Read Adicción Online

Authors: Claudia Gray

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Adicción (16 page)

BOOK: Adicción
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Luego, con la misma rapidez con que había venido, la sensación de mareo se fue. Respirando hondo, miré a mi alrededor, intentando orientarme. El autobús acababa de cruzar el río.

La barrera que los vampiros sentían ante el agua en movimiento, ahora también la sentía yo.

Balthazar me miró con curiosidad y yo me pregunté si no habría percibido mi angustia. Me puse a mirar por la ventana, no queriendo reconocer lo que no estaba preparada para admitir ante mí misma.

Cenamos todos juntos en el restaurante, sentados a la barra. Vic metió las patatas fritas dentro de su hamburguesa, entre la carne y el pan, lo cual nos hizo reír a todos, pero luego descubrimos que sabían bastante bien cuando lo hicimos nosotros. Fue extraño ver a Balthazar comiendo aros de cebolla y bebiendo batido de leche; masticaba lenta y pausadamente, quizá porque tenía que recordarse cómo hacerlo. Pero se las apañó. Nadie más notó nada raro en su modo de comer.

Después Balthazar sugirió que fuéramos a la librería de viejo. Cuando Vic y Raquel se apuntaron, dije con aire despreocupado:

—Os veo luego, ¿vale? Creo que voy a acercarme un momento al cine para saludar a mis padres. Siempre hacen de profesores acompañantes.

Raquel se encogió de hombros.

—Podríamos ir todos al cine.

«Oh, no», pensé, pero esta vez fue Vic quien acudió en mi rescate.

—De ninguna manera. ¿Has visto lo que ponen?
Historias de Filadelfia
. Una versión profundamente misógina de las causas de la infidelidad conyugal.

Raquel parpadeó al oír a Vic utilizando tantas palabras difíciles juntas. Yo estaba dispuesta a defender cualquier película donde saliera mi querido Cary Grant, pero esta vez iba a tener que morderme la lengua.

—Así es. No os gustaría. Me paso por la librería después.

Ellos se fueron y yo me quedé sola. Me puse a andar hacia el cine, solo por si se volvían a mirar, y seguí caminando después de pasar por delante de las parpadeantes luces de la marquesina.

Ya casi había llegado. Los pies empezaron a dolerme debido a los zapatos de tacón, pero, con cada paso que daba, notaba menos el dolor porque me acercaba más a Lucas.

Llegué a la orilla del río en pocos minutos. Allí había casas en vez de tiendas, pero no muchas. Un paseo peatonal discurría junto al río, uno que habían pavimentado mucho tiempo atrás; el hormigón estaba resquebrajado y entre las grietas habían crecido malas hierbas. En algunos puntos, las raíces de los árboles habían levantado el pavimento, lo cual favorecía los traspiés, sobre todo si llevabas zapatos de tacón como yo.

Observé las luces del puente reflejándose en el agua. ¿Por qué me había alterado tanto cruzarlo hoy? Encontrarme tan cerca del agua no me afectaba lo más mínimo. El río estaba bonito, eso era todo.

Entonces oí pasos detrás de mí. «Lucas». Me dio un vuelco el corazón y me volví rápidamente sonriendo, mientras una silueta se acercaba en la oscuridad.

Se me cayó el alma a los pies.

—Hola —dijo Dana emergiendo de las sombras—. Sé que no soy la persona que querrías ver esta noche. Lo siento.

Mi decepción se esfumó, dando paso al miedo.

—Lucas no… Está bien, ¿no?

—Está bien. Está perfectamente. Pero, ahora mismo, su comando está en aislamiento en Boston. Se han dejado rodear por unos vampiros con muy malas pulgas. Tiene que quedarse aislado durante las próximas semanas. No puede salir. Yo estaba en otro sitio, de manera que, cuando me dijeron lo del aislamiento, me pidió que viniera a reunirme contigo. Tenemos que decidir cuándo vais a tener vuestra próxima cita secreta, lo cual, tengo que decírtelo, me hace sentirme un poco cochina. —Aunque intenté reírme de la broma, me salió, en cambio, una especie de sollozo. Dana, incómoda, me dio una palmada en el hombro y dijo—: Oye, oye. Tú sabes que él habría venido si hubiera podido, ¿no?

