Irresistible
Adictivo
Arrollador
Así es el amor.
Así es el fenómeno literario que ya ha cautivado a más de cinco millones de lectores en todo el mundo…
Para liberar a Damen de la maldición de Roman, Ever recurrió a la magia oscura… pero el conjuro se ha vuelto en su contra y ahora es víctima de un extraño hechizo: haga lo que haga, no puede dejar de pensar en Roman. La lucha por resistir esta salvaje atracción amenaza con consumir sus energías; y su enemigo sacará partido de esta debilidad…
Desesperada por romper el hechizo antes de que sea demasiado tarde, Ever pide ayuda a Jude, arriesgándolo todo, incluso su amor, por salvar a Damen…
Alyson Noël
Tentación
Saga inmortales 4
ePUB v1.0
Fauvar19.07.12
Título original:
Dark Flame
Alyson Noël, 2010.
Traducción: Concepción Rodríguez González
Editor original: Fauvar (v1.0)
ePub base v2.0
Para Rose Hilliard,
porque es un sueño trabajar con ella.
¡No podría hacerlo sin su ayuda!
Vi al engendro, al monstruo miserable que había creado.
MARY SHELLEY
Frankenstein
—¿Q
ué mierda estás diciendo?
Haven deja a un lado su magdalena, con glaseado rosa y virutas rojas, y el papel plateado. Sus ojos, maquillados en exceso, buscan los míos mientras echo una mirada nerviosa a la plaza abarrotada. Me arrepiento al instante de haber venido aquí, de ser lo bastante estúpida para pensar que ir a su tienda de magdalenas favorita en un precioso día de verano sería lo ideal para darle la noticia. Como si un pastelito de fresa pudiera suavizar el golpe.
Ahora desearía haberme quedado en el coche.
—Baja la voz, por favor. —Mi intención es decírselo con aire alegre, pero lo único que consigo es parecer una vieja profesora de escuela amargada.
La observo mientras se inclina hacia delante, se coloca los mechones con reflejos platino detrás de la oreja y entorna los párpados.
—¿Cómo dices? Pero ¿tú te oyes? Acabas de soltarme un bombazo… un bombazo que me ha dejado los tímpanos destrozados y la cabeza hecha papilla, necesito que me lo repitas para asegurarme de que has dicho lo que creo que has dicho… ¿Y lo único que te preocupa es que hablo demasiado alto? ¿Me tomas el pelo o qué?
Sacudo la cabeza y miro a mi alrededor con los cinco sentidos puestos mientras bajo la voz para decirle:
—Es que… nadie puede saberlo. Tiene que ser un secreto. Es imperativo que lo sea —señalo con voz apremiante, aunque me doy cuenta demasiado tarde de que estoy hablando con alguien que jamás ha sido capaz de guardar un secreto de nadie, y mucho menos los suyos.
Haven pone los ojos en blanco y se apoya sobre el respaldo del asiento. La observo con detenimiento mientras murmura por lo bajo y no puedo dejar de asombrarme al ver las señales presentes ya en su cuerpo: su piel pálida está luminosa, lisa, sin poros; su cabello castaño ondulado, en la parte delantera rubio platino, está tan suave y brillante como el de la protagonista de un anuncio de champú. Incluso sus dientes están más rectos, más blancos. No puedo evitar preguntarme cómo es posible que todos esos cambios hayan ocurrido tan rápido, con tan solo unos cuantos sorbos del elixir. Yo tardé mucho más tiempo en cambiar.
La observo detenidamente un momento más antes de soltar un suspiro y lanzarme a la piscina. Olvido mi promesa de no escuchar a hurtadillas los pensamientos de mi amiga y me esfuerzo por echar un vistazo más amplio, por atisbar su energía y las palabras que no comparte conmigo… convencida de que si existe algún momento en el que el fisgoneo esté indicado, es este.
Sin embargo, en lugar de mi habitual asiento en primera fila, me topo con un muro sólido como una roca que me impide entrar. Llego incluso a deslizar sigilosamente la mano hacia delante y a toquetear sus dedos con la falsa excusa de interesarme por el anillo de calavera que lleva puesto, pero no consigo nada.
Su futuro es un enigma para mí.
—Lo que pasa es que todo esto me resulta… —Traga saliva con fuerza y mira a su alrededor y acaba posando la vista en la borboteante fuente, en la joven madre que empuja la sillita de su bebé mientras grita por teléfono, en el grupo de chicas que salen de una tienda de ropa de baño con los brazos llenos de bolsas… Prefiere mirar cualquier cosa que a mí.
—Reconozco que hay mucho que asimilar, pero aun así… —Me encojo de hombros. Sé que tengo que pintarle mejor las cosas, pero no sé muy bien cómo hacerlo.
—¿«Mucho que asimilar»? ¿Así es como lo ves? —Niega con la cabeza y empieza a tamborilear con los dedos sobre el brazo de la silla metálica de color verde mientras me recorre con la mirada.
Suspiro. Desearía haber controlado esto mejor, desearía haber podido hacer algo para deshacerlo, pero ya es demasiado tarde. No tengo más remedio que lidiar con el follón que he montado.
—Supongo que creí que así lo verías tú. —Alzo los hombros en un gesto despreocupado—. Una locura. Lo sé.
Haven respira hondo. Su rostro permanece tan sereno, tan plácido, que es imposible interpretar su expresión. Justo cuando estoy a punto de añadir algo, de suplicarle que me perdone, me dice:
—¿Todo esto va en serio? ¿De verdad me has convertido en inmortal? ¿De… verdad de la buena?
Asiento con la cabeza hecha un manojo de nervios; me yergo en la silla y echo los hombros hacia atrás a fin de prepararme para el golpe que a buen seguro está por llegar, ya sea verbal o físico. No me queda otro remedio que encajarlo, merecido como lo tengo por haberle arruinado la vida que ella conocía.
—Yo solo… —Toma una profunda bocanada de aire y parpadea unas cuantas veces. Su aura invisible no me da muchas pistas sobre su estado de ánimo ahora que la he convertido en un ser como yo—. Bueno… estoy completamente alucinada. En serio, ni siquiera sé qué decir.
Aprieto los labios y apoyo las manos sobre el regazo. Toqueteo la pulsera con forma de herradura que llevo siempre y me aclaro la garganta.
—Escucha, Haven… —le digo—, lo siento mucho. Lo siento muchísimo, de verdad. No te haces una idea. Solo quería… —Niego con la cabeza. Sé que debería ir al grano, pero siento la necesidad de explicarle que me vi obligada a tomar esa decisión cuando la vi tan pálida, tan indefensa, tan al borde de la muerte…
No obstante, antes de que pueda abrir la boca, se inclina hacia mí y me mira a los ojos.
—¿Estás chiflada? —Sacude la cabeza—. Me pides disculpas cuando yo estoy aquí sentada, tan flipada, tan pasmada, tan absolutamente alucinada que… ¡no sé cómo podré agradecértelo!
¿¿¿Eh???
—En serio, ¡esto es demasiado! —Sonríe mientras se mece hacia delante y hacia atrás en la silla. Su rostro se ilumina como si llevara dentro una bombilla de mil vatios—. Es lo más alucinante que me ha pasado en la vida… ¡ Y todo te lo debo a ti!
Trago saliva y echo una mirada nerviosa a mi alrededor. No sé muy bien cómo reaccionar. Esto no es lo que me esperaba, a pesar de que Damen me había dicho que esa era justo la reacción que debía esperar.
Damen… mi mejor amigo, mi alma gemela, el amor de mis muchas vidas. Mi guapísimo, sexy, inteligente, talentoso, paciente y comprensivo novio, quien siempre había sabido que esto ocurriría, razón por la cual me había suplicado que le dejara acompañarme. Pero cabezota de mí, insistí en hacerlo sola. Fui yo quien la había convertido… fui yo quien le había hecho beber el elixir… así que debía ser yo quien se lo explicara. Solo que las cosas no habían salido ni de cerca como esperaba.
