Cerulean Sins (48 page)

Read Cerulean Sins Online

Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

BOOK: Cerulean Sins
11.3Mb size Format: txt, pdf, ePub

El archivo contenía una lista de asociados conocidos, con fotos de algunos de ellos. Algunas de las fotos eran equivalentes a fotografías normales, pero la mayoría eran granuladas como las fotos de vigilancia. Rostros de perfil, capturados corriendo hacía sus coches y dentro y fuera de edificios de países lejanos. Era casi como si los hombres supieran que eran fotografiados, o temieran serlo. Hubo dos caras que me hicieron volver a ver a los dos hombres, uno de perfil con un sombrero y otro con la cara falta de definición mirando a la cámara.

O´Brien se acercó a mi lado, mirando hacia abajo a las fotos que había establecido al otro lado del borde de su escritorio.

—¿Los reconoces?

—No estoy segura. —Toqué el borde de las imágenes, como si eso las hiciera más reales, como si descubriera sus secretos.

—Sigues regresando a ellos —dijo.

—Lo sé, pero no es como si los conociera. Es más como si los hubiera visto en alguna parte. Alguna parte reciente. No puedo situarlos, pero sé que los he visto, o a dos personas muy similares.

Mire hacia abajo a las imágenes granuladas, gris, blanco y negro, compuestas de pequeños puntos, como si el fax fuera una copia de una copia. ¿Quién sabía de dónde había salido el original?

O´Brien parecía recoger lo que estaba pensando, porque dijo:

—Estás trabajando con faxes de fotos de vigilancia. Tendrías suerte de conocer a tu propia madre en ellas.

Asentí, luego agarré una con el hombre grande y oscuro en ella. Estaba a punto de entrar en un coche. Había un edificio viejo detrás de él, pero no era una estudiante de arquitectura, así que no me decía nada. El hombre estaba mirando hacia abajo, como si contara sus pasos, así que no tenía una vista frontal completa.

—Tal vez si pudiera ver una toma frontal. ¿Os mandaron todo lo que tenían?

—Me enviaron todo lo que tenían, o eso fue lo que ellos dijeron. —La mirada en su rostro me dijo que no estaba segura de creerlo, pero tenía que actuar como si lo hiciera—. Están muy preocupados de que más de los amigos de Heinrick puedan estar en el estado. Vamos a dar un montón de estas fotos a los policías de patrulla, con órdenes de seguir e informar, pero no de detener.

—¿Crees que es tan peligroso? —pregunté.

Ella me dio un vistazo.

—Has leído el resumen sobre Heinrick, ¿Qué piensas?

Me encogí de hombros.

—Sí, suena peligroso. —Me acerqué a la lista de asociados conocidos de nuevo. Cerré la carpeta y la puse detrás de las dos imágenes. Esta vez cogí la segunda foto, la del hombre de pelo pálido. Su pelo era blanco en la foto. Blanco o muy, muy rubio platino. No había nada en el fondo que me ayudara a juzgar su tamaño. Era una toma de frente, de cerca, mostrando solo la parte superior del cuerpo. Estaba apoyado sobre una mesa, hablando. Esta era una fotografía mejor, más detallada, pero seguía sin poder ubicarlo.

—¿Han sido tomadas con una de esas cámaras ocultas?

—¿Por qué lo preguntas?

Moví la foto para que pudiera mirarla.

—Es un ángulo demasiado extraño, hacía arriba, como si la cámara estuviera baja, al nivel de la cadera. No se suelen tomar fotos desde la cadera. En segundo lugar, él está hablando, pero no mira a la cámara, y es muy natural. Me apuesto mi dinero a que no sabe que está siendo fotografiado.

—Podrías tener razón. —Ella cogió la foto y la miró, girándola un poco para obtener un mejor ángulo—. ¿Por qué importa cómo se sacó la foto? —Sus ojos se volvieron fríos, ojos de buen policía, suspicaz, queriendo averiguar lo que yo sabía.

—Mira, os he visto a tus chicos preguntar a Heinrick y a su amigo. Suenan como un puto disco rayado. Los puedes retener durante setenta y dos horas, pero pueden pasar cada hora de ese tiempo sin decir nada.

—Si —dijo.

—Podríamos ir de pesca. Dile a Heinrick que sus amigos necesitan verse mejor. No les puedes decir donde fueron hechas estas fotos. El rubio está solo en la habitación.

O´Brien sacudió la cabeza.

—No, no sabemos lo suficiente como para ir de pesca, todavía no.

—Si recuerdo donde he visto a estos chicos, podemos —dije.

Ella me miró, como si por fin hubiera dicho algo interesante.

—Podemos —su voz sonaba prudente.

—Incluso si no recuerdo donde los vi, si se acercan las setenta y dos horas, ¿podemos intentar un farol?

—¿Por qué? —preguntó ella.

Crucé mis brazos sobre las costillas y luché contra el deseo de abrazarme a mí misma.

