—¡Dispárenme si quieren! —grité—. ¡No pienso dejarla!
—¡Señorita! —repitió la voz, y la luz enfocó a Ivy y luego a mí.
—¡Está herida! —exclamé—. ¡Acabo de estar en vuestras oficinas, idiotas! Visionad las grabaciones de las cámaras de seguridad. Sabéis perfectamente quién soy. ¡Lo habéis visto todo! ¿Cree que me he estrellado yo misma contra ese maldito coche de mierda?
—¡Señorita…! —insistió.
Intenté levantarme, arrastrando a Ivy conmigo.
—¡No vuelva a llamarme así! —resoplé, haciendo un gran esfuerzo hasta que conseguí ponerla en pie, apoyándome contra el todoterreno.
—¡Abajo! ¡Todos al suelo! —gritó alguien.
Se produjo una fuerte explosión y apreté a Ivy contra mí, arreglándomelas para mantenernos a ambas en pie. El hombre de la linterna se giró hacia el lugar del que había llegado el ruido de la detonación. Había hombres y mujeres gritando, y el tipo de la linterna parecía cabreado por no haberse visto implicado. Una neblina verde violácea del aura de Tom cubría un árbol decorado que se encontraba cerca, y el estómago se me revolvió cuando el árbol empezó a evaporarse y se disolvió. Las luces decorativas parpadearon y se apagaron. ¡
Joder
! ¿
Qué demonios le ha enseñado Al
?
Mis llaves se encontraban en mi bolso, tres coches más allá.
—Quédate aquí —le dije a Ivy y, tras ver que conseguía mantenerse en pie por sí misma, apoyada sobre el coche, me alejé para cogerlas.
—Ese es Tom Bansen —dije pasando entre el policía y la vista del árbol derritiéndose—. Él es el responsable de esto. Si queréis respuestas, hablad con él. Estoy en un aparcamiento público. No tenéis jurisdicción y voy a marcharme. —Agarré el bolso y saqué las llaves. El detector de amuletos malignos brillaba con intensidad, mostrando un llamativo color rojo.
La cosa no está para bromas
—. ¿Queréis mi carné de identidad? —pregunté, regresando hasta Ivy—. Está en vuestro informe. ¡Que tengáis un buen día y un jodido feliz Año Nuevo!
Metiendo mi hombro bajo el brazo de Ivy, echamos a andar hacia el coche. Sus pies se arrastraban por el charco de anticongelante y empezaba a respirar fuertemente. La apoyé contra el capó y abrí el coche. Ivy murmuró algo sobre su cartera y, después de ayudarla a entrar, regresé a por ella. Levanté la vista al escuchar el sonido de un seguro levantándose, pero no podían dispararme si solo estaba alejándome a pie.
—¡Señorita! —volvió a intentar el hombre, y mi presión sanguínea se disparó. No obstante, una voz nueva intervino.
—Deja que se marche. La han excluido.
Una amarga sensación me invadió, pero nadie me detuvo.
—Aguanta, Ivy —le susurré tomando asiento y alargando el brazo por encima de ella para cerrar su puerta—. El hospital está aquí al lado.
—Rynn Cormel —dijo con los ojos cerrados mientras las lágrimas descendían por su rostro—. Llévame con Rynn. Él no me importa lo más mínimo. Es solo un vampiro.
¿
Solo un vampiro
? Sin saber muy bien qué hacer, busqué a tientas la ranura hasta en dos ocasiones hasta que, finalmente, conseguí introducir la llave en el contacto y ponerlo en marcha. A nuestro alrededor, los guardias de seguridad parecían a punto de padecer un síncope. Tom había conseguido huir y carecían de la autoridad para detenerme.
—Rynn —repitió Ivy, mirándome con la cabeza apoyada en la ventana. Tenía los ojos vidriosos, y sus ansias de sangre me provocaron un escalofrío. Estaba empezando a recuperar el control. Si no hubiera sido por su delicado estado de salud, lo habría estado pasando mucho peor.
