Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (22 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
8.6Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

La sección de prioridad contenía una copia del mensaje enviado por Streen —lo cual hizo comprender a Luke que nunca había llegado a leerlo—, y un segundo mensaje de Streen fechado un día más tarde. Pero no había ningún mensaje de los veintitantos remitentes que formaban su lista de prioridad..., y eso sí resultaba un poco sorprendente. Luke no había anunciado su decisión de convertirse en un ermitaño a sus amistades, por lo que sólo podía suponer que la noticia habría ido circulando a partir de los pocos que estaban al corriente del aislamiento que se había autoimpuesto.

—Muéstrame el mensaje número uno —dijo.

El rostro de Streen apareció en la pantalla.

—Maestro Luke... —dijo Streen, bajando la cabeza en una inclinación casi imperceptible—. Recibí sus últimas instrucciones concernientes a Erredós y Cetrespeó, pero lamento tener que decirle que hasta el momento no he podido transmitirlas. Quizá se le olvidó que ahora los androides están con Lando Calrissian... Intentaré localizarlos y transmitirles su mensaje.

—Lando —dijo Luke, meneando la cabeza y sintiéndose cada vez más sorprendido—. ¿Y qué demonios pueden estar haciendo los androides con Lando? Muéstrame el mensaje número dos.

El rostro de Streen se desplazó hacia la derecha y su túnica pasó del dorado al rojo óxido.

—Maestro Luke, he intentado ponerme en contacto con Lando Calrissian a través de todos los medios a mi alcance sin obtener ningún resultado —dijo, volviendo a inclinar la cabeza—. No sólo no puedo hacerle llegar un mensaje, sino que no consigo encontrar a nadie que esté dispuesto a admitir que sabe dónde están Calrissian o los androides. Cabe la posibilidad de que eso se deba simplemente a que están en algún punto del hiperespacio, pero me parece que se trata de algo más que eso y probablemente usted sabrá más sobre ello que yo. Me temo que será mejor que se ocupe personalmente de este asunto.

La combinación de los dos mensajes dejó perplejo a Luke, pero no dedicó mucho tiempo o energías a desentrañar el misterio. Al parecer Lando había desaparecido llevándose consigo a los dos androides, probablemente porque los necesitaba para alguno de sus enigmáticos planes secretos. Aparte de eso, cualquier comprensión más profunda del problema tendría que esperar.

En cualquier caso, la misión que había encargado a los androides ya no tenía ninguna razón de ser. Si Luke seguía junto a Akanah, dentro de pocos días dispondría de todas las respuestas que necesitaba.

Después llevó a cabo un rápido repaso mental de la larga lista de fuentes a las que había consultado la última vez, pero ninguna parecía lo suficientemente prometedora para justificar la pérdida de tiempo y las molestias. Lo que realmente deseaba por encima de todo era tener éxito allí donde había fracasado anteriormente y poder obtener el acceso a la base de datos táctica que contenía los resúmenes diarios de situación elaborados por el Alto Mando de la Flota. Pero si quería acceder a esa información, antes tendría que encontrar una conexión de hipercomunicaciones de nivel militar que estuviera considerada como lo suficientemente segura. O quizá...

—Acceso al Almanaque de la Flota —dijo el controlador del sistema.

—Preparado.

—Transmita referencia de la localización actual.

—Estación Taldaak, Utharis.

—Identifique la instalación de la Flota que se encuentre más próxima dentro del sector: centro de adiestramiento, base de aprovisionamiento, astillero de reparaciones, etc.

—Este acceso requiere un código de autorización del nivel azul.

Luke recitó su código.

—Y ahora dame alguna buena noticia.

La única instalación de la Flota de Defensa de la Nueva República existente en Utharis era un minúsculo puesto de escucha y seguimiento. El puesto consistía en un despacho de Taldaak ocupado por tres hombres, un equipo de mantenimiento de cuatro más que pilotaba una patrullera con base en la principal estación geosincrónica del planeta, y un par de complejos sistemas de antenas instalados en órbitas solipolares de cien años.

El oficial de rango más elevado en órbita era un especialista de primera clase, y el de superficie era un teniente recién ascendido que estaba cumpliendo el primer mes de servicio de una rotación que duraría un año.

La continuidad operacional del puesto dependía básicamente de los tres empleados civiles, todos ellos nativos de Utharis.

Y fue con uno de esos civiles con quien Luke se encontró cuando entró en el vestíbulo de seguridad del pequeño silo-cúpula del puesto de escucha y seguimiento, que se encontraba junto a una base de cazas imperiales abandonada que actualmente sólo albergaba algún que otro torrillo de alas negras y unos cuantos roedores. Luke había adaptado su atuendo al estereotipo de los Jedi —capa negra y espada de luz al cinto—, y había permitido que el disfraz de Li Stonn se disolviera mientras atravesaba la compuerta blindada.

—He venido a ver al comandante del puesto —dijo mientras ponía la palma de la mano sobre el sensor.

