Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (30 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
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«Esta vez sí que está virando realmente deprisa... El sistema de propulsión, sea cual sea, vuelve a funcionar al cien por cien.»

—La propulsión... ¡Oh, demonios! No, por favor... No lo intentes —le imploró a la nave—. No después de haber recibido unos impactos como esos...

El Vagabundo no le prestó la más mínima atención. Unos instantes después, con el gruñido rugiente y las violentas sacudidas alcanzando un nuevo y aterrador nivel de intensidad, la nave retorció el espacio real hasta que éste se abrió ante ella y luego se precipitó por la puerta del infinito.

Veintisiete horas después de que hubiera asumido la custodia de los restos qellas, Joi Eicroth fue a la casa que el almirante Drayson tenía en la orilla norte del lago Victoria y le entregó tres tarjetas de datos que contenían la secuencia genética del cadáver.

El rostro de Drayson estaba muy sombrío, y el abrazo con que le dio la bienvenida no tuvo el calor habitual.

—Esperaba que me transmitirías las secuencias en un paquete de alta seguridad. —Se frotó los ojos—. De hecho, esperaba haberlas recibido hace horas.

—Eso fue antes de que descubriéramos lo largas que son esas secuencias. Habría necesitado casi tanto tiempo para codificar y transmitir el informe como el que he empleado en volar hasta aquí —dijo Eicroth, pasando junto a él para entrar en la gran sala—. Y entonces no habría podido volver a verte.

Drayson, con una sonrisa llena de cansancio intentando valerosamente llegar hasta sus labios, la siguió.

—¿Me estás diciendo que has encontrado algo sorprendente?

—Mucho —dijo Eicroth—. ¿A qué especie pertenecía esa criatura, Hiram? Me encantaría saber algo más sobre su etología y su nicho ecológico.

—Tengo a un pequeño equipo de investigación trabajando en esos temas ahora mismo —dijo Drayson—, y espero que pronto podré compartir sus hallazgos contigo. ¿Cuál ha sido la sorpresa? ¿Algo relacionado con la cantidad de material genético?

Eicroth se sentó en un sillón reclinable desde el que se podía contemplar el lago a través de la transparencia de aquel lado de la sala.

—Exactamente —dijo después de haberse sentado—. Esta especie tiene tres tipos distintos de células que contienen material genético, y aún podría haber más. Las células somáticas ordinarias tienen sesenta y dos cromosomas...

—Un número un tanto elevado, ¿no? —preguntó Drayson, tomando asiento sobre un banquito acolchado cerca de ella—. Continúa.

—Sí, desde luego. Pero ésa es la parte más pequeña del conjunto —siguió diciendo Eicroth—. Esta especie también tiene otras dos variedades de material genético almacenadas en dos estructuras distintas localizadas en dos partes distintas de sus cuerpos.

»Las he llamado cápsulas de código porque están encapsuladas dentro de una capa de proteínas sólidas. Hay miles de millones de esas cápsulas en los restos recuperados. Al principio estuve a punto de tomarlas por una infección parasitaria masiva..., y ésa es la razón por la que se me ocurrió echarles un vistazo.

—¿Y como cuánto de grandes son las cápsulas?

—Son grandes. Más o menos del tamaño de los mayores cristales de dióxido de silicio que puedas encontrar en tu playa, de hecho... —dijo Eicroth—. Pero tienen la misma forma ovalada del torso de la criatura. Necesité cinco horas sólo para averiguar cómo extraerlos de sus túbulos y abrirme paso a través de la capa de proteínas sin destruir el contenido..., y el contenido resultó ser material genético prácticamente sólido. —Señaló las tarjetas de datos—. Tu ADN y el mío juntos no llenarían ni una sola de esas tarjetas, y a duras penas si conseguí comprimir el genoma de esa criatura para que cupiera en tres de ellas.

Drayson bajó la mirada hacia los objetos que tenía en la mano.