—De acuerdo —dije sorbiéndome las lágrimas. Sabía cómo se sentía. No quería ser ese tipo de persona, pero si quería sobrevivir, no tenía más remedio—. Pero no le permitiré hacerte daño.
—Date prisa, por favor —me apremió, cerrando sus ojos, que se volvían de un intenso y ávido negro vampírico. Su larga mano de pianista estaba aferrada a la manilla de la puerta, y se alejó de mí todo lo que pudo.
Con los faros encendidos, puse el coche en marcha y me dirigí hacia la salida. La aguja del velocímetro se disparó y esperé una sensación de mareo que nunca llegó. Aparentemente, Mia no me había arrebatado una cantidad de aura suficiente como para alterar mi equilibrio, pero al interceptar por un breve instante una línea luminosa comprobé que todavía estaba comprometida, y la solté antes de ponerme a vomitar por el dolor.
—Llámalo. —La voz de Ivy hizo que me estremeciera. Era grave y seductora, en claro contraste con su estado de debilidad—. Usa mi teléfono.
Estaba empezando a ver algo de tráfico y, al llegar a un semáforo en rojo, cogí su bolso, encontré su delgado móvil y lo abrí.
Cinco rayas
. ¿
Cómo es posible que la batería de mi teléfono nunca tenga cinco rayas
? A continuación, mirando tanto la brillante pantalla como el semáforo, me desplacé por los números y presioné «RC».
El corazón empezó a latirme con fuerza y, mientras el teléfono sonaba, el disco se puso verde y entré en una carretera bordeada de nieve. Apenas hubimos recorrido cinco metros, una cultivada e interesada voz respondió:
—Sí, ¿Ivy?
Mierda
. Me acerqué el teléfono al oído y aceleré para conseguir pasar el siguiente semáforo, que estaba en ámbar.
—Ivy está herida —dije secamente—. Necesita sangre.
Rynn Cormel hizo un extraño sonido.
—Pues dásela, Rachel.
Hijo de puta
.
—¡No quiere mi sangre! —dije mirándola y viendo el dolor que sentía—. Te quiere a ti. Voy hacia tu casa, pero no estoy segura de llegar a tiempo. —Cuando la luz de las farolas se volvió borrosa, me enjugué las lágrimas—. Esa maldita banshee la atacó. O haces lo que esté en tu mano para mantenerla con vida o te juro que te mataré, Rynn Mathew Cormel. No juegues con esto. Lo digo muy en serio. Todavía no puedo salvar su alma. Necesito más tiempo.
No me importaba sonar como un demonio al utilizar su nombre completo de aquella manera. Manejando el coche por las carreteras heladas, escuché al vampiro no muerto inspirar lentamente, aunque no lo necesitaba.
—Ve por el puente I-75. Iremos a tu encuentro.
La comunicación se cortó, y arrojé el teléfono en dirección al bolso de Ivy. Parpadeando furiosamente, agarré el volante con fuerza y pisé el acelerador. Mientras atravesaba la ciudad, los otros coches tocaban el claxon, pero los tipos de la AFI no me pararían y a la SI ya no le importaba.
—Aguanta —dije con los dientes apretados; tomé una curva demasiado deprisa y la sujeté por el hombro para que no se cayera encima de mí.
Los ojos de Ivy se abrieron cuando mi mano la tocó, y sentí una punzada de miedo.
—Date prisa —dijo entre jadeos—. Rachel, preferiría morir que morderte ahora. Te lo ruego, ve todo lo deprisa que puedas. No sé cuánto tiempo conseguiré contenerme. Me duele mucho. ¡Oh Dios!… Me la ha quitado toda.
—Todo se va a arreglar —dije al divisar una señal que indicaba que nos acercábamos a un puente—. Viene para acá. Casi hemos llegado.
Ella se quedó en silencio y, tras unos instantes, preguntó:
—¿Tú cómo estás?
La miré atónita. ¿Estaba preocupada por mí?
