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Authors: Edgar Allan Poe

Tags: #Relato

Cuentos completos (118 page)

BOOK: Cuentos completos
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Pero lo que el
Daddy
había decidido decir a la Mosca no era asunto mío. En cambio sí lo era lo que decía de

. Después de la nobilísima manera con que el
Owl
, el
Toad
y el
Mole
se habían expresado acerca de mis aptitudes, resultaba insoportable que un diarucho como el
Daddy-Long-Legs
se refiriera fríamente a mí calificándome tan sólo de «caballero de vastos talentos y profundos conocimientos». ¡Caballero! Instantáneamente me resolví a obtener excusas por escrito o llevar las cosas a otro terreno.

Imbuido de este propósito, busqué un amigo a quien pudiera confiar un mensaje para el director del
Daddy
, y como el director del
Lollipop
me había dado señaladas muestras de consideración, decidí solicitar su asistencia.

Jamás he llegado a explicarme de manera satisfactoria la muy extraña expresión y actitud con las cuales escuchó Mr. Crab la explicación de mis intenciones. Una vez más representó la escena del cordón de la campanilla y el garrote, sin omitir el pato. En un momento dado creí que iba realmente a graznar. Pero su acceso cedió como la vez anterior, y se puso a hablar y a obrar de manera racional. Rechazó, sin embargo, ser portador del desafío, y me disuadió de que lo enviara, aunque fue lo bastante sincero como para admitir que el
Daddy-Long-Legs
se había equivocado lamentablemente, sobre todo en lo referente a los epítetos «caballero» y de «profundos conocimientos».

Hacia el final de la entrevista, Mr. Crab, que parecía interesarse paternalmente por mí, sugirió que podría ganar honradamente algún dinero y al mismo tiempo aumentar mi reputación si de cuando en cuando hacía de Thomas Hawk para el
Lollipop
.

Supliqué a Mr. Crab que me dijera quién era Mr. Thomas Hawk y de qué manera tendría yo que hacer su papel.

Mr. Crab abrió mucho los ojos (como decimos en Alemania), pero luego, recobrándose de un profundo ataque de estupefacción, me aseguró que había empleado las palabras «Thomas Hawk» para evitar la baja forma familiar «Tommy», pero que la verdadera forma era Tommy Hawk, es decir,
tomahawk
, y que la expresión «hacer de tomahawk» significaba escalpar, intimidar y, en una palabra, moler a palos al rebaño de los autores del momento.

Aseguré a mi protector que si se trataba de eso estaba perfectamente decidido a hacer de Thomas Hawk. En vista de lo cual Mr. Crab me propuso liquidar inmediatamente al director del
Gad-fly
empleando el estilo más feroz que me fuera posible y dando la suma de mis posibilidades. Así lo hice sin perder un instante, escribiendo una reseña del «Aceite de Bob» (el original) que ocupaba treinta y seis páginas del
Lollipop
. Lo cierto es que hacer de Thomas Hawk me resultó una ocupación mucho menos pesada que la de poetizar, pues me confié completamente a un
sistema
, y la cosa resultó de una facilidad extraordinaria. He aquí cómo procedía. En un remate compré ejemplares baratos de los
Discursos
de Lord Brougham, las obras completas de
Cobbett
, el diccionario del nuevo
slang
, el
Arte de desairar, El aprendiz de insultos
(edición
infolio)
y La
lengua
, por Lewis G. Clarke. Procedí a cortar dichos volúmenes con una almohaza y luego, colocando las tiras en una sierra, separé cuidadosamente todo lo que podía considerarse como decente (apenas nada), reservando las frases duras, que arrojé a un gran pimentero de hojalata con agujeros longitudinales, por los cuales podía salir una frase entera sin que sufriera el menor daño. La mezcla quedaba entonces pronta para el uso. Cuando me tocaba hacer de Thomas Hawk untaba un pliego con clara de huevo de ganso; luego, desgarrando la obra que debía reseñar en la misma forma en que había desgarrado previamente los libros (sólo que con más cuidado, para que cada palabra quedase separada), arrojaba las tiras en la pimentera, donde se hallaban las otras, ajustaba la tapa, daba una sacudida al recipiente y dejaba caer la mezcla sobre el pliego engomado, donde no tardaba en pegarse. El efecto que lograba era bellísimo de contemplar. Era cautivante. Por cierto que las reseñas que obtuve mediante este simple expediente jamás han sido superadas y constituían el asombro del mundo. Al principio, a causa de mi timidez (fruto de la inexperiencia), me sentí algo desconcertado por cierta inconsistencia, cierto aire
bizarre
(como decimos en Francia) que presentaba la composición. No todas las frases
coincidían
(como decimos en anglosajón). Muchas eran sumamente sesgadas. Algunas estaban incluso patas arriba; y estas últimas sufrían siempre en su eficacia a causa de dicho accidente, con excepción de los párrafos de Mr. Lewis Clarke, los cuales eran tan vigorosos y robustos que no parecían perder nada por la posición en que quedaban, sino que producían el mismo efecto satisfactorio y feliz de cabeza o de pie.

