»¡Matrimonio! Si Josita y Marcos Gaskell estuvieran casados... entonces todo resultaría claro. Como ahora sabemos, Marcos y Josita se casaron hace un año. Guardaban el secreto, de la forma más hermética, hasta que Jefferson muriera. Resultó verdaderamente interesante, ¿saben?, seguir el curso de los acontecimientos... y ver exactamente cómo había salido el plan. Complicado y, sin embargo, sencillo. En primer lugar, la selección de la pobre criatura Pamela, y la forma de abordarla con el cuento cinematográfico. Una prueba cinematográfica... Claro, la pobre criatura no pudo resistir la tentación. No cuando se lo explicaron de una forma tan plausible como supo hacerlo Marcos. Se presenta en el hotel. Él la está esperando. La introduce por la puerta lateral y se la presenta a Josita... ¡una de sus expertas en maquillaje! ¡La pobre criatura! ¡Me da no sé qué cada vez que lo pienso! Sentada en el cuarto de baño de Josita mientras ésta le oxigenaba el cabello, la maquillaba y le esmaltaba las uñas de las manos y de los pies. Durante ese intervalo le fue dada la droga. En una limonada o algo así seguramente. Pierde el conocimiento. Me imagino que la meterían en uno de los cuartos vacíos del otro lado del pasillo...
»Después de cenar, Marcos Gaskell salió en su automóvil, al malecón, según él. Fue entonces cuando llevó el cuerpo de Pamela a la casa, envuelta en uno de los vestidos viejos de Rubi y lo colocó sobre la estera. La niña seguía sin conocimiento, pero no estaba muerta. La estranguló allí con el cinturón del vestido. No es muy agradable, no... pero tengo la confianza de que ella no se daría cuenta de nada. De verdad, de verdad que me siento la mar de contenta al pensar que ese hombre va a morir ahorcado... Eso debe de haber sido poco después de las diez. Luego, volvió a toda marcha y encontró a los demás en el salón donde Rubi Keene,
viva aún
, bailaba su número de exhibición con Raimundo. Supongo que Josita habría dado instrucciones a Rubi de antemano. Rubi estaba acostumbrada a hacer lo que Josita le mandaba. Debía mudarse de ropa, entrar en el cuarto de Josita y aguardar. También a ella la narcotizaron, seguramente con el café que tomó después de cenar, recuerden que estaba bostezando cuando hablaba con Barlett.
»Josita fue luego a «buscarla...»
pero nadie entró en el cuarto de Josita más que la propia Josita
. Probablemente remataría a la muchacha entonces... con una inyección, quizás, o un golpe en la nuca. Bajó, bailó con Raimundo, discutió con los Jefferson dónde podría estar Rubi y, por fin, se retiró a dormir. De madrugada, le puso a Rubi la ropa de Pamela, bajó con el cadáver por la escalera excusada; era una mujer fuerte, hercúlea; se apoderó del coche de Barlett, recorrió las dos millas que hay hasta la cantera, roció el automóvil con gasolina y le prendió fuego. Luego, volvió a pie al hotel, calculando el tiempo, probablemente, para llegar a eso de las ocho o las nueve... ¡haciendo creer que la ansiedad que Rubi le inspiraba la había hecho madrugar!
—Un plan muy complicado —replicó el coronel Melchett, meneando ligeramente la cabeza en señal de aturdimiento.
—No más complicado que los pasos de una danza —respondió la anciana.
—Supongo que no.
—Lo hizo todo concienzudamente —prosiguió la señorita Marple—. Hasta previo la discrepancia de las uñas. Por eso se las arregló para romperle una uña a Rubi con su chal. Servía de excusa para fingir que Rubi se había recortado las uñas.
Dijo Harper:
—Sí, pensó en todo. Y el único indicio verdadero que tenía usted, señorita Marple, eran las uñas roídas de una colegiala.
—Algo más que eso —contestó la anciana—. La gente se empeña en hablar demasiado, Marcos Gaskell habló demasiado. Al mencionar a Rubi dijo que los dientes parecían querérsela escapar hacia la garganta, siendo así que la muerta hallada en la biblioteca de Bantry tenía los dientes torcidos
hacia fuera
.
Conway Jefferson preguntó, ceñudo:
—Y, ¿fue ese desenlace dramático final idea suya, señorita Marple?
La señorita Marple confesó:
—Pues... sí que lo fue en realidad. ¡Es tan agradable tener la
seguridad
! ¿No le parece?
—Seguridad es la palabra —dijo Conway Jefferson.
—Es que —explicó la señorita Marple— en cuanto Josita y Marcos supieran que iba a hacer un nuevo testamento,
tendrían
que hacer algo. Habían cometido ya dos asesinatos por culpa del dinero. Conque tanto les daba cometer el tercero. Marcos, claro está, tenía que poder probar la coartada. Conque marchó a Londres y la preparó comiendo en un restaurante con amigos y yendo después a un
cabaret
. Josita había de encargarse de hacer el trabajo. Seguían queriendo que la muerte de Rubi se achacara a Basilio Blake. Conque era preciso que la muerte del señor Jefferson pareciera debida a un colapso cardiaco. La jeringuilla, según me dice el superintendente, contenía digitalina. Cualquier médico hubiera creído muy natural la muerte por colapso en esas circunstancias. Josita había aflojado una de las bolas de pie del mirador y pensaba dejarla caer después. Se achacaría la muerte al sobresalto producido por el ruido.
Melchett dijo:
—Era ingeniosa esa diablesa.
Preguntó sir Enrique:
—¿Conque la tercera muerte a que usted hizo referencia era la de Conway Jefferson?
La señorita Marple sacudió la cabeza con un gesto negativo.
—Oh, no... Me refiero a Basilio Blake. Le hubieran hecho ahorcar si hubieran podido.
—O hecho encerrar en Broadmoor —dijo sir Enrique.
La señorita Marple, sin inmutarse lo más mínimo, continuó diciendo:
—Era ella la que tuvo siempre el carácter dominante. Y fue ella quien ideó el plan. La ironía del caso es que fue ella quien trajo aquí a la muchacha, sin soñar que pudiera encapricharse de ella el señor Jefferson y echar a perder todas sus propias probabilidades.
Jefferson dijo:
—Pobre criatura... Pobre Rubi...
Entraron Adelaida Jefferson y Hugo McLean. Adelaida parecía casi hermosa aquella noche. Se acercó a Conway Jefferson y posó una mano sobre su hombro. Dijo con voz que pareció quebrarse un poco.
—Quiero decirte una cosa, Jeff. Inmediatamente. Voy a casarme con Hugo.
Conway Jefferson alzó la mirada hacia ella un instante. Dijo con hosquedad:
—Ya iba siendo hora de que te volvieras a casar. Os felicito a los dos. A propósito, Adi: voy a hacer testamento nuevo mañana.
Ella asintió con un movimiento de cabeza.
—Ya lo sé —dijo.
—No sabes nada. Voy a hacerte un donativo de diez mil libras esterlinas. Todo lo demás que poseo irá a parar a Pedrito cuando yo muera. ¿Qué tal te parece eso, muchacha?
—¡Oh, Jeff! —la voz de la mujer se quebró—. ¡Eres
maravilloso
!
—Es un buen chico. Me gustaría verle con frecuencia... durante el tiempo que me queda de vida.
—¡Oh, le verás!
Hugo y Adelaida pasaron juntos a la sala de baile, y Raimundo se acercó a ellos.
Adelaida dijo, precipitadamente:
—He de darle a usted una noticia. Vamos a casarnos.
La sonrisa de Raimundo fue perfecta... una sonrisa valerosa y pensativa.
—Espero —dijo, haciendo caso omiso de Hugo y mirándola a ella de hito en hito— que sea usted muy feliz...
Siguieron su camino, y Raimundo se quedó mirándoles.
"Una mujer buena", dijo para sí. "Una mujer muy agradable. Y hubiera tenido dinero por añadidura. Con lo que me molesté para aprenderme todo ese cuento de los Starr de Devonshire... Bueno, está visto que no estoy de suerte... ¡Baila, caballerito, baila!"
¡Y Raimundo volvió a la sala de baile!
[1]
Slack
significa flojo, perezoso, lento, etc. (N. del T.)
[2]
Rey legendario de África, que se enamoró y casó con una pordiosera. (N. del T.)
[3]
Somerset House es el edificio londinense en que se hallaban instalados, entre otros, los Registros de Nacimientos, Matrimonios y Defunciones. (N. del T.).