Anécdotas de Enfermeras (25 page)

Read Anécdotas de Enfermeras Online

Authors: Elisabeth G. Iborra

Tags: #humor

BOOK: Anécdotas de Enfermeras
3.74Mb size Format: txt, pdf, ePub

Cuenta un enfermero que apareció en Urgencias un hombre todo asustado y fue diagnosticado de caspa...

—A ver, me intriga eso de la caspa —interviene un colega del foro—: Por más que le doy vueltas, por más que lo mire arriba y abajo. ¿Dónde leches le dolía al tío? ¿O es que la caspa pesaba medio kilo cada una? Explícamelo.

—No —responde el primero—: ¡El tío pensaba que se le caía la cabeza a trozos! El hombre fue paciente de una amiga que trabajaba en Urgencias, y al parecer, acudió diciendo que se le caía la piel a trozos, de la cabeza, no de ningún otro sitio.

Una muy preocupante: Mujer extranjera de mediana edad que aparece en Urgencias contando que hace unos días había empezado a menstruar (no lo dijo así, claro...) y como no tenía compresas pues qué mejor idea que meterse un trozo de esponja: imaginaos el olor y todo lo demás que salió de ahí... Sapos y gamusinos...

Pero aún hay más, en este caso del Samur: en la sala de agudos de Urgencias nos avisan de que han traído a una mujer con ELA (esclerosis) por no sé qué problema (no viene al caso), y a la familiar con un chichón en la cabeza. ¿Diagnóstico? Pues que al bajarse de la ambulancia no echaron el freno de mano y, al haber rampa, la ambulancia cedió, la familiar se cayó y se dio un mamporro de tres pares. Reclamación y reconstrucción de parte del muro de rampa.

Tercera burrada: resulta que había otra paciente en la sala de agudos que tenían que trasladar, llegaron los del Samur y, por equivocación, se llevaron a la señora de al lado. Llegaron a su destino y se dieron cuenta de que no era ésa la señora. Cuando la trajeron de vuelta, la pobre mujer les explicaba a sus familiares que se la habían llevado unos señores. Final: la familia pensó que se le había ido la olla, porque del personal nadie abrió la boca...

Acude a Ginecología una chica retorciéndose de dolor «ahí abajo» (¿por qué no lo llaman vagina?), la subimos en la mesa, le metemos el espéculo y, ¡tachan!, aparece toda con cortes, sangrando, y empezamos a sacar trozos de papel... Albal. Sí, sí, de aluminio... Resulta que a ella y al novio les había entrado el calentón y, como no tenían condón, pues el tío se forró el pene con Albal... Teníais que ver cuando le vimos el pito al tío ¡qué horror! y la gine aconsejándole: —Pues, hijo, te coges la bolsa de plástico del Carrefour...

Yo me moría, no sabía si reír o llorar.

Mi paciente de hoy se puso no sé qué rollo de banda de goma en el pene y se fue a dormir con ella. Cuando se despertó no se la podía quitar y tenía el miembro de un color morado no muy saludable. Así que se ha venido a Urgencias y le han tenido que reparar el pito y cortar la gomita de la verga, nunca mejor dicho.

Una operación sin importancia, pero por alguna razón la sedación consciente lo dejó inconsciente y ha acabado en Cuidados Intensivos con una acidosis respiratoria... Además es la leche, es de un supersano—te que no toma drogas ni alcohol ni nada (sólo hace experimentos con gomitas), así que le das un pelín de morfina para que no le duela el pito, nada, medio miligramo de nada, y lo dejas patas arriba...

Osteonecrosis (necrosis ósea, falta de oxígeno en el hueso), treinta y dos años, transplante de pulmón el año pasado... Pues leo en la historia que el coleguilla fuma cannabis. Total, como sus pulmones son nuevecitos, se debe de creer que están aún en garantía o algo... Hay que fastidiarse.

