Sexo para uno (16 page)

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Authors: Betty Dodson

Tags: #Autoayuda, Ensayo, Erótico

BOOK: Sexo para uno
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La primera vez que tuve un orgasmo al masturbarme tenía trece años. Estaba convencida de que había hecho un descubrimiento fantástico. Se lo conté a una amiga por teléfono y le dije que iba a escribir un libro cuando fuera mayor. Me haría rica seguro. Fue una decepción cuando encontré una descripción muy detallada de mi invento en un libro sobre sexo que leí en casa de unos amigos.

Durante mi adolescencia probé toda clase de
juguetes sexuales
—el mango del cepillo, los tiradores de los cajones (los quitaba a oscuras y los volvía a colocar a la mañana siguiente), parte de los juguetes de mi hermano, inhaladores Vick’s y todo lo que se me ocurriera. Lo usaba para metérmelo o para frotar, lo que más me gustara.

Cuando mi madre se compro un vibrador para sus
músculos doloridos
. ...(¡seguro!)... conseguí quedarme sola en casa algunas tardes cuando se iban todos a misa, alegando que tenía demasiado que estudiar. Así podía tener una pequeña orgía privada con un vibrador, y relajarme yo también. Una, vez batí todos los records con cuarenta orgasmos en media hora. Desde entonces he probado con diversos métodos, pero siempre en privado. Mi novio no está muy de acuerdo conmigo en este tema, pero estoy intentando convencerle, Y esta es mi historia.

Es la primera vez que intento escribir una autobiografía de mis masturbaciones, pero estaba inspirada y me parecía un final perfecto a una tarde maravillosa de amor en solitario, después de leer tu libro.

Ginny J.

Phoenix, AZ

Querida Sra. Dodson:

Necesitaba escribirle porque hay muchas cosas en común entre su historia y la mía-Yo también soy una artista y la masturbación ha jugado un papel muy importante en mi vida. Tengo treinta y seis años, estoy divorciada y tengo dos hijas. A los dieciséis tuve mi primer orgasmo con las caricias de mi futuro marido. El se hizo ingeniero y nos fuimos a vivir a Texas. Nuestras relaciones sexuales eran perfectas, funcionábamos como un reloj, siempre teníamos un orgasmo a la vez cuando hacíamos el amor. Así durante trece años. Era aburridísimo. Dos semanas después de que marido se fuera a vivir a otro sitio, descubrí mi propia sexualidad. Era fantástico.

Con dos niñas pequeñas, no quería traer a alguien a escondidas o llevar a mis hijas a otro sitio para poder dormir con alguien. Además, lo más importante era encontrar un trabajo para tener dinero. No tenía ni para pagar a alguien que cuidara de las niñas si yo salía una noche. Así que me masturbaba. Fue entonces cuando descubrí lo insatisfecha que había estado hasta entonces. Podía tener orgasmos duraderos, y el segundo, que me venía unos cinco minutos después del primero, siempre era mucho más intenso. Era una experiencia poética, como una borrachera, como si me derritiera. Al principio incluso me asuste un poco —mi cuerpo y mi mente se abrieron y aumento mi creatividad.

Ahora tengo mi propia galería y soy una
luchadora rebelde
, decidida a ser creativa y autosuficiente, y no un estereotipo de esta sociedad. En lo que se refiere a los hombres, he tenido algunas experiencias estupendas desde que me divorcié. Experiencias que surgieron porque deseaba estar cerca de alguien, no porque necesitara aliviar la tensión. Porque a través de la masturbación he encontrado la libertad.

Corrine. M

Austin, TX

Querida Betty Dodson:

Después de leer tu libro estaba tan inspirada que he cerrado las cortinas de mi cuarto, de forma que sólo entrara un poco de sol por las rendijas, y me he masturbado muy a gusto.

