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A pesar de tener esta declaración en sus manos, diez días después la UCI enviaba al juez Del Olmo un informe en el que se afirmaba textualmente que la tarjeta 645 65 84 95 había sido vendida por… Jamal Zougham. En dicho informe, de 30 de marzo de 2004, no se hacía referencia ninguna ni a Rana Kadaji, ni a Abdul Khalek Al Jondi, ni a los hermanos Almallah. Pero es que el 23 de abril de 2004, la UCI repetía la jugada y enviaba al juez un segundo informe donde volvía a atribuir a Jamal Zougham la comercialización de otra de las tarjetas de ese mismo lote, de nuevo sin hacer mención de las personas vinculadas al núcleo duro del 11-M. ¿Dos errores sucesivos?

Conclusiones

Después de leído el sumario, uno no puede menos que sospechar que la utilización de Zougham como cortina de humo no sólo sirvió para obtener unas llamativas detenciones en plena jornada de reflexión, sino también para distraer a la Policía y al juez durante meses, haciéndoles investigar en una dirección que nada tiene que ver con los verdaderos terroristas.

¿Participó Jamal Zougham en los atentados del 11-M? No lo sabemos, pero la lectura del sumario no permite encontrar ninguna prueba sólida de que lo hiciera. Por el contrario, lo que sí aparecen son numerosos intentos de implicarle por cualquier medio, incluso recurriendo a la más descarada falsedad. Y el sentido común nos permite deducir algo muy simple: nadie se toma tanto trabajo en arrojar basura sobre una persona para tratar de incriminarla… a menos que no haya ninguna prueba real que la incrimine.

¿Por qué ese intento de incriminar a Zougham a toda costa? ¿Por qué ese sorprendente interés en convertirle en el malo oficial de esta tenebrosa historia? ¿Tiene quizá que ver con el hecho de que el día en que Zougham sea puesto en libertad por el juez, alguien podría sentir el desagradable impulso de volver la vista atrás y de llamar la atención sobre cómo se dio la vuelta a un resultado electoral deteniendo a cinco personas inocentes en plena jornada de reflexión? Espero que no. Quiero creer que vivo en un país donde nadie sería capaz de mantener encerrado a un inocente sólo para no tener que responder a incómodas preguntas.

Capitulo 8

El transporte de los explosivos

No sabemos todavía, como ya se ha indicado en anteriores capítulos, qué tipo de explosivo se utilizó en los trenes de la muerte. Lo que sí sabemos es que una cantidad indeterminada de dinamita fue transportada desde Asturias a Madrid en los dos primeros meses de 2004, y que esa Goma-2 ECO al menos se corresponde, muy probablemente, con la encontrada en el piso de Leganés.

¿Se empleó esa misma Goma-2 en las mochilas bomba de los trenes? Parece lógico pensar que sí, pero la aparición de restos de explosivo militar en la furgoneta de Alcalá y el informe de Sánchez Manzano donde se apuntaba a la existencia de dos tipos de mochilas bomba (unas con teléfono y otras sin él) nos obligan a dejar la cuestión en suspenso.

El transporte de los explosivos desde Asturias es uno de los episodios mejor documentados en lo que respecta a los preparativos de la masacre, aunque siguen existiendo numerosas preguntas que nadie ha querido o podido responder. Como el lector podrá comprobar, conocemos con una precisión milimétrica mucho de lo que ocurrió en aquel fin de semana del 28 al 29 de febrero de 2004 en que, supuestamente, seis mercenarios marroquíes (cinco de los cuales morirían en Leganés) trasladan a Madrid los explosivos escamoteados en las minas de caolín asturianas.