Esto que os voy a relatar aún no me lo creo ni yo misma... Me lo estoy tragando desde el momento en que me lo contaron porque no puedo imaginarme ni la situación. Una pareja que no viene al caso, se casa y quería tener hijos pero nada, la cosa no iba bien, aquello no progresa... Un día, ella queda con mi amiga y le cuenta que lo están intentando pero que a ella le resulta el coito tan doloroso que es un sufrimiento horrible cada vez que él le propone el asunto. Mi amiga, extrañada, le pregunta:

—Pero ¿qué me dices?, ¿doloroso?... Eso no puede ser doloroso, algo va mal con tus genitales... Deberías ir al ginecólogo.

En fin, la chica va al ginecólogo y le expone el problema que tienen, ella y el marido. El ginecólogo le pide que pase a la camilla que le va a hacer una exploración. Hasta aquí bien. El gine la mira y levanta la cabeza espantado de lo que ve... Entonces le pregunta al marido y a ella cómo realizan el coito. Y el marido pasa a relatarlo. Para abreviar: realizaban el coito a través del orificio del meato o intentando penetrar por el clítoris. Ella tenía «aquello» con una inflamación desbocada, el orificio completamente hinchado, el clítoris... ¡ni tocarlo, por favor!... Todo completamente enrojecido. Los bordes del orificio parecían los labios de Carmen de Mairena y el ginecólogo no tuvo palabras... Bien, diagnosticado el problema, les mandó reposo absoluto de relaciones sexuales hasta que aquello volviese a la normalidad, les explicó cómo se hacía el coito y por dónde había que introducir el pene... Y hoy ya tienen varios hijos. ¡Alabado sea el Señor! Realmente, creí que el instinto era suficiente para encontrar el camino para tal asunto, pero ya se ve que no (aparte, claro está, de la incultura sexual que esto demuestra).

Esta mañana viene una señora de unos sesenta años que se había caído al ir a tirar la basura y se había dado en el costado. Nos dice que no dio importancia a la caída y que en su casa se había dado un poco de «María-chocotones» y no se le había quitado... Mi compañera y yo nos miramos y miramos. ¿Ein? La acompañante aclara:

—Thrombocid, lo que pasa es que lo llamamos así porque se lo damos al nene en la frente cuando se da chocotones.

Ah, bueno, siendo la cosa así. ¡Así es mi tierra!

Es normal que te cambien el nombre de las pastillas o de las pomadas que usan, como también cuando preguntas qué medicación toman y te dicen:

—Por la mañana dos blancas, a mediodía una roja y por la noche la amarilla, que la tomo un día sí y otro no.

Y hoy... Una familia toda indignada porque cómo podía ser posible que en esa habitación hubiera sólo un sillón de dos cuerpos y una silla para las visitas. A mí me ha tocado decirles que en todas las habitaciones es igual, que el paciente es una persona enferma, y que para la cantidad de visitas que puede recibir alcanza y sobra con esos asientos. Y entonces salta una y me espeta que no le parecía bien, porque la habitación es muy amplia, y queda fea con tan poco mobiliario. Le explico que la amplitud de la habitación es terapéutica, que el paciente necesita ese espacio para movilizarse en la habitación y empezar su recuperación, pero parece que mi argumento no la convenció demasiado, porque se quedó toda ofendida.

El paciente va a quirófano, las tres señoras se quedan en la habitación (el lugar es suficiente para tres), y al rato, cuando vuelvo para dejar el pie de sueros y otros materiales para cuando el paciente regrese, me encuentro a una durmiendo en el sillón, a la otra en la silla y ¡a la tercera tirada como una vaca en la cama del paciente! Fue demasiado. Dejé las cosas y cerré la puerta, porque de lo contrario iba a tirar a alguna por la ventana.