—¿Esto es una sola copia? Pensaba que habías decidido usar el sistema de triplicar los resultados.

—Es una sola copia. Por lo que he podido ver, casi el cinco por ciento del peso del cuerpo de la criatura es material genético. Eso es algo que carece de precedentes.

—¿Y para qué necesita tanto material genético?

—Buena pregunta —dijo Eicroth—. No lo sé. Lo que sí sé es que ahí hay muchísimo más material genético del que la teoría de la información afirma que se necesita para definir y construir un organismo del tamaño y la complejidad del que me has traído.

—¿Como cuanto de más?

Eicroth entrecerró los ojos mientras reflexionaba en silencio.

—Puede que unas doscientas veces más.

—¿Y qué significa eso?

—No lo sé —replicó Eicroth con un encogimiento de hombros—. No disponemos del contexto. Quizá cuando tu equipo presente sus informes...

—Especula, por favor.

Eicroth frunció el ceño.

—Bueno... Nuestros cromosomas contienen un montón de historia biológica antigua bajo la forma de genes inactivos. Puede que esto sea algo similar, pero que abarque una historia mucho más larga o un sendero evolutivo mucho más tortuoso.

—¿Alguna otra idea?

—Una, y bastante extraña —dijo Eicroth, sonriendo como si quisiera pedirle disculpas por lo que iba a decir—. Quizá se deba a que empecé con la idea de que esas cápsulas de código eran parásitos, pero no paro de preguntarme de qué le sirven al organismo. La capa de proteínas sólo sirve para asegurar que se mantengan inertes. La analogía con el virus resulta tentadora..., de la misma manera que la analogía con las mitocondrias.

—Si tuvieras que emitir una hipótesis...

—Si tuviera que hacerlo, me atrevería a decir que casi parece como si esta especie llevara un catálogo gigante de diagramas genéticos escondido dentro de su cuerpo.

—¿Diagramas? ¿Y qué se podría construir con esos diagramas?

—No lo sé. Hay una especie de parentesco en las secuencias genéticas..., o por lo menos algo que puede ser identificado como tal. Bioquímicamente hablando, habría un parecido familiar.

—¿Qué me dices de la analogía con los fw'sens? —preguntó Drayson—. Creo que sólo se aparean una vez, y que lo hacen antes de haber alcanzado la madurez sexual.

—¿Estás sugiriendo que podrían ser huevos fertilizados conservados dentro del cuerpo? No lo creo. Los túbulos de las cápsulas se encuentran totalmente separados de la anatomía de las células somáticas reproductivas —dijo Eicroth—. Es algo muy extraño, y no voy a fingir que lo entiendo.

Drayson asintió y se puso en pie.

—He de hacer unas cuantas cosas con esto —dijo, alzando las tarjetas de datos—. ¿Te quedarás?

La sonrisa de Eicroth se volvió un poco más luminosa.

—Si mi jefe está dispuesto a esperar un poco más antes de disponer de los resultados de la disección...

—Hablaré con él —dijo Drayson—. Oye, esto me mantendrá ocupado durante un rato antes de que pueda volver a subir aquí. Si no has tenido ocasión de cenar, ¿por qué no te preparas algo?

—¿Cuándo has comido por última vez?

Drayson meneó la cabeza.

—No tengo apetito.

Eicroth le conocía lo suficientemente bien para saber que no debía preguntarle por qué no tenía apetito.

—Veré si puedo encontrar algo para alimentar a dos personas —dijo, cogiéndole la mano y apretándosela suavemente—. Vuelve cuando puedas.

Los circuitos de control remoto quedaron desactivados en cuanto el
Dama Afortunada
salió del hiperespacio.

—Se supone que eso no ha de ocurrir —dijo Pakkpekatt, enseñando los dientes y emitiendo un siseo ahogado.

Pakkpekatt estaba compartiendo la cubierta de vuelo del yate con Bijo Hammax.