—Porque quiero saber por qué este cabrón me estaba siguiendo. Francamente, si no me estuviera siguiendo específicamente a mí, estaría más preocupada por Saint Louis en general.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Si Heinrick y su banda están en la ciudad, entonces diría que tenemos que preocuparnos por el terrorismo. Probablemente algo con una inclinación racial. —Toqué la carpeta sin abrirla—. Aunque ha trabajado algunas veces con gente de color, como dice el refrán. ¿Me pregunto cómo se justifica con sus amigos supremacistas blancos?

—Tal vez es solo un mercenario —dijo O´Brien—. Tal vez el hecho de que trabaja para la supremacía blanca solo es pura coincidencia. Ellos solo eran los que tenían el dinero en el momento que lo necesitaba.

La mire.

—¿Crees eso?

—No —dijo y sonrió—. Piensas más como un policía de lo que pensaba, Blake, te voy a dar eso.

—Gracias, —me lo tomé como un gran elogio, que es lo que era.

—No, si camina como un pato y grazna como un pato, entonces es un pato, y tú expediente dice que es un supremacista blanco el cual no toma dinero de la misma gente que quiere destruir. Es un racista, no un fanático.

Asentí.

—Creo que tienes razón.

Ella me miró durante un segundo o dos, luego asintió, como si hubiera ordenado su mente.

—Si se aproximan las sesenta y dos horas, puedes venir y vamos a jugar a ir de pesca, pero creo que vamos a necesitar un mejor cebo que un par de fotos manchadas.

Asentí.

—Estoy de acuerdo. Haré mi mejor esfuerzo para llegar a más antes de que tengamos la barba del león en su guarida.

—¿La barba del león en su guarida? —Ella sacudió su cabeza—. ¿Qué has estado leyendo?

Sacudí la cabeza.

—Tengo amigos que me leen, si no hay imágenes estoy bastante perdida.

Ella me dio otra de esas miradas, la mitad de repugnancia, la otra mitad tratando de no sonreír.

—Lo dudo, Blake, lo dudo mucho.

En realidad, Micah y Nathaniel se turnaban para leer en voz alta el uno y el otro por la noche. Micah se había sorprendido de que ni Nathaniel ni yo hubiéramos leído el original de Peter Pan, por lo que había empezado con ese. Entonces había descubierto que Micah no había leído
La telaraña de Charlotte
. Nathaniel había leído el mismo libro cuando era niño, pero nadie se lo había leído a él. De hecho, no recordaba que nadie le hubiera leído un libro jamás. Eso fue todo lo que dijo, que nunca había tenido jamás a nadie que le leyera en voz alta cuando era pequeño, pero ese pedacito de él era parecido a hablar volúmenes sobre él. Así que se turnaban para leer en voz alta el uno al otro, un ritual a la hora de dormir que era muy hogareño, y extrañamente más íntimo que el sexo o alimentar el
ardeur
. Tú no le lees tus cuentos de la infancia en voz alta a la gente que te follabas, lees a la gente que amas. Había esa palabra, amor. Estaba empezando a pensar que no sabía lo que significaba.

—Blake, Blake, ¿estás ahí?

Parpadee hacia O´Brien y me di cuenta de que me estaba hablando y no la había escuchado.

—Lo siento, de verdad, creo que estoy pensando demasiado.

—Lo que estabas pensando no parecía muy feliz.

¿Qué le podía decir? Algunas cosas lo eran, algunas no, como la mayoría de las cosas en mi vida personal. Lo que dije en voz alta fue.

—Lo siento, es que me inquieta un poco tener a alguien como Heinrick detrás de mí culo.

—No parecías asustada, Blake, lo que parecía es que estabas pensando en algo demasiado difícil.

—He tenido éxito con hombres que iban detrás de mí pero no con terroristas especializados en política. No hay nada político en lo que hago. —En el momento en el que lo escuche salir de mi boca, me di cuenta de que estaba equivocada. Había dos tipos de política en la que estaba involucrada profundamente, la peluda y la vampírica. Mierda, ¿lo habría contratado Belle? No, no se sentía bien. Había tocado su mente demasiado íntimamente, ella todavía pensaba que me podía poseer. No destruiría lo que creía que podía controlar, o utilizar.

Richard seguía cavando para intentar salir del embrollo político que había hecho cuando trató de formar una verdadera democracia. Ya sabes, un voto por persona. Por lo tanto, no había funcionado, porque se había olvidado de mantener el veto presidencial. Era Ulfric, el rey de los lobos, pero había destripado el oficio de Ulfric y todavía no había construido un refuerzo de respeto que necesitaba la base del poder. Le ayudé a reedificarla, pero parte de la manda veía mi participación como otra muestra de flaqueza. Al infierno, también lo hacía Richard.

