—No es su residencia —afirmó Lion. Un narcotraficante que diseñara drogas ganaba millones de dólares mensuales, como para vivir en un sitio así...
—No, por supuesto que no. Es su laboratorio y los vecinos trabajan para él.
—Bien, mañana hará la última entrega. —Lion echó un vistazo a los monitores. Cada uno de ellos reflejaba imágenes de las islas, puertos y cabos—. Nadie sabe dónde se celebrará la final del torneo. Pero podemos adelantarnos a sus movimientos si vemos dónde y a quién deja Keon el último paquete.
—Sí, señor.
—¿Qué más? ¿Analizaste mi muestra? ¿Qué tienes sobre lo que introdujeron en la bebida?
—Es un híbrido líquido de cristal y
popper
. Aumenta mucho la libido y cambia la percepción de los consumidores; les da una sensación de falso enamoramiento y explota el deseo sexual. Tal vez os lo sirvieron en cubitos de hielo, u os lo metieron directamente en el ron. Es indispensable servir esa droga en buen estado, por lo que tiene que consumirse pocas horas después de su elaboración.
—¿Falso enamoramiento? —preguntó Lion. Si la droga hacía todo eso, podría ser que Cleo no hubiese dicho que lo quería de verdad... ¡Joder! ¡Se estaba volviendo loco!
—Sí. Es una locura, señor. —Se tocó la sien—. Te puede hacer creer que estás locamente enamorado, incluso, de un puto elefante; y provoca que quieras tirártelo todo. Ideal para que las sumisas se muestren apasionadas ante sus amos.
—Gracias por los grafismos. —Su voz estaba llena de sarcasmo.
—De nada, señor. Hemos separado el
popper
del cristal y nos hemos dado cuenta de que el primero contiene unas pequeñas modificaciones. Han incluido una droga supresora del dolor. Es una molécula llamada URB937 que inhibe la anandamida.
—Interesante. Les gusta que aguanten.
—Sí, señor.
—¿Qué has encontrado en el teléfono de Claudia?
Jimmy dibujó una sonrisa de medio lado y le ofreció la silla libre junto a su ordenador.
—Cosas muy interesantes, señor.
—Explícamelas. —Lion tomó asiento. Sería todo oídos.
Jimmy se pasó las manos con nerviosismo por las rastas.
—Bien. Hemos copiado su memoria; y ahora tendremos toda la información de aquellos que intenten ponerse en contacto con ella. Hemos rastreado el teléfono del que salió el fotomontaje con un programa espía GPS. La persona que le envió la foto está aquí en el Westin Saint John. Pero no tenemos la ubicación exacta.
—O sea, que el fotógrafo puede ser un participante del torneo. —Un traidor. ¿Y si era el mismísimo Sombra espía? ¿Y por qué iban a hacer eso con ellos? ¿Sospechaban algo?
—Sí. Sin duda. Quisieron provocaros.
—¿No hay ningún modo para que yo pueda seguir la posición de ese teléfono? Si diera con su portador, lo interrogaría y le dejaría fuera de juego.
—¿No es demasiado arriesgado?
Si lo era o no, no importaba. Las situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas.
—Quiero saber por qué razón hizo esa foto; y que me diga quién le dio la orden de hacerlo.
—Sí, señor. Tal vez Mitch pueda hacerlo. ¿Qué dices, Mitch?
Mitch era uno de los tipos que se encargaba de la informática y la nanotecnología de la misión. Estaba sentado al final de la furgoneta, concentrado en un pequeño chip. Tenía gafas y el pelo muy negro y rizado, y vestía bermudas con camisa hawaiana.
—¿Mitch? —repitió Jimmy.
—Sí, por supuesto —contestó sin levantar los ojos del chip—. ¿Tiene su HTC aquí, señor?
Lion lo sacó del bolsillo trasero del pantalón y se lo dio.
—Aquí tienes.
—Deme una hora y se lo entregaré.
Lion miró su reloj. Sí. Podía dar una hora.
—Cleo y yo no asistiremos esta noche a la cena del torneo —les explicó—. Se celebra en la playa. Y tenemos... cosas que solucionar para mañana. —Cosas como dejar claro lo que había entre ellos antes de llegar a la etapa final—. Pero, si aparecemos, será solo para encontrar al jodido topo.
—Entiendo, señor. Todavía hay algo más. Me pediste que registrara todas las llamadas entrantes y salientes de Claudia. Es obvio que tiene contactos en todas partes, desde Washington y Chicago, hasta Nueva York...
—Es un Ama Switch muy popular. La conozco desde hace tiempo; pero ya no me fío de nadie.
—Su teléfono tiene muy pocos números grabados. Es un celular circunstancial. Sin embargo, durante estos días ha recibido varias llamadas de un número oculto. Nos está costando dar con él; y puede que sea debido a que es un número fijo. Utilizan un programa especial que hace de capa para que no podamos hacer llamadas de regreso o nos señale la ubicación a través del satélite. Así que estamos a la espera de que vuelvan a llamar, o bien, que localicemos el lugar exacto desde donde se emite la llamada. No obstante, hasta ahora, por el perímetro que nos señala el rastreador, la llamada viene desde el estado de Luisiana, pero no sabemos el punto en concreto.