Resulta un tanto difícil determinar lo que fue del director del
Gad-Fly
después de la publicación de mi crítica sobre el «Aceite de Bob». La conclusión más razonable es que lloró tanto que acabó por morirse. Sea como fuere, desapareció instantáneamente de la superficie terrestre y nadie ha vuelto a saber nada de él.

Cumplida satisfactoriamente esta tarea y aplacadas las furias, me convertí de golpe en el favorito de Mr. Crab. Me otorgó su confianza, me confirmó en mis funciones de Thomas Hawk del
Lollipop
, y como, por el momento, no podía pagarme sueldo, me permitió que usara a discreción de sus consejos.

—Querido Thingum —me dijo cierta noche después de cenar—. Respeto sus talentos y lo amo como a un hijo. Será usted mi heredero. Cuando muera, le dejaré el
Lollipop
. Entretanto, haré de usted un hombre… Lo prometo, siempre que siga mis consejos. La primera cosa que debe hacer es quitarse de encima al viejo cargoso.

—¿A quién? —pregunté.

—A su padre.

—¡Ah! Comprendo lo de cargoso, en efecto.

—Tiene usted que hacer fortuna, Thingum —continuó Mr. Crab—, y su padre es como una rueda de molino que lleva atada al cuello. Tenemos que cortarla inmediatamente.

Yo saqué el cuchillo.

—Debemos cortarla —agregó Mr. Crab— de una vez por todas y para siempre. Ese viejo es una molestia. Bien pensado, debería usted darle de puntapiés o de bastonazos, o algo por el estilo.

—¿Qué diría usted —sugerí modestamente— de darle primero los puntapiés, luego los bastonazos y terminar retorciéndole la nariz?

Mr. Crab me miró pensativamente unos instantes y luego contestó:

—Pienso, señor Bob, que lo que usted propone es precisamente lo que se requiere, y que está muy bien hasta cierto punto; pero los barberos son gentes difíciles de pelar, y por eso me parece que, después de cumplir con Thomas Bob las operaciones sugeridas, sería aconsejable que procediera a ponerle los ojos negros a puñetazos, de manera tan cuidadosa como completa, a fin de que no pueda volver a verlo a usted en los paseos de moda. Luego de esto, no creo que sea necesario nada más. De todos modos… bien podría revolearlo una o dos veces en el arroyo y confiarlo luego al cuidado de la policía. A la mañana siguiente bastará con que se presente a la comisaría y denuncie que se trata de un asalto.

Me sentí sumamente emocionado por los amables sentimientos hacia mi persona que se traslucían en el excelente consejo de Mr. Crab, y no dejé de llevarlo inmediatamente a la práctica. Como resultado del mismo, me libré del viejo cargoso y comencé a sentirme un tanto independiente y con aires de caballero. Lo malo era que la falta de dinero me afectó mucho las primeras semanas, pero después de haber aprendido a usar mis ojos descubrí cómo tenía que manejar la cosa. Nótese que digo «la cosa», pues estoy informado de que la palabra latina correspondiente es
rem
. Dicho sea de paso, y ya que hablamos de latín, ¿podría decirme alguien el significado de
quocumque
y el de
modo
?

Mi plan era extremadamente sencillo. Compré por menos de nada una decimosexta participación en la revista
The Snapping-Turtle
. Y eso fue todo. La cosa quedaba terminada así, y el dinero entraba en mi bolsillo. Cierto que hubo algunas cosillas insignificantes por hacer con posterioridad, pero no formaban parte del plan, sino que eran su consecuencia. Por ejemplo, compré pluma, tinta y papel y los puse en furiosa actividad. Habiendo completado un artículo en esta forma, lo titulé:
FOL LOL, por el autor de «Aceite de Bob»
, y la remití al
Goosetherumfoodle
. Pero, como esta revista lo declarara «disparate» en sus «Respuestas mensuales a los colaboradores», cambié el título del artículo por el de:
MANTANTIRULIRULÁ, por THINGUM BOB, Esq., autor de la Oda sobre el «Aceite de Bob» y director de «The Snapping-Turtle»
. Así enmendado, volví a enviarlo al
Goosetherumfoodle
, y mientras esperaba la respuesta publiqué diariamente en
The Snapping-Turtle
seis columnas de lo que cabe calificar de investigación filosófica y analítica de los méritos literarios del
Goosetherumfoodle
, así como de la persona de su director. Al final de la semana, el
Goosetherumfoodle
descubrió que, para su equivocación, había confundido un estúpido artículo titulado «Mantantirulirulá», compuesto por algún ignorante anónimo, con una gema de resplandeciente brillo que respondía al mismo título y que era obra de Thingum Bob, Esq., el celebrado autor del «Aceite de Bob». El
Goosetherumfoodle
lamentaba sinceramente «este muy natural accidente», y prometía que el verdadero «Mantantirulirulá» sería publicado en el número siguiente de la revista.