—Bien —dije, tocando el claxon para evitar que un tipo se me colocara delante. Él se detuvo y, después de esquivarlo, la miré con el ceño fruncido.
—¿Por qué lo hiciste, Ivy? Debiste dejarla marchar. ¡Es una maldita banshee!
—Porque todo esto ha sido culpa mía —dijo entre jadeos, bajando la vista hasta la moneda que seguía sujetando fuertemente en el puño—. Mia, Remus… Todo. Yo soy la responsable de que Mia aprendiera a matar gente con total impunidad. Y te hirió gravemente. Me ocuparé de esto. Tú no puedes arriesgarte de nuevo.
—¿Vas a ocuparte de ella tú sola? —pregunté, sintiéndome lejana e irreal en mi interior—. Yo tengo tanta culpa como tú. Para empezar, fui yo la que te dio el deseo. Le vamos a echar el guante, Ivy, pero no por separado. Tenemos que hacerlo juntas. ¿
A quién pretendo engañar
?
Se necesitaría un demonio para vencer a una banshee. Aunque, pensándolo bien
…
No dijo nada, pero detrás de su apetito la expresión era de determinación. Entonces encendí la calefacción y una ráfaga de aire caliente inundó el interior del vehículo. A lo lejos, divisé el destello de las luces de un coche que se aproximaba a nosotras y me invadió una sensación de alivio tan fuerte que casi me dolió. Adiviné que se trataba de un Hummer por el espacio entre los faros. Eran ellos. Tenían que serlo.
—¡Ahí están! —exclamé, e Ivy intentó sonreír. Tenía los dientes apretados y la mirada encendida, y me partió el corazón ver sus ojos enrojecidos y llenos de dolor mientras luchaba.
A tientas, busqué la pequeña palanca para devolverle los destellos y me aparté hacia un local de comida rápida. Dos coches se colocaron detrás de mí, negros bajo la luz de las farolas. Entonces me detuve, sin pisar el freno a fondo, pero casi. Antes de que tuviera tiempo de dejar el coche en punto muerto, descubrí a dos hombres en la puerta de Ivy. Se oyó un crujido metálico y la puerta se abrió, la cerradura estaba rota.
Un fuerte olor a incienso vampírico penetró en el coche y, con un sonido desgarrador, Ivy se abalanzó sobre el hombre que se agachaba para cogerla. Yo me di la vuelta, con los ojos llenos de lágrimas. Escuché un gemido, y cuando volví a mirar, el segundo hombre ayudaba al primero a llevarse a Ivy al Hummer negro. Ella estaba en su cuello, con la sangre desbordándose por las comisuras de sus labios. Su compañero les abrió la puerta e Ivy y el hombre al que estaba aferrada desaparecieron en el interior. Luego se volvió para mirarme, con una expresión difícil de descifrar, antes de seguirlos y cerrar la puerta.
La nieve caía. Me quedé sentada con la puerta del asiento del copiloto abierta, mirando por el retrovisor, con las manos en el volante, y sin parar de llorar. Ivy tenía que ponerse bien. No podía ser de otra manera. ¡
Esto no puede ir peor
!
Un suave golpeteo en mi ventana me sorprendió; miré y vi a Rynn Cormel junto a mi coche. Llevaba vuelto el cuello del abrigo de cachemir para protegerse de la nieve y su sombrero empezaba a cubrirse de blanco. Tenía muy buen aspecto, pero el recuerdo de la crueldad con que me había tratado (a mí y a Ivy, para ser más exactos) era demasiado reciente para haberlo asimilado. Era un animal, y en aquel momento me di cuenta de lo que Ivy había querido decir cuando comentó que era solo un vampiro.
A pesar de su dinero, su poder y su atractivo, no era nada, y no merecía el amor o el afecto de nadie. No permitiría que Ivy se convirtiera en un ser semejante.
Limpiándome la nariz, bajé la ventanilla. En mi interior estaba entumecida.
