Wyrm (46 page)

Read Wyrm Online

Authors: Mark Fabi

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

BOOK: Wyrm
7.2Mb size Format: txt, pdf, ePub

»Sin embargo -prosiguió-, la histeria tiene algo más que síntomas. Para algunas personas, también es un tipo de sensibilidad psíquica. No me refiero a la percepción extrasensorial; sólo una sensibilidad especial a la información subliminal. Estas personas son altamente susceptibles a las influencias externas; aunque, en este caso, se trataría en parte de una influencia interna.

—Otra clase de Wyrm.

—Exacto.

—Tengo otra duda -dijo Robin-. El Apocalipsis habla de un plazo de mil años. ¿Porqué no se volvió todo el mundo loco el año 1000?

—Muchos sí que se volvieron -dije-. Incluso hubo gente que fue a Tierra Santa para esperar la Segunda Venida, igual que están haciendo ahora. Existe la leyenda de que toda la población de Islandia se convirtió al cristianismo la medianoche del primero de enero. Probablemente, lo único que impidió que reinase el caos por completo fue que la Iglesia adoptó la postura oficial de que el mundo no se iba a acabar aquel año. Probablemente también ayudó que los números arábigos no fueran de uso general.

—¿Qué tienen que ver los número arábigos?

—Cuandos los utilizas, el año 999 invertido es 666.

—¡Oh! Entonces este año invertido es el 6661.

—Si. Pero insisto en que el factor más importante fue probablemente que la Iglesia ayudó a estabilizar la situación declarando que no había llegado todavía la hora del Apocalipsis.

—¿No están diciendo lo mismo este año?

—Sí, pero hay otro factor: hace mil años, todo el mundo esperaba que pasara algo gordo: signos, portentos, desastres naturales, cualquier cosa. Al parecer, no ocurrió nada. Si no tenemos éxito, es muy posible que se produzcan desastres antinaturales.

Al asintió con expresión muy seria.

—Y esto podría desencadenar una histeria colectiva a una escala nunca vista en la historia humana.

—Mike, ¿has hablado con Marión Oz sobre esto? -preguntó George.

—Me gustaría mucho, pero por alguna razón no devuelve mis llamadas.

Volvieron a reunirse en la cámara que Ragnar había bautizado como la Gran Mazmorra Central. Durante las semanas anteriores, habían realizado varias incursiones en distintos MUD y se apoderaron de diversas clases de tesoros y, de vez en cuando, de alguna pista. Esto les había permitido mejorar sus armas y otros equipos de forma considerable. Zerika había propuesto que se dividieran para cubrir más terreno, pero esto resultó poco práctico cuando descubrieron que era el Fróbnulo de Oro el que les permitía conservar sus poderes especiales cuando entraban en un MUD distinto. Sin él, aunque las galletas mágicas les franqueaban la entrada a otros MUD, tenían que empezar como novatos.

—Todavía no hemos conseguido pistas sobre Eltanin -dijo Tahmurath-. ¿Qué más estamos buscando?

—La espada del padre -respondió Zerika-, aunque no sé lo que significa. Ni siquiera sabemos por qué la espada de Megaera es la espada del hijo. Y el transporte mágico, que podría ser un dispositivo para desplazarnos entre los MUD sin tener que volver aquí.

—Hemos reunido muchas espadas mágicas -comentó Gunnodoyak, examinando lo que parecía una bolsa de palos de golf llena de armas-. Tenemos Narsil. Glamdring, Calad Bolg, Durendal, Naeghng, Blackwand.lyrfing, Stormbringer y Grayswandir. ¿Cómo sabemos que no es una de éstas?

—Cabe la posibilidad, pero lo dudo -dijo Megaera, que había canjeado su abollada coraza por una armadura completa, tocó el pomo de la espada del hijo: habían regresado a BloodMUD para introducir la solución del crucigrama, que se transformó en una enorme espada de empuñadura de cruz. Había una ventanita o cristal en la empuñadura a través de la cual podía verse lo que parecían unas astilla de madera muy antigua.

—Tal vez sea ajenjo -sugirió Ragnar. .

—Recordad que la inscripción de la cripta de Drácula decía que la espada padre es matadora de dragones -dijo Megaera-. No creo que estas espadas sean famosas por haber matado un dragón. La que se acerca más a la descripción es Naegling, que Beowulf utilizó en la batalla contra el dragón de fuego.

—Parece una posibilidad -dijo Ragnar.

—En realidad, no. Naegling se rompió cuando Beowulf golpeó al dragón con ella. Luego el dragón lo mató.

—Lástima.

—¿Nos sirve alguno de los libros? -preguntó Zerika-. Tahmurath, tú tienes la biblioteca.

Tahmurath, que custodiaba los pergaminos, tomos,
grimoires
e incunables, y otros singulares y curiosos volúmenes de saber olvidado que habían adquirido en sus viajes a través del ciberespacio, meneó negativamente la cabeza.

—Los he examinado bastante a fondo, salvo éste -dijo, y levantó un tomo grueso y forrado en piel que estaba marcado con el símbolo del ouroboros.


