A barlovento (52 page)

Read A barlovento Online

Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: A barlovento
2.98Mb size Format: txt, pdf, ePub

~ A mí también me gustaría saberlo. –Lo pensó un momento–. Bueno, me hubiera gustado.

El avatar frunció el ceño.

~ Lo he comentado con algunos de mis iguales. ¿Quieres que te diga una idea muy fea que se me ha ocurrido?

~ ¿No hay ya suficientes en el mundo?

~ Sin duda. Pero a veces se puede evitar que las ideas feas se conviertan en actos feos exponiéndolas.

~ Si tú lo dices.

~ Uno debería preguntarse siempre quién es el que más gana con esto. Con todo mi respeto, Chel, en este caso, no cuenta.

~ Hay muchos Implicados a los que les gustaría veros sufrir un revés.

~ Puede que alguno lo haga por su cuenta, suelen hacerlo. A la Cultura le han ido muy bien las cosas en los últimos ochocientos años o así. Para los Ancianos eso se pasa en un abrir y cerrar de ojos, pero es mucho tiempo para que un Implicado siga en el juego con tanta determinación como lo hemos hecho nosotros. Pero es posible que nuestro poder haya alcanzado su punto más alto, quizá nos estemos convirtiendo en seres complacientes, incluso decadentes.

~ Esta parece una de esas pausas que tengo que llenar yo. Por cierto, ¿cuánto tiempo tenemos antes de que se prenda la segunda nova?

~ Si estuviéramos en la realidad, medio segundo, más o menos. –El avatar sonrió–. Aquí, muchas vidas. –Apartó la vista y miró la imagen del orbital que pendía en el espacio ante ellos, rotando poco a poco.

»No es imposible que los aliados que han posibilitado todo esto sean, o representen, a un grupo sin escrúpulos de Mentes de la Cultura.

Quilan se quedó mirando a la criatura.

~ ¿Mentes de la Cultura? –preguntó.

~ ¿No es terrible tener que pensar eso? ¿Que los nuestros se vuelvan contra nosotros?

~ ¿Pero porqué?

~ Porque quizá nos estemos ablandando. Por culpa de esa complacencia, de esa decadencia. Porque algunas de nuestras Mentes quizá piensen que necesitamos un poco de sangre y fuego a tiempo, para recordarnos que el universo es un lugar al que no le importa nada y que no tenemos más derecho a disfrutar de nuestro agradable ascendiente que cualquier otro imperio caído y olvidado hace ya mucho tiempo. –El avatar se encogió de hombros–. No pongas esa cara de asustado, Quilan. Podríamos equivocarnos.

El Centro desvió la mirada un momento y luego dijo:

»No ha habido suerte con los agujeros de gusano. –Parecía triste–. Puede que ya nunca lo sepamos. –Se volvió para mirar a Quilan otra vez. Había una expresión de terrible dolor en su rostro–. Has querido morir desde que comprendiste que la habías perdido, desde que te recuperaste de tus heridas, ¿no es cierto, Quilan?

–Sí.

El avatar asintió.

~ Yo también.

Quilan sabía la historia de la gemela y de los mundos que había destruido. Se preguntó, asumiendo que el Centro hubiera dicho la verdad, cuántas vidas de arrepentimiento y dolor por la pérdida se podían vivir en ochocientos años, cuando se podía pensar, experimentar y recordar con la velocidad y facilidad de una Mente.

~ ¿Qué le va a pasar a Chel?

~ Un puñado de individuos, no más, desde luego, puede que paguen con sus vidas. Aparte de eso, nada. –Sacudió la cabeza poco a poco–. No podemos daros esas almas que equilibran la balanza, Quilan. Intentaremos razonar con el Puen-Chelgriano. Para nosotros es un territorio complicado, los sublimados, pero tenemos contactos.

Le sonrió. Quilan vio su propio rostro, amplio y peludo, reflejado en los rasgos delicados de la imagen.

~ Todavía tenemos una deuda con vosotros por el error que cometimos. Haremos todo lo que podamos para compensarlo. Este intento no nos absuelve. Aquí no se ha saldado nada. –El avatar le apretó la mano. Quilan había olvidado que todavía estaban cogidos de la mano–. Lo siento.

~ El pesar parece ser un producto muy común por aquí, ¿no?

~ Creo que la materia prima es la vida, pero por suerte hay otros derivados.

~ ¿No irás a matarte de verdad?

~ A los dos, Quilan.

~ ¿De verdad vas a...?

~ Estoy cansado, Quilan. Hace años, décadas, siglos, que espero que estos recuerdos pierdan su fuerza, pero no lo han hecho. Hay sitios a los que ir, pero o bien no sería yo cuando fuera allí o seguiría siendo yo y por tanto todavía tendría mis recuerdos. Llevo tanto tiempo esperando que disminuyan que me he convertido en ellos y ellos en mí. Nos hemos convertido en uno solo. No hay vuelta atrás que me parezca que merece la pena.

El avatar le sonrió con pesar y le volvió a apretar la mano.

»Lo voy a dejar todo en perfecto estado, funcionando y en buenas manos. Será una transición más o menos tranquila y no va a sufrir ni morir nadie.

~ ¿No te echará de menos la gente?

~ Tendrán otro Centro dentro de nada. Estoy seguro de que también se encariñarán con él. Pero espero que me echen un poco de menos. Espero que piensen bien de mí.

~ ¿Y tú serás feliz?

~ No seré feliz ni infeliz. No seré. Y tú tampoco.

El avatar se giró un poco más hacia él y le tendió la otra mano.

»¿Estás listo, Quilan? ¿Quieres ser mi gemelo en esto?

El chelgriano le cogió la otra mano.

~ Si tú quieres ser mi compañera.

El avatar cerró los ojos.

El tiempo pareció expandirse y explotar alrededor de Quilan.

Su último pensamiento fue que se le había olvidado preguntar qué le había pasado a Huyler.

La luz brilló en el cielo sobre el estadio.

Kabe, perdido en el silencio y la oscuridad, observó la luz de la estrella llamada Junce cuando parpadeó y luego resplandeció bastante cerca de la anterior nova, Portisia, que comenzaba a desvanecerse. La nueva casi ahogó a la antigua.

A su lado, Quilan, que llevaba un rato muy quieto y callado, se desplomó de repente hacia delante en el colchón ondulado y se derrumbó en el suelo antes de que Kabe pudiera cogerlo.

–¿Qué? –oyó chillar a Tersono.

El aplauso estaba comenzando.

El aliento brotó de la boca del chelgriano y luego se quedó muy quieto.

Los ruidos de conmoción y consternación comenzaron a acumularse alrededor de Kabe y (cuando se agachó para intentar revivir a la criatura alienígena muerta) otra luz brillante, muy brillante, resplandeció en el cielo, justo, exactamente encima de sus cabezas.

Llamó al Centro para pedirle ayuda, pero no hubo respuesta.

Espacio, tiempo

[...] miedo y un repentino dolor desgarrador, la enorme cara de pelo blanco llenó de repente su visión; la desesperación, el terror y la ira al verse traicionado cuando despertó e intentó (tarde, demasiado tarde) levantar las manos en un gesto que de todos modos habría sido inútil, y después el golpe seco y feroz cuando las inmensas mandíbulas de la criatura se le clavaron en el cuello, y la agonía de aquel cepo que parecía de acero, el estrangulamiento instantáneo, el corte del suministro de aire, y las sacudidas; el cuello que se partía, el cerebro que vibraba y lo privaba del sentido y la vida...

Algo le raspó el cuello, allá se iba el collar de la tía Silder. Las sacudidas continuaron. Algo fino y roto le azotó apenas el cuello cuando brotó la sangre y le cortaron la respiración. Cabrón, pensó, desmayándose otra vez por culpa de aquella paliza salvaje que lo llevaba de un sitio a otro.

El dolor continuó, desvaneciéndose, mientras lo arrastraban, sujeto por el cuello, por la nave alienígena. Las extremidades le colgaban inertes, desconectadas del cerebro. Era un simple trapo, una marioneta rota. Los pasillos seguían oliendo a fruta podrida. Tenía los ojos pegados por su propia sangre. Nada que hacer, nada que esperar.

Ruidos mecánicos. Después la sensación de que lo tiraban. Una superficie bajo él. Lo soltaron; la cabeza, apenas unida al cuerpo, rodó hacia un lado.

Sonidos de gruñidos, desgarros y cuchilladas, sonidos que pensó que debería conectar con el dolor, con alguna sensación al menos, pero que no significaban nada. Y luego silencio, y oscuridad, y la incapacidad de hacer nada salvo presenciar aquella lenta sensación de irse apagando. Y otro pequeño dolor cerca de la nuca; un pinchazo final, diminuto, como por si acaso, casi cómico.

Había fracasado. No había vuelto. No había advertido a nadie. No se había convertido en el héroe. Se suponía que no tenía que terminar así, con una
muerte solitaria y dolorosa, consciente solo de la traición, el miedo y la desesperanza.

Un siseo. Se desvanecía. Frío. Movimiento; algo lo arañaba, una repentina brisa gélida.

Y luego un silencio absoluto, un frío absoluto y una falta total de gravedad.

Ungen Zlepe, erudito, se sintió engañado al notar que los ojos que tenía pegados por la sangre le impedían verlas estrellas lejanas en su estado puro, en el vacío, al morir.

–Gran
Yoleusenive,
esto es lo que encontraron en el exterior los sirvientes del
Hiarankebine,
seis mil trescientos latidos a popa. Se trajo al interior del mundo para que lo inspeccionara el
Hiarankebine,
que envía estos restos con su aprecio y sus saludos, y con la creencia de que vos podríais añadir a la suma de conocimientos con vuestra venerada evaluación.

–Es posible que esta forma la hubiese conocido aquel al que dirigís vuestros comentarios. Su apariencia trae asociaciones, recuerdos. Son antiguos, no obstante. Comienza ahora un registro en profundidad de nuestra capacidad de almacenaje de archivos en la memoria a largo plazo. Lo que llevará algún tiempo completar. Hablemos un poco más sobre el sujeto que tenemos ante nos mientras tiene lugar el dicho registro.