Los preliminares

El 18 de septiembre de 2003 era robado en Madrid un Toyota Corolla propiedad de Pablo A.T., vehículo que juega, como después veremos, un papel fundamental en toda la trama. En su denuncia ante la Policía, el propietario del vehículo contó que con el coche le robaron también su teléfono móvil, con el que los ladrones realizaron una llamada a Chile. El coche terminaría en manos de Suárez Trashorras, el ex-minero asturiano, que le cambió la matrícula sustituyéndola por la de otro coche del mismo modelo, para evitar ser interceptado en algún control rutinario de la Policía. La nueva matrícula se correspondía con la de otro Toyota Corolla, cuya propietaria responde al nombre de Beatriz H.C. y reside también en Madrid.

Según los informes de la Guardia Civil y los autos del juez, el transporte de los explosivos comenzó el 5 de enero de 2004, fecha en la que Sergio Álvarez Sánchez (alias
Amocachi
) transportaba a Madrid en autobús, por encargo de Trashorras, un primer cargamento de unos 15 kilos, introducido en una bolsa de deportes. El segundo cargamento sería transportado por Antonio Iván Reis Palacios el 19 de enero. En las dos primeras semanas de febrero, se realizarían dos transportes más por el mismo sistema, esta vez a cargo de un menor apodado
El Gitanillo
.

El sistema en todos los casos era el mismo: algún componente del grupo de
El Chino
recogía la bolsa de deportes con los explosivos al llegar el autobús a Madrid.

Las cosas se aceleran

Los explosivos estaban, como vemos, trasladándose a pequeñas tandas desde Asturias a Madrid cuando Emilio Suárez Trashorras y Carmen Toro emprenden su viaje de luna de miel a Tenerife, donde permanecerían del 19 al 26 de febrero en un hotel.

Sin embargo, algo hizo que de repente las cosas se precipitaran o alguien debió de dar la orden de acelerar los preparativos de la matanza, porque los mercenarios y los asturianos deciden abandonar el sistema de transporte utilizado hasta el momento y trasladar a Madrid en coche un cargamento completo. La cuenta atrás había comenzado.

El 21 de febrero, Suárez Trashorras llama a
El Chino
desde una cabina telefónica ubicada en el hotel de Tenerife donde estaba pasando su luna de miel. El 24 de febrero,
El Chino
llama dos veces al móvil de Trashorras; entre ambas llamadas del
Chino
, Carmen Toro efectúa una llamada al inspector de Avilés del que Suárez Trashorras era confidente.

Aquellas conversaciones telefónicas debieron de servir para concertar una cita, porque el 26 de febrero, de vuelta de su luna de miel, Suárez Trashorras y Carmen Toro se reúnen con
El Chino
en la casa de Morata de Tajuña, antes de continuar viaje a Asturias. En esa reunión, Trashorras y
El Chino
debieron de acordar los detalles del transporte que tendría lugar ese fin de semana.

Al día siguiente, ya de vuelta en Asturias, Suárez Trashorras recibe una llamada de
El Chino
, tras lo cual Carmen Toro llama de nuevo al inspector de Avilés.

Estamos en el 27 de febrero.

Relato de un fin de semana

Antes de entrar en el relato de los hechos, recomiendo al lector que haga una cosa: consultar en Internet las hemerotecas de los periódicos digitales, para ver las ediciones correspondientes al 28 y 29 de febrero de 2004.

Si lo hace así, comprobará que aquel fin de semana cayó en España una nevada histórica, que colapsó el País Vasco y el norte de Castilla-León (especialmente Burgos). Miles de conductores quedaron atrapados, el gobierno vasco cerró sus carreteras a la circulación de vehículos pesados y era necesaria la utilización de cadenas en numerosos puertos, entre ellos el del Escudo, que conecta Burgos con Cantabria.

Asimismo, podrá comprobar también cómo en aquel fin de semana ETA envía su propia caravana de la muerte, que sería interceptada por la Guardia Civil en Cañaveras.