La verdad es que pensé, realmente
pensé
, lo pensé en el momento, lo pensé entonces y no tengo razón para pensar de otro modo ahora, que el
Goosetherumfoodle
se había equivocado de veras. Con las mejores intenciones del mundo, jamás he conocido nada capaz de tantas equivocaciones como esa revista. A partir de ese día empecé a tomarle simpatía, y el resultado fue que no tardé en comprender la profundidad de sus méritos literarios, y no dejé de explayarme sobre ellos en
The Snapping-Turtle
, toda vez que se me presentaba oportunidad. Y cabe considerar como una coincidencia muy peculiar, como una de esas muy
notables
coincidencias que hacen pensar seriamente a un hombre, que esa total modificación de mis opiniones, que ese completo
bouleversement
(como decimos en francés), que ese absoluto
trastocamiento (si
se me permite emplear este término más bien enérgico de los choctaws) entre mis opiniones, por una parte, y las
Goosetherumfoodle
, por la otra, volviera a producirse, a breve intervalo y en condiciones similares, entre el
Rowdy-Dow
y yo y entre el
Hum-Drum
y yo.

Fue así como, por un golpe maestro de genio, consumé finalmente mis triunfos llenándome los bolsillos de dinero, y así también como principió, según cabe afirmarlo verdadera y noblemente, esa brillante y fecunda carrera que me hizo ilustre y que hoy me permite decir con Chateaubriand: «He hecho historia»
(J’ai fait l’histoire)
.

Sí, he hecho historia. Desde aquella radiante época que acabo de consignar, mis acciones y mi trabajo son propiedad del género humano. El mundo entero los conoce. Inútil me parece, pues, detallar cómo, remontándome rápidamente, me convertí en heredero del
Lollipop
, cómo uní esta revista con el
Hum-Drum
y cómo adquirí luego el
Rowdy-Dow
, combinando las tres publicaciones; cómo, finalmente, hice una oferta al único rival remanente y reuní toda la literatura de la región en una sola y magnífica revista, conocidas en todas partes con el nombre de
Rowdy-Dow, Lollipop, Hum-Drum
y
Goosetherumfoodle
.

Sí. He hecho historia. Mi fama es universal. Se extiende hasta los más alejados confines de la tierra. No puede usted abrir un periódico sin encontrar en él alguna alusión al inmortal THINGUM BOB. Mr. Thingum Bob dijo esto, Mr. Thingum Bob escribió aquello y Mr. Thingum Bob hizo lo de más allá. Pero soy modesto y expiro con el corazón lleno de humildad. Después de todo, ¿qué es ese algo indescriptible que los hombres persisten en llamar «genio»? Coincido con Buffon y con Hogarth: no es más que
asiduidad
.

¡Contempladme! ¡Cuánto trabajé, cuánto bregué, cuánto escribí! ¡Oh dioses, lo que habré escrito! Siempre ignoré la palabra «facilidad». De día no me apartaba de mi mesa y de noche, pálido estudiante, veía consumirse la bujía. Deberíais haberme visto; sí, deberíais. Me inclinaba a la derecha. Me inclinaba a la izquierda. Me sentaba hacia adelante. Me sentaba hacia atrás. Me sentaba
tête baissée
(como dicen los kickapoos), acercando mi rostro a la página alabastrina. Y todo el tiempo
escribía. A
través de la alegría y del dolor,
escribía
. Con hambre y con sed,
escribía
. Fuera buena o mala mi reputación,
escribía
. Con luz del sol o luz de la luna,
escribía
. Inútil decir
qué
escribía. ¡El
estilo
… eso era todo! Lo tomé de Fatquack… ¡ejem, ejem!… y ahora mismo os estoy dando una muestra.

Cómo escribir un artículo a la manera del Blackwood

En nombre del Profeta…, ¡higos!

(Pregón de los vendedores turcos de higos)

Doy por supuesto que todo el mundo ha oído hