Un manual de vida (3 page)

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Authors: Epicteto

BOOK: Un manual de vida
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Amigo mío, considera primero la naturaleza del asunto que emprenderás, y luego examina tu propia naturaleza, para ver si ella es tan fuerte como para llevar ese carga. ¿Quieres correr la maratón, o ser jugador de fútbol? Mira tus brazos, considera tus muslos, examina tu región lumbar, pues no nacimos todos para la misma cosa. ¿Quieres ser filósofo? Piensa si al abrazar tal oficio, ¿podrás comer como los otros, beber como ellos, renunciar como ellos a los placeres? Debes velar, trabajar, apartarte de tus familiares y amigos, soportar el desdén del joven esclavo, las burlas de todos, ser excluido de honores, cargos, magistraturas, en una palabras hasta del menos asunto.

Reflexiona sobre ello: y ve si tu quieres pagar a este precio; la tranquilidad, la libertad, la constancia. Si no, aplícate a otra cosa, y no hagas como los niños, no seas hoy filósofo y mañana político, luego negociante y después ministro. Estas cosas no concuerdan. Es preciso que seas sólo un hombre, y un solo hombre más, o menos lúcido; es preciso que te apliques a lo que tu alma desea, o a lo que tu cuerpo anhela: es preciso que trabajes en adquirir bienes interiores, o bienes exteriores, es decir que es preciso que soportes el carácter de un filósofo, o el de un hombre común. ¿Cuál es tu principio rector?.

30. LUGAR

El deber se mide, en general, por la relaciones en las que encontramos nuestro lugar. ¿Es tu padre? Te ordena atenderle y obedecerle en todo, sufrir sus reprimendas y sus malos tratos. Pero es un mal padre. ¿Y qué?, amigo mío, ¿Es que la naturaleza te unió necesariamente a un buen padre?. No, ella te unió simplemente a un padre. ¿Tu hermano es injusto? Conserva, no obstante, respecto de él, tu rango de hermano, y no mires lo que él hace, sino lo que Tú debes hacer, y el estado en que encuentras tu libertad, mira si haces lo que la naturaleza quiere que hagas. Pues otro no te ofenderá, ni te herirá nunca, si tu no lo deseas, no serás herido sino cuando tu creas serlo. Por este medio entonces, estarás contento siempre de tu vecino, de tu colega, de tu “patrón”, si Tú te acostumbras a tener, estas relaciones, naturales, presentes siempre, ante tus ojos.

31. PIEDAD

Sábete que el principio y el fundamento de las religiones consiste en tener de Dios opiniones rectas y sanas, como de que Él existe y sostiene con Su Amor todo cuanto ha sido creado. Que Él gobierna el mundo, de conformidad con las leyes de lo que existe, con sabiduría y amor. Que Tú estas aquí para descubrirlo y acceder de voluntad y de corazón a las cosas como que de Él provienen. De esta manera no te quejarás nunca de Dios, y no le acusarás de abandonarte, sino que buscaras en las cosas, el designio de Él. Pero estos sentimientos sólo puedes lograrlos renunciando a todo lo que no depende de nosotros y constituyendo como bienes todo lo que de ti depende.

Pues si tomas por “bien” o por “mal”
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alguna cosa que de ti no depende, necesariamente, tus deseos quedarán frustrados y caerás en lo que temes, quejándote entonces y odiando a los que crees causantes de tu malestar. Pues todo animal ha nacido para aborrecer y para huir de lo que le parece malo o dañino y de lo que lo causa, y para amar lo que le parece útil y bueno y lo que lo causa. Es entonces imposible que aquel que cree ser perjudicado por algo se alegre del perjuicio y ame lo que lo causa. He aquí de donde viene el que un hijo llene de reproches e injurias a su padre, cuando su padre no lo hace parte “de lo que son los bienes” . He aquí lo que hizo enemigos irreconciliables a Eteocles y Polinices:
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ellos toman el trono como un gran bien. He aquí lo que hace que el agricultor, el piloto, el comerciante, maldigan a Dios, y he aquí en fin, la causa de las murmuraciones de aquellos que pierden sus mujeres y sus niños. Pues allí donde está lo útil, también está la piedad
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.

