Cuando comer es un infierno (19 page)

BOOK: Cuando comer es un infierno
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Nuevamente, el círculo de aislamiento, vergüenza y enfermedad puede romperse si las llamadas de auxilio reciben una respuesta adecuada y con la que puedan identificarse.

«Hola, amigo. No son puras mujeres, al menos aquí también hay dos hombres, José y yo. Nosotros también sufrimos de esos problemas, anorexia y bulimia, y sé que es muy duro sobre todo para nosotros. No soy machista ni mucho menos, admiro en toda su extensión a las mujeres por su fuerza, pero al menos para mí, era humillante que la gente lo supiera, porque se supone que el hombre es el sexo fuerte y somos quienes apoyamos y ayudamos a las chicas, pero en realidad no somos más que ellas.

Incluso me atrevería a decir que ellas nos han dado una buena lección.

No hay que avergonzarnos de lo que somos, es horrible porque ya imagino los comentarios de tus amigos hacia ti, si son igual de malintencionados que los que yo recibí te debes de sentir supermal. Te comprendo y créeme que si quieres un amigo, aquí estoy. No te preocupes,
brother,
saldremos de ésta, ya verás, cuentas conmigo para todo,
Bye,
cuídate mucho y ustedes también, chicas, son de lo mejor que hay..».

(RESPUESTA A LA ENTRADA ANTERIOR EN LA PÁGINA WEB
CON SU SALUD
, ÁMBITO HISPANOAMERICANO, 10.1.02)

Para su desgracia, los hombres están entrando rápidamente en el mundo de los trastornos alimenticios, que se muestran tolerantes con todo tipo de razas, sexo, oficios, edades u orientación sexual. El aumento de la depresión está llevando también a que los sufran un mayor número de personas maduras. Las presiones para mantener un cuerpo esbelto, sea su dueño un hombre de negocios, una muchacha joven o una madre de familia numerosa parecen aumentar en lugar de reducirse paulatinamente.

Para colmo, se da una paradoja cruel: mientras que los alimentos ricos en grasas polisaturadas e hidratos de carbono son más baratos que la comida baja en grasas o los productos ecológicos, lo que limita el acceso de éstos alimentos a determinadas capas de la población, los tratamientos psicológicos resultan costosos y largos, con lo que esa misma franja queda desprotegida frente al problema del exceso de peso o de los trastornos alimenticios.

La insistencia en que dichos trastornos afectan únicamente a jovencitas coquetas preocupadas por su imagen ha dificultado que muchos hombres enfermos no asocien sus problemas a la bulimia o a la anorexia, o que sus médicos no los diagnostiquen como tales. Los pocos casos masculinos que han salido a la luz se han asociado a deportistas de élite, o al mundo gay. Esa clase de pensamiento sesgado, que tanto está dañando a los propios afectados, debería disiparse inmediatamente.

El 13 de diciembre de 2001 el diario
El País
sacaba a la luz el problema que había afectado al ciclista Curro García, acusado de dopaje, y apartado del circuito durante varios meses. La sustancia prohibida que había consumido era anfepramona, un inhibidor del apetito que Curro empleaba para mantenerse delgado. Estaba en una situación desesperada, después de haber caído en la bulimia y su ciclo de vómitos, lo que en el artículo se achacaba a la importancia que el director de su equipo daba al peso del deportista. Al parecer, ese entrenador estaba especialmente obsesionado con el peso de todos sus ciclistas, a los que saludaba llamándoles «gordos», y cuyas comidas controlaba.

Tras la sentencia de dopaje, Curro García sufrió una severa depresión, de la que salió con medicación y tratamiento psiquiátrico. En la actualidad se ha recuperado, corre con un equipo italiano y parece estar recibiendo todo el apoyo necesario.

Bien por Curro García, por su valor y por su fuerza. Bien también por el periódico
El País,
por denunciarlo. Sin embargo, pese a la simpatía con la que enfoca el tema, el redactor no evita una serie de frases que revelan claramente la opinión general hacia este tipo de casos. Curro García es descrito como «un ciclista sensible (...) con problemas de autoestima, propenso a creerse menos de lo que es. Un carácter tirando a débil, lo que no es lo más indicado para ser feliz en un mundo tan competitivo como el del deporte profesional». Continúa añadiendo que se topó con «el extrovertido director». Mientras sus compañeros no parecían tener problemas con la presión sobre su aspecto y alimentación, «Curro García, como si fuera masoquista», los revelaba.

El masoquismo tiene poco que ver con el origen de un trastorno alimenticio, y la debilidad de carácter no influye en absoluto en el rendimiento en el deporte. Antes al contrario, un carácter débil y fácilmente seducible se plegará a todas las exigencias y sacrificará sus necesidades a cambio de obtener el triunfo. En ese caso se llama disciplina. Ésa fue precisamente la actitud de Curro, que logró excelentes actuaciones mientras intentaba luchar centra su dolor interno. De no haber manifestado ése trastorno, de haber ocultado su problema y no haber sido detectado el dopaje, sería posiblemente puesto como ejemplo por su fuerza de superación.