—Lo sé. Es solo… que tenía muchísimas ganas de verlo esta noche. Pero gracias por venir a decírmelo —dije en un tono forzado. Era mejor recibir la mala noticia enseguida que esperar toda la noche junto al río a que apareciera Lucas. Por muy amable que hubiera sido Dana, ahora quería que se marchara para poder llorar a solas.

—De nada. —Dana dejó de sonreír y se irguió. En ese instante, viéndola adoptar una postura vigilante y lista para el combate, percibí la guerrera que había en ella—. Viene alguien. ¿Estás segura de que esta vez no ha venido ningún vampiro?

—Solo uno, y no es peligroso. —Dana me lanzó una mirada que claramente significaba «¿Estás chiflada?». Yo seguí hablando como si no hubiera dicho nada sobre vampiros amistosos—. O es alguien de Riverton o es un alumno, así que actuemos con naturalidad.

—Exacto.

Pero era yo quien iba a tener dificultades para actuar con naturalidad, porque la persona que venía por el paseo era Raquel.

—¡Hola! —dije alegremente—. ¡Creía que estabas en la librería!

—Me aburría. —Raquel sonrió—. Me he escabullido.

«Genial —pensé—. El pobre Balthazar va a pasarse el resto de la noche buscándola por toda la ciudad».

—¿Y tú? Creía que ibas al cine a saludar a tus padres. —Miró a Dana con recelo.

Pero Dana sonrió y le ofreció la mano.

—Dana Tryon. Me alegro de conocerte. Soy una vieja amiga de Bianca y nos hemos encontrado en la calle. Vaya casualidad, ¿no?

—Ah, vale. —Raquel le estrechó la mano—. ¿Naciste donde Bianca?

—Fuimos juntas al colegio en Arrowwood —me apresuré a decir, agradeciendo la rapidez mental de Dana—. Sí, éramos inseparables. Por eso, al verla, he pasado de ir al cine.

Raquel sonrió, tragándose la historia.

—Guay. ¿Estáis dando un paseo?

—Básicamente, sí. —Al parecer, Raquel quería quedarse con nosotras. ¿Cómo íbamos a fingir una gran amistad? Solo nos habíamos visto dos veces.

Dana no pareció preocupada.

—De hecho, iba a comer algo. Bianca iba a acompañarme. ¿Quieres venirte?

—Bueno… acabo de comer… —Para mi sorpresa, vi que Raquel quería venir. La alegre personalidad de Dana la había seducido—. Pero me he saltado el postre. La tarta parecía bastante buena.

—¡Tarta! —Dana se rió alegremente—. ¿A quién no le gusta la tarta? Hecho.

La conversación fluyó durante toda la noche y nadie habría adivinado jamás que Dana y yo apenas nos conocíamos. Desde luego, Raquel no lo hizo, principalmente porque nos centramos en ella, preguntándole por sus proyectos artísticos, su monopatín y todo lo demás. Cuando la conversación se desviaba de los intereses de Raquel, Dana se ponía a hacerme preguntas absurdas sobre la historia que supuestamente compartíamos:

—¿Qué hace Hubert? ¡Dios mío, cómo tonteabais cuando erais críos! ¿De veras que nunca te importó que llevara aquellas gafas de culo de vaso? ¿Ni ir con él a aquellas conferencias tan aburridas?

—Oh, ya sabes —farfullé yo—. Antes era una intelectual.

—No lo dirías nunca si hubieras visto al tío con el que salió el año pasado —dijo Raquel.

—Me lo imagino. —Dana sonrió satisfecha. Supe que no podría resistirse a tomarle el pelo a Lucas con aquello.

