Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (57 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
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La cubierta de vuelo quedó repentina y momentáneamente inundada por el estallido de luz que acompañó a la brusca desaparición del tercer satélite.

—... llevar a cabo la operación de rescate. Creo que podríamos saltar utilizando el planeta como escudo, pero entonces perderíamos contacto con el navío alienígena. He optado por tratar de mantener el contacto y solicito ayuda inmediata y apoyo para asumir el control del objetivo y recuperar a nuestra gente. —Pakkpekatt hizo una breve pausa, como si estuviera escuchando, y después siguió hablando—. No se molesten en mandar un crucero. Envíen un Destructor Estelar..., o mejor dos. Vamos a necesitar un auténtico peso pesado para detener al Vagabundo.

11

La mañana siguiente a la batalla de N'zoth, el navío de pasaje de la Corporación Kell Plath
Estrella de la Mañana
entró en el sistema y solicitó una cita con el
Intrépido
para recoger pasajeros.

La cita no afectaba directamente a Luke, por lo que no se enteró de la llegada del
Estrella de la Mañana
hasta que Wialu le envió un mensaje pidiéndole que fuera al camarote que había estado compartiendo con Akanah.

Luke encontró a las dos mujeres ordenando el camarote y preparándose para la partida. Akanah le saludó con un impaciente abrazo.

—¿Te has enterado? Nuestra nave estará aquí dentro de una hora.

Luke se volvió hacia Wialu.

—¿Volvéis a J't'p'tan?

—Nos marchamos —dijo Wialu—. Ya va siendo hora de que encontremos un lugar más tranquilo. Necesitamos algo de tiempo para llorar y para curar nuestras heridas..., y para absorber las lecciones de J't'p'tan y encontrar un nuevo foco.

Luke entrecerró los ojos.

—Pero entonces... ¿Y el resto del Círculo? ¿Ya están a bordo?

—J't'p'tan ya no nos necesita —dijo Wialu.

—Y por lo tanto los fallanassis vuelven a desaparecer.

—La atención de quienes no pertenecen al Círculo no es ni necesaria ni deseable —dijo Wialu—, y los últimos acontecimientos ya nos han costado una gran parte de nuestra intimidad. Nos iremos tan lejos como haga falta para poder estar solos, y permaneceremos alejados durante el tiempo necesario para poder recuperar esa intimidad que hemos perdido.

—Bueno, supongo que en realidad no esperaba recibir una invitación para acompañaros —dijo Luke, volviendo la mirada hacia Akanah.

—Ojalá hubiera más tiempo —dijo Akanah, sonriéndole con melancolía—. Desearía poder terminar lo que he empezado. Nunca debí hacerte esa promesa, porque no sabía si me resultaría posible ser fiel a ella. He sido muy injusta contigo, Luke.

—Has sido injusta conmigo —repitió Luke—. Quizá te quedas un poco corta, Akanah. Sí, quizá sí... Porque cuando me hiciste otra promesa, y me refiero a la que me hizo emprender este viaje, ya debías saber que no podrías cumplirla y que si encontrábamos el Círculo me acabaría estrellando contra un muro de silencio. —Luke volvió nuevamente la mirada hacia Wialu—. A menos que me hayáis pedido que venga aquí para algo más que una despedida.

—No puedes pedirle eso, Luke...

—¿Por qué no? —preguntó Luke, y su mirada se endureció de repente—. Se tomó la molestia de esparcir señales e indicaciones por cinco sectores para que una niña pudiera volver al hogar, pero ni siquiera es capaz de ir a abrir la puerta cuando alguien llama a ella. ¿Puedes explicarme eso, por lo menos? ¿Puedes explicarme por qué recibís a Akanah con los brazos abiertos mientras que me rechazáis?

—Akanah pertenece a los fallanassis tanto por la sangre como por la afinidad —dijo Wialu—. Pero tú, Luke Skywalker... No te reclamamos.

