Read Star Wars Episodio V El imperio contraataca Online
Authors: Donald F. Glut
Los generadores de energía de los rebeldes, situados cerca de las torres de los cañones, comenzaron a saltar, zumbar y chisporrotear con ensordecedores estallidos de energía eléctrica suficiente para alimentar el enorme complejo subterráneo. Por encima de esa actividad y de los ruidos podía percibirse un sonido extraño, un golpeteo agorero que se acercaba y hacía temblar el terreno congelado. Cuando estuvo lo bastante cerca para llamar la atención de un oficial, éste se esforzó por ver en medio de la tormenta y buscó el origen de los golpes pesados y rítmicos. Otros hombres desviaron la vista de sus tareas y vieron algo que parecía una serie de partículas en movimiento. Los pequeños puntos parecían avanzar en medio de la ventisca a paso lento pero constante, levantando nubes de nieve a medida que se aproximaban a la base rebelde.
El oficial cogió los electro-prismáticos y enfocó los objetos que se acercaban. Había unos doce que avanzaban decididamente entre la nieve y que parecían seres de un pasado inexplorado. Pero se trataba de máquinas y cada una de ellas acechaba como un inmenso ungulado sobre sus cuatro patas articuladas. ¡Caminantes! El oficial identificó los transportes blindados y todo terreno del Imperio y se estremeció. Cada máquina iba fabulosamente armada con cañones situados en la parte anterior, a la manera de los cuernos de una bestia prehistórica. Los caminantes avanzaban como paquidermos mecánicos y sus armas y cañones giratorios lanzaban un fuego mortal.
El oficial aferró su intercomunicador.
—Pícaro Jefe... ¡estoy a punto de llegar! Punto cero tres.
—Estación Eco cinco-siete, estamos en camino.
Mientras Luke Skywalker respondía, una explosión rodeó de hielo y nieve al oficial y a sus aterrados hombres. Éstos ya estaban al alcance de los caminantes. Los soldados rebeldes sabían que su tarea consistía en desviar la atención mientras las naves de transporte partían, pero ninguno estaba dispuesto a morir bajo las patas de esas horribles máquinas ni a ser víctima de sus armas.
De los cañones de un caminante surgieron olas brillantes de llamas naranjas y amarillas.
Nerviosos, los soldados rebeldes apuntaron contra los caminantes y cada uno de ellos sintió que unos dedos gélidos e invisibles atravesaban sus cuerpos.
De los doce vehículos rápidos para la nieve, cuatro tomaron la delantera y se elevaron a toda prisa para marchar sobre el enemigo. Uno de los transportes blindados todo terreno disparó y erró por muy poco al aparato ladeado. Una ráfaga de fuego convirtió a otro vehículo rápido para la nieve en una bola llameante que iluminó el cielo y desapareció.
Al mirar por la ventana de la carlinga, Luke vio el estallido de la primera baja de su escuadrilla.
Enfurecido, disparó los cañones de su nave contra un caminante, pero sólo recibió una lluvia de disparos imperiales que estremecieron su vehículo rápido con la barrera de fuego antiaéreo.
Cuando Luke recuperó el control de la nave, otro vehículo rápido para la nieve se unió a él:
Pícaro Tres. Se arremolinaron como insectos alrededor de los caminantes que avanzaban implacablemente y pisando muy fuerte, al tiempo que otros vehículos rápidos seguían intercambiando disparos con las máquinas imperiales de asalto. Pícaro Jefe y Pícaro Tres revolotearon junto al caminante que abría la marcha, se separaron y después ambos se ladearon hacia la derecha.
Luke vio cómo se inclinaba el horizonte mientras maniobraba su vehículo rápido entre las partes articuladas del caminante y salía de debajo de la monstruosa máquina. El joven comandante volvió a volar horizontalmente y contactó con la nave compañera:
—Pícaro Jefe a Pícaro Tres.
—Te recibo, Pícaro Jefe —informó Cuña el piloto de Pícaro Tres.
—Cuña, divide tu escuadrilla en pares —dijo Luke por el intercomunicador.
A continuación el vehículo rápido para la nieve de Luke se ladeó y giró mientras la nave de Cuña se alejaba en dirección contraria, acompañada de otro aparato rebelde.
Los caminantes prosiguieron la marcha a través de la nieve sin dejar de disparar con todos sus cañones. Desde el interior de una de las máquinas de asalto, dos pilotos imperiales divisaron las armas rebeldes, que se destacaban en el campo blanco. Los pilotos hicieron maniobrar al caminante hacia los cañones cuando advirtieron que un solitario vehículo rápido para la nieve arremetía en forma temeraria hacia la portilla visora principal, disparando con todas sus arnas. Un impresionante estallido relampagueó en el lado exterior de la ventana impenetrable y se disipó al tiempo que el vehículo rápido para la nieve rugía en medio del humo y se perdía en lo alto.