¿Luisiana? ¿Qué tendría que ver Claudia con Luisiana? Qué extraño.
—En unas horas lo tendremos y conoceremos exactamente su ubicación.
—De acuerdo, Jimmy. ¿Algo más?
—Por ahora, nada más señor.
—Bien. —Lion se levantó con decisión. Sus sospechas empezaban a dejar de perfilarse para mostrar una auténtica silueta. Tenía que ir con pies de plomo—. Mañana será el gran día. Los Villanos no harán nada en el torneo, eso está claro. Seguramente, jugarán en la final con los amos protagónicos finalistas y harán su papel. Pero la fiesta privada viene después. Se llevarán a las sumisas que han estado preparando para la noche de Walpurgis y disfrutarán de su propia fiesta. Y, por fin, descubriremos qué hacen con ellas y quiénes están involucrados. —Frotó su nuca con insistencia—. Sea como sea, debemos seguirles. Estad atentos a los siguientes movimientos de Keon. Si utilizan de nuevo esa droga mejorada, podría hacer la entrega horas antes de su particular noche de Walpurgis: así sabríamos donde tendría lugar la cita villana. Sabemos que la organización, nos desplaza mañana a la Isla de Saint Croix. Esa es la última jornada del torneo y ahí nos hospedaremos. Revisad bien la zona y controlad cualquier movimiento extraño. Echad un ojo a los ferris y repasad cada una de las identidades de los turistas.
—Estaremos muy atentos, señor. Eso haremos.
—Lo sé, Jimmy. —Lion le dio la mano y sacó una cerveza de la nevera de la furgoneta—. Estáis haciendo un buen trabajo, chicos. —Los saludó y salió de la Volkswagen—. Vuelvo en un rato a recoger el HTC.
Caminaría e intentaría relajarse y pensar, porque tenía mucho que solucionar. Con él mismo y con su mujer.
Las horas decisivas se acercaban.
Leslie entraría en la noche de Walpurgis como miembro del SVR en calidad de sumisa; y Cleo y Lion también lo harían, como miembros del FBI.
La pregunta era: ¿cómo?
Sus ojos verdes leían la invitación personal para asistir a una reunión privada con los Villanos esa misma noche. Un día antes de la final. Dentro del sobre se hallaba la carta del rol, con el sello de
Dragones y Mazmorras DS
, el dibujo de los Villanos y la frase: «Los villanos requieren tu presencia después de la cena de la organización. Se ruega discreción». Una limusina la esperaría en la recepción del
resort
a las nueve y la acercaría al local.
Cleo no se lo podía creer. La tenía justo ahí: la entrada al alcance de las manos. Poder entrar o no entrar.
Sola.
Sin Lion. Sin el agente al cargo. Otra vez.
Lion no había llegado todavía, pero ella ya estaba cambiada. La cena se celebraba en la playa del hotel. Una cena exclusiva para los miembros del torneo. Todo estaba decorado con antorchas. La luna se asomaba entre las nubes y ya no llovía.
El torneo había organizado una fiesta Luau, inspirada en Hawaii. Llevaba un precioso vestido de falda vaporosa y negra con corsé. Se había puesto unas sandalias de tiras atadas a los gemelos y planas para caminar por la arena; el pelo suelto y desordenado le daba aire de mujer fatal y el maquillaje la ocultaba de su miedo y su vergüenza. La acompañaba su inseparable collar de sumisa.
Se acarició la pieza de puzle tatuada en el interior de su muñeca. No sabía nada de él; no la llamaba para decirle si iba a llegar o no. Parecían un matrimonio, pero no lo eran.
Había utilizado aquel tiempo de soledad para hacer una introspección sobre todos los pasos erróneos realizados durante el torneo.
Tenía el visto bueno de Montgomery para estar ahí. Puede que hubiera entrado de un modo fortuito y demasiado agresivo, y que Lion no la quisiera ahí. Pero se había ganado el derecho a participar. Puede que su actitud beligerante y sus acciones inconscientes no hubiesen sido del todo acertadas pero sí que dieron frutos. Recibió información. Y eso era lo importante.
¿Por qué debía negarse a jugar en el torneo si, como agente infiltrada, era lo que debía hacer? ¿Por qué debía echarse atrás en las pruebas si estaba decidida a no dar su brazo a torcer? Quería llegar a la final, por ella misma y por todos esos sumisos y sumisas que los Villanos tenían en su poder de forma ilegal. Pero su deseo chocaba con el de Lion.
Si hubiese sido por él, nunca la hubiera aceptado en la misión; pero bien que se aprovechó de ella durante la semana de la doma. ¿Por qué? ¿Por qué, si le desagradaba tanto tenerla ahí, había accedido a jugar con ella, a disciplinarla? ¿La quería o no la quería?
