Read The Unknown University Online
Authors: Roberto Bolaño
Tags: #Poetry, #General, #Caribbean & Latin American
GENTE QUE SE ALEJA
Cuando considero la corta
duración de mi vida, absorbida en la eternidad precedente y siguiente
—
memoria hospitis unius diei praetereuntis
—, el pequeño
espacio que ocupo e incluso que veo, abismado en la infinita inmensidad de los
espacios que ignoro y que me ignoran, me espanto y me asombro de verme aquí y no
allí, porque no existe ninguna razón de estar aquí y no allí, ahora y no en otro
tiempo.
¿Quién me ha puesto aquí?
¿Por orden y voluntad de quién este lugar y este
tiempo han sido destinados a mí?
PASCAL
PEOPLE WALKING AWAY
When I consider the brief
span of my life absorbed into the eternity which comes before and after
—
memoria hospitis unius diei praetereuntis
— the small space
I occupy and which I see swallowed up in the infinite immensity of spaces of which I
know nothing and which know nothing of me, I take fright and am amazed to see myself
here rather than there: there is no reason for me to be here rather than there, now
rather than then.
Who put me here?
By whose command and act were this place and time
allotted to me?
PASCAL
FACHADA
La vida concluye en el momento en que se la fotografía.
Es casi un
símbolo de Hollywood.
Tara no tenía habitaciones en su interior.
Era sólo una
fachada.
DAVID O.
SELZNICK
El muchacho se acerca a la casa.
Vereda de
alerces.
La Fronda.
Collar de lágrimas.
El amor es una mezcla de sentimentalismo y
sexo (Burroughs).
La mansión sólo es fachada y la desmantelan para instalarla en
Atlanta.
1959.
Todo está viejo.
No es un fenómeno de ahora.
Todo cagado desde hace
mucho tiempo.
Y los españoles imitan tu modo de hablar sudamericano.
Una vereda de
palmeras.
Todo lento y asmático.
Biólogos aburridos contemplan la lluvia desde los
ventanales.
No sirve
cantar con sentimiento.
Querida mía, quienquiera que
seas, dondequiera que estés: ya no hay nada que hacer, las cartas se han jugado y he
visto mi dibujo, ya no es necesario el gesto que nunca llegó.
«Era sólo una
fachada.» El muchacho camina hacia la casa.
FAÇADE
Once photographed, life here is ended.
It is almost symbolic of
Hollywood.
Tara has no rooms inside.
It was just a facade.
DAVID O.
SELZNICK
The kid heads toward the house.
Alley of
larches.
The Fronde.
Necklace of tears.
Love is a mix of sentimentality and sex
(Burroughs).
The mansion is just a façade — dismantled, to be erected in Atlanta.
1959.
Everything looks old.
Not a modern phenomenon.
From a long time back,
everything wrecked.
And the Spaniards imitate your South American way of speaking.
An alley of palms.
Everything slow and asthmatic.
Bored biologists watch the rain
from the windows.
It’s no good
singing with feeling
.
My darling, whoever
you are, wherever you are: it’s too late, the cards have been played and I’ve seen
my picture, I no longer need the gesture that never came.
“It was just a façade.”
The kid walks toward the house.
LA TOTALIDAD DEL VIENTO
Carreteras gemelas tendidas sobre el atardecer cuando todo parece
indicar que la memoria las ambiciones la delicadeza kaputt como el automóvil
alquilado de un turista que penetra sin saberlo en zonas de guerra y ya no vuelve
más al menos no en automóvil hombre que corre a través de carreteras tendidas sobre
una zona que su mente se niega a aceptar como límite punto de convergencia dragón
transparente y las noticias dicen que Sophie Podolski kaputt en Bélgica la niña del
Montfauçon Research Center y los labios dicen «veo camareros de temporada caminando
por una playa desierta a las 8 de la noche gestos lentos grupo barrido por el viento
cargado de arena» .