—¿Qué es lo que se supone que no ha de ocurrir?

El agente Pleck apareció en la compuerta.

—El procedimiento habitual de las llamadas de baliza hiperespaciales consiste en que la nave que responde avise a la unidad que ha enviado la señal del momento en que va a saltar —explicó—. La baliza envía una señal de referencia local, y la nave va siguiéndola hasta las coordenadas del transmisor. Si la baliza responde enviando una señal de partida inmediata, entonces la nave que ha respondido al mensaje debería volver a saltar al hiperespacio sin perder ni un segundo.

—¿Y qué hacemos aquí cruzados de brazos? —preguntó Hammax—. Quizá nos han tendido una trampa.

—Quiero un barrido de contacto —ordenó Pakkpekatt.

—Enseguida —dijo Hammax, volviéndose hacia las pantallas de su consola—. Ahí fuera hay algo.

—Un análisis más detallado resultaría considerablemente más útil —dijo Pakkpekatt.

—Es grande —dijo Hammax—. Es mucho más grande que nosotros... Oiga, éste no es mi puesto habitual. Pleck, quizá sería mejor que ocupara la posición número dos.

Pleck ocupó el asiento casi en el mismo instante en que Hammax lo dejaba vacío.

—Contacto de nivel primario, tipo tres —dijo, leyendo los datos del tablero.

—Demasiado pequeño —dijo Pakkpekatt.

—El contacto está a dos mil metros de distancia.

—Dos mil... Oh, demonios, pero si estamos casi encima de ese lo que sea —dijo Hammax, volviéndose hacia el visor—. Deberíamos poder verlo con los ojos. Estoy seguro de que ellos sí pueden vernos —añadió, metiendo la mano en un cajón de almacenamiento para coger el controlador del cañón láser.

—El contacto está oscuro y frío, y va a la deriva. No hay ninguna clase de emisión identificadora —dijo Pleck, y después frunció el ceño—. También hay unos cuantos restos esparcidos por esa zona. Hay algo que flota en el espacio y que podría ser un cuerpo.

—¿Nada que pueda ser el Vagabundo?

Pleck meneó la cabeza.

—Si estaba ahí, se ha ido.

—Que el Vagabundo se haya esfumado no significa necesariamente que el general Calrissian se haya esfumado con él —dijo Pakkpekatt—. Iremos a echar un vistazo. Tenga la bondad de activar sus sistemas de registro, agente Taisden.

El
Dama Afortunada
avanzó lentamente hacia los restos del
Gorath
, moviéndose tan cautelosamente como si temiera despertar a los muertos. Cuando estaban a quinientos metros Pakkpekatt ordenó que encendieran los reflectores de proa, y un enorme cadáver metálico apareció repentinamente ante ellos.

—Es un crucero de combate de la clase
Impacto
—dijo Pakkpekatt.

—O lo fue —dijo Hammax—. Está destrozado.

—Esto no encaja con lo que vimos en Gmar Askilon —dijo Pleck mientras estudiaba las lecturas espectrales—. Esos efectos no han sido producidos por el arma que el Vagabundo utilizó contra el
Kauri
y el
D-89
. No encajan con nada de cuanto hay registrado en la base de datos.

—Lo sé —dijo Pakkpekatt.

Su expresión era indescifrable, y siguió siéndolo mientras pilotaba el
Dama Afortunada
en un lento giro alrededor de los restos manteniéndose a una distancia de cien metros de ellos.

Hammax se quitó el casco de seguimiento antes de que el recorrido de exploración hubiera llegado a su fin.

—¿Qué supone que puede haber ocurrido si el transmisor quedó frito? —preguntó, volviéndose hacia el comandante de la nave—. Si Calrissian y su equipo estaban a bordo...

—Necesitamos una confirmación, coronel Hammax, no especulaciones.

—Ése es mi trabajo —dijo Hammax, asintiendo con la cabeza—. Iré a ponerme el traje.

