Read Agentes del caos I: La prueba del héroe Online
Authors: James Luceno
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
Una vez más, C-3PO enfocó sus fotorreceptores en el amo Han, que bajó la cabeza, sumido en el dolor, mientras Jaina le acariciaba los hombros. La relación del amo Han con Chewbacca era semejante a la que tenía C-3PO con R2-D2, aunque en ocasiones daba la impresión de que ambos androides llevaban juntos incluso más tiempo que el humano y el wookiee.
Quizás R2-D2 también miraba al amo Han, porque el androide astro-mecánico giró de repente su receptor monocular hacia C-3PO, y musitó un silbido trémulo, casi como si él también sintiera una agitación repentina.
C-3PO cambió la inclinación de su cabeza.
En los últimos meses había tenido muchas oportunidades para estudiar el sufrimiento humano, pero, por mucho que observaba, no conseguía comprender el proceso mejor que antes de la muerte de Chewbacca en aquel horrible planeta. Todos los seres vivos acababan muriendo, si no por efectos de la edad, a resultas de un accidente o de enfermedades cuya existencia se contaba por miles. La muerte era, de alguna forma, análoga a la desactivación o al borrado de memoria, pero también era muy diferente; significaba dejar de existir completamente, el final de todas las aventuras, de una vez por todas. Consciente de aquello, C-3PO se vio obligado a preguntarse si no había estado siempre equivocado con respecto a su papel en la vida. Si, tal y como él siempre afirmaba, los androides habían sido creados para sufrir, ¿qué ocurría con los seres de carne y hueso?
Quizá fuera mejor no saberlo.
Tal y como le habían fabricado, C-3PO era incapaz de derramar lágrimas o de notar el corazón roto, por así decirlo; pero su programación le permitía experimentar el sufrimiento hasta cierto punto, si bien no en la medida que lo hacían los seres humanos y otras criaturas vivientes. Y de repente tuvo claro que el dolor era el origen de la agitación que no le dejaba en paz. Por mucho que lo intentara no podía tener un pensamiento claro, y cada vez que miraba al amo Han, su dolor aumentaba.
Quizá porque era un humano, y porque había sido el mejor amigo de Chewbacca, el amo Han parecía ser el que más sufría de todos. Pasaba de la angustia a la ira, y del abatimiento a la agitación. El hombre al que una vez C-3PO había considerado imposible, sufría ahora de forma inimaginable, tan inalcanzable como encerrado en carbonita, y no parecía haber nada que C-3PO pudiera hacer para arreglarlo. Su fluidez en millones de formas de comunicación no le garantizaba la comprensión del comportamiento humano, y mucho menos de los sentimientos humanos. Después de todo, C-3PO era sólo un androide, y no estaba al tanto de semejantes cosas.
Durante el cortejo que el amo Han realizó a la entonces princesa Leia, tuvo lugar un incidente durante el cual el amo Han apoyó la mano sobre el hombro de C-3PO y le dijo: «Eres un buen androide, Trespeó. No hay muchos androides que me caigan tan bien como tú.» Y pidió a C-3PO consejo sobre el amor. C-3PO le ofreció encantado un poema para que el amo Han lo utilizara como munición en su competición contra el príncipe Isolder, por la mano de la princesa.
Pero maldito sea mi cuerpo metálico
, se dijo C-3PO a sí mismo. ¿Por qué no le había equipado su fabricante con la programación necesaria para acudir en ayuda del amo Han en aquel momento? En lugar de eso, lo único que podía ofrecer era filosofía inútil.
—[La aventura es algo tan atractivo y potencialmente peligroso como el corazón de la planta syrena] —gruñó Ralrra tristemente—. [Pero hasta el último acto de Chewbacca fue de sacrificio, pues dio su vida para salvar la de alguien que le era muy querido] —el anciano wookiee miró al joven Anakin, y luego al amo Han y a la ama Leia—. [Y, como siempre, mantuvo las garras retraídas durante el combate. Ahora, el espíritu de Chewbacca se fusiona con el nuestro y lo sustenta, tal y como las ramas del wroshyr se extienden y ayudan unas a otras, dándonos fuerza para soportar los retos que aún debemos afrontar.]
La guerra llevaba tanto tiempo presente en la vida de C-3PO que ya no le sorprendía una nueva invasión. Pero había algo diferente en los yuuzhan vong y en la angustiosa guerra que asolaba toda la galaxia. No sólo porque no hicieran distinciones entre especies o planetas (Nueva República, Remanente Imperial o no alineados), o porque sus naves y armas biológicas tuvieran un poder destructivo tan impresionante. Lo que más preocupaba a C-3PO era que ni siquiera los androides se salvaban en ese reciente conflicto. Y eso significaba que, le gustara o no, aún podía llegar a comprender de verdad lo que era el dolor y la muerte.