.
.
«una niña de 11 muy gorda iluminó por un instante la piscina
pública» .
.
.
«¿y a ti también te persigue Colan Yar?» .
.
.
«¿una pradera negra
incrustada en la autopista?» .
.
.
El tipo está sentado en una de las terrazas del
ghetto.
Escribe postales pues su respiración le impide hacer poemas como él
quisiera.
Quiero decir: poemas gratuitos, sin ningún valor añadido.
Sus ojos
retienen una visión de cuerpos desnudos que se mueven con lentitud fuera del mar.
Después sólo resta el vacío.
«Camareros de temporada caminando por la playa» .
.
.
«La luz del atardecer descompone nuestra percepción del viento» .
.
.
«La totalidad
del viento» .
.
.
THE FULLNESS OF THE WIND
Twin highways flung across the evening when everything seems to indicate
that memory ambitions finer feelings are kaput like the rental car of a tourist who
unknowingly ventures into war zones and never returns at least not by car, man who
speeds down highways strung across a zone that his mind refuses to accept as a
barrier vanishing point transparent dragon and in the news Sophie Podolski is kaput
in Belgium the girl from the Montfauçon Research Center and the lips say “I see
waiters hired for the summer walking along a deserted beach at 8 at night slow
movements sandswept group” .
.
.
“for an instant a fat 11-year-old girl lit up the
public pool” .
.
.
“so is Colan Yar after you too?”
.
.
.
“the highway a
black-topped strip of prairie?”
.
.
.
The man sits at one of the cafes in the
ghetto.
He writes postcards because breathing prevents him from writing the poems
he’d like to write.
I mean: free poems, no extra tax.
His eyes retain a vision of
naked bodies coming slowly out of the sea.
Then all that’s left is emptiness.
“Waiters walking along the beach” .
.
.
“The evening light dismantles our sense of
the wind” .
.
.“The fullness of the wind” .
.
.
CUADROS VERDES, ROJOS Y BLANCOS
Ahora él se sube a una marea, la marea es blanca.
Ha tomado un tren en
dirección contraria a la que deseaba.
Sólo él ocupa el compartimento, las cortinas
están descorridas y el atardecer se pega en el vidrio sucio.
El verde oscuro, el
amarillo intenso y un rojo desvaído se abren sobre el cuero negro de los asientos.
Hemos creado un espacio silencioso para que él de alguna manera trabaje.
Enciende un
cigarrillo.
La cajita de los fósforos es sepia.
Sobre la cubierta está dibujado un
hexágono compuesto de doce fósforos.
El título es: jugar con fósforos, y, como
indica un 2 en el ángulo superior izquierdo, éste es el segundo juego de la
colección.
(El juego número 2 se llama «La increíble fuga de triángulos».) Ahora su
atención se detiene en un objeto pálido, al cabo de un rato advierte que es un
cuadrado que empieza a fragmentarse.
Lo que antes reconoció como pantalla se
transforma en marea blanca, palabras blancas, vidrios que finalizan su transparencia
en una albura ciega y permanente.
De improviso un grito concentra su atención.
El
breve sonido le parece como un color tragado por una fisura.
¿Pero qué color?
La
frase «el tren se detuvo en un pueblo del norte» no le deja ver un movimiento de
sombras que se desarrolla en el asiento de enfrente.
Se cubre el rostro con los
dedos lo suficientemente separados como para atisbar cualquier objeto que se le
aproxime.
Busca cigarrillos en los bolsillos de la chaqueta.
Cuando exhala la
primera bocanada piensa que la fidelidad se mueve con la misma rigidez que el tren.
Una nube de humo opalino cubre su rostro.
Piensa que la palabra «rostro» crea sus
propios ojos azules.
Alguien grita.
Observa sus pies fijos en el suelo.
La palabra
«zapatos» jamás levitará.