Aparte de hombres bulímicos y hombres anoréxicos, existen muchos comedores compulsivos, tradicionalmente considerados glotones o golosos. De ahí que en lugar de ser observados con preocupación, únicamente se considere la parte estética o saludable del aumento de peso, y se les tenga por gorditos felices, o perezosos comilones. En lugar de que se tome conciencia de la enfermedad, se propugna un sentimiento de vergüenza.

En poco tiempo es posible que las organizaciones sanitarias comiencen a calcular los inmensos gastos que estos trastornos ocasionan, y consideren necesario invertir ciertas cantidades en prevención. De todas maneras, las consultas y los tratamientos privados son tan frecuentes, que esa toma de conciencia puede retrasarse indefinidamente.

Sin embargo, si se comienza a expandir la idea de que la bulimia y la anorexia no son enfermedades excluyentes, que afectan a un amplio sector de la población, es posible que se inicie una reacción, o al menos que uno de los tópicos más dañinos caigan. Cartas de denuncia, protestas, actos de apoyo, negativas a admitir modelos de conducta y apariencia equívocos... todo ello es necesario, y puede ser llevado a cabo por cualquier sector de la sociedad.

Tal y como está organizada nuestra civilización, los problemas de las adolescentes no parecen contar. Tristemente, es posible que ahora que la bulimia se ha extendido a otras capas más influyentes, esa situación mejore.

Resulta interesante anotar también que, aunque muy lentamente, se han tomado algunas disposiciones, y que las bulímicas ya no se encuentran totalmente desamparadas. Ya no son invisibles para la ley.

La página web de Alábente
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incluye unos aspectos legales que deberían ser tomados en cuenta a la hora de decidir una hospitalización urgente o imprescindible de las enfermas. En este texto, que se transcribe a continuación, se cita la ponencia de la fiscal Mª Francisca Sánchez Alvarez sobre el marco jurídico de los trastornos de la conducta alimentaria, realizada durante el III Congreso Internacional de Estudios para el Desarrollo.

Disposiciones legales referentes a los menores de edad con trastornos alimenticios.

Según dispone el art. 154 del Código Civil «Los hijos no emancipados están bajo la patria potestad del padre y de la madre», quienes la ejercerán siempre en beneficio de los hijos y de acuerdo con su personalidad y comprende las facultades-deberes siguientes: velar por los hijos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurar su formación integral.

¿Cuál es la vía legal que existe y utilizan los progenitores ante un trastorno alimentario de un menor de edad sometido a patria potestad? Al amparo de lo dispuesto en el art. 211 del Código Civil, en su nueva redacción dada, en cuanto al párrafo 1° por la Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor, el internamiento por razón de trastorno psíquico de una persona que no está en condiciones de decidirlo por sí, aunque esté sometida a la patria potestad, requerirá autorización judicial.

Ésta será previa al internamiento, salvo que por razones de urgencia se hiciese necesaria la inmediata adopción de la medida, de la que se dará cuenta cuanto antes al Juez y, en todo caso, dentro del plazo de 24 horas. El internamiento de menores se realizará en todo caso en un establecimiento de salud mental adecuado a su edad, previo informe de los servicios de asistencia al menor.

El Juez, tras examinar a la persona y oír el dictamen de un facultativo por él designado (que no necesariamente tiene que ser médico forense...), concederá o denegará la autorización para internarlo y pondrá los hechos en conocimiento del Ministerio Fiscal, a efectos de que éste promueva la declaración de incapacitación de la persona, siempre que haya un principio de prueba de que la misma padece una enfermedad o deficiencia persistente de carácter psíquico que le impida gobernarse por sí misma (art. 200 del Código Civil).

Concedida la autorización para el internamiento psiquiátrico de un menor por razón de trastorno alimentario, el Juez de oficio recabará información del Hospital o Centro Sanitario donde esté ingresado, sobre la necesidad de proseguir el internamiento, cuando el Juez lo crea pertinente y, en todo caso, cada seis meses, examinando de nuevo a la persona internada y oyendo el dictamen de un facultativo, acordando a continuación lo que proceda sobre la continuación o no del internamiento.

DISPOSICIONES LEGALES REFERENTES A LOS MAYORES DE EDAD CON TRASTORNOS ALIMENTICIOS

Para solventar la posible negativa al internamiento, ya que al ser mayor de edad quien decide es la propia persona (...), la solución legal actual es la autorización que debe conceder el Juez, del internamiento del mayor de edad por razón de trastorno psíquico (,..), ya que no hay duda de que la persona con TCA que se niega a ser tratada médicamente no está haciendo otra cosa que actuar conforme al ánimo inconsciente de autodestrucción que le lleva a no comer, y éste no es una decisión libremente adoptada, sino el fruto de un trastorno objetivo y objetivable.

El procedimiento a seguir es igual que en el caso de los menores de edad. Junto a la autorización de su internamiento médico se suele promover su declaración de incapacidad, si se constata que padece una enfermedad o deficiencia persistente de carácter físico o psíquico (...). La sentencia que declare la incapacitación determinará la extensión y los límites de ésta, así como el régimen de tutela o guarda a que haya de quedar sometido el incapacitado (art. 210 del Código Civil).

Páginas web pro anorexia. Tengo voz

El fenómeno de las páginas web pro anorexia, si bien de reciente descubrimiento en nuestro país, cuenta con varios años de andadura en los Estados Unidos: son páginas mantenidas por chicas enfermas, anoréxicas, en su mayoría, o bien bulímicas con un desesperado deseo de adelgazar y lograr una apariencia anoréxica. Esa misma comunidad gestiona foros, chats en directo, y forman en su mayoría parte de un anillo de webs, es decir, están en relación entre ellas y redirigen a los internautas a otras con intereses similares.

Puede decirse que funcionan como los foros de recuperación, con los mismos mecanismos de identificación, apoyo, trato personal y testimonios privados, pero con el objetivo opuesto: para ellas resulta esencial continuar enfermas.

Los expertos en este tipo de trastornos coinciden en alertar del peligro de estas páginas, y de la increíble afluencia de visitantes que tienen cada día: la mayor parte de ellas sufrían con anterioridad enfermedades relacionadas con la alimentación. Los datos que se esgrimían en el verano de 2000 en Estados Unidos, cuando se inició la polémica sobre estas páginas, hablaban de siete millones y medio de mujeres afectadas, y de un millón de hombres, en su mayoría adolescentes o enfermos desde la adolescencia. La tasa de mortalidad rayaba en el 6%. Hablamos de más de quinientas mil personas muertas, sea por las consecuencias de la restricción alimenticia, a resultas de los atracones, fallos cardiacos o suicidio. La simple idea de que estas páginas pueden incrementar o mantener este número obligaría a adoptar medidas inmediatas... que nadie ha tomado.

Muchas de ellas cambian de dirección cada pocas semanas, y son imposibles de encontrar si no se forma parte del circuito. Otras se enmascaran bajo frases relacionadas con «Ana». Ése es el nombre en clave de la anorexia, y en la mayor parte de las páginas se encuentran elogios, poemas y declaraciones de amor a Ana. Para tener acceso a otras, es preciso pasar un examen y hacer una declaración de intenciones. En algunos casos se puede ver la página web pero no entrar en contacto con el grupo que la sostiene o la muchacha que la actualiza.

El contenido de las webs incluye fotografías de cuerpos anoréxicos, o de modelos y actrices extremadamente delgadas: Esther Cañadas y Britney Spears son dos de las favoritas, después del indiscutible ídolo, Kate Moss. Añaden frases sobre las que meditar, o «Thinspiration», recetas sin calorías, trucos para ocultar el adelgazamiento o para acelerarlo, listas de alimentos prohibidos o permitidos, y, por lo general, la historia personal de la chica que es, o desea ser, anoréxica.

La reacción internacional ha sido de estupor y de morbosa curiosidad. No en vano, las entrevistas a chicas anoréxicas han mostrado siempre una tendencia a ahondar en los aspectos más evidentes de la enfermedad: kilos perdidos, ritos siniestros, pensamientos incomprensibles, percepción de la realidad alterada... Las fotografías y los manifiestos de estas páginas justifican el miedo y la alarma, y de esa manera brutal, con el descubrimiento de esa tendencia cada vez más generalizada, deberían hacer reflexionar sobre el tipo de educación que damos a las niñas, sobre la sociedad que encuentran. Pocas de estas páginas son originales: las chicas copian frases, fotos, mandamientos similares a los que he empleado como encabezamientos, cuanto más radicales mejor. Homogeneizan criterios para darse más fuerza y ser conscientes de pertenecer a una comunidad. Incluso las historias que se revelan en la sección dedicada a la autora no varían demasiado:

«Me llamo Lauren, tengo 16 años, mido 1,70 m, peso 47 kilos. Mi ideal sería llegar a los 43, que era lo que pesaba cuando me internaron. Inicié la anorexia hace cuatro años, cuando comencé a salir con John y a tener miedo de que me dejara por cualquiera de las otras chicas del colegio. Todas estaban delgadísimas, de modo que hice dieta.

Perdí mucho peso, porque me alimentaba básicamente de cocacola y zanahorias, y mis padres se comenzaron a preocupar. Yo fui tan estúpida que admití estar a dieta, y me llevaron a una terapia. Gané algo de peso, pero todo el mundo a mi alrededor (amigos, padres, profesores...) estaban tan preocupados que a la mínima me mandaban a casa a reposar y a comer. Mis padres trabajan, de modo que podía dedicarme a mi dieta y al ordenador. Adoraba estar sola en casa. De modo que adelgacé de nuevo y me mandaron al hospital.

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