La mesa circular estaba cubierta de alimentos: cuencos de caldo de xachibik, costillas de trakkrrrn a la barbacoa, tartas de miel del bosque, ensalada aderezada con semillas de rillrrnnn y recipientes con vino, zumo y licor. Los humanos y los wookiees conversaban en grupos, recordando historias sobre las hazañas de Chewbacca que hacían brotar la risa, las lágrimas o momentos de solemne reflexión. Se había levantado una suave brisa que agitaba las hojas y hacía sonar las campanillas colgadas de las ramas.
Han, derrotado, se sentó en un taburete bajo de madera, apoyando los codos en las rodillas.
—Sabes, nunca pensé que me escucharía diciendo esto, pero lo cierto es que creo que envidio a Trespeó.
Jaina siguió la mirada de su padre hacia donde estaba el androide y su compacto compañero, con aspecto de estar totalmente perdido.
—Estás diciendo que es mejor no tener corazón.
—En momentos así, desde luego —Han exhaló pesadamente y se pasó la mano derecha por la cara.
Jaina se acercó a la mesa.
—Deja que te traiga algo de comer, papá. Tienes que estar muerto de hambre.
Él intentó sonreír.
—Gracias, cariño, pero no tengo hambre.
—Aun así, deberías comer algo —dijo ella, maternal.
A Han se le iluminó la cara levemente y le cogió la mano a su hija.
—Sírvete tú, yo estoy bien.
Ella frunció el ceño.
—¿Estás seguro?
—Totalmente —él señaló con la barbilla—. Venga. Come tú por los dos.
Un tanto reacia, Jaina se dirigió a la mesa. Han la contempló un buen rato mientras ella se mezclaba con sus hermanos, con Luke y con Lowbacca. Al contemplarlos, se preguntó qué haría si pudiera utilizar la Fuerza como un Jedi. ¿Se quedaría en el Lado Luminoso o se haría con los siniestros poderes del Lado Oscuro para enseñar a los yuuzhan vong un par de cosas sobre la venganza? Imágenes violentas y macabras aparecieron en su mente, como explosiones; pero las interrumpió de inmediato. Llevaba meses sufriendo aquellas imágenes y no había llegado a ningún sitio. Por muchos pensamientos vengativos que tuviera, no conseguiría resucitar a Chewie.
Se miró las manos y se dio cuenta de que tenía los puños cerrados. Se había pasado los últimos seis meses aislado e impotente, a menudo sumido en la oscuridad o escondido en algún antro de Coruscant, mientras los Jedi plantaban cara al enemigo, y eso era exactamente lo que necesitaba hacer.
Se amonestó a sí mismo en silencio y respiró hondo, expulsando el aire por entre los labios apretados. Aflojó las manos, se golpeó suavemente las piernas y se puso en pie. Se dirigía hacia la mesa cuando se le acercaron Mallatobuck y muchos otros miembros de la familia de Chewbacca. Malla cargaba con una caja de madera de un metro de largo.
—[Han Solo] —dijo ella, sonriéndole—. [Queremos que tengas esto.]
Han alzó las cejas. Puso la caja en el taburete y abrió el fino broche de metal. Dentro, sobre un lecho de material aislante, había una preciosa ballesta de madera tallada. El viejo y gastado arco había sido pulido hasta conseguir que la madera oscura brillara reluciente. Un acelerador magnético hábilmente oculto hacía que el arma expulsara cargas explosivas a impresionante velocidad. Estaba equipada con un objetivo y un mecanismo de recarga que pocas manos humanas eran capaces de manejar.
—La reconozco —dijo Han, asintiendo. Apretó los labios para no dejar escapar un lamento—. Es una de las primeras que le vi fabricar. Malla soltó un aullido leve.
—[Chewbacca la hizo poco después de casarnos, cuando tú estabas aquí. Hizo versiones mejores en su época, pero ésta mantiene toda la calidez y la fuerza que le caracterizaban.]
Han cogió el arma.
—Puedo sentirlo —se giró y abrazó a Malla. Su cabeza apenas llegaba a la barbilla de ella—. La guardaré como un tesoro.
Waroo dio a Han unas alforjas hechas de piel.
—[Esto también era de mi padre. Sé que él habría querido que lo tuvieras.]
Han se colgó la bolsa del hombro, sabiendo que le llegaría por debajo de las rodillas. Malla, Waroo, Lowbacca y el resto expresaron su regocijo con aullidos que retumbaban en los tímpanos. Jaina regresó con un plato de comida, a tiempo de unirse a las risas.
—Si Chewie te viera ahora —dijo ella, sonriendo por primera vez en todo el día.
