más apto para gestar y engendrar a un niño.
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Ya hemos visto que lo que atrae sexualmente al hombre se nos ofrece con mucha claridad. Pero ¿qué es aquello por lo que las mujeres se sienten atraídas? Durante milenios nos hemos hecho muchísimas preguntas como esta y, cuando quiera que alguien parecía haber arrojado cierta luz sobre el asunto, el comportamiento de la mujer lograba dar al traste con cualquier teoría. No ha sido hasta muy recientemente que ha tenido lugar una especie de «revolución» y se ha podido dar un salto exponencial en esta —llamémosla así— disciplina. Y todo gracias a un cambio de perspectiva. La perspectiva genético-evolutiva. Porque, aun cuando los principios que rigen los mecanismos de atracción de hombres y mujeres sean distintos, la explicación de éstos comparte un mismo origen: la evolución de nuestra especie. Prepárate, querido lector, para encontrar en los siguientes capítulos la respuesta a todas esas preguntas.
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Debemos tener en cuenta que el objetivo de los genes no es únicamente obtener el mayor número posible de excelentes alineaciones en el presente. Si estas alineaciones no se dan en cuerpos que lleguen a adultos y puedan, a su vez, producir nuevas alineaciones, de nada les servirá. En otras palabras, la misión de la mujer no solo consiste en tener hijos con una buena dotación genética, sino también en que éstos puedan llegar a la edad adulta y reproducirse exitosamente.
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Es una exageración porque, en la práctica, ningún cuerpo femenino es capaz de soportar la carga de treinta y cinco partos seguidos. Además, hacerse cargo de treinta y cinco hijos resulta muy difícil, especialmente si estos son de padres diferentes que se niegan a hacerse cargo de ellos.
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Siempre desde la perspectiva de sus genes, claro está.
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Los años de fertilidad de un hombre son muchos más que los de una mujer, al no tener que sufrir ninguna menopausia. Además, en tanto que la mujer únicamente produce un óvulo por mes, el cuerpo de un hombre es capaz de producir millones de espermatozoides cada día. La diferencia en potencial reproductivo resulta, por lo tanto, abismal.
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Si son realistas en sus cálculos, los genes de una mujer no pueden esperar más de cinco hijos por su parte. Si no lo son, pronto serán sustituidos por otros que lo sean.
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Calidad de los genes en el compañero sexual, una situación ventajosa y asistencia por parte de un hombre, son pues los tres objetivos básicos de la estrategia sexual de la mujer. Sin embargo, como veremos más adelante, la satisfacción de dichos objetivos no tiene por qué obtenerse de las mismas fuentes.
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Ver FACTOR FULANA
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Si consideramos que la capacidad reproductiva del hombre es vastísima mientras que la de la mujer se ve drásticamente limitada, ¿qué es lo que más interesa a la perpetuación de los genes de ésta? ¿No deberá sacar el mayor partido de su capacidad reproductiva y no «desperdiciar cartuchos»? Si malgasta su reducida capacidad procreadora con hombres de «baja calidad», sus genes se verán en serias dificultades para sobrevivir y propagarse, especialmente si tenemos en cuenta que deberán competir con aquellos de otras hembras que se hayan aliado a los de machos de alto valor genético o, utilizando un término al que volveremos más tarde, Machos Alfa. Por supuesto, será deseable que el macho sea joven y esté sano para poder ofrecer su atención a la hembra más eficazmente y durante más tiempo. Y, cómo no, resultará necesario que sea fértil. Pero, como ya hemos visto, si la mujer limitase su proceso de selección a estos dos únicos requisitos, no podría ofrecer a sus genes las mejores oportunidades de supervivencia y replicación. Si en lugar de tomar la perspectiva de los genes particulares de hombres y mujeres, tomásemos la de la especie en general, es fácil reparar en lo que sería una estrategia interesante: que los genes de los Machos Alfa fecunden a la mayoría de las hembras, para que la especie pueda superarse y adaptarse al medio con mayor velocidad. Vemos, pues, el sentido de pensar que, salvando unos pocos requisitos, la apuesta sexual de los machos de nuestra especie es la de la cantidad y diversidad, en tanto que la de las hembras debe basarse más en la calidad. Su actitud sexual se basará, más que en perseguir como la del hombre, en descalificar y seleccionar. De ahí el título Los hombres se comportan como espermatozoides; las mujeres, como óvulos.