A la secretaria de la planta en la que estoy no se le ha ocurrido otra cosa que hacer un agujero en la bolsa en la que pone Biohazard —que significa «peligro biológico»— y colgarla en un sitio donde yo pudiese verla para que no se me olvidase... Estamos hablando de la bolsita en la que metes la sangre, orina, esputo, restos de amputaciones, etcétera, para mandarla al laboratorio. Y hombre, estaba vacía, sólo con el tubito y el papel de lo que tenía que mandar, pero aun así... Esa bolsa no se puede usar y si encima no me doy cuenta la mando con el agujerito.

Ayer me llega la familiar de un paciente y me pregunta:

—Perdona, ¿por qué mi marido tiene una bolsa de sangre colgada?

—El paciente necesitaba una unidad de sangre —le explico.

—Pero ¿la sangre no se le mete por la vena?

Y yo le respondo que sí. Ante lo cual ella empieza a gritar histérica:

—¡Venga aquí, venga aquí, que esto no está bien!

Voy, pensando que el catéter central que tenía en la femoral se lo había arrancado y estaba toda la cama llena de sangre o yo qué sé, y llegamos corriendo al cuarto con la esposa ya en crisis de ansiedad y me dice:

—¡Mira, mira, se la estáis metiendo por la pierna!

... Como si la pierna no tuviera venas.

Yo me quedé que no sabía si reírme o qué hacer, se lo expliqué pero la mujer no se quedó muy convencida, porque se pasó toda la visita mirando la unidad de sangre y, alternativamente, al marido para ver si no se moría...

Ayer estuve de guardia, y fue una noche caótica... pero no faltó el puntillo del turno cuando vino una señora con la mano más hinchada que un guante de béisbol, los anillos (la típica señora que lleva dos anillos en cada dedo, incluyendo el pulgar...) a punto de reventar porque los dedos parecían morcillas. Le había picado un pez en el mar cuando intentaba cogerlo, le había clavado cuatro púas, según ella. Mientras miraba si tenía restos de los aguijones en las heridas, no veáis qué pestazo a pez tuve que sufrir. Y le suelto a la señora:

—Jolín, pues sí que huele sí, ni que estuviéramos en la pescadería, y eso que ha tenido la mano en remojo un buen rato, ¡eh!

La sorpresa fue máxima:

—No, si lo que huele es el pez muerto, que lo llevo en el bolsillo.

—¡No! —digo yo toda incrédula. Y me corrobora: —Que sí, que sí, mira.

Me sacó un cacho pez asqueroso todo muerto, asfixiado, medio desangrado y aplastado de llevarlo la señora en el bolsillo de los pantalones vaqueros.

—Pero señora, ¡a ver si le va a picar en el culo!

La risa de la noche; el resto no fue tan bonito...

Yo de prácticas vi hacer curas domiciliarias con vinagre. Aunque para caseros, los rumanos: una vez nos reingresaron unos gemelos prematuros porque, al parecer, no comían bien y los padres les ponían vinagre en la nariz para estimular la succión... Hasta que aspiraron el vinagre, pobretes. Por otro lado, algunos negros ponen en la frente del bebé un cacho de perejil para que expulse bien los gases (ya ves, y nosotros con palmaditas tontas...). Los sudamericanos cuando se hacen heridas vienen con un huevo crudo sobre ellas, ¿cuál será el misterio? Si alguien lo sabe que me lo explique. Los españoles, cuando se queman, vienen con pasta de dientes, vino o vinagre... Que alguien me lo explique también...

A ver, antiguamente se ponía clara de huevo sobre heridas y quemaduras por su gran contenido en colágeno, la clara forma una película protectora y favorece la cicatrización. De hecho, muchas abuelas me han contado que se hacían mascarillas para la cara con clara de huevo batida. Algo debe de tener, ¿no? Hay un powerpoint rulando por internet sobre los beneficios de la clara de huevo en quemaduras... En cualquier caso, siempre será mejor que la que me vino el otro día con sal y vinagre, porque se lo había recomendado la vecina... El vinagre, si no me falla la memoria, es ácido acético, efectivo contra las pseudomonas, que son una de las infecciones más frecuentes en quemaduras... Lo del vinagre me lo ponía mi madre de pequeño cuando me quemaba con el sol porque, según ella, «sacaba el calor» y me aliviaba... Luego ya apareció el After Sun. Pero lo de la sal, no sé a qué viene... Le faltaba el aceite, y así hubiera hecho una rica ensalada de carne. La explicación puede ser que la sal lleva cloro, que es un buen desinfectante, así que algo hará.