Así pues, todo hombre que tiene cuidado de regular sus deseos y sus aversiones según las reglas prescritas, tiene cuidado de nutrir y aumentar su piedad. En sus oraciones y en sus ofrendas, cada uno debe seguir la costumbre de su país, y hacerlo con pureza, sin parsimonias ni negligencias, sin irreverencia, sin mezquindad, ni gastando más de lo que se puede.

32. ADIVINAR

Cuando vas al astrólogo, recuerda que tu ignoras el futuro, y que vas a aprehenderlo. Pero también recuerda, si eres filósofo, que vas a consultar, aquello que de ti depende, pues, de lo que no depende de ti, es desde todo punto necesario que para ti no sea ello, ni un bien ni un mal.

No lleves pues, al ir donde el adivino, inclinación o aversión alguna por ninguna cosa del mundo, tampoco temblarás, sino que estarás persuadido y convencido de que todo lo que te llegare es indiferente y no te atañe, y que, de cualquier naturaleza que eso sea, dependerá de ti el hacer buen uso de ello. Esto, nadie puede impedírtelo.

Ve pues, con confianza, como si fuese a Dios a quien te aproximas, que sea Él de quien recibas algún don. Por demás, cuando se te haya dado algún consejo, recuerda que son los consejeros a quienes Tú, has recurrido, y que son de ellos las ordenes que desobedecerás o no. No se va al astrólogo, tal como lo recomendó Sócrates, más que por aquellos casos en que por ninguna forma de razonamiento, o arte, pudo conocerse lo que se pretende. De modo que, cuando debas compartir algún peligro por un amigo o por la patria, no habrás de consultar al adivino para saber si hay que hacerlo.

Pues si el adivino te declara que la configuración de tu cielo astrológico es malo, que este signo te presagia o la muerte, o heridas, o el exilio; pero la razón opta, a pesar de todas estas cosas, que se debe socorrer al amigo y exponerse por su patria, fíate entonces de un adivino aún más grande que aquel que consultaste, obedece a Apolo Pytio
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, que echó del templo a uno que, pudiendo, no libró a su amigo de un asesinato.

33. SABER HACER

Guarda frecuente silencio, no digas más que las cosas necesarias, y dilas en pocas palabras. Cuando la ocasión lo exija, habla, pero no de cosas triviales y comunes: no hables ni de juegos de fútbol, ni de la lotería, ni de estrellas de cine, ni de bebidas, ni de comer, que son tema de conversación ordinaria. Sobretodo no hables nunca de persona alguna, ni para injuriarla ni para alabarla, ni para hacer comparaciones.

Si pueden entonces, haz caer por tu discurso, la conversación de tus amigos, sobre lo que es decente y conveniente, y si te encuentras con extraños, cállate. No rías, ni mucho, ni frecuente, ni con exceso. Evita, si se puede del todo, el juramento, y si no, según lo permitan las circunstancias.

Evita los convites públicos y de quienes no sean filósofos, pero si has de hacerlo, redobla la atención sobre ti mismo, a fin de no dejarte llevar por los modos y maneras de hacer del vulgar. Sábete que, si alguno, en estos convites, es impuro, aquel quien con él se roce, por limpio que sea, será igualmente impuro.

En lo que respecta al cuerpo, sólo usa lo estrictamente necesario cuando las necesidades del alma lo demanden, por ejemplo; el alimento, el vestido, el techo, la servidumbre. Y excluye lo que lleve a ostentación o molicie. Con respecto a los placeres del amor, abstente, si puedes, antes del matrimonio, y si gustas de ellos, que al menos sea, según la ley. Pero no seas severo con aquellos quienes los usan, no los reprendas ni censures, ni te vanaglories de tu continencia.

Si alguien te hiciere saber que un individuo habla mal de ti, no te defiendas, ni refutes lo que haya dicho, sino que responde: “Aquel que ha dicho aquello de mí, ignora sin duda mis otros defectos, de lo contrario no habría dicho sólo estos.” No es necesario, en absoluto, ir de seguido al cine y a los juegos deportivos. Y, si asistes en alguna ocasión, no te preocupes sino por ti mismo, esto es, quiere sólo que suceda lo que suceda y que venza sólo el vencedor; porque así no tendrás tropiezo. Evita el gritar o burlarte o conmoverte por algo o por alguien. Y una vez te hayas alejado, no hables mucho de lo que has visto, pues esto no serviría para corregir tus errores, ni te tornaría un hombre más honesto; ya que estas largas entrevistas testimonian que sólo el espectáculo ha llamado tu atención.

No vayas ni a los espectáculos, ni a las piezas de teatro, o al menos, no sin motivo. Pero si allí te encuentras, guarda gravedad y compostura, y no muestres desagrado. Cuando debas conversar con alguien, sobretodo con quienes se considera superiores en la ciudad, proponte a ti mismo, la pregunta sobre lo que hubieran hecho en tal ocasión Sócrates o Zenon. Por este medio, no estarás embarazado por hacer lo que es de tu deber y por usar convenientemente lo que ocurra.
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Cuando visites a alguien poderoso, imagínate de antemano que no le encontrarás en casa, o que se negará, o que no se dignará abrirte la puerta, o que no se ocupará de ti. Si, a pesar de esto, deber allí ir, soporta lo que llegue y no te digas “no valía la pena”. Pues es lenguaje de un hombre vulgar, de un hombre sobre el que las cosas exteriores tienen mucho poder.

En las conversaciones ordinarias, evita recordar muy a menudo y sin medida algunos de tus hechos o peligros por los que has pasado. Pues el oír tales cosas, no agrada a los demás, ni a ti mismo el recordarlas. Evita incluso jugar el papel de hazme reír. Uno es inducido por tal vía a deslizarse en el género de aquellos que no son filósofos, y al mismo tiempo esto puede disminuir el respeto que de ti se tiene. Es igualmente peligroso dejarse llevar por discursos obscenos, chistes vulgares, y, cuando te encuentres con tales conversaciones, que no faltan, si la ocasión lo permite, reprende a quien lo inició, o al menos que tu silencio, testimonie, por el rubor de tu frente y por la severidad de tu rostro, que estos modos de conversación no te gustan.

34. IMAGINAR

Si tu imaginación te presenta la imagen de algo voluptuoso, entonces, como siempre, vigila sobre ti, teme ser de ella cautivo. Que esta voluptuosidad espere y dale dilación. Luego, compara los dos momentos, el del goce y el del impedir que siga, y los reproches que te harás a ti mismo, y opón la satisfacción que te proveen estos dos momentos. Si encuentras que es el tiempo para ti de gozar de tal placer, ten cuidado de que su agrado no te venza y no te dejes seducir por el placer, oponle cuánto mejor es tener de ti conciencia del logro de la victoria.

35. EL SABER DEL OTRO

Cuando hagas algo, luego de haber reconocido que es tu deber, no evites ser visto haciéndolo, por malo que sea el juicio que el pueblo pueda de ello hacer. Si la acción es mala, evítala, y si no, ¿por qué temes reproches injustos?

36. OPERACIONES LÓGICAS

Igual que las siguientes proposiciones: “Es de día, es de noche” tienen gran valor cuando están disjuntas, y ninguno con la operación copulativa, así también no tiene valor alguno el querer todo para sí, sin miramiento por los otros. Cuando entonces, comas con otro, recuerda más la calidad de quien te invita, que la calidad de lo que se te servirá, guarda para con tu comensal el debido respeto.

