Trueno Rojo (22 page)

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Authors: John Varley

BOOK: Trueno Rojo
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En aquel mismo sitio fue donde, una hora más tarde, oí pasos. Me volví y vi a Kelly, ataviada con un traje azul con una blusa a juego y con aire incómodo bajo el sol cegador. Se quitó de una patada los lustrosos zapatos negros de medio tacón que llevaba y a continuación se levantó la falda y, con un movimiento rápido, se bajó las medias rosas y los pantis de color gris oscuro. Todo terminó antes casi de que yo supiera qué había ocurrido. Guardó las cosas en su bolso, se sentó a mi lado, en un extremo del embarcadero y metió los pies en el agua fresca, igual que yo estaba haciendo.

—¿Has cogido algo, Huck?

—¿Podrías repetir eso a cámara lenta? Creo que me he perdido algunas de las partes más interesantes. —Saqué la caña del agua casi por completo. Dos lubinas de grandes dimensiones se debatían al otro extremo. La cogí por allí y solté a los peces. Se quedaron allí flotando un momento, sin saber muy bien si estaban libres, y entonces se alejaron nadando. Nunca los conservo, salvo una vez que Kelly y yo fuimos a pescar. Ni siquiera fui capaz de sacar del agua a una pequeña y flaca perca. Pero tenía que demostrarle a ella que podía pescar. Manny, el poderoso cazador, lleva la carne de mamut a la cueva.

—Bueno. Empieza por el principio, ¿quieres? —dijo.

—Pues Travis me ha llamado... y... no te haces una idea de lo mucho que me distrae que estés ahí sentada, sabiendo que no llevas pantis.

Me miró con incredulidad y resopló.

—Chicos. Es imposible educarlos, es imposible comprenderlos y es imposible vivir sin ellos. O al menos eso es lo que me han dicho. No puedo meter los pies en el agua llevando pantis, Huckleberry. No lo he hecho por ti. —Pero el brillo de sus ojos me decía que sí que lo había hecho por mí, al menos en parte. Y sabía que ella estaba archivando el dato de que aquello me excitaba y que algún día no muy lejano me conduciría a un pequeño escenario preparado especialmente por ella y relacionado con la ausencia de ropa interior.

A veces la vida no es tan dura, ¿verdad?

Al final resultó que no le conté la historia en aquel momento. Kelly había llamado a Alicia, quien a su vez había llamado a Dak, y no tardaron en presentarse en el rancho. Llegaron unos minutos más tarde, se quitaron los zapatos y se sentaron con nosotros. Ni de lejos resultaban tan interesantes de ver como Kelly.

Cuando terminé de contarles lo que había oído en las últimas dos horas, todos guardaron silencio durante un rato. Entonces Dak me miró con una expresión insegura pero esperanzada.

—La parte que más me interesa es la del "nosotros" —dijo—. ¿Estás seguro de que eso fue lo que dijo? ¿"Nosotros"? ¿Tú y yo? ¿No los EEUU ni la NASA?

—Todos nosotros. —Kelly subrayó con fuerza la primera palabra—. O sea, Manny, Alicia, Jubal, Travis, tú y yo. ¿Vale?

—¿Y para qué ibas a querer tú ir a Marte, Kelly? —Dak parecía confundido. La verdad es que yo también lo estaba, pero no era tan tonto como para demostrarlo—. ¿Para venderles BMW a los marcianos?

—Me gustaría ir porque es una aventura —respondió Kelly en voz baja, sin ofenderse—. Esta es una oportunidad que no se presenta dos veces en la vida. Además, tengo que vigilar a Manny. —Me sonrió, haciendo que me sintiera halagado y preocupado al mismo tiempo.

—Lo mismo digo —intervino Alicia con su voz aguda—. Joder... Caray, he montado en todas las atracciones de Disney World, Universal y Florida Adventure. Esto no puede dar más miedo.

Dak nos miró a todos, uno detrás de otro, y entonces asintió.

—Esto es lo que buscaba en Travis desde el primer día, solo que creía que adoptaría la forma de un espaldarazo para ingresar en una buena universidad.