Lo de «si escuece, es que cura» también lo dicen mis «viejetes» del pueblo donde curro, pero como son brutos a más no poder vienen a curarse cuando tienen el pie gangrenado, un dedo colgando...

—Si total, no es nada —me dicen—, pero vengo para que le eches un ojo porque paece que tie un color raro; pero doler, no me duele.

Claro, si ya está muerto cómo va a doler...

Siguiendo ,con los condimentos, me vino un abuelete con todo el dedo pulgar lleno de pimentón, porque se había cortado en el dedo y eso «cortaba la hemorragia». No lo sé, pero entre el pimentón y la sangre se hizo aquello una pasta tan asquerosa, que estuve más tiempo quitándola que suturándole...

Ésta es la última: una señora musulmana se presenta a la una y media de la noche diciendo que está de parto, y ¡había roto aguas a las cuatro de la tarde!

A una amiga le apareció una señora con un bulto en la frente:

—Qué lunar más grande que me ha salido, fíjate tú... En nada de tiempo, a ver si va a ser canceroso de esos medanomas que se oyen con el aujero de ozono y la grasa tangénica...

Era una garrapata.

Y garrapatas debe de haber en muchos casos, como el de otro señor de cincuenta años que viene por una picadura (con bicho incorporado) a las 4.30 horas. Nada más entrar, saluda:

—Hola, buenos días.

—¿Días? Será noches.

—Días para mí.

—Pues noches para mí.

—¿Y qué tal lleváis la noche? ¿Bien? ¿Sí? ¿Podéis dormir?

—¿Tú qué crees?

—Yo ya no puedo dormir. Me pica todo...

Dios, cómo abría las patas al quemarla.... ¡puag! Me recuerda a los moluscos que tuvo que curar una que yo me sé.

Antes de irme de Urgencias esta noche he admitido a un culturista que, como estaba muy estresado, le ha dado por tomarse seis pildoritas llamadas «bala amarilla»: 300 miligramos de cafeína cada una (el Red

Bull, por comparar, tienen 8o miligramos). Debe de estar más tranquilo ahora, el muy colgado. La novia dice que tenía convulsiones como si fuera un epiléptico, sólo que consciente y hablando...

Se acercan al centro de salud un hombre de unos cuarenta años y su padre de unos sesenta y ocho aproximadamente y nos dicen que han visto un accidente de coche. Está en la cuneta de una carretera a cinco kilómetros de Urgencias. Cargamos todo el material y salimos pitando... Llegamos y nos encontramos un coche sin cristales, sin ruedas, sin volante, sin asiento, sin motor, sin nada... ¡Sólo la chapa! Cuando sale un abuelito del chalet de al lado y nos inquiere:

—¿Qué accidente? ¡Pero si este coche es mío, de cuando era joven, que lo guardo aquí en mi parcela para que los nietos jueguen al escondite!

Un forero le pregunta si miraron en el maletero a ver si estaba la abuela, a lo que el enfermero implicado contesta:

Nosotros no, pero la Guardia Civil sí, porque se me ha olvidado un pequeño detalle: allí nos juntamos con la Guardia Civil, la UVI móvil, la Cruz Roja y el helicóptero del 112. Se ve que corrió el rumor de lo bien que nos lo pasábamos jugando al escondite y les dio envidia y quisieron venir también...

Other books

Sacrifice of Buntings by Goff, Christine
A KeyHolder's Handbook by Green, Georgia Ivey
Tattler's Branch by Jan Watson
Turning Point by Barbara Spencer
A Bollywood Affair by Sonali Dev
Suicide Season by Rex Burns
The Christmas Top by Christi Snow