37. LUGAR

Si tomas cualquier rol superior a tus fuerzas, has procedido torpemente, a la vez que desechaste el que habrías representado bien.

38. CEDER

Así como al andar te cuidabas de pisar un clavo o torcerte un pie, procura también de igual modo no dañar la parte maestra de ti mismo, la razón que te conduce
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. Si, así observas, en cada acción de la vida, nos aplicaremos en ella mayor seguridad.

39. POSEER

La medida de las riquezas para cada uno, es el cuerpo, como el pie es la medida del zapato. Si te atienes a esta regla, guardarás siempre la justa medida; pero si no la tienes en cuenta, pierdes; rodaras como en un precipicio donde nada te detiene. Sucede lo mismo con el calzado; si pasas la medida de lo que tu pie requiere, luego tendrás zapatos dorados, y luego querrás de diamantes.

Pues luego de rebasar la medida, no hay límites.

40. MUJERES

Al cumplir los catorce, las mujeres son llamadas, por sus maridos, señoras. Ellas entonces, viendo en ello, que no se les considera sino para el placer que ellas procuran, no sueñan otra cosa que cargarse de artificios y adornos, poniendo sus esperanzas en baratijas. Nada es más útil y necesario que aplicarse en hacerse entender que no se les honrará y no se les respetará sino por su sabiduría, pudor y modestia.

41. EL CUERPO

Un signo cierto de un espíritu incapaz, es el de ocuparse mucho tiempo en el cuidado del cuerpo, así mismo como en el ejercicio, la bebida, el comer y en otras necesidades corporales. Estas cosas no deben ser lo principal, sino lo accesorio de nuestra vida, y es preciso hacerlas como al pasar: toda nuestra aplicación y nuestra atención debe estar puesta en las cosas de nuestro pensamiento.

42. AGRAVIAR

Cuando alguien te maltrate o hable mal de ti, persuádete que él cree a ello estar obligado. No es entonces posible que él se adhiera a lo que a ti te parece, sino a los suyos propios: tal que; si él tiene un parecer erróneo es sólo quien se hiere pues sólo él es quien se equivoca. En efecto, si alguien cree falso un silogismo verdadero, no es el silogismo quien sufre, sino quien en su juicio se ha engañado. Si te sirves bien de esta regla, soportarás pacientemente a quienes de ti mal hable; pues a cada injuria, no dejarás de decir: “él cree tener razón”.

43. LAS ASAS DEL SENTIDO

Cada cosa tiene dos asas: una, por la que es llevadera, la otra, por la que no lo es. Si tu hermano te hace injusticia, no lo tomes por el lado de la injusticia que el te hace, pues es el asa por donde la cosa no es llevadera; pero si lo tomas por el otro lado, por el de que él es tu hermano, un hombre que fue criado y alimentado junto a ti, entonces l o tomarás (el asunto) por el buen lado, el que te lo tornará soportable.

44. ABSURDO

No es razonar con coherencia decir: “Soy más rico que tú, por lo tanto soy mejor que tú; soy más brillante que tú, entonces soy superior a ti”. Para razonar más coherentemente es preciso decir: “Soy más rico que tú pues mis bienes son mayores que los tuyos; soy mas brillante que tú, pues mis discursos tienen mayor valor que los tuyos” Ya que tú no eres, ciertamente, ni riqueza, ni elocución.

45. INTERPRETAR

Si alguien “se baña temprano”. No dices que hace mal al “bañarse tan pronto”
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, sino que él “se baña antes de cierta hora” . Alguien “bebe” mucho vino. No dices que él hace mal en “beber”, sino que el “bebe”. Pues, antes de conocer lo que lo hace “beber”, ¿cómo sabes que hace mal? Así, razonando, de este modo, siempre, no darás cabida a tus fantasías.

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