Ars Magna
-leyó Zerika-. Es el libro que encontramos en la guarida del troll, ¿verdad? ¿Qué quiere decir?

—Parece el nombre de un vino caro -bromeó Ragnar. Tahmurath no le prestó atención.

—Significa el gran arte. Creo que se refiere a la alquimia.

—Tiene sentido -dijo Megaera-. Según Jung, el ouroboros era un importante símbolo alquímico.

—¿Qué dice el libro? -preguntó Gunnodoyak.

—Es una jerigonza incomprensible. Me parece que está codificado.

—Deja que Gunny le eche un vistazo -sugirió Zerika-. Es capaz de resolver cualquier jeroglífico de los periódicos.

—Ya se lo mirará más tarde -dijo Tahmurath-. No tenemos tiempo ahora para dedicarlo a descifrar este código.

—Déjamelo sólo un momento -dijo Gunnodoyak-. Nunca se sabe; podría ser algo tan sencillo como trece con rotación.

Gunnodoyak abrió el libro por el primer capítulo, titulado «Le Narg Etar».

—Veamos: «Xq Lnes Qgne». No parece muy prometedor. Creo que no es trece con rotación. ¡Un momento! Dice: «El Gran Arte».

—¿Un simple código de trasposición? -inquirió Tahmurath, que miraba por encima del hombro de Gunnodoyak.

—Algo aún más sencillo -respondió Gunnodoyak-. Anagramas.

Ragnar se encorvó y dijo:

—Un llobaca, un llobaca, mi norei por un llobaca.

—¿Qué quiere decir eso? -preguntó Megaera, perpleja.

—Está imitando a un actor que siempre interpreta a Shakespeare con anagramas. Es el típico
sketch
de Monty Python.

—No parece un actor muy interesante.

—Hombre, es más interesante que el hombre con tres nalgas.

—Me parece que lo vi en el programa de Oprah Winfrey. Era fascinante. ¿Sabes lo que tiene que hacer para ir al lavabo?

—No, y no quiero saberlo. -dijo Tahmuraht- Mirad, tardaréis un rato en descifrar todos los anagrams de Ars Magna. Le pregunta más apremiante es: ¿adónde vamos ahora?

—Y si le encargamos a un ordenador que lo descifre. -sugirió Ragnar.

—¿Tienes un programa que desafre anagramas?

—No, pero puedo escribirlo.

—¿Cuánto tardarás? -preguntó Tahmurath, escéptico.

—Media hora como máximo. Mirad, el programa tiene que generar un archivo por cada palabra con todas sus permutaciones y luego pasar un corrector ortográfico por los archivos resultantes. Instalaré un corrector de los que venden en las tiendas y alteraré su código para que elimine todas las palabras que no identifique.

—¿Y si encuentra más de una posibilidad para la misma palabra?

—¿Más de una?

—Sí, como Roma, amor, mora, ramo… Estoy seguro de que hay muchos casos como éste.

—Hummm… De acuerdo, haré que el programa agrupe las combinaciones válidas y decidiremos la correcta según el contexto.

—¿Y qué me dices de las palabras largas? -dijo Gunnodoyak-. Una palabra de diez letras tiene más de tres millones de permutaciones; eso es más de diez mil páginas de texto.

—Tienes razón -admitió Ragnar-. Vale, haré que el programa pase por alto las palabras con más de ocho letras. Supongo que podremos descifrar las palabras largas con más facilidad si disponemos del contexto. ¿Cuál es el tamaño de
Ars Magna,
Tahmurath?

—Unos 20 kilobytes.

—Bien, media hora para escribir el programa y unos diez minutos para ejecutarlo.

—Me has convencido -aceptó Tahmurath-. Pero no ahora. No tenemos bastante tiempo de estar conectados a la vez para dedicar cuarenta minutos a esto. Podemos hacerlo más tarde.

—¿Tenemos tiempo para otra cosa? -preguntó Megaera.

—¿Como qué?

—Tengo una cosa que quería darle a Ragnar para ayudarlo con sus improvisaciones musicales.

—Sí, será lo mejor -dijo Tahmurath.

—¿De qué se trata? -inquirió Ragnar-. ¿Un diccionario de rimas?

—Mejor aún: un programa informático que escribe poemas.

—¿Poesía informática? -dijo Ragnar, arrugando la nariz.

—Pues sí. No te hagas el estrecho, necesitarás toda la ayuda posible.

—Cierto. Muy bien, vamos a intentarlo.

Tras unos momentos de preparación, Ragnar rasgó el arpa y empezó a cantar:

Un viejo dragón estaba solo

junto a una fuente seca.

Día y noche lloraba,

habría conmovido a las piedras,

verle retorcer las garras gruñendo

porque no sabía cantar.

Una avispa le oyó llorar,

una avispa con su aguijón.

Lo miró con sus ojos compuestos

y dijo:


Wyrm, ¿por qué lloras?

Amarga fue su respuestas


Porque no sé cantar.

La avispa dijo:
-
Eres una cosa seca

marchita y disecada.