—¿Que no me...? ¿Qué estás diciendo? ¿Estás diciendo que Nashira no es mi madre..., que mi madre no formaba parte del Círculo?

Wialu miró a Akanah e inclinó la cabeza.

—Es ella y no yo quien debe darte las respuestas que buscas —dijo después.

Luke parpadeó y miró a Akanah, sintiéndose cada vez más perplejo. Akanah desvió la mirada, visiblemente incómoda, y después se sentó sobre el borde de la litera tan cautelosamente como si ésta pudiera romperse bajo su peso.

—No sé nada sobre tu madre, Luke —dijo por fin con un hilo de voz—, y no te he dicho la verdad sobre la mía.

Las palabras de Akanah hicieron desaparecer todas las emociones de Luke..., salvo la curiosidad.

—¿Qué tiene que ver tu madre con esto?

—Supongo que te acuerdas de lo que te conté. Lo difícil que había sido sobrevivir en la parte invisible de la sociedad de Carratos, y cómo la persona que debía cuidar de mí se fue con mi dinero y me dejó abandonada allí...

—Talsava —dijo Luke—. Sí, lo recuerdo.

Akanah alzó la cabeza y sus ojos se encontraron con los de Luke.

—Todo lo que te dije sobre ella era verdad..., salvo una cosa. Esa mujer se llamaba Isela Talsava Norand, y era mi verdadera madre —murmuró—. Y fue ella quien reveló la existencia del Círculo al Imperio.

Luke se dejó caer sobre una silla sin decir una palabra. Wialu retomó el hilo del relato.

—Después de su traición no podíamos permitir que Isela siguiera formando parte del Círculo —dijo—. No podíamos confiar en ella lo suficiente para permitir que supiera adonde iríamos cuando nos fuéramos de Lucazec. Isela fue expulsada del Círculo antes de que se tomara esa decisión. Pero Akanah no fue expulsada del Círculo... La hubiésemos llevado con nosotros para cuidarla y seguir adiestrándola. Hubiera sido amada.

»Pero Isela rechazó nuestra oferta y se llevó consigo a Akanah. La decisión de Isela nos afectó mucho, y también nos preocupó mucho. Isela estaba castigando a Akanah por su propia trasgresión. El día en que se marchó hubo mucha pena e ira en el Círculo. Y mi pena me impulsó a hacerle una promesa a Akanah... Le prometí que el camino que la llevaría hasta nosotros estaría marcado con toda claridad para que pudiera volver a reunirse con el Círculo cuando fuera lo bastante mayor para poder tomar esa decisión. —Miró a Akanah, y sus labios se curvaron en una sonrisa llena de afecto—. Después transcurrieron muchos años durante los que pensé que nunca volvería a verla.

—Y durante los que yo pensé que nunca saldría de Carratos.

—¿Por qué no lo hiciste? —preguntó Luke.

—Lo que te dije sobre mi vida allí también era verdad. La guerra llegó de repente, y me quedé sola y sin nada —dijo Akanah—. Tuve que aprender a sobrevivir en un mundo regido por reglas distintas, sin tener a nadie que me guiara o me protegiera. Ya he admitido ante Wialu que utilicé de una manera muy equivocada sus enseñanzas para poder sobrevivir, y que cambié hasta volverme igual a quienes tenían lo que yo necesitaba tener para sobrevivir.

Akanah bajó la mirada hacia sus manos y sonrió como si estuviera viendo en ellas un recuerdo muy querido.

—Después ocurrió el milagro de Andras, quien creó un lugar donde podía estar a salvo y me devolvió el amor..., y aunque podría haberme ido de Carratos entonces, no quise hacerlo.

—¿Y por qué me convertiste en una parte de tu marcha cuando por fin te fuiste? —preguntó Luke—. No me necesitabas ni para encontrar a los fallanassis ni para llegar hasta ellos..., aunque intentaste hacerme pensar que así era. Los agentes imperiales de Lucazec... Eran otra mentira, ¿verdad? Nunca hubo nadie que nos persiguiera.