—Vamos a tener que hacer las cosas con cuidado —dijo Kelly. Ya podía ver cómo empezaban a girar los engranajes en el interior de su fabulosa cabeza. Cosas como aquella eran las que la excitaban—. Si todo sale bien, no sabrá cómo, pero un día despertará y se dará cuenta de que ha accedido a llevarnos a Marte.

—No te preocupes, cielo —dijo Alicia con un mohín—. El día que no sea capaz de dirigir a un paleto culo-de-mapache en la dirección en la que quiero ir... ¡ese será un día de frío en el Infierno!

—No creo que Jubal... —empecé a decir.

—No hablo de Jubal, Huckleberry —dijo Alicia. ¿De verdad me parecía tanto a él con los pantalones remangados?—. Estoy hablando de Travis, la personificación del paleto culo-de-mapache. Disculpad el tono peyorativo.

—No te preocupes, cielo —dijo Dak—. Aquí solo estamos nosotros los morenos, este hispano, y la piba blanca.

—¿Piba blanca? ¿Piba blanca? —dijo Kelly—. Tu madre.

—¿Mi madre? Tía, tu madre es tan boba que un día se tropezó con el cable de un teléfono móvil.

—¿Ah, sí? Bueno, pues la tuya es tan fea que una vez que sacó la cabeza por la ventanilla del coche la arrestaron por escándalo público.

—¿Ah, sí? Pues la tuya...

—... está tan gorda que parece que está sacando un Volkswagen de contrabando —dijo Alicia—. Dejadlo ya, chicos.

Yo también estaba de acuerdo. Con lo que Dak siente sobre la ausencia de su madre, uno creería que los chistes de "tu madre" le molestan realmente. Pero Kelly y él han descubierto que aquellas contiendas se les dan realmente bien y son capaces de seguir durante diez minutos sin repetirse.

—No es más que una forma de comunicación creativa, Manny —me dijo Dak en una ocasión—. No tiene que ver con mi madre o con la suya, sino con las palabras. Es poesía callejera, como el rap.

Lo que estaba tan claro como el barro, porque a Dak le gusta tan poco el rap como a su padre, que lo llama la antimúsica, aunque alguna vez ha admitido que dejó de escuchar música nueva el día que murió Marvin Gaye.

Una pequeña nota al pie de Racismo 101: "culo-negro" no significa negro, como asumen muchos yanquis cuando oyen el término. Eso sería un "mapache". Un "culo-negro" es un cajún. Supongo que el término es tan insultante como mapache, pero los cajún no suelen quejarse demasiado por ello.

—Dak, Manny —dijo Kelly—. Sois muy majos, pero dejad que Alicia y yo nos encarguemos de hablar. Pase lo que pase, no preguntéis si podéis ayudar a Jubal a construir una nave espacial para ir a Marte. Tenemos que preparar el terreno primero.

Lo dejé en sus manos con sumo gusto. ¿Quién puede ganarle parloteando a un vendedor de coches? Supongo que lo lleva en los genes, desde que los Strickland recalaron en la bahía a la que le pusieron su nombre y empezaron a vender carruajes.

Las chicas se adelantaron cuchicheando, mientras Dak y yo guardábamos los aperos de pesca donde los había encontrado. Cuando llegamos a la pista de tenis, Kelly no estaba a la vista y Alicia estaba saliendo por la puerta del cobertizo, seguida por un remiso Jubal. De hecho, estoy seguro de que si ella no lo hubiera llevado cogido de la mano, no se habría movido. Pero venía, parecido a un globo gigante de un desfile del Día de Acción de Gracias detrás de la diminuta Alicia.

Entramos en la casa y vimos que Kelly y Travis estaban allí. El coronel tenía las manos en los bolsillos y la mirada clavada en el suelo. Como un niño pequeño.

—Ahora, niños, vais a daros un beso y hacer las paces —dijo Alicia—. Luego nos sentaremos alrededor de la barbacoa y comeremos unas hamburguesas de soja que voy a preparar mientras hablamos de lo que os ha pasado. ¿De acuerdo? ¿Travis? ¿Jubal?

Kelly dio un empujoncito a Travis y los dos primos se acercaron lentamente. Se abrazaron y Travis besó a Jubal en la mejilla y le dio unas palmadas en la espalda.