Me acuerdo perfectamente del día que descubrí mi clítoris a los nueve años, en el cuarto de baño, mientras me limpiaba. Me di cuenta de que si lo hacía demasiado fuerte notaba algo muy raro. Lo hice un par de veces, pero luego lo dejé. Era una sensación extraña, era algo que casi dolía y al mismo tiempo me gustaba.

No investigué más hasta que a los trece años me leí un libro de mi padre que se llamaba
El Informe Kinsey sobre el comportamiento sexual femenino
. Me maravillaba la idea de que pudiera dar gusto, y decidí probar algunos de los sistemas de estimulación que mencionaban. Sí, funcionaba, pero no fue tan estupendo la primera vez. Saqué la conclusión de que necesitaba practicar.

Algún tiempo después, hojeando el libro de los Boy Scouts de mi hermano, vi el capítulo que trataba sobre la masturbación. Ahí fue donde corroboré lo que ya me temía —no era bueno para el desarrollo de mi carácter. No hablaba de verrugas ni de locura, pero quedaba bastante claro que no era una buena costumbre y que había que evitarla.

Por aquel entonces, ya me había aficionado a ello lo único que no me gustaba era el olor de mis dedos. Encontré unos guantes blancos para mi pasatiempo nocturno. Los escondía en el fondo de un cajón, pero siempre temía que el olor me delatara.

Estaba convencida de que se me castigaría de alguna forma en un futuro. Sabia que sería imposible tener un orgasmo normal con un hombre. Y así fue. Mi larga lista de amantes había sido una continua búsqueda del orgasmo. Sentía que estaba recogiendo los frutos de mis errores pasados. Me sentía tan culpable que no podía confesarle a ningún hombre que sólo podía correrme si me estimulaba directamente con la mano. Estaba segura que se imaginaría que me había masturbado a menudo. Pero sobre todo estaba frustrada y enfadada.

Después de muchos años he aceptado que necesito estimulación directa sobre el clítoris, y que la masturbación es lo mejor para mi.

Me alegro de que mi búsqueda obsesiva haya terminado.

Tu libro es fantástico, es el apoyo que necesitaba desde hace mucho tiempo. La verdad es que había pensado en escribir sobre la masturbación hace unos años, pero descubrí que las mujeres no se atreven a hablar de ello.

Ahora tú lo has dicho todo. Gracias por aparecer de pronto con tu vida y tu sinceridad.

Patsy C.

Washington D.C.

Querida Betty:

Hasta hace unos meses, me veía a mí misma como un fracaso sexual. Mis genitales me parecían feos y repugnantes, mí cuerpo estaba mal hecho y mi marido estaba muy preocupado por mi escaso interés en el sexo.

Nunca me había masturbado conscientemente. No porque me sintiera culpable, simplemente no sabía lo que era. Cuando era virgen tuve un orgasmo mientras me acariciaba un chico, y dos en sueños. Aparte de eso, nada. Nunca al hacer el amor. Al principio disfrutaba mucho del sexo con mi marido, pero fui perdiendo el interés a medida que se fue convirtiendo en una rutina y una frustración.

Entonces pasaron dos cosas maravillosas. Le enseñé a mi marido un anuncio de un vibrador y encargó uno. Cuando llegó, lo abrí y lo usé por primera vez, y ¡tuve un orgasmo! Fue la sensación física y emocional mas fantástica del mundo. Me encantó. Un día tuve once orgasmos. La segunda cosa maravillosa que ocurrió fue leer tu libro. Me siento muy compenetrada contigo y con todas las demás mujeres que han tenido las mismas preocupaciones que yo. Antes de leer el libro pensaba que el primer paso era tener un orgasmo con el vibrador, luego con la mano y finalmente mediante la penetración. Ahora me doy cuenta de que es ridículo. Soy una mujer orgásmica y capaz de cuidar de mí misma en un aspecto muy importante.

Jennifer O.