–Muy bien. Es interesante observar que el análisis del juego de instrucciones celulares de la criatura indica que la forma con la que aparece aquí no es aquella con la que nació en un principio. Aquí se muestra una representación de la forma que tendría según el juego de instrucciones celulares original.

–Esa forma nos fue en otro tiempo conocida, estamos seguros, al igual que esta podría habernos sido conocida en un tiempo. La representación que habéis mostrado aquí corresponde a la forma que es, o era, conocida como humano. Adjuntada al registro profundo de nuestros archivos de memoria que se han mencionado estará la imagen que estáis mostrando aquí. Este registro no ha descubierto nada destacado hasta el momento. Llevará un poco más de tiempo completarla tras adjuntarle la imagen visual de la forma humana.

–Humano. Eso nos resulta interesante, aunque la naturaleza del interés es histórica.

–La criatura en cuestión parece haber acumulado lesiones que no son las que se asociarían con la exposición a las condiciones que prevalecen en el exterior, que es ante todo la falta de medio, una ausencia que por lo común se denomina vacío, y la carencia asociada de toda temperatura, salvo la más insignificante.

–Sí. Se supone que el cuello de la criatura no tiene la apariencia que se puede ver aquí, ya sea en la forma física que se muestra ante nosotros o en la forma que se ha recreado en la imagen visual de la matriz de asignación biológica. De modo similar, parece que le han abierto el torso por la fuerza y para causar lesiones, mientras que estas superficies parecen haber sido laceradas.

–La criatura ha sido mordida, destripada y acuchillada.

–Tales son los actos que se asociarían por lo general con las alteraciones de la fisiología de la criatura.

–¿Qué se sabe de estas lesiones, y en concreto qué se sabe del momento en que se produjeron con respecto a la recuperación del objeto del exterior?

–Se cree que el daño se provocó muy poco antes de que la criatura fuera expulsada del artefacto, medio o recipiente, que habitara antes de la dicha expulsión. Las varias lesiones indican que la criatura se encontraba en un estado no compatible con la continuación de su vida (salvo por una asistencia médica inmediata y altamente capacitada) antes de su expulsión al exterior, donde, como es natural, moriría. El fluido circulatorio ha salido a chorro aquí, aquí y aquí y con posterioridad se ha congelado como resultado de las bajas temperaturas encontradas en el exterior.

–La naturaleza congelada de la criatura tal y como la encontramos aquí es idéntica a la que tenía cuando se encontró en un principio, entonces.

–Así es. La burbuja repelente del medio en la que se puede ver que reside fue colocada antes de su inducción desde el exterior. Solo se han recuperado partículas muy pequeñas de su cuerpo y se han almacenado en condiciones ambiente para permitir el análisis referido a lo que ya hemos comunicado.

–Estos daños pequeños y extendidos de los tejidos indicarían que la criatura contaba al menos con una temperatura parecida a su estado de funcionamiento normal y sano, y es posible que todavía se encontrara con vida cuando fue expulsada al exterior. ¿Podría ser el caso que el
Hiarankebine
estuviera de acuerdo?

–Es el caso.

–Este nivel de daños, en su mayor parte pequeños, indicaría que los restos de la criatura han estado expuestos al exterior durante mucho tiempo; un intervalo que podría ser del orden de una proporción significativa de un Gran Ciclo, aunque no en el orden de muchos de esos intervalos.

–El
Hiarankebine
comparte esa creencia.

–¿Es el caso que se hayan documentado la dirección y velocidad de los restos de la criatura en el momento de su descubrimiento?

–Lo es. Los restos de la criatura estaban estáticos en el exterior según la definición aceptada número tres, a algo menos de la velocidad aproximada de una respiración lenta, a temperatura y presión estándar. Tal vectorial era de una orientación similar a la del mundo, con un margen de un cuarto de reducción.

–El registro profundo que según se dio a entender había comenzado sigue realizándose, pero todavía no ha podido descubrir nada de interés. ¿Qué otros resultados de las partículas que se han colocado en condiciones ambiente se han añadido al depósito de conocimientos?

–Parte del líquido congelado extraído de los bordes de la herida que la criatura sufrió en la región del cuello ha proporcionado información del juego de instrucciones biológicas que tienden a indicar que el agente que infligió la herida fue un individuo de la especie conocida como los Injuriados Menores.

–Qué interesante. Su nombre fue con anterioridad los chelgrianos, o los Chel, antes de que ocurriera la atrocidad que le aconteció al
Sansemin.
¿Hasta qué nivel de refinamiento se llevó a cabo el análisis de la forma humana que se encontró y que según se halló estaba implícita en la criatura que tenemos ante nos?

Other books

State Secrets by Linda Lael Miller
The Plot Against Hip Hop by Nelson George
Lucky Charm by Carly Phillips
Cowboy Protector by Margaret Daley
The Legend of Jesse Smoke by Robert Bausch
The Magdalen Martyrs by Bruen, Ken
Human After All by Connie Bailey
Night After Night by Phil Rickman