—Lo siento, Jubal —dijo con voz un poco áspera—. Este asunto me ha afectado más de lo normal, jod... caray. Perdóname.

—No hay nada que perdonar, mon cher. Me he portado como un tonto. Estoy casi seguro de que vi una lágrima en los ojos de Travis. Pero Kelly los cogió a ambos mientras seguían abrazados y se los llevó al patio por las puertas correderas.

Al final resultó que Alicia tenía sentido del humor. Sabía perfectamente el éxito que iban a tener unas hamburguesas de soja con un grupo como el nuestro, así que ni siquiera lo intentó. Encendí la barbacoa. Dak y ella cortaron enormes rodajas de tomates rojos y cebollas moradas, mientras Kelly hacía hamburguesas de cuarto de kilo con las manos y Travis y Jubal ponían la mesa del jardín y sacaban la mostaza picante, los pepinillos y un tarro grande de jalapeños en rodajas. El grado de preparación de las hamburguesas oscilaba entre el "casi cruda" de Travis al "negra y con los bordes crujientes" de Dak y Jubal. No teníamos lechuga, así que Alicia recogió unas hojas de diente de león y trató de conseguir que comprobáramos que estaban deliciosas con la carne. Todos declinamos la oferta, con grados variables de pánico.

Había sido idea de Alicia preparar la comida, dejar que las emociones quedaran bajo control antes de que cruzáramos nuestras armas con Travis. Mientras estaba allí sentado, tratando de salir victorioso en mi batalla con una obra maestra en forma de hamburguesa, me dije que había sido una buena idea.

No me hubiera gustado ser Travis en aquel momento.

Travis tardó un rato en ponerse a la altura de los cálculos de Jubal. A juzgar por sus reacciones, era evidente que no había comprendido que Jubal había pasado de estar preocupado por las posibilidades de la Ares Siete a tener la completa certeza de que se encaminaban a una catástrofe. Siguió las explicaciones de Jubal, mientras este señalaba como un poseso esta o aquella parte de los más de cien gráficos que había traído consigo.

Los demás, cuatro personas que distaban mucho de ser genios de las matemáticas, tratamos al principio de seguir sus explicaciones pero terminamos sentados allí, en las cómodas sillas de jardín de Travis. No creo que la palabra más apropiada sea malhumorados, pero lo cierto es que todos nos sentíamos un poco molestos por el papel marginal que se nos había encomendado en el proyecto de Jubal. ¿En qué demonios habíamos estado pensando? Tenía que haber miles de personas capaces de comprender todo lo que Jubal estaba explicando y que en aquel momento estarían asintiendo con aire grave mientras él sacaba finalmente a la luz los defectos del motor Pie. Miles de personas, ahora me daba cuenta, mucho más cualificadas que nosotros para salir al espacio con Travis y Jubal.

Al final resultó que también hubieran sido más cualificadas que Travis. Se reclinó en su silla y se frotó los ojos. Jubal le trajo un frasco de aspirinas sin necesidad de que se lo pidiera. Travis se tomó cuatro.

—No entiendo casi nada de lo que ha dicho —dijo Travis.

—¡Menos mal! —resolló Alicia—. ¡Empezaba a sentirme muy estúpida!

—Bienvenida al club —dijo Dak—. Jubal, dame una de esas aspirinas.

—Entonces, ¿qué va a pasar, Jubal? —pregunté—. ¿Va a explotar?

—Podría —dijo Jubal mientras mordisqueaba un trozo de su barba—. Supongo que no hicieron todas las pruebas necesarias. Lo más probable es que el motor se apague y se acabó. No volverá a encenderse, no.

Alicia lo miró con el ceño fruncido.

—Bueno, ¿y cuál es el problema entonces? —preguntó—. Pensaba que iba a explotar. ¿No dijiste que iba a explotar, Manny?

—Lo único que sé con seguridad es que Jubal dijo que iban a tener problemas —dije—. Pero, Alicia, si el motor principal no se enciende... caerán hacia Marte a... ¿qué velocidad, Jubal?

—Muy deprisa —dijo este, sacudiendo la cabeza—. Demasiado deprisa, jopé.