—No —admitió Akanah—. Los agentes nunca existieron. Era una prueba. Tenía que saber quién eras, Luke... Tenía que saber qué podía esperar de ti, y por dónde había que empezar.

—La sangre —recordó Luke.

—Fue un error —dijo Akanah—. Percibí tu sorpresa, y pensé que me había delatado. Nunca había visto lo que ocurre cuando una espada de luz golpea la carne. Tenía que atraer tu atención hacia mí y hacia Nashira, o te habría perdido.

—Hablas de que me habrías perdido, pero sigo preguntándome para qué me necesitabas. Sigo sin entenderlo, Akanah. ¿Qué pretendías obtener con ese engaño?

Akanah, con los ojos llenos de tristeza, movió la cabeza en una lenta negativa.

—No era para mí, Luke. Lo que me diste, lo que esto ha significado para mí... Eso sencillamente ocurrió de una manera totalmente inesperada... No fue algo planeado.

—¿Entonces por qué...?

—Porque te temía —se limitó a responder Akanah.

—No lo entiendo.

—He visto el lado más horrible y oscuro de la guerra, Luke, aquel donde no hay héroes..., y donde sólo hay víctimas. He visto qué es el poder y cómo es utilizado, y qué significa carecer de poder en un mundo donde el poder es lo único que importa. —El terrible peso de sus palabras trajo un eco de melancolía a sus ojos llenos de tristeza—. Tenía diez años cuando los soldados de las tropas de asalto del Emperador conquistaron la mitad de la galaxia. Pasé mi infancia en el paraíso y mi adolescencia en el infierno. Tengo muy buenas razones para temer el poder.

—¿Pensabas que...? ¿Piensas que represento la misma clase de amenaza que representaban el Emperador y los soldados de las tropas de asalto?

—No eres sólo tú —dijo Akanah—. Estás adiestrando a otros para que sigan tu camino. Allí donde antes había uno ahora hay muchos, y habrá muchos más. Tenía que llegar a conocerte. Tenía que ver lo que hay dentro de ti y saber si puede servir de contrapeso al poder que posees... Tenía que averiguar qué parte de lo que me había dado el Círculo podía llegar a darte. No te mentí acerca de mi propósito. Algo se ha perdido, Luke... Una parte de la Luz, una parte de la paz y de la aceptación se han perdido y han dejado un vacío. Intenté ayudarte a encontrarlas.

—Mintiéndome —dijo Luke, y el caos de emociones encontradas que se agitaba dentro de él le obligó a levantarse.

Akanah sonrió con tristeza.

—Como has podido ver, los fallanassis también son capaces de rebajarse a utilizar el engaño cuando lo consideran necesario.

—¿Me estás diciendo que Nashira nunca fue más que una fantasía, un mero reflejo de lo que yo quería que fuese?

—No —dijo Akanah—. Era algo más que eso.

—Akanah... —dijo Wialu en un tono de advertencia.

—¡He de decírselo! —exclamó Akanah en un repentino estallido de ira—. Un secreto se parece demasiado a otra mentira. —Se levantó y dio un paso hacia Luke—. El segundo año de nuestra estancia en Carratos una mujer fue a ver a Isela. Era una fallanassi, pero yo no la conocía: no había estado con el Círculo en Lucazec. Se quedó en nuestra casa durante cinco días, y pasó muchas horas hablando a solas con mi madre.

Akanah se volvió hacia Wialu.

—Creo que esa mujer fue enviada por el Círculo para tratar de persuadir a mi madre de que me dejara ir —siguió diciendo—. Si mi madre hubiera accedido, quizá incluso me habría llevado con ella cuando se fue. Me he preguntado si mi madre consiguió que esa mujer accediera a llegar a otro tipo de acuerdo: una suma de dinero que sería enviada más tarde, quizá, para comprar el billete de una niña y su libertad. ¿Quién iba a esperar que mi madre sería capaz de quedarse con el dinero y dejar abandonada a la niña?