El relato de los hechos está basado en los datos de los repetidores telefónicos por los que pasaron los presuntos terroristas, en las listas de llamadas cruzadas, en las declaraciones de algunos de los miembros de la trama asturiana y en las conversaciones telefónicas grabadas a algunos de los mercenarios marroquíes, cuyas comunicaciones estaban intervenidas por orden de un juzgado de Alcalá.

28 de febrero: el viaje a Avilés

A las 12:04 del 28 de febrero, el WV Golf de
El Chino
sale de Madrid hacia Avilés por la autopista A-6. Además de
El Chino
, viajaban en él otros dos de los miembros del comando mercenario de Morata: Mohamed Oulad y Abdenabi Kounjaa.

Los repetidores telefónicos nos indican que pasaron por Las Rozas, por Sanchidrián (Ávila), por Cimanes del Tejar (León) y por Molleda (Asturias). Desde aquí,
El Chino
efectúa una llamada a Suárez Trashorras y poco antes de las cinco de la tarde los tres marroquíes llegaban a Avilés, donde se reúnen con el ex-minero asturiano y confidente policial.

Durante aquella tarde,
El Chino
y sus hombres reconocen la zona, compran tres mochilas, tres linternas y algunos otros artículos en un Carrefour (el
ticket
de compra tiene hora de las 21:26) y se disponen a recoger los explosivos en la mina. A las 21.35, Suárez Trashorras llama a
El Chino
desde una cabina de Avilés y una hora más tarde (22.27) es
El Chino
quien efectúa una llamada a alguien que está en Madrid y a quien la transcripción de las grabaciones sólo identifica por su nombre de pila: Abdul Khalek.

Los marroquíes y
El Gitanillo
(el ayudante de Trashorras) se dirigen con sus mochilas hacia las minas en dos coches (el WV Golf y un Escort) y
El Chino
vuelve a llamar a Abdul Khalek al filo de las once de la noche desde un pueblo denominado Salas. Sin embargo, los miembros del comando de Morata no logran encontrar la mina, y a la 1.53
El Chino
llama a Suárez Trashorras para decirle que se ha perdido.

Madrugada del 29 de febrero: la carga de los explosivos

Después de recibir nuevas indicaciones, los marroquíes se pasan la noche cargando de explosivos el Ford Escort, con las tres mochilas que habían comprado en Carrefour. Hacia las 6 de la mañana, se reúnen con Trashorras en el garaje de éste y trasvasan los explosivos al WV Golf. Después, vuelven a la mina para recoger un segundo cargamento.

Terminado el trasvase del segundo cargamento de dinamita al WV Golf a eso de las 12 de la mañana, los marroquíes le piden a Trashorras que les preste un coche para utilizarlo de lanzadera, por lo que el asturiano les deja el Toyota Corolla robado.

Desde Asturias,
El Chino
llama a otro de los miembros del comando de Morata, Otman El Gnaoui, que está en Madrid, y le dice que recoja a otros dos miembros del grupo en un tercer vehículo y que se venga rápido por la carretera de Bilbao.

29 de febrero: la vuelta a Madrid

Aproximadamente a las 12:30 del 29 de febrero, la caravana de la muerte de los mercenarios emprende la marcha desde Asturias. El coche lanzadera es el Toyota, conducido por
El Chino
; detrás viaja el WV Golf cargado con los explosivos y conducido por Mohamed Oulad. Y aquí viene una de las decisiones más extrañas de los marroquíes. En lugar de volver por la autopista por la que habían venido, deciden internarse en el temporal, yendo por la carretera de la costa hasta Torrelavega (Santander), para torcer allí en dirección a Madrid, atravesando el puerto del Escudo para tomar en Burgos la A-1. ¿Por qué renunciaron a volver por donde habían venido?

En torno a las 2 de la tarde, el segundo grupo de marroquíes, formado por Otman El Gnaoui, Asrih Rifaat y Rachid Oulad emprende la marcha en uno o dos vehículos (este extremo no está claro) para encontrarse con
El Chino
en Burgos. Existe constancia de una llamada a las 14:01 desde el teléfono de Otman al de
El Chino
, en la que uno de los miembros del comando le dice a su jefe que van a ir con el coche de Abdullah y que sólo tienen 20 euros para gasoil.