Mientras se encumbraba y se alejaba del caminante, Luke miró hacia atrás. Ese blindaje resiste demasiado bien las barrenas, pensó. Tiene que haber alguna otra forma de atacar a esos monstruos, algo que no sea potencia de fuego. Durante unos instantes, Luke pensó en algunas de las tácticas sencillas que un granjero utilizaría contra una bestia salvaje. Después hizo girar su vehículo a fin de arremeter una vez más contra los caminantes y tomó una decisión.
—Grupo pícaro —se dirigió a todos por intercomunicador—, preparad los arpones y los cables de remolcar. Id contra las patas. Es la única posibilidad que tenemos de detenerlos. Hobbie, ¿estás conmigo?
—Sí señor —respondió de inmediato una voz tranquilizadora.
—Bien, pues no te alejes.
—Al enderezar la nave, Luke tenía la firme decisión de deslizarse con Hobbie en formación cerrada. Viraron juntos y descendieron hacia la superficie de Hoth.
Dack, el artillero de la nave de Luke, se sacudió en la carlinga a causa del brusco movimiento del aparato. Procuró no soltar el arma de arpón que sostenía en la mano y gritó:
—¡Caramba! —Luke no logro encontrar mis abrazaderas.
Las explosiones estremecieron la nave de Luke y la sacudieron violentamente en medio del fuego anti-aéreo que la rodeaba. Por la ventana divisó a otro caminante que, al parecer, no fue afectado por la plena potencia de fuego de los vehículos de ataque de los rebeldes. Esa maquina pesada se convirtió en el blanco de Luke mientras perdía altura y trazaba un arco descendente.
El caminante disparaba directamente contra él, lo que creaba un muro de rayos láser y de fuego antiaéreo.
—¡Aguanta, Dack, y prepárate para lanzar el cable de remolcar! —gritó en medio, de las explosiones.
Otro estallido estremeció el vehículo rápido de Luke. Mientras luchaba por recuperar el control de la nave, ésta se tambaleó. A pesar del frío, Luke empezó a sudar copiosamente mientras hacía desesperados intentos por enderezar la nave que caía. De todos modos, el horizonte seguía girando ante sus ojos.
—¡Aguanta Dack! ¡Prepárate, que casi hemos llegado! ¿Te encuentras bien?
Dack no respondió. Luke logró virar; vio que el vehículo rápido de Hobbie mantenía el rumbo junto al suyo al tiempo que esquivaban las descargas a las que estaban sometidos. Estiró el cuello y vio que Dack estaba caído sobre los mandos y que de su frente manaba sangre.
¡Dack! En tierra, las torres de los cañones próximas a los generadores de energía disparaban contra los caminantes imperiales, pero los disparos no parecían afectarlos, Las armas imperiales bombardearon la zona próxima a las torres, levantaron nubes de nieve, y estuvieron a punto de cegar a sus blancos humanos con su asedio violento y constante. El oficial que había divisado las increíbles máquinas y las había combatido junto a sus hombres, fue, una de las primeras víctimas de los rayos aniquiladores de un caminante. Los soldados corrieron en su auxilio pero no lograron salvarle, pues ya había perdido tanta sangre que formó una mancha de color escarlata en la nieve.
De una de las armas como platillos colocados cerca de los generadores de energía surgieron más disparos rebeldes. A pesar de las terribles explosiones, los caminantes seguían avanzando. Otro vehículo rápido se lanzó heroicamente entre un par de caminantes, pero fue abatido por los disparos de una de las máquinas, disparos que lo convirtieron en una inmensa bola de llamas ondulantes.
Las explosiones de la superficie hicieron temblar las paredes del hangar de hielo y lograron, que las profundas grietas se agrandaran.
Han Solo y Chewbacca, trabajaban frenéticamente para concluir la soldadura. Mientras lo hacían se dieron cuenta de que las grietas, cada vez más amplias harían que en poco tiempo todo el techo de hielo cayera sobre ellos.
—En cuanto tengamos tiempo, someteremos este cacharro a una revisión completa —afirmó Han aunque sabía que primero tendría que sacar al
Millennium Falcon
de ese infierno blanco.
Mientras el wookie y él reparaban la nave, enormes trozos de hielo que las explosiones habían liberado cayeron estrepitosamente en el suelo de la base subterránea. La princesa Leia avanzó presurosa e intentó eludir los fragmentos congelados que caían mientras buscaba refugio en el centro de mando de los rebeldes.
—No estoy seguro de que podamos proteger dos transportes al mismo tiempo —le comunicó el general Rieeken a la princesa mientras entraba en la cámara.
—Sé que es arriesgado, pero nuestra acción de resistencia está fallando —replicó.
Leia había comprendido que el lanzamiento de los transportes llevaba demasiado tiempo y que era imprescindible acelerarlo.
Rieeken dio una orden a través del intercomunicador:
—Patrullas de lanzamiento, continuad con las salidas aceleradas...
Mientras el general hablaba por el intercomunicador, Leia se dirigió a un ayudante y le dijo:
—Iniciad la retirada del personal de tierra que aún esté aquí.
De todos modos, la princesa sabía que la salida dependía totalmente del éxito de los rebeldes en la batalla que tenía lugar en la superficie.