Han se quitó una lágrima con el dorso de la mano, sonrió y rodeó la cintura de su hija con el brazo.
—El enorme peludo se partiría de risa.
Jowdrrl, la prima de Chewbacca con el pelo color caoba, gruñó algo a Malla que Han no entendió. Al ver la expresión inquisitiva de Han, Malla se lo explicó.
—[Jowdrrl pregunta cuándo volveréis tu familia y tú a Coruscant.] Han y Jaina se miraron, encogiéndose de hombros.
—No había pensado en ello —dijo Han—. A lo largo del día de mañana, supongo.
Jowdrrl siguió hablando.
—[Sólo lo pregunto porque Dryanta y yo necesitamos algo de tiempo para prepararnos.]
La expresión de Han reflejó su asombro.
—¿Preparares para qué? ¿Vais a venir con nosotros a Coruscant? El padre de Chewbacca, Attichitcuk, habló en tono triste.
—[Jowdrrl y Dryanta prepara el banquete para la despedida de Waroo y Lowbacca.]
—Waroo y Lowbacca —dijo Han nervioso.
—[Ellos van a asumir la deuda de vida de Chewbacca.]
Han apretó la mandíbula. Pasó la mirada de un wookiee al siguiente con creciente preocupación.
—Pero…, pero no podéis hacer eso. Chewie está muerto. Sus deudas están saldadas.
Attichitcuk articuló un gruñido grave y sostenido.
—[Puede que la muerte haya apagado la llama desafiante de mi hijo, pero nuestra deuda contigo seguirá existiendo hasta que tu llama se extinga a su vez.]
Jaina se mordió el labio inferior, y puso una mano a su padre en el brazo, a modo de consuelo; pero éste la apartó. Han negaba vigorosamente con la cabeza.
—No, no, no puedo aceptar esto. Chewie me salvó la vida diez veces más que yo a él. Murió salvando la vida de Anakin —a medida que hablaba se sentía más nervioso—. Además, soy yo quien tiene una deuda de vida con vosotros —se quedó mirando al hijo de Dewlannamapia—. Tu madre se portó mejor conmigo que los de mi propia especie —buscó a Gorrlyn—. Tu marido, Salporin, dio su vida para proteger a Leia de los asesinos noghri —miró a Jowdrrl y Dryanta—. ¡Vuestro primo, Shoran, murió a bordo del
Orgullo de Yevetha
, salvándome a mí!
—[Tú también habrías muerto por ellos] —murmuró Attichitcuk, casi mostrando los colmillos—. [En eso consiste una deuda de vida.] Malla también miraba resplandeciente a Han.
—[Tú no difamarías la memoria de Chewbacca negándote a que su deuda fuera saldada.]
Jaina tragó saliva.
—Mi padre no pretende deshonrar a nadie —miró a su padre—. ¿A que no, papá?
Han la miró un momento, con la boca abierta todavía. El gruñido vibrante de Chewbacca le había traído a la memoria el recuerdo de un día después de la boda, en el que Han había intentado convencer a Chewie para que se quedara con su esposa, en lugar de acompañarle de vuelta a Nar Shaddaa. Y también pensó en Groznik, un wookiee que se había unido a una piloto del Escuadrón Pícaro llamada Elscol Loro, casada a su vez con un hombre llamado Throm, con el que Groznik tenía una deuda de vida.
—Vale, vale —dijo al fin, mirando a Jaina y luego a Malla—. Me cortaría el brazo antes de deshonrar la memoria de Chewie. Ya lo sabéis. Es sólo que…
Todo el mundo se quedó expectante.
—Es sólo que no estoy preparado —negó con la cabeza, como para aclararse, y luego alzó la mirada hacia Attichitcuk y el resto—. Para mí, Chewie sigue vivo. Es sólo que no puedo permitir que sea… sustituido. Tenéis que entenderlo. Para mí era mucho más que un protector. Era mi mejor amigo.
Los wookiees intercambiaron miradas de entendimiento y murmullos incomprensibles.
—[Se aferra a la memoria de mi marido] —afirmó Malla con tristeza.
—[Necesita tiempo] —gruñó Attichitcuk, aunque de alguna forma no sonó amenazador.
—Eso es —dijo Han, agarrando unas hojas—. Necesito tiempo. Después de lo que pareció una eternidad, el padre de Chewbacca asintió con su enorme cabeza.
—[Entonces te daremos tiempo. La deuda de vida es mucho más que ofrecer protección a los daños corporales. También socorre al espíritu.] Han vio la verdad en aquellas palabras.
—Y yo necesito que eso continúe.
Malla colocó sus enormes garras en los hombros de Han.
—[Entonces, así será.]