Todos quedamos aturdidos momentáneamente por el uso por parte de Jubal de lo que era, desde su punto de vista, una palabrota. Nunca lo habíamos oído antes.

—Como ha dicho, demasiado deprisa —le dije a Alicia—. Pasarán de largo y nadie podrá hacer nada para evitarlo. No pueden frenar y nadie puede alcanzarlos. Seguirán volando hacia las estrellas y llegarán allí dentro de diez mil años.

—Nadie puede detenerlos salvo nosotros —dijo Jubal—. Nosotros tenemos la potencia necesaria para llegar allí. —Miró a Travis—. Tenemos que hacer una nave para llegar hasta allí.

Travis tenía la cara entre las manos. Levantó la mirada. No parecía un hombre feliz.

—La historia se repite —dijo—. Este país nunca ha tenido un auténtico "programa espacial". Lo que hemos tenido ha sido una serie de carreras. El Sputnik Uno salió al espacio en 1957 y nos acojo... nos asustó hasta la médula. Hasta entonces, la parte principal de nuestro programa espacial era algo llamado Proyecto Vanguardia. Dirigido por la Marina, nada menos. En los años 30, la Marina controlaba también el programa aéreo. No sé por qué.

—Para impedir que estuviera en manos de los pilotillos del ejército, he ahí el porqué —dijo Dak.

—¿Lo veis? —Señaló a Dak—. Tu padre era marinero, ¿verdad?

—Cuidado con lo que dices, chico blanco. Mi padre era oficial en la Marina. Posiblemente seguiría siéndolo, de no ser porque hubo una reducción de personal. Y, mira, te doy tu Ejército y trece pavos aquí y ahora. —Con un fuerte golpe, dejó un billete de veinte sobre la mesa.

—Estás alucinando —dijo Travis—. La Marina arruinó todos los aviones que tenían: el Akron, el Macon, el Shenandoah...

—Sería porque tenían pilotos del Ejército. La aviación naval es la mejor...

—Chicos —dijo Kelly—. ¿Podemos volver al tema del que estábamos hablando?

—¿Pero había un tema? —preguntó Alicia.

—Sí —dijo Travis—. Que iba demasiado deprisa y que no estaba preparado todavía. La Marina no logró hacer despegar un solo Vanguard. Así que, como estaba diciendo, el Sputnik Uno asciende a los cielos y empieza a emitir "bip, bip bip", y todos los ciudadanos americanos ven a los ruskies sobrevolando nuestro espacio aéreo y empiezan a preguntar a sus líderes que piensan hacer al respecto.

»Lo que pensaban hacer era darle el proyecto a Werner von Braun, el principal Kraut Nazi que capturamos al final de la guerra. Coge un cohete Júpiter, lo modifica un poco, y noventa días más tarde los americanos tienen un satélite en órbita.

»Y ahí vamos de nuevo con las carreras. El presidente Kennedy dijo que llegaríamos a la Luna en 1969. Todo el mundo sabía que no había tiempo, que era imposible llegar allí tan pronto... sin correr un gran riesgo. Esta es la palabra clave.

»Había dos maneras de llegar a la Luna. La primera, la manera que todo el mundo daba por hecha en los años 40 y 50, era utilizando un sistema modular. Desarrollar una nave parecida al VentureStar, un FOU, un vehículo de fase orbital única. Comenzar a poner material y gente en órbita. Construir una estación espacial. A estas alturas podría ser enorme si hubiéramos empezado en 1958. Luego, construir en órbita la nave que iría a la Luna. Algo parecido al Módulo de Excursión Lunar, en el sentido de que nunca tendría que aterrizar en la Tierra, pero diferente en el sentido de que no se tiraría una vez usado. Regresa a la órbita de la Tierra, reposta combustible y vuelve a la Luna con más gente. Más gente porque en este caso, desde el primer vuelo, habríamos estado en la Luna para quedarnos. Montaríamos unos refugios en el primer vuelo, nos habríamos quedado una semana más o menos. Los módulos lunares empezarían a llevar a cabo viajes regulares de ida y vuelta. En un par de años tendríamos una colonia decente, con unos centenares de habitantes. Hacia 1990 estaríamos enviando gente a Marte, y hacia 2000 a los satélites de Júpiter y Saturno.

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