La joven alzó la mirada hacia él y le contempló con ojos desorbitados por la sorpresa. Los tatuajes de su frente y sus mejillas indicaban que era una seguidora de la Dualidad, un culto tarrackiano tan popular como benévolo fundado sobre los principios gemelos de la alegría y el servir a los demás. La joven bajó la mirada hacia el sensor cuando éste reaccionó con un zumbido, y después volvió a alzarla hacia el rostro de Luke con una expresión de respeto casi infantil en el suyo.

—Usted es Luke Skywalker —dijo.

Luke le dirigió una fugaz sonrisa mientras levantaba la mano del sensor.

—Pero no estoy aquí —dijo.

—Comprendo.

—¿Quién es el oficial de servicio?

—Tomathy... Quiero decir el especialista de primera Manes. El teniente Ekand llegará dentro de dos horas. Pero puedo avisarle para que venga antes...

—No hay ninguna necesidad —dijo Luke—. Hablaré con Manes. ¿Tendría la bondad de dejarme entrar?

—Sí, por supuesto.

La sala de alta seguridad de la instalación justificaba y ocupaba el resto del volumen del silo, que consistía en un suelo lleno de consolas de instrumental, un techo en forma de cúpula situado a quince metros por encima de ellas y dos anillos de pasarelas separados por el espacio suficiente para que los complejos transceptores pudieran caber entre ellos.

—Bajo ahora mismo —dijo una voz desde arriba.

La voz fue seguida por un veloz repiquetear de zapatos que descendieron rápidamente por unos escalones de rejilla metálica.

Luke inspeccionó la instalación mientras esperaba. Lo primero que atrajo su atención fue que el sistema de datos usaba tres androides nemotécnicos de cuerpo negro para las funciones de almacenamiento. Eso significaba que todos los datos de valor, tanto los referentes al personal como los considerados de alto secreto, podían ser sacados del puesto en cuestión de minutos mediante un deslizador de seis plazas o un saltador orbital.

—Oh, vaya —dijo Manes, y los ruidos que producían sus pies se fueron espaciando cada vez más cuando llegó al nivel principal y pudo ver a Luke—. Por toda la galaxia... Esto es... Nos sentimos muy honrados. —Después, y como si acabara de acordarse de cuáles eran sus deberes, se cuadró y le saludó—. Discúlpeme, señor... No sé cuál es su rango y...

—Ya no tengo ningún rango militar—dijo Luke, inclinándose sobre una de las consolas de datos.

—Oh... Comprendo. Pues entonces le confesaré que nunca había visto a un Jedi. Supongo que eso no tiene nada de raro, claro, teniendo en cuenta lo lejos que estamos de Coruscant... No conozco a nadie que haya visto a un Jedi. ¿Existe algún tratamiento especial que deba...?

—Puede llamarme Luke.

—Claro, claro. Muchas gracias. —Manes meneó la cabeza—. Perdone que me haya quedado mirándolo de esa manera. Es mi segundo turno de servicio en este puesto, y durante todo este tiempo usted es la segunda persona que no trabaja aquí que ha entrado por esta puerta. Y que además se trate de usted... —Manes pareció darse cuenta de que prácticamente estaba balbuceando, y cerró la boca con un visible esfuerzo de voluntad—. ¿En qué puedo ayudarle, Luke? —preguntó cuando se hubo calmado un poco.

—Necesito una copia del último informe táctico del Alto Mando.

—Por supuesto. Puede usar el sistema de comunicaciones de mi estación... Está aquí mismo y...

—Necesito que usted obtenga los datos por mí —dijo Luke—. He venido aquí por un asunto muy delicado, y no puedo revelar mi paradero.

—Entendido —dijo Manes—. No hay ningún problema. Recibimos el haz de transmisión dos veces al día, así que me limitaré a recuperar la información del último en llegar.

—Necesito una copia que pueda llevarme conmigo.

Mientras hablaba, Luke extendió una sonda invisible de la Fuerza y asestó un suave empujón mental al especialista.

Los ojos de Manes se nublaron y su mirada pareció perderse en el vacío, pero la desorientación sólo duró un instante.

—Vaya, no sé en qué estaba pensando... —dijo—. Querrá llevarse una copia, claro. Voy a buscar un cuaderno de datos.

—Gracias.

Menos de cinco minutos después, Li Stonn subía a su deslizador alquilado con la tarjeta de datos a buen recaudo. Pero no se fue inmediatamente.

Luke se sentó delante de los controles, envió una sonda mental hacia el puesto de escucha y seguimiento y descubrió que sus dos ocupantes estaban hablando de su visitante sorpresa con una considerable excitación.

El acontecimiento había resultado tan inexplicablemente placentero para los dos que Luke lamentó tener que arrebatarles aquellos recuerdos, pero no le quedaba otra opción. Ya había bloqueado las máquinas de registro automático para evitar que su visita quedara anotada en los archivos.

Comprimiendo un nervio aquí y un vaso sanguíneo allá, Luke provocó un momento de parálisis e inconsciencia y lo aprovechó para borrar los recuerdos de sus mentes.

