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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Tentación (35 page)

BOOK: Tentación
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Todo perdido en un instante.

—Ever… —suplica Jude. El dolor que le han causado mis palabras resulta evidente en su voz y en sus ojos cuando se acerca a mí con las manos extendidas, pero no permito que se aproxime ni me toque—. ¿Cómo puedes decir algo así? —pregunta cuando se detiene por fin, rendido—. Te quiero, lo sabes. Te he querido durante siglos, esa es la verdad. No había planeado esto para… apartarte de Damen. Significas mucho para mí… nunca podría hacerte algo así. Valoro tu felicidad, como ya te dije. Y cuando por fin hagas tu elección, cuando elijas entre nosotros, quiero que sea una elección justa. Esta vez estoy decidido a que las cosas sean justas.

—Pero es que ya he elegido —le digo con un hilo de voz. Ya no puedo luchar más.

Acabo de levantarme de la cama, con la camisa aún entre las manos, cuando Haven entra en el dormitorio y me ve.

—¿Qué has hecho? —pregunta en un susurro tan amenazador que me provoca un escalofrío en la espalda—. ¿Qué demonios has hecho?

Me arranca la camisa de las manos y la aprieta contra su pecho mientras me recorre de arriba abajo con la mirada, dando por hecho que la culpable soy yo, sin prestar atención a Jude cuando él da un paso adelante para asumir su responsabilidad.

—Tendría que haberlo sabido. —Sacude la cabeza con los ojos convertidos en dos diminutas rendijas—. Debería haberlo sabido desde el principio… cuando viniste a mi casa y fingiste ser amable. Me estabas utilizando, jugando conmigo, sonsacándome información… intentando averiguar cuándo estaría fuera para poder quedarte a solas con él y… poder matarlo.

—¡No es lo que piensas! —grito—. ¡No es eso en absoluto! —Pero da igual las veces que lo repita, porque no se lo cree. Está convencida de que sabe la verdad sobre mí, sobre Jude, sobre lo que ha ocurrido esta noche.

—Sí, es exactamente lo que pienso. —Me mira con odio, con los puños apretados sobre sus caderas enfundadas en cuero—. Exactamente. Y, créeme, Ever, no saldrás indemne de esta. Esta vez no. No volverás a interferir en mi vida. Se acabó lo de arrebatarme a la gente que quiero. Esto es la guerra. Voy a convertir tu vida en tal infierno que desearás que tú único problema sea no poder tocar a tu novio. Porque, no te equivoques, guapa… nunca has visto nada parecido a lo que pienso hacerte. —Arquea una ceja y me muestra los dientes—. Y Jude… —Se da la vuelta, fijándose en él por primera vez desde que ha entrado—. Tú vas a desear haber sido inmortal, porque a partir de esta noche no podrás soportar el futuro que te espera.

Capítulo treinta y cinco

—A
sí que funcionó… —dice Damen con un tono de voz suave, distante—. Existía de verdad…

Respiro hondo y clavo la vista en mis rodillas, ya que tengo los pies encima del suave asiento de cuero. Recuerdo cómo me encontró cuando salía de casa de Roman con Jude, mientras Haven seguía gritando una letanía de amenazas desde la puerta. Llegó unos segundos después de que la película hubiera acabado. Ni siquiera se molestó en pasarse por el Montage, donde habíamos quedado, ya que supo que habría problemas en cuanto leyó mi mensaje.

Asiento con la cabeza, contemplo mi casa y me acuerdo del momento triunfal en el que estuve a punto de conseguirlo… el momento en el que el antídoto estuvo a mi alcance antes de acabar destruido.

Antes de que nos arrebataran nuestro sueño en un instante.

Sacudo la cabeza mientras suelto un suspiro. Sé que mañana tendré que enfrentarme a Sabine. Tendré que contarle lo de mi trabajo, lo de mis habilidades psíquicas, lo de mi disfraz de Avalon… Y me viene a la cabeza lo que pensaba unas horas antes, cuando creía que ese era el peor de mis problemas.

—Funcionó de verdad. —Miro a Damen a los ojos. No solo quiero que me crea. Necesito que lo haga—. Tenía el antídoto. Me lo mostró y todo. Era tan… pequeño… Un diminuto frasquito de cristal lleno de un líquido verde iridiscente. —Me encojo de hombros—. Luego se lo metió en el bolsillo y… —Trago saliva con fuerza. No hace falta revivir el resto. Al menos, no de forma verbal. No cuando la escena se repite una y otra vez en mi cabeza.

Damen frunce el ceño. Ya ha visto esa escena casi tantas veces como yo.

—Y entonces fue cuando intervino Jude. —Suspira negando con la cabeza. Tiene la mandíbula tensa y una mirada seria que no le había visto antes—. ¿Por qué confiaste en él? ¿Por qué le contaste cuál era nuestro punto débil? ¿Por qué le dijiste lo de los chacras? ¿Para que pudiera derrotarnos? ¿Cómo pudiste hacer algo así? —Me mira, desesperado por entenderlo.

Vuelvo a tragar saliva a pesar del nudo que me obstruye la garganta. Ya está, me digo, esta es la acusación que he buscado durante tanto tiempo. Al final va a juzgarme… pero esta vez es más por lo que ha hecho Jude que por lo que he hecho yo.

Sin embargo, solo me hace falta mirarlo para ver que solo intenta encontrarle algo de lógica al asunto. Aun así, me encojo de hombros y le digo:

—Es mi quinto chacra, mi punto débil. Carezco de discernimiento, utilizo mal la información y, al parecer, confío en la gente equivocada en lugar de tener fe en las personas que siempre han demostrado estar de mi parte. —Sé que necesita algo más, que se merece algo más, así que agacho la cabeza y añado—: Y lo cierto es que me pilló en un mal momento… —Me quedo callada un instante al recordar lo débil que estaba en esos instantes… lo cerca que estuve de cruzar el puente que lleva al otro lado. Y aunque le he contado a Damen todo lo del hechizo y que acudí a Jude en lugar de a él, no le he mencionado esa parte, sobre todo porque me sentía demasiado avergonzada—. En un momento extremadamente malo. —Suspiro—. ¿Qué otra cosa puedo decir?

Damen se gira, y el sillón de cuero emite un chirrido.

—Creía que confiabas en mí lo suficiente para acudir a mí en los momentos de debilidad, y no a Jude. —Su voz suena tan solemne, tan calmada, que me rompe el corazón oír lo que dice.

Cierro los ojos y me apoyo contra el respaldo. Noto el escozor de las lágrimas cuando le digo:

—Lo sé. Debería habértelo contado. Pero a pesar de todo lo que me dijiste, a pesar de todas tus promesas, no lo creía… no podía creérmelo. Pensé que no lo merecía. Y, Damen, si crees que sabes lo peor… te equivocas. Me temo que todavía es muchísimo peor…

Me giro para poder mirarlo a la cara y le cubro las mejillas con las manos. Soy consciente del velo de energía que flota entre nosotros y que me permite sentir el «casi» contacto de su piel. Y sé que esto es… que esto es lo más que podré conseguir. Me he quedado sin opciones… Ambos nos hemos quedado sin opciones. Roman está muerto y se ha llevado el antídoto consigo.

Suspiro con fuerza, cierro los ojos y lo comparto todo con él. Hasta los momentos más horribles y humillantes fluyen de mi mente hasta la suya. Le revelo una versión inédita de la espantosa noche con Roman en la que estuve a punto de perder la virginidad, seguida de la escena en el Puente de las Almas… Todos los terribles momentos se muestran en alta definición. Sé que se merece conocer la verdad sobre mí… lo que era, lo que he sido y quién soy ahora. Todo el sórdido viaje.

Y cuando acabo, Damen alza los hombros, me cubre las manos con las suyas y dice:

—No hay nada que pueda cambiar lo que siento por ti.

Asiento, porque sé que es cierto. Por fin lo he entendido. Por fin sé lo que es el amor auténtico e incondicional.

—Ever —dice con voz apremiante mientras me mira a los ojos—, tienes que cambiar tu forma de verte, tu forma de ver las cosas que has hecho.

Lo miro con los ojos entornados, sin entender muy bien qué quiere decir.

—Lo que tú consideras errores graves e imperdonables… bueno, lo cierto es que ni siquiera son errores. La realidad no es como tú has decidido verla. Crees que hiciste algo terrible al darme el elixir de Roman, pero lo cierto es… ¡que me salvaste la vida! ¡Me salvaste de Shadowland! No habría aguantado hasta que Romy hubiera regresado, a pesar del círculo mágico de Rayne. Perdía y recuperaba la conciencia sin cesar. No estaba ni allí ni aquí, y si no hubieras hecho lo que hiciste… si te hubieras negado a dármelo… bueno, habría muerto y mi alma estaría perdida, aislada, flotando en la oscuridad, sola para el resto de la eternidad.