—¿Y tú qué, Dana? —intervine yo—. ¿Sigues coleccionando muñecas recortables? Tenías un montón cuando me mudé.

Cuando Raquel se puso a reír, Dana me lanzó una mirada asesina, pero se estaba riendo.

—Creo que ya lo he superado.

Más o menos a mitad de la cena, Raquel se disculpó para ir al baño. En cuanto no pudo oírnos, Dana dijo:

—Entonces, tú y Lucas. ¿Dónde y cuándo?

—Es mejor que volvamos a quedar aquí, en Riverton, delante del cine, por ejemplo. Digamos que el sábado después del día de Acción de Gracias, a las ocho de la tarde. —Seguro que, para entonces, Balthazar ya tendría permiso para sacarme del campus—. Lucas ya no estará en aislamiento, ¿no?

—Eso espero. —Dana sonrió—. Ahora ya he contribuido a la felicidad de la parejita, me siento una mujer decente.

—¿Decente? ¿Por qué no te creo?

—Porque eres más lista que eso, por eso.

Entre fingir que Dana y yo éramos amigas de toda la vida y reírme de sus bromas, no tuve tiempo para disgustarme demasiado por no haber visto a Lucas. La tristeza no me invadió hasta después, cuando volvimos a subirnos al autobús. Balthazar me miró con expresión interrogativa, queriendo saber si él y Lucas tenían un pacto; tuve que encogerme de hombros con disimulo y negar con la cabeza. Él pareció comprender que el encuentro no se había producido, pero no tuvimos ocasión de hablar de ello. Una vez más, nos vimos obligados a agarrarnos el uno al otro cuando el autobús cruzó el río.

Esa noche, a la hora de acostarnos, Raquel estaba más contenta de lo que la había visto en todo aquel curso. Dana podía poner de buen humor a casi todo el mundo. En cambio, yo tenía la sensación de haber dejado una parte de mí junto a ese río, esperando a Lucas. Cerré los ojos con fuerza, intentando conciliar el sueño. Cuanto antes terminara aquel día, antes podría dejar de pensar en que debería haberlo visto. Y antes podría empezar a pensar en que pronto estaríamos juntos. Así era como tenía que planteármelo o, de lo contrario, no iba a poder soportarlo.

Pero hasta mis sueños conspiraron en mi contra.


Tienes que esconderte —dijo Charity
.

Estábamos en el viejo centro cívico donde yo me había encontrado por primera vez con la Cruz Negra el año anterior. El frío que se colaba por las ventanas rotas me caló hasta los huesos y me hizo tiritar. Charity estaba aferrada al marco de una puerta, como si no pudiera mantenerse en pie sin ayuda
.


No tenemos que escondernos —le dije—. Lucas no nos hará daño
.


No tienes que esconderte de Lucas. —Ella se apartó los rizos trigueños de la cara. Aunque el color de su tez era muy distinto al de Balthazar, ahora vi el parecido: el cabello ondulado, la estatura y la intensidad de sus ojos castaños—. Pero, aun así, tienes que esconderte
.

¿De qué estaba hablando? Entonces creí saberlo. La última vez que estuve en aquel centro cívico, el edificio había ardido hasta los cimientos. ¿Eran eso las extrañas sombras que nos rodeaban? ¿Era humo?


Está ardiendo —dije
.


No. Pero va a hacerlo. —Charity alargó una mano hacia mí. ¿Intentaba ponerme a salvo o quería arrastrarme al peligro?—. Lucas no sabe que vas a morir quemada
.


¡Él me salvará! ¡Vendrá a buscarme!

Charity negó con la cabeza y, a sus espaldas, vi el resplandor de las llamas
.


No lo hará. Porque no puede
.

Me desperté entre resuellos, sintiéndome más sola que nunca.