—Es como ser un vampiro, ¿no? Pero sin tener que chupar sangre. —Sus ojos chispeantes se clavan con entusiasmo en los míos—. Ah, y sin tener que dormir en un ataúd o esconderme del sol… —La emoción le hace elevar el tono de voz—. Esto es increíble… ¡Como un sueño hecho realidad! ¡Todo lo que siempre he deseado por fin se ha cumplido! ¡Soy una vampira! Una vampira hermosa… ¡sin todos esos asquerosos efectos secundarios!
—No eres una vampira —le digo con voz monótona y apática, mientras me pregunto cómo hemos llegado a este punto—. Los vampiros no existen.
No, no existen los vampiros, ni los hombres lobo, ni los elfos, ni las hadas… Solo los inmortales, cuyas filas se van engrosando a toda velocidad gracias a Roman y a mí.
—¿Y cómo puedes estar segura de eso? —inquiere Haven con las cejas enarcadas.
—Porque Damen lleva en este mundo mucho más tiempo que yo replico—, y jamás se ha encontrado con ninguno… ni con nadie que hubiera conocido a uno. Las leyendas sobre vampiros se deben a la existencia de los inmortales, aunque presentan unas cuantas tergiversaciones: como lo de que los chupasangres no pueden salir a la luz del sol y lo de la alergia al ajo. —Me inclino hacia ella—. Son exaltaciones.
—Interesante. —Asiente con la cabeza, aunque es evidente que sus pensamientos están en otro lugar—. ¿Puedo seguir comiendo magdalenas? —Señala el bizcocho de fresa, cuyo lado mordido ha quedado aplastado contra la caja de cartón, mientras que el otro sigue esponjoso, suplicando que le den un bocado—. ¿O hay alguna otra cosa que se supone que debo… ? —Abre los ojos de par en par, pero antes de darme tiempo a responder da una palmada sobre la mesa y grita—: ¡ Ay, madre mía…! Es ese zumo rojo que Damen y tú siempre bebéis, ¿verdad? Es eso, ¿a que sí? Entonces, ¿a qué esperas? ¡Pásamelo ya y hagámoslo oficial! ¡Me muero de ganas de empezar!
—No lo he traído —replico. Su cara refleja la decepción que siente, así que me apresuro a explicárselo—: Escucha, sé que todo esto parece genial y… en cierto modo lo es, de eso no hay duda. Nunca envejecerás, nunca te saldrán granos ni se te abrirán las puntas, nunca tendrás que hacer ejercicio y tal vez incluso crezcas un poco… ¿quién sabe? Pero también hay otras cosas que necesitas saber… cosas que debo explicarte para que… —Me quedo callada al ver que salta de su silla con un movimiento tan rápido y ágil como el de un felino… otro de los efectos secundarios de la inmortalidad.
Da saltitos sobre uno y otro pie y dice:
—Por favor… ¿Qué es lo que hay que saber? Si puedo saltar más alto, correr más rápido, ser joven para siempre y no morir nunca… ¿Qué otra cosa podría necesitar? A mí me parece que estaré bien durante el resto de la eternidad.
Miro a nuestro alrededor con nerviosismo, decidida a aplacar su entusiasmo antes de que alguna de las dos hagamos una locura… algo que atraiga la clase de atención que no podemos permitirnos.
—Haven, por favor, siéntate. Esto es serio. Tengo que explicarte muchas más cosas —susurro. Son palabras duras que no ejercen el más mínimo efecto en ella. Mi amiga se limita a quedarse de pie delante de mí, sacudiendo la cabeza y negándose a ceder. Está tan embriagada con sus nuevos poderes inmortales que su anterior actitud desafiante se ha tornado agresiva.
—Contigo todo es serio, Ever. Todas… y cada una… de las cosas. Todo lo que dices y haces es mortalmente serio. ¿Me das las llaves del reino y ahora exiges que me quede quieta para que puedas advertirme sobre los peligros del lado oscuro? ¿No te parece una locura? —Pone los ojos en blanco—. Vamos, relájate, ¿quieres? Déjame probar, investigar un poco para ver de qué soy capaz. ¡Te echo una carrera! ¡La primera que llegue a la acera de la biblioteca gana!