Lo miro con los ojos abiertos de par en par. Nunca lo había visto así. Estaba tan ocupada culpándome, tan obsesionada con el hecho de que ya no podíamos tocarnos como queríamos, que ni siquiera me había parado a pensar que en realidad había rescatado su alma del abismo infinito.

—Y otra cosa… —Estira la mano hacia mi barbilla, y el roce de sus dedos me provoca un hormigueo cálido—. ¡Conseguiste llegar hasta Roman! Y lo lograste sin utilizar trucos sucios; lo lograste apelando a su más profundo sentido de la humanidad… la humanidad que el resto de nosotros no llegamos a apreciar en él y que dábamos por sentado que no tenía. Tú fuiste capaz de profundizar más, de ver lo que los demás no supimos ver. Viste posibilidades en una persona a la que todos dábamos por perdida. ¿Te haces una idea de lo asombroso que es eso? ¿De lo orgulloso que estoy de ti?

—¿Y lo de convertir a Haven? —susurro al recordar la amenaza que me hizo, y que sin duda pretende cumplir.

—¿No tomé yo la misma decisión cuando te salvé? —pregunta con los labios junto a mi oreja.

—Pero entonces no conocías la existencia de Shadowland. Yo sí. Y, aun así, condené su alma. —Echo los hombros hacia atrás para apartarme un poco y poder verle la cara.

Sin embargo, él sacude la cabeza y vuelve a estrecharme.

—Sé que te dije lo contrario, pero de haber estado en tu posición, habría hecho lo mismo. Mientras hay vida, hay esperanza, ¿no es así? Al menos, ese ha sido mi lema durante los últimos seiscientos años.

Me apoyo contra él y descanso la cabeza en el hueco de su hombro mientras observo la casa. Veo que la luz de la habitación de Sabine se apaga y aprieto la mano de Damen antes de decirle:

—Romy y Rayne tenían razón con lo de la hechicería. Tenían razón al decir que si se utiliza por motivos egoístas o razones infames, el karma te devuelve el golpe por triplicado.

Cambiamos de posición y nuestras miradas se encuentran mientras el silencio flota entre nosotros.

—El primer golpe fue cuando me vi forzada a transformar a Haven… y la convertí en una adversaria dispuesta a destruirme. El segundo fue la atracción que sentía por Roman… el fuego oscuro que ardía en mi interior. Y ahora… ahora esto… lo de Roman, la muerte de su alma y, con ella, la del antídoto. —Lo miro fijamente—. Ya están los tres, ¿no? ¿O lo de la atracción por él era cosa mía? ¿Un monstruo que yo misma había creado, una sombra de mí que ya existía y que aún existe en algún lugar de mi interior, a la espera del momento apropiado para volver a atacarnos? ¿Crees que es algo que no veremos hasta que sea demasiado tarde?

Presa del miedo, lucho por recuperar el aliento. Tengo el presentimiento de que esto no ha acabado aquí, de que aún quedan cosas al acecho por descubrir.

Enseguida siento sus brazos fuertes a mi alrededor, el hormigueo y el calor, y me doy cuenta de que ahora hay una luz blanca y brillante dentro de mí, gracias a la cual y a todo lo que he pasado soy lo bastante fuerte para enfrentarme a mi karma, a mi destino… sea cual sea.

Noto el aliento cálido de Damen en la oreja cuando, como un eco de mis pensamientos, me dice:

—Sea cual sea nuestro destino, nos enfrentaremos a él juntos. Eso es lo que hacen las almas gemelas.

Agradecimientos

C
omo siempre, mi más chispeante, enorme y colorido agradecimiento a:

Bill Contardi. ¿Qué puedo decir? ¡Eres sin duda el MEJOR! ¡Gracias por lo mucho que has hecho por mí!

Marianne Merola: ¡Gracias por ayudarme a extender a los Inmortales por todo el mundo!

El equipo de St. Martin. Aunque sin duda me dejo a muchos, quiero darles las gracias a: Matthew Shear, Rose Hilliard, Anne Marie Tallberg, Katy Hershberger, Brittney Kleinfelter, Angela Goddard…

Mi familia y amigos: ¡Ya sabéis quiénes sois! Gracias por todo el amor y el apoyo, y por arrastrarme lejos del ordenador cuando más lo necesitaba… ¡Os quiero mucho más de lo que imagináis!

Sandy, la Santa Patrona de los Hipopótamos Azules, ¡has revolucionado mi mundo!

Y, por supuesto, a mis lectores: no solo hacéis todo esto posible, también conseguís que sea divertido, que merezca la pena y que resulte de lo más emocionante… ¡Nunca podré agradecéroslo lo suficiente!

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