Capítulo doce

—R
omeo y Julieta no se conocen muy bien. —Las palabras , me parecieron extrañas, aunque las hubiera escrito yo—. Se enfrentan a sus padres por amor, arriesgan su vida por amor y, finalmente, mueren por amor, aunque solo se han visto unas pocas veces. Es una gran historia de amor que se basa en el enamoramiento. Shakespeare quizá debería haber permitido que se conocieran durante más tiempo.

—Todo lo que dice, señorita Olivier, es cierto, pero no estoy convencida de que eso sea un fallo argumental. —La señora Bethany estaba sentada a su mesa, tamborileando tan fuerte en la madera con sus largas y combadas uñas que el golpeteo era audible—. Romeo y Julieta son prácticamente dos desconocidos, incluso al final de la obra. Pero ¿no es posible que sea eso lo que Shakespeare quiere decirnos? ¿Que la clase de pasión loca y suicida que comparten Romeo y Julieta suele darse únicamente en la fase de enamoramiento? ¿Que personas más maduras y expertas no deberían cometer sus errores?

Me hundí en la silla. Por suerte, la señora Bethany no quiso convertirme en el chivo expiatorio del día y miró a su alrededor.

—¿Quiere alguien más sugerir algún fallo que haya percibido en la obra?

Courtney alzó la mano, deseosa, como siempre, de ponerme en evidencia.

—Se comportaban como si acostarse sin estar casados fuera completamente imposible, y de eso nada, monada.

La señora Bethany suspiró.

—Tenga presente que, pese a su humor impúdico, Shakespeare escribía por lo general para satisfacer la moralidad de su época. ¿Alguien más?

Por primera vez que yo recordara, Vic habló en clase.

—Si quiere mi opinión, el Bardo mete la pata haciendo que Tebaldo mate a Mercutio antes de que Romeo mate a Tebaldo. Se supone que son enemigos de sangre, ¿no? Y los Montesco no son mejores que los Capuleto, si ese príncipe del final está diciendo la verdad. De manera que habría sido más atrevido que Romeo y Tebaldo se pelearan solo porque se odian. Hacer que Tebaldo mate primero a Mercutio justifica que Romeo lo mate luego a él.

Esperé la inevitable confrontación, pero no ocurrió. La señora Bethany dijo:

—El señor Woodson ha dado un argumento excelente. Formulando el asesinato de Tebaldo por parte de Romeo como lo hace, Shakespeare pierde cierta ambigüedad moral.

Mientras la señora Bethany escribía «ambigüedad moral» en la pizarra, miré a Vic, que se encogió de hombros, poniendo cara de: «No puedo evitar ser un genio».

Pese al divertimento que me produjo oír a Vic y a la señora Bethany hablando de literatura, tuve una extraña sensación de vacío durante toda la clase y durante mucho tiempo después. En la biblioteca me senté sola en un rincón y me quedé mirando mis notas a la luz anaranjada y dorada que entraba por la vidriera. ¿Nos conocíamos realmente Lucas y yo? Nos habíamos conocido hacía más de un año y yo sentí una conexión especial entre nosotros dos desde el principio. Pero nuestra cita fallida en Riverton me había recordado que casi no habíamos podido estar juntos ni decirnos toda la verdad sobre nosotros o sobre cualquier cosa importante de nuestras vidas.

¿Y si éramos como Romeo y Julieta, que lo arriesgaron todo demasiado pronto?

Entonces me recordé sentada en aquella misma biblioteca con Lucas, cuyos cabellos bañados con la luz que se colaba por la vidriera parecían de bronce. Lo recordé contándome cómo había huido de casa cuando solo tenía cinco años, llevando un paquete de Oreo y un tirachinas. Nos recordé probándonos anticuadas prendas en la tienda de ropa usada de Riverton y coqueteando en el cenador, y recordé la primera vez que nos besamos.

Lo recordé diciéndome que me quería aunque fuera un vampiro, aunque le hubieran enseñado a odiar a los vampiros desde que nació. Y lo recordé tendido debajo de mí, arqueando el cuello para que se lo pudiera morder, ofreciéndome generosamente su sangre.

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