Rynn Cormel se inclinó hacia delante de manera que su rostro quedó mucho más cerca del mío. Al ver el estado en que me encontraba, se sacó un pañuelo de un bolsillo interior y me lo entregó.
—¿Por qué no dejaste que te mordiera en lugar de montar todo este drama? —dijo, mirando de reojo hacia el Hummer inmóvil—. Lo único que necesita es sangre.
Independientemente de que fuera un animal, seguí sintiendo la necesidad de tratarlo con respeto.
—Porque no quería —dije utilizando su pañuelo y dejándolo a un lado. Era posible que se lo devolviera después de lavarlo. Quizás—. No quiere perder su alma, y si me mordiera estaría aún más cerca de hacerlo.
Él frunció el ceño y se irguió, dando algunos pasos hacia atrás para poder verme.
—Es lo que es.
—Lo sé —respondí soltando el volante y apoyando las manos en mi regazo—. Y ella también lo sabe.
Con las cejas levantadas, Rynn Cormel articuló un suave sonido. Balanceándose sobre los pies, hizo amago de marcharse.
—Rynn —lo llamé haciendo que se detuviera—. Acepta lo que es, y te aseguro que haré todo lo que esté en mi mano para ayudarla a ser quien ella quiere.
El corazón me iba a mil, pero su expresión de preocupación se transformó en una de sus famosas sonrisas y me pregunté si acababa de salvar mi propia vida al prometerle que encontraría la manera de que mi amiga no perdiera su alma. Si creía que lo que quería decir era que encontraría la manera de que la conservara después de muerta, significaría que aceptaba su prerrogativa. Sin embargo, yo estaba pensando en algo un poco más inmediato. Algo de lo que ambas nos beneficiaríamos.
—Bien —dijo con las manos en los bolsillos y expresión inofensiva—. Disfruta de la cena con tu familia, Rachel. Ivy se pondrá bien.
Me erguí en mi asiento y lo miré con ojos esperanzados.
—¿Estás seguro?
Sin apartar la vista del Hummer añadió:
—Su aura se recuperará conforme sacie sus instintos y recuperará las fuerzas justo a tiempo. En realidad, son mis hombres los que me preocupan.
Al oír aquello, no pude evitar esbozar una sonrisa, que se desvaneció rápidamente. Se encontraba fuera de control en aquel coche, y se odiaría a sí misma cuando regresara a casa. En aquel periodo, la única cosa que evitaba que perdiera la razón era no haber permitido que sus ansias de sangre la controlaran y no haberlas satisfecho abalanzándose brutalmente sobre mí. Su promesa de abstención le había durado treinta segundos.
—Rynn, no la presiones —dije—. Te lo pido por favor. Limítate a hacer que se ponga bien y mándamela a casa. Encontraré la manera de que muera sin perder su alma. Si existe alguna posibilidad, daré con ella.
¡
Maldita sea
!
Voy a tener que hablar con Trent
. Él conocía un método para adormecer el virus vampírico, pero, a partir de ahí, quizás descubriera la manera de eliminarlo. No estaba segura de que Ivy accediera a convertirse en una humana para perder sus ansias de sangre, pero después de aquella noche… era posible que sí.
El hombre alto inclinó la cabeza para indicar que se daba por enterado de mis palabras y, sonriendo, se dirigió con elegancia hacia su segundo coche. El conductor salió para abrirle la puerta y, antes de darme cuenta, ambos vehículos habían desaparecido.
Eché un vistazo al reloj y descubrí que el bolso de Ivy se había quedado en el coche. Lo recogí de la alfombrilla y, tras dejarlo en el asiento en el que había estado sentada, estiré el brazo y cerré la puerta rota. El olor de Ivy seguía flotando en el ambiente, e inspiré profundamente, preguntándome cómo se encontraría. Las manos empezaron a temblarme con los restos de adrenalina. Era tarde para la comida que ya había tenido que retrasar. Robbie iba a poder ensañarse conmigo de lo lindo.