En el interior de la fría y atestada carlinga del caminante imperial que iba en vanguardia, el general Veers se movió entre sus pilotos protegidos con ropa para la nieve.
—¿Qué distancia hay hasta los generadores de energía?
Sin apartar la mirada del tablero de mandos, uno de los pilotos respondió:
—Seis cuatro uno.
Satisfecho, el general Veers cogió un electro telescopio y miró por el visor hasta enfilar los generadores de energía con forma de proyectil y los soldados rebeldes que luchaban por salvarlos.
De pronto el caminante se estremeció violentamente a causa de una barrera de fuego rebelde. Al caer hacia atrás, Veers vio que los pilotos luchaban con los mandos para evitar que la máquina se desplomara.
El vehículo rápido para la nieve que respondía al nombre de Pícaro Tres acababa de atacar al caminante que iba en vanguardia. Cuña, el piloto lanzó un grito de victoria al ver los daños provocados por sus armas.
Otros vehículos rápidos pasaron junto al de Cuña y siguieron avanzando en dirección contraria.
Cuña hizo virar la nave hasta poner rumbo directo hacía otro caminante letal. Al acercarse al monstruo, Cuña gritó a su artillero:
—¡Activa el arpón!
El artillero apretó el botón de disparo mientras el piloto hacia maniobrar osadamente la nave entre las patas del caminante. De inmediato, el arpón salió silbando de la parte trasera del vehículo rápido y detrás se desenrolló un largo cable.
—¡Cable fuera! —gritó el artillero—. ¡Sigamos!
Cuña vio que el arpón se hundía en una de las patas metálicas y que el cable seguía conectado a su vehículo. Echó un vistazo a los mandos y después dio media vuelta a su vehículo hasta colocarlo delante de la máquina imperial. Cuña hizo un viraje brusco, hizo girar la nave alrededor de una de las patas traseras del monstruo y el cable se enredó en ésta como si fuera un lazo metálico.
De momento, el plan de Luke da resultado, pensó Cuña. Lo único que le quedaba por hacer era trasladar su vehículo rápido hasta la parte trasera del caminante. Cuña vio por el rabillo del ojo a pícaro Jefe mientras ejecutaba la operación.
—¡Cable fuera! —volvió a gritar, el artillero mientras Cuña conducía la nave junto al caminante enredado en los cables, sin alejarse demasiado del casco de metal. El artillero de Cuña oprimió otro botón y liberó el cable de la parte trasera.
El vehículo ascendió, verticalmente y Cuña rió al ver los resultados de sus esfuerzos. El caminante hacía torpes esfuerzos por seguir avanzando, pero tenía las piernas totalmente enredadas en los cables rebeldes. Finalmente se inclinó hacia un lado y se estrelló contra el suelo. El impacto levantó una nube de hielo y nieve.
—Pícaro Jefe... Luke hemos abatido uno —anunció Cuña al piloto del vehículo rápido que lo acompañaba.
—Ya lo hemos visto, Cuña —replico el Comandante Skywalker—. ¡Buen trabajo! Los soldados rebeldes aplaudieron triunfalmente en las trincheras al ver la caída de la máquina de asalto. Un oficial salió de un salto de la trinchera cavada en la nieve e hizo señas a sus hombres.
Los condujo en tumultuoso ataque contra el caminante caído y llegaron junto al enorme casco metálico antes de que un solo soldado imperial lograra salir ileso.
Los rebeldes estaban apunto de entrar en el caminante cuando estalló súbitamente desde el interior, expandiendo grandes fragmentos de metal retorcido. El impacto del estallido hizo que los aturdidos soldados rebeldes cayeran sobre la nieve.
Luke y Zev vieron la destrucción del caminante mientras volaban y se ladeaban a derecha e izquierda para eludir el fuego antiaéreo dirigido contra ellos. Cuando finalmente se pusieron en trayectoria horizontal, las explosiones de los cañones de los caminantes sacudieron sus aparatos.
—¡Tranquilo, Pícaro Dos! —recomendó Luke y miró hacia el vehículo que volaba paralelamente a su nave—. Prepara el arpón. Te cubriré.
Hubo otra explosión que deterioró la parte frontal de la nave de Zev. El piloto apenas veía a causa de la nube de humo que cubría su cristal. Luchó por mantener la nave en trayectoria horizontal, pero otras ráfagas del enemigo la sacudieron violentamente.
Su visión era tan confusa que sólo cuando se encontró directamente en la línea de fuego vio Zev la imagen imponente de otro caminante imperial. El piloto de Pícaro Dos sintió unos instantes de dolor y después su aparato de morro chato, que lanzaba humo y avanzaba en una trayectoria de colisión con el caminante, ardió súbitamente en llamas en medio de una ráfaga de cañonazos. Muy pocos restos de Zev y de su nave llegaron al suelo.
Luke vio la desintegración y se sintió mal por la pérdida de otro camarada. Pero ahora no podía expresar su dolor dado que tantas otras vidas dependían de la firmeza y corrección de sus órdenes.