Chicago, IL

Querida Betty:

Hay muchas cosas en tu libro que se pueden aplicar a los hombres. Me parece increíble que a estas alturas de la llamada Revolución Sexual, los únicos trabajos que hablan acerca de las posibilidades del amor en solitario están escritos por mujeres —para mujeres. ¿Cuándo va a ser capaz un hombre de escribir con inteligencia y con cariño sobre sus experiencias al masturbarse? Parece que sigue existiendo el mito de que la masturbación es sobre todo un sustituto de la penetración. Personalmente no puedo imaginarme vivir sin masturbarme aunque tengo una novia a la que quiero mucho. La masturbación es algo muy divertido. Tengo casi sesenta años y ahora estoy disfrutando de ella más que nunca. Hay un hecho que muchos parecen olvidar, y es que es difícil prolongar la penetración por una serie de motivos. La masturbación se puede prolongar hasta el infinito porque se tiene control total.

En tu libro hablas de la angustia que pasaste al descubrir que tus labios menores eran de diferentes tamaños. ¡Me siento totalmente identificado contigo! Cuando era pequeño, creía que se me veía el glande (me habían hecho la circuncisión a mí, no a mis hermanos) porque me había masturbado demasiado.

No te puedes ni imaginar lo mucho que tu libro ha ayudado a la gente en todas partes a superar sus complejos. Con mucho cariño de un canadiense agradecido.

Perry D,

Toronto, Canadá

Querida Betty:

A mediados de los años setenta, me separé de mi novio con el que había estado varios años. Descubrí tu libro
La masturbación como liberación
, y fue muy instructivo. Me ayudó mucho. Me gustó que te preocuparas de las lesbianas. Lo que más me llamó la atención fue que hablaras de sexualidad con tu madre. En ese momento, mi madre y yo teníamos algunos problemas en nuestra relación. Intenté hablarle de mi forma de vida, pero no ponía ningún interés. Ella también es muy especial. Se divorció de mi padre hace mucho tiempo, cuando tenía unos cuarenta años. Ha seguido teniendo relaciones sexuales hasta hoy. Ahora tiene algo más de sesenta.

Una noche, mientras cenábamos, me empezó a hablar de su reciente separación de un hombre con el que llevaba cinco años. Yo acababa de leer tu libro y decidí aplicar algunas de tus instrucciones. Le pregunté sobre la masturbación.
Nunca
habíamos hablado de ello cuando yo era joven —lo cual era asombroso. Se puso un poco nerviosa y dijo que le gustaba más compartir el sexo con otra persona. ¡Pero la conversación empezó a ponerse muy interesante! Dijo: «Bueno, ya que estamos hablando de todo esto...», y me preguntó cómo me había ido en diversas relaciones que había tenido con otras mujeres, cómo me sentía con mi forma de vida, etc. Le pregunté qué le parecería si se lo contaba a todo el mundo, a la familia, a sus amigos, etc. Fue una conversación de tres horas que cambió nuestra relación por completo. ¡Para mejor!

Ellen A.

Philadelphia, PA

Querida Betty:

Como eres feminista, a lo mejor no estás de acuerdo conmigo, pero no creo que a los hombres haya que enseñarles que son iguales que las mujeres. Todo el mundo sería mucho mejor si a los hombres se les enseñara desde la infancia que son y siempre serán niños pequeños, y que siempre deben obedecer a las chicas. Y, por supuesto, a las chicas se les debería enseñar que su función es la de vigilar constantemente a los niños, tengan la edad que tengan. No me parece nada mal que una mujer obligue a un hombre a desnudarse, a posar, a andar por ahí desnudo y a masturbarse.

Earl R.

San Mateo, CA

Betty, querida Betty:

¡Por fin puedo decirte lo positivo que ha sido para mí tomar parte en tus Terapias! Al principio me dejó perpleja, era demasiado para mis prejuicios. Daba mucho miedo, pero a la vez era emocionante, y sobreviví, maduré y todavía estoy madurando. Ha sido fantástico aprender a quererme a mí misma.