Akanah todavía no había vuelto al esquife, y el vehículo de remolque del servicio de mantenimiento y reparaciones tampoco se había presentado para reclamarlo. Luke decidió aprovechar la intimidad que le ofrecía la cabina y se encerró en ella para inspeccionar la información registrada en la tarjeta de datos.

La situación en el Cúmulo de Koornacht había sufrido una escalada que parecía haber producido un elevado nivel de precariedad. Fuerzas de la Nueva República se habían enfrentado a una flota yevethana en Doornik-319 mientras intentaban imponer el bloqueo, y docenas de aparatos de reconocimiento de la Flota habían sido destruidos durante una misión de penetración profunda. Cinco grupos de combate de una Quinta Flota expandida habían entrado en el cúmulo, y unidades más pequeñas estaban llevando a cabo una activa búsqueda de los antiguos astilleros imperiales.

Hasta el momento los yevethanos no habían respondido a las intrusiones, pero parecía inevitable que acabaran haciéndolo.

Mas la auténtica fuente de preocupación para Luke surgió con la primera confirmación de que J't'p'tan —mencionado por su nombre de catálogo, FAR202019S— se había visto involucrado en los combates. El aparato de reconocimiento enviado allí había identificado un navío de impulsión yevethano en órbita antes de que sus circuitos fueran calcinados. Además, y aunque la sonda sólo había completado el treinta y cuatro por ciento del examen de superficie previsto, la destrucción de la comuna de los h'kigs, que según las estimaciones estaba formada por trece mil individuos, era considerada como «probable».

Como contrapeso a esa lúgubre perspectiva, al menos en parte, estaba el informe de Doornik-319 según el que los navíos de guerra yevethanos se estaban llevando a un gran número de rehenes de las colonias destruidas.

Si los fallanassis no habían muerto en J't'p'tan, entonces se hallaban prisioneros de los yevethanos a bordo de una de las más de seiscientas naves de la flota de la Liga de Duskhan..., una flota que podía ser enviada en cualquier momento contra las fuerzas de la Nueva República que desafiaban la soberanía de Nil Spaar.

De repente Luke tuvo la extraña impresión de que su viaje a Koornacht parecía estar unido a la crisis que Leía estaba sufriendo en Coruscant..., y además de una manera que no había previsto. Si Luke tenía un papel que jugar en lo que estaba a punto de ocurrir, el flujo de la Corriente señalaba hacia J't'p'tan y no hacia Coruscant. Quizá todo lo que había ocurrido formaba parte de un tapiz más grande que aún no había sido capaz de percibir. Pero incluso careciendo de esa posible nueva comprensión, Luke supo que tenía que seguir adelante y que no podía volverse atrás.

Con su bolsa de viaje y la de Akanah al hombro, Luke usó la calzada móvil para volver a Servicios Camino Estelar, donde las luces y sonidos que emanaban de los hangares le indicaron que algunas de las cuadrillas de mecánicos estaban terminando alguna reparación a base de horas extras en un enérgico intento de conseguir una bonificación. Unos minutos después, Notha Trome despertó de repente y de una manera bastante brusca de la siesta que había estado disfrutando en el suelo de su despacho de encargado.

—La nave de Li Stonn debe gozar de máxima prioridad —dijo en voz alta, como si se tratara de una revelación que le había visitado en sueños.

Un minuto después Notha Trome estaba repitiendo aquella afirmación delante del jefe de mecánicos.

—Quiero la mitad de la bonificación —se limitó a decir el jefe de mecánicos, aceptando el resguardo de ocupación del dique y llamando a la plataforma de remolque con una seña de la mano.

Luke, que estaba inmóvil delante del local, asintió para sí mismo y se sintió lleno de satisfacción. Después giró sobre sus talones y contempló el paisaje nocturno de Taldaak. Ya iba siendo hora de que encontrara a Akanah. Aún no había conseguido entender qué papel jugaba la joven en aquellos acontecimientos, pero la tumultuosa vida de Luke le había enseñado a respetar lo que en principio podía parecer una mera coincidencia. Por primera vez desde que se fue de Coruscant con Akanah, Luke creía que su destino y el de la joven estaban estrechamente unidos, y que fuera cual fuese el misterio que encerraba J't'p'tan estaba aguardándoles a los dos.

Akanah estaba inmóvil en la pasarela con la vista levantada hacia la esbelta curvatura del casco sobre el que estaba escrito el nombre de la nave,
Salto a la Alegría
, en una elegante letra azul. El
Salto a la Alegría
—un Fuego Celestial Twomi de seis plazas que poseía la silueta de un caza y los motores de una nave de carreras, y que había salido de la fábrica hacía apenas un año— era la mejor nave estelar que había en el puerto, por lo menos para los propósitos de Akanah.

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
8.6Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Committed by Sidney Bristol
Casanova in Bolzano by Marai, Sandor
The Twin by Bakker, Gerbrand