Todo parecía indicar que no, hasta que presenció la pelea con Prince y Sharon. Desde entonces, ya no sabía qué creer y tenía un nudo de angustia e inseguridad en el pecho, que no sabía cómo deshacer.
Solo Lion podría desatarlo o atarlo más fuerte.
Con eso en mente, abandonó la suite y bajó a la playa, porque la fiesta ya había empezado.
Cuando llegó al luau se encontró con Brutus, Olivia, Lex y Cam, que hablaban animadamente entre ellos, bebiendo de un coco natural con unos paragüitas pequeños amarillos. La miraron y alzaron la bebida para saludarla, animándola a que bebiera con ellos.
Cleo estaba sola, Lion no la acompañaba, así que lo mejor sería compartir ese tiempo distendido con los demás participantes. Se fue a la barra libre y pidió lo mismo que ellos estaban tomando.
Cuando se dio la vuelta, con el coco natural granizado, se topó con Sharon, que llevaba un vestido parecido al de ella, pero en tonos rojos.
La rubia la miró directamente a los ojos, oscilando levemente los suyos color caramelo.
Cleo se sorprendió al no experimentar ni odio ni rabia hacia la impresionante rubia. Ni siquiera celos o envidia. Otro tipo de energía bailaba entre ellas. Sharon fue suave en las mazmorras: no dejó de hacer nada que no hiciera con sus sumisos; pero Cleo notó que intentó ser tierna y comprensiva al tocarla, y estaba agradecida. Sobre todo porque, después de presenciar la discusión que prosiguió al trío, entendió que Sharon lo hizo para no dañar a Lion. Porque la Reina de las Arañas sabía algo sobre Lion que ella no sabía.
—¿Cómo te encuentras, Lady Nala? —preguntó Sharon, con tono indulgente.
—Bien, gracias. Una noche maravillosa —fingió sin importarle si la otra mujer se daba cuenta de que estaba actuando.
Sharon dio un sorbo a su bebida de grosella. Olía muy bien.
—¿Disfrutaste conmigo? —Su preocupación y su interés eran auténticos.
La ceja roja de Cleo se elevó y aprovechó para sorber de la caña de su coco granizado.
—Todo lo que se puede disfrutar cuando estás obligada a jugar —contestó como una experta en dominación y sumisión. Como si toda la vida hubiese hecho tríos. Aunque Sharon ya sabía que no—. Pero, pareces preocupada de verdad, ¿no será que te estás enamorando de mí?
La Reina de las Arañas se inclinó hacia ella.
—Yo ya no me puedo enamorar, preciosa. Solo me gusta dar placer: no me importa si se lo doy al sexo masculino o al femenino. Soy una
dómina
muy abierta. —Los pendientes de brillantes rojos que llevaba relucieron bajo la luz de las antorchas—. Y que sepas que me alegra haberte sometido. Te dije lo que te sucedería si caías en mis manos —sonrió insolente.
¿Acaso esa mujer no se cansaba de interpretar su papel de lagarta? ¿O era en realidad así de despreocupada y fría?
—A mí, nadie a quien yo no se lo haya permitido —espetó con voz clara y segura— me puede someter, reina —replicó Cleo con el mismo tono que ella, copiando sus palabras—. Tú me diste placer; y eso en mi tierra se llama servir. No me sometiste.
Sharon se quedó sin palabras. Sonrió, conforme con su respuesta; como si le hubiera gustado esa contestación y calmara una parte de su conciencia. Miró a su alrededor.
—¿Y King? ¿Por qué no está contigo?
—No lo sé. —Se encogió de hombros. De repente, ya no tenía sentido fingir ni mentir a Sharon.
Se quedaron calladas, la una al lado de la otra, mirando cómo la gente bailaba, brindaba y comía del bufé libre.
Todos parecían felices de estar allí. Nick, sentado entre cojines como un marajá, abría la boca taciturno, mientras Thelma lo alimentaba, sentada sobre sus muslos, ofreciéndole gambas con salsa rosa.
El sumiso alzó el rostro hacia ella, rogándole a Cleo que lo sacara de ahí; y Cleo no pudo evitar morderse el labio para no reír.
Desvió la vista hacia el perfil de Sharon. Era alta, esbelta y elegante. El pelo rubio lanzaba destellos más claros y dorados, según se iluminara por los focos y las antorchas. La rodeaba una esencia guerrera y defensiva. Pero, tras esa armadura, Cleo podía divisar el dolor de su corazón.
—No veo a Prince tampoco —murmuró Cleo.
—Mejor que no vengan esta noche. —Se tocó el labio y la ceja, haciendo referencia a las marcas que ambos lucían en la cara—. Nadie sabe lo que ha pasado: la zona en la que se pelearon estaba libre de cámaras. La organización no acepta altercados de ese tipo a no ser que sea un duelo de caballeros oficial, en un ring, como los que ha habido durante el torneo.
—Ya veo.
—¿Sabes que Lion tiene la ceja partida por culpa de Prince? No es la primera vez que se pelean.