El Chino
les dice que les verá por el camino y que "
ya les vale
".

Hacia las 3 de la tarde está grabada una de las llamadas más curiosas de todo este trayecto y que permite ver el tipo de actividades a las que se dedicaba en realidad este grupo de marroquíes, a quien nos han querido presentar como un hatajo de fanáticos integristas.

Un tal Anouar llama desde Barcelona a Otman El Gnaoui y los dos hablan de la calidad de la droga que Otman tiene disponible y del precio al que Otman se la puede dejar. ¿Cree el lector que ésta es una conversación lógica para un fanático integrista inmerso en una importante operación de acopio de explosivos?

Tanto
El Chino
, como Otman, como los demás miembros del comando de Morata eran simples delincuentes de poca monta, que igual traficaban con droga que con coches… o transportaban explosivos por encargo. Siempre y cuando los beneficios fueran los adecuados, claro está.

29 de febrero: las multas

A las 15.34, el coche de
El Chino
pasa por el repetidor telefónico de Bricia, en Burgos. En otras palabras: el Toyota y el Golf acababan de atravesar el puerto del Escudo (para el que se recomendaban cadenas) con su carga mortífera de dinamita. A las 16.11, el Toyota pasaba por Quintanarrío, con el WV Golf pisándole los talones, a pocos kilómetros de distancia.

Tres minutos después, a las 16.14, un radar de la Guardia Civil hace una fotografía al Toyota, que circulaba a excesiva velocidad, y los agentes detienen el coche del Chino 600 metros después. Y aquí se produce una concatenación de sucesos inexplicados e inexplicables.

Al detectar que le han hecho la foto,
El Chino
(que actuaba de lanzadera) hace una llamada telefónica para avisar.

Pero, en lugar de llamar al segundo coche, con el fin de que tenga cuidado para que no le paren, a quien llama
El Chino
para avisar de que le acaba de pillar la Guardia Civil es… ¡al confidente policial Suárez Trashorras! ¿Por qué?.

¿Participaba acaso Trashorras en la caravana de la muerte, conduciendo quizá un tercer vehículo? ¿Qué otra razón podría haber para avisar a Trashorras? ¿Quería que Trashorras avisara a alguien?

Todo lo que rodea a esa detención por parte de la Guardia Civil es enormemente extraño. Después de dar el alto a
El Chino
, el agente le pone tres multas sucesivas, para lo cual tarda la friolera de 25 minutos. En ese tiempo, el agente le pide al Chino la documentación y éste exhibe un pasaporte belga a nombre de Yusef Ben Salah, aunque habla en español con el agente. Éste le pide también los papeles del coche y
El Chino
le dice que no los tiene, porque el coche es de un amigo. Es de suponer que el agente llamaría a la central para que se verificara la matrícula y la propiedad del coche, y aquí se produce de nuevo uno de los ya habituales episodios de ocultación que jalonan la investigación del 11-M. Las versiones que se han filtrado a los medios son contradictorias: se ha dicho que esa llamada a la central no se produjo, que sí se produjo pero que el sistema de grabación de llamadas sufrió una avería precisamente ese día, que el sistema de grabación llevaba un mes y medio sin funcionar… El caso es que nadie nos ha querido explicar algo tan sencillo como si el agente llamó o no llamó y por qué dejó seguir su marcha a aquel coche que no tenía papeles y que estaba (según la matrícula) a nombre de una madrileña. Lamento decir al lector que la declaración del agente de la Guardia Civil ante el juez no clarifica estos extremos, porque el juez Del Olmo no le preguntó al agente si había llamado a la central y por qué dejó seguir viaje a aquel Toyota.

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