Suspira, vuelve el rostro hacia la ventana, el campo
parece envuelto por una luz más oscura.
Como la luz de mi cabeza, piensa.
El tren se
desliza junto a un bosque.
En algunas zonas se puede ver la huella de incendios
recientes.
A él no le extraña no ver a ninguna persona a orillas del bosque.
El
jorobadito vive allí, siguiendo un sendero para bicicletas, un kilómetro más
adentro.
Le dije que prefería no escuchar más.
Aquí puedes encontrar conejos y ratas
que parecen ardillas.
El bosque está delimitado limpiamente por la carretera y la
línea de ferrocarril.
En el sector contiguo hay algunos campos de labranza y próximo
a la ciudad un río contaminado en cuyas riberas pueden verse huertos de gitanos y
cementerios de coches.
La carretera corre junto al mar.
El jorobadito abre una lata
de conservas apoyando la mitad de su espalda contra un pino pequeño y podrido.
Alguien gritó en el otro extremo del vagón, posiblemente una mujer, se dijo mientras
apagaba el cigarrillo con la suela del zapato.
La camisa es de cuadros verdes, rojos
y blancos, de manga larga y hecha de algodón.
En la mano izquierda del jorobadito
hay una lata de sardinas con salsa de tomate.
Está comiendo.
Sus ojos escudriñan el
follaje.
Escucha pasar el tren.
GREEN, RED, AND WHITE CHECKS
Now he rises up on a tide, the tide is white.
He has taken a train going
in the wrong direction.
He’s the only one in the compartment, the curtains are open,
and the dusk clings to the dirty glass.
Dark green, intense yellow, and a washed-out
red spread across the black leather.
We’ve created a silent space so that he can
work somehow.
He lights a cigarette.
The box of matches is sepia-colored.
On the lid
is a drawing of a hexagon made of twelve matches.
It’s labeled: playing with
matches, and, as indicated by a 2 in the upper lefthand corner, it’s the second game
in a series.
(Game number 2 is called “The Great Triangle Escape.”) Now his
attention comes to rest on a pale object.
After a while he realizes that it’s a
square that’s beginning to disintegrate.
What he at first imagined was a screen
becomes a white tide, white words, panes whose transparency is replaced by a blind
and permanent whiteness.
Suddenly a shout focuses his attention.
The brief sound is
like a color swallowed by a crack.
But what color?
The phrase “the train stopped in
a northern town” distracts him from a shifting of shadows in the next seat.
He
covers his face with his fingers, spread wide enough so that he can spot any object
coming at him.
He searches for cigarettes in the pockets of his jacket.
With the
first puff, it occurs to him that monogamy moves with the same rigidity as the
train.
A cloud of opaline smoke covers his face.
It occurs to him that the word
“face” creates its own blue eyes.
Someone shouts.
He looks at his feet planted on
the floor.
The word “shoes” will never levitate.
He sighs, turning his face to the
window.
A darker light seems to have settled over the land.
Like the light in my
head, he thinks.
The train is running along the edge of a forest.
In some spots,
traces of recent fires are visible.
He isn’t surprised not to see anyone at the edge
of the forest.
This is where the little hunchback lives, down a bicycle path, a half
mile deeper in.
I told him I’d heard enough.
There are rabbits and rats here that
look like squirrels.
The forest is clearly delineated by the highway and the
railroad tracks.
Right beside it are some tilled fields, and, closer to the city, a
polluted river lined with gypsy gardens and junkyards.
The highway runs along the
sea.
The hunchback opens a can of food, resting his hump against a small, rotted
pine.
Someone shouted at the other end of the car, possibly a woman, he said to
himself as he stubbed the cigarette out against the sole of his shoe.
His shirt is
long-sleeved, cotton, with green, red, and white checks.
There is a can of sardines
in tomato sauce in the hunchback’s left hand.
He’s eating.
His eyes scan the
foliage.
He hears the train go by.