Nunca olvidaré la última sesión: dieciséis mujeres con el vibrador enchufado y con mucha
marcha
, y tú diciéndome: «¡No pares!» Me he acordado de eso muy a menudo y, desde luego, no he parado.

Durante mucho tiempo las palabras
sexo
y
pecado
permanecieron juntas en el fondo de mi mente. El sexo estaba bien para cumplir mi función procreadora. Pero la idea de que un hombre pudiera quererme por mi cuerpo y no por mi inteligencia era algo que no se me pasaba por la imaginación. Hasta que aprendí a quererme a mí misma por mi cuerpo y por el placer que me proporcionaba. Ahora, que lo he superado, la unión de mi cuerpo y mí mente es fantástica. Al principio parecía difícil. Pero tardé sólo un mes en lograrlo, a los treinta y seis años. ¿Masturbarme? ¿Yo? ¡Sí, yo!

Elly

South Orange, NJ

Querida Betty:

Acabo de cumplir veintinueve años. Después de una década de relaciones sexuales (con veinte hombres diferentes), no he tenido un orgasmo, ni siquiera masturbándome yo sola. Lo más cerca que he estado del orgasmo fue hace cinco años con el chorro de un bidé. Me compré un vibrador el año pasado, pero no le he hecho mucho caso. Me parezco a Nancy, la que sale en el libro, que quería aprender pero no invertía el tiempo suficiente porque no tenía paciencia. Debo tener algún problema con la libido. Las fantasías y la literatura erótica me excitan, pero casi nunca me lo tomo muy en serio tampoco. Ahora he decidido que este año voy a aprender a masturbarme hasta tener un orgasmo. Casi todo el mérito es tuyo, por hacer que lleve a cabo esta ambición. Tu visión tan relajada y sin prejuicios del sexo es un ejemplo a seguir.

Estoy segura de que mis problemas sexuales y mi falta de interés están causados por la poca seguridad en mí misma. Eso es otra cosa que tengo que cambiar. Siempre me siento aletargada, inútil y con pocos recursos, y sé que eso puede ser muy perjudicial. Voy a intentar convencer a una amiga para organizar unas Terapias como las tuyas. Solo sé que el sexo hay que disfrutarlo, ¡y ya estoy harta de perderme todo lo divertido! Tengo que empezar por algún sitio, y no hay mejor momento que el presente. Si vienes a Gran Bretaña alguna vez, no dejes de hacerme una visita. ¡Quiero darte un abrazo muy fuerte!

Olivia A.

Manchester (Inglaterra)

Querida Betty:

Hace diez días que estoy como unas castañuelas. Nunca me había sentido tan guapa y atractiva. Por primera vez, desde mi histerectomía parcial, me encuentro atractiva —muy atractiva—desde la cabeza hasta los pies, pasando por el coño. Mis genitales son realmente bonitos, no feos, como me habían dicho.

Una amiga notó lo contenta que estaba y me preguntó a qué se debía. Cuando se lo conté dijo que le asombraba, pero que se alegraba de que hubiera descubierto una verdad tan simple como antigua. Ella siempre había practicado la masturbación, y había seguido queriéndose cuando su marido había dejado de hacerlo.

Yo tengo treinta y ocho años y ella treinta y tres. Cuando le enseñé las ilustraciones de los genitales, de tu libro, la artista que lleva dentro dijo que estábamos todas muy bien. Entonces empezamos a hablar de lo fría y poco amigable que puede ser la gente con mujeres que se acaban de divorciar o acaban de quedarse viudas. En su casa, los niños no tienen mas que pedirlo y reciben un abrazo. Me preguntó si quería que me abrazara y le dije que sí. Nos pasamos dos horas abrazando y alimentando nuestros espíritus tan faltos de amor. Qué alegría. Todo gracias a las ideas que habíamos aprendido sobre el amor al hablar de tu libro. Gracias de parte de las dos.

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