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Para el hombre, ciertas formas, colores, sensaciones táctiles, olores y sonidos parecen jugar un papel fundamental en sus mecanismos de atracción. En general, todos estos rasgos se suelen asociar a la fertilidad, salud y juventud, rasgos todos que resultan de la mayor utilidad a los genes de un hombre a la hora de perpetuarse a través del apareamiento con una mujer. Si esta es joven, fértil y está sana, sus posibilidades de supervivencia y propagación de sus genes aumentan drásticamente.
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No es difícil de entender. Imaginemos solo lo que ocurriría si dicha mujer escogiese a alguien cuyos genes, simplemente, careciesen de lo necesario para prosperar en un entorno concreto. Escoger a un hombre que no está dispuesto a hacerse cargo de ella supone, si no cuenta con ningún otro que lo haga, otro gran error. Aun cuando los genes del hombre que la fecunda sean aptos, ¿qué utilidad se encuentra en ello si su progenie no llega a alcanzar la madurez adulta para que estos genes puedan, de nuevo, sobrevivir y replicarse?
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También es la razón de que el Interruptor de Preselección ejerza tal poder de influencia sobre la mujer, tanto cuando se trata de Preselección Positiva como Negativa. Ver PRESELECCIÓN
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La razón por la que las hembras podrían elegir un rasgo menos apto que otro para un medio es compleja, pero trataré de ofrecer una explicación para salir del paso.
Inicialmente, las hembras elegirían solo rasgos útiles para un medio concreto, pues aquellas que lo hiciesen contarían con una ventaja evolutiva sobre las otras. En principio, esto podría consistir en dientes más afilados, una cornamenta más desarrollada o una cola más larga.
Al cabo de un cierto número de generaciones, todas las hembras seguirían un criterio similar, que podría traducirse en una instrucción de sus genes como esta: «quédate con el de la cornamenta —o colmillos, o cola— más desarrollada». Esto daría lugar a que las cornamentas más pequeñas fuesen desapareciendo de la reserva de genes común (o acervo genético) de la especie y a que la instrucción «más grande» diese lugar a elegir machos con mayores cornamentas.
La pregunta es: ¿podría superarse el límite de tamaño de lo que es idóneo para sobrevivir en un entorno? Es decir, ¿podría llegarse a algo terriblemente aparatoso que jugase un papel más negativo que positivo en la supervivencia?
La respuesta es un rotundo sí. Lo haría porque, aun cuando apareciesen hembras con genes «más sabios» que les llevasen a elegir machos con una cornamenta de menor tamaño, estas verían gran parte de su descendencia por parte de las otras hembras que no habrían adoptado tal criterio y, por lo tanto, no seleccionarían a sus descendientes masculinos.
Por supuesto, habría un límite. Se llegaría a un punto en que elegir una cornamenta demasiado desarrollada se vería más penalizado por las condiciones del entorno que premiado por las hembras, y no compensaría. Es decir, se alcanzaría un momento en que el castigo impuesto por la Selección Natural fuese mayor que la recompensa ofrecida por la Selección Sexual. Finalmente, cabe esperar que se alcanzaría algún tipo de equilibrio entre ambos.
Pero, como hemos visto, dicho equilibrio no consistiría necesariamente en «lo mejor adaptado al medio». Siempre, claro está, que no consideremos a las hembras como parte de dicho medio.
Dicho sea de paso, hay numerosos casos en la naturaleza de «Accesorios Sexuales». Quizás uno de los más espectacularmente inútil sea la cola del pavo real. Inicialmente, las hembras de dicha especie se podrían haber decantado por colas más amplias, ya que reflejaban buena salud o mayor capacidad para huir de los depredadores. Échale un vistazo a algún pavo real y comprueba por ti mismo en qué ha desembocado dicha tendencia.
Vemos claramente, pues, cuál de los dos sexos es el responsable de la moda, y por qué.
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