El rostro impasible de Wialu no ofreció ni confirmación ni disculpas.

Después de un largo momento de haberla mirado a los ojos con expresión expectante, Akanah se volvió nuevamente hacia Luke.

—El nombre con el que se conocía a esa mujer dentro del Círculo era Nashira —murmuró—. Era hermosa, y fue muy buena y amable conmigo..., lo suficiente para recordarme todo lo que Isela no era. Me hablaba como si yo realmente le importara, y compartió conmigo todo lo que había en su corazón. Cuando le pregunté por qué hacía todo aquello, me dijo que el Emperador le había arrebatado a sus hijos..., un niño y una niña. Y me dijo que lo único que podía hacer era tratar de amar a los niños que estaban cerca de ella, y esperar que alguien estuviera haciendo lo mismo por sus hijos. Cuando me preguntaste por tu madre, enseguida pensé en la mujer que deseaba que hubiera sido la mía..., y te hablé de Nashira.

—Pero en realidad sólo me estabas hablando de ti y todo eso no tenía nada que ver conmigo —dijo Luke, meneando la cabeza—. Sólo me estabas hablando de tu dolor..., de tus fantasías...

—¿Acaso son tan distintas de las tuyas? —replicó Akanah—. Yo también he visto lo que hay dentro de tu corazón, Luke Skywalker. Pude llegar a engañarte únicamente porque había llegado a conocerte muy bien, y sólo pude engañarte mediante la verdad.

Luke fue retrocediendo lentamente, alejándose de Akanah y yendo hacia la puerta del camarote.

—Basta —dijo—. Ya he oído más que suficiente. No puedo creer en nada de lo que me digas. No puedo creer en nada de lo que ha ocurrido desde que me fui de Coruscant. Hay más verdad en tu silencio que en tus palabras —añadió, señalando a Wialu mientras hablaba, y después la miró fijamente—. Debes de pensar que soy un estúpido, ¿verdad? Sí, eché a correr como un estúpido detrás del fantasma que ella había creado... Gracias por haberme despertado de mi sueño. Te deseo suerte. Vas a necesitarla, si es que quieres apartar a Akanah del camino de Isela y atraerla hacia el tuyo.

Después giró sobre sus talones y salió del camarote, y nunca llegó a ver las lágrimas de Akanah y la sinceridad con que fueron derramadas.

—¿Va a venir él? —preguntó Akanah, que cada vez estaba más nerviosa.

Etahn Ábaht frunció el ceño y volvió la mirada hacia el acceso abierto del otro extremo del hangar de carga.

—Deje que vuelva a hablar con mi gente —dijo, cogiendo su comunicador y alejándose unos pasos del comienzo de la rampa de abordaje.

Akanah miró a Wialu mientras un mozo del
Estrella de la Mañana
cargado con sus bolsas de viaje pasaba por entre ellas para subirlas a bordo.

—He de hablar con él. No puedo irme dejando las cosas así.

—¿Y durante cuánto tiempo nos harás esperar? —preguntó afablemente Wialu—. El daño que has causado...

—Lo sé —dijo Akanah—. Pero he de hacerle comprender que no todo eran mentiras.

—Puede haber una sola estrella de engaño en toda una galaxia llena de estrellas, pero si es la estrella que se encuentra justo delante de ti, entonces no puedes ver nada más..., y si miras fijamente ese engaño, acabarás cegado por él —dijo Wialu—. Hará falta mucho tiempo, Akanah..., y no disponemos de tanto tiempo.

Akanah lanzó una mirada llena de preocupación a Ábaht, que había acabado de hablar por el comunicador y venía hacia ellas.

—Si no podéis esperar, entonces tendré que quedarme.

—No puedes obligar a la corriente a que vaya hacia ti, Akanah —dijo Wialu—. Lo único que puedes hacer es flotar sobre ella y dejar que te lleve donde quiera.

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