Taisden soltó un repentino gruñido de sorpresa.

—Discúlpenme, pero... Coronel Pakkpekatt, ¿le importaría echar un vistazo a la pantalla de avisos del comunicador?

Pakkpekatt hizo girar su sillón hasta dejarlo nuevamente encarado hacia los controles.

—¿Cuándo ha llegado?

—Ahora mismo —dijo Taisden—. ¿Ése es su código personal de comunicaciones, señor?

—No —dijo Pakkpekatt—. Qué interesante...

—¿Qué pasa? —preguntó Hammax, inclinándose hacia adelante por entre los sillones y apoyando una mano en cada uno de los respaldos.

Taisden señaló la pantalla con un dedo.

—Esa lectura nos avisa de que hay un despacho de la categoría estrella blanca y de naturaleza personal preparado para ser transmitido al coronel en cuanto lo aceptemos.

—Y ese tipo de comunicación sólo puede ser recibido a través de un hipercomunicador dotado de un nivel de seguridad militar —dijo Pakkpekatt.

—Creía que habíamos subido uno a bordo —dijo Hammax.

—Y lo hicimos, pero este mensaje no ha llegado a través de nuestro equipo —dijo Taisden—. Al parecer Calrissian tiene unas cuantas sorpresas más escondidas detrás de los paneles de servicio de esta nave.

—Hay algo más —dijo Pakkpekatt—. Fíjese en el tamaño del mensaje.

Hammax entrecerró los ojos.

—Alguien ha gastado un montón de energía para hacer volar semejante peso.

—Tiene que ser un error. Deberíamos enviar una solicitud de verificación —dijo Taisden—. Habría que confirmar cuál ha sido la estación de origen, el tamaño del paquete y la ruta seguida; o solicitar que lo redirigiesen hacia nuestro propio transductor de hipercomunicaciones.

—Hay una forma más sencilla de satisfacer nuestra curiosidad —dijo Pakkpekatt—. Me gustaría poder disponer de todo el puente durante unos momentos. Coronel Hammax, me ha parecido entender que se disponía a ir a popa...

Hammax asintió.

—Necesitaré entre cinco y diez minutos —dijo, y después giró sobre sus talones y desapareció por la escotilla.

—Voy a hablar con Pleck —dijo Taisden, levantándose de su sillón—. Estaré en la cubierta de observación.

Aunque se había quedado a solas, Pakkpekatt se tapó la mano derecha con la izquierda mientras introducía su código de autorización y activó la modalidad privada del visor mientras leía la transmisión.

CORONEL PAKKPEKATT

asunto: AcnvAcróN del complemento p'w'eck de la bella dama. esperamos

SINCERAMENTE QUE ESTO PRESAGIE LA RESTAURACIÓN DE LAS RELACIONES PACÍFICAS CON EL MUNDO ANFITRIÓN Y LA RECUPERACIÓN DIPLOMÁTICA DE LA EXPEDICIÓN. EL DESPACHO CONTIENE CARTAS DE PRESENTACIÓN ADQUIRIDAS RECIENTEMENTE A UN GRAN COSTO. CONFIAMOS EN QUE LE ABRIRÁN ALGUNAS PUERTAS.

El sello y la marca de agua empleados por Inteligencia de la Flota parecían auténticos, pero el aviso no estaba firmado.

«Los amigos del general Calrissian... —pensó Pakkpekatt—. No deberían saber que estoy a bordo de esta nave, pero lo saben, y todavía están intentando dar con él.»

Pakkpekatt se golpeó suavemente las sienes con las garras de sus pulgares mientras intentaba decidir cuál iba a ser su respuesta. «Esas "cartas de presentación" sólo pueden ser el código genético de los qellas..., justo la clase de ayuda que solicité a través de los canales adecuados y que me fue negada cuando ordenaron regresar a la fuerza expedicionaria.»

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