Que yo supiera, nadie estaba intentado avanzar en la manada de Richard. Las manadas vecinas se mantenían alejadas hasta que el polvo se asentara. No había nadie digno de retar al jefe de la manada, excepto Sylvie, y se había mantenido al margen, porque le gustaba Richard y no quería tener que matarlo. Si Richard no tuviera miedo de lo que Sylvie haría como Ulfric simplemente podría renunciar por ella, pero él sabía, y Sylvie había admitido que su primera orden sería la de matar a todo aquel que sospechara desleal. Eso podría ser una docena o dos. Richard no estaba dispuesto a que eso sucediera. Pero Sylvie habría venido directamente a la cara si tuviera un problema. Así que…

Mire a O´Brien. Ella me estaba mirando, tratando de leerme. No tenía ni idea de lo que habría visto mientras mis pensamientos pasaban por mi cara. Definitivamente hoy no estaba en la cima de mi juego.

—Háblame, Blake —dijo.

Me decidí por decirle la mitad de la verdad, eso mejor que nada.

—Estaba pensando en un tipo de política en la que participo.

—¿Y esa es?

—Vampírica. Tengo estrechos vínculos con el maestro de la ciudad de St. Louis. No creo que Heinrick trabaje para un vampiro, pero quizás no lo sepa. La mayoría de las personas obtienen este trabajo mediante intermediarios, así nadie ve sus caras.

—¿Por qué un vampiro te querría matar solo por estar saliendo con el Maestro de la ciudad?

Me encogí de hombros.

—La última vez que alguien intentó matarme, era suficiente razón. Pensaban que se debilitaría… que el maestro se desconcentraría.

Se apoyó sobre el borde del escritorio, con los brazos cruzados sobre su estómago.

—¿Piensas que realmente es eso?

Fruncí el ceño y sacudí la cabeza.

—No lo sé. No lo creo, pero es en la única política en la que puedo pensar.

—Pondré la nota en el archivo, lo pondré en primera línea —dijo—. Nosotros podríamos ofrecerte protección policial.

—¿Tienes presupuesto adicional para eso?

Ella sonrió, pero no parecía feliz.

—Heinrick tiene terrorista en su expediente. Fíate de mí, en este momento, con la palabra T en la imagen, podría conseguir la mano de obra.

—¿No sería eso el poder de una persona? —dije, mirándola fijamente, mirando sus ojos vacíos.

Ella resopló.

—Ah, por favor, no soy P.C. y no creo que tú seas cualquiera.

—Lo siento no me pude resistir.

—Además de haber trabajado con la policía el tiempo suficiente para saber que por lo general es el poder del hombre.

—Muy cierto —dije.

—¿Qué tal escolta policial o alguna vigilancia?

—Déjame pensarlo —dije.

Se apartó del escritorio. Ella no era exactamente como una torre sobre mí, pero era alta.

—¿Por qué no podemos ayudarte a protegerte, Sra. Blake?

—¿Podría tener una copia del informe?

Ella sonrió, pero no era una sonrisa agradable.

—A través de los canales legales, estoy segura de que tendrás una copia en un día o dos.

—¿No puedo usar una fotocopiadora?

—No —dijo ella.

—¿Por qué no?

—Debido a que no tendrás protección policial, lo que significa que estás escondiendo algo.

—Tal vez, pero si me das las copias de las fotos puede que los identifique.

—¿Cómo?

Me encogí de hombros.

—Tengo algunas conexiones.

—¿Piensas que tus conexiones serán mejores que la inteligencia del gobierno?

—Digamos que sé los motivos y las prioridades de mis conexiones. No puedo decir lo mismo de todas las ramas de mi gobierno.

Nos miramos la una a la otra durante un momento.

—No voy a tratar de debatir eso contigo.

—Bien, ¿ahora puedo tener una copia por lo menos de las fotos?

—No. —Y tenía ese brillo de irrevocabilidad.

—Estás siendo infantil —dije.

Ella sonrió, pero era más como enseñando los dientes, un gruñido amistoso.

—Y tú estás ocultando algo. Si esto vuelve y me muerde el culo, tendré tu identificación por esto.

Pensé en ver hasta dónde podía llegar, pero no lo hice. Era nueva con este tipo de identificación y no estaba realmente segura de por qué podría perderla y por qué no. Quizás debería mirar ese tipo de detalles.

—No sabemos lo suficiente acerca de por qué Heinrick está detrás de mí como para ocultar nada, O´Brien.

—Es lo que tú dices.

Suspiré y me levanté.

—Bien.

—Que tengas un buen día, Blake. Vete a hablar con tus conexiones y mira donde te pones. Yo me quedo con el gobierno y la Interpol. —Me dio un exagerado encogimiento de hombros—. Llámame anticuada.

—Haz lo que quieras —dije.

—Sólo vete —dijo.

Me fui.

TREINTA Y OCHO

Other books

Angles of Attack by Marko Kloos
Pat of Silver Bush by L. M. Montgomery
Coming Home by Breton, Laurie
Fathom by Merrie Destefano
Memoirs of a Hoyden by Joan Smith
Revolutions of the Heart by Marsha Qualey