Nunca vi llorar a un ser

sin lágrimas en los ojos

que por mucho que probara

supiera así cantar.

«Mira la grieta de la colina

que marca la nueva primavera:

si llueve bastante del cielo

para crear un riachuelo

podrás saciar toda tu sed

y quizá podrás cantar.

Así aconsejó la avispa

al dragón en primavera.

Lo dejó lanzando al universo

sus gritos desgarrados

e imprecando al cielo sin nubes

porque no podía cantar.

Un ruiseñor vino volando

con plumas suaves y veloces


¡Oh!¿Cuáles tu pesar

que así te hace aullar?

El wyrm contestó temblando


Porque no sé cantar.

El ruiseñor cantó de alegría

y dio una vuelta el aire


Oh Wyrm, sigue mi consejo

y veremos lo que veremos

Ahora mismo, por poca paga

te enseñaré a cantar.

El dragón saltó de dicha.


Oh ave, eres un rey.

Tus palabras curan
desazón

—Vamos, di tu paga y tu
lección

Trae consuelo a mi corazón

y enséñame a cantar.


Mi paga será un pescado,

nuestra meta el tintineo.

Tu voz vibrará sin duda,

desde el susurro al grito.

Ahora toma aliento y entona,

pues así se debe cantar.

El dragón hizo cuanto pudo

por entonar un bello canto.

Tomó aliento (hasta aquí bien)

y exhaló como el maestro,

friéndolo en la rama,

con su fogosa canción.

El dragón suspiró apenado

mientras se zampaba un ala,

y dijo:
-
Qué gran pena

que no cobres tu paga.

Nunca más ya podrás oír

mi bonita canción.

En esta ocasión, el aura que envolvía el arpa de Ragnar creció y se volvió más brillante. Al terminar se fue desvaneciendo poco a poco.

—¿Qué ha ocurrido? -Preguntó Ragnar.- ¿No ha permanecido?

—Permanece -le aseguró Tahmurath-. El aura mágica sigue ahí, aunque es invisible salvo para nosotros, los magos.

—En tal caso, creo que tocaré un bis. ¿Hay alguna petición?

—Sí, ¿puedes ponerte una mordaza? -pidió Tahmurath-. Todavía tenemos que responder la primera pregunta: ¿adónde vamos ahora?

—Tengo una pista -dijo Zerika-. El pergamino decía que estaba en la torre de Abaddon, así que publiqué una pregunta en un par de grupos de Usenet relacionados con los MUD. Recibí una respuesta en la que me contaban que está en un MUD llamado El Mundo de Caín. ¿Está incluido en el libro?

Tahmurath hojeó
El Libro de las Puertas.

—¡Sí! Es aquella puerta del fondo. ¿Vamos?

El grupo cruzó el ciberportal y todos miraron a su alrededor. Se encontraban en un típico callejón oscuro, donde todos los indicios evitan que la gente honrada frecuente ese tipo de lugares.

Un hombre vestido con una capa de color verde oscura estaba rematando una matanza y se volvió hacia ellos. Empuñaba una espada y la negra hoja estaba bañada en sangre. Les sonrió con gesto desafiante.

—¡Hola, novatos! O tal vez debería decir ¡hola y adiós!

Antes de que pudieran contestar, una mujer se acercó desde el otro lado.

—No vas a quedártelos todos para ti, ¿verdad, Chilly? -dijo. Iba vestida con una cota de malla de acero negro y sostenía un hacha de doble filo. Chilly hizo una reverencia.

—Cuantos más seamos, más reiremos, lady Myrellia.

—Esperad un momento -dijo Zerika-. ¿Estamos en un MUD de matar jugadores?

—En vez de contestarte con palabras -dijo el hombre-, me limitaré a demostrártelo…

Se abalanzó sobre Zerika para atravesarla con la espada. Ella se echó a un lado. El hombre insistió en su ataque, pero antes de que pudiera intentar un segundo mandoble, Tahmurath entonó un breve encantamiento. Una nube verde de energía mágica brotó de sus dedos extendidos y rodeó al atacante de Zerika. Cuando se disipó, un tritón de expresión sorprendida ocupaba su lugar.

—Esto le enseñará a tener más respeto a sus superiores -comentó Tahmurath.

Entretanto, Megaera había mantenido un duelo a espada, o más bien a espada y hacha, con la mujer llamada lady Myrellia. El combate parecía bastante equilibrado hasta que intervino Gunnodoyak, que, desde un lado, tocó con la punta de los dedos el tejido blando situado justo debajo de la oreja de Myrellia; está se desplomó como un bulto.

—¿Por qué lo has hecho? -protestó Megaera-. Estaba empezando a ponerme en forma.

En ese momento apareció un grupo de hombres armados. Sus uniformes y porte militar indicaban que representaban a la autoridad local; eso, y que los demás habitantes del callejón huyeron al verlos llegar.

Other books

The Wanderer by Fritz Leiber
Shelter from the Storm by Gill, Elizabeth
Ordinary Heroes by Scott Turow
Camp Rock by Lucy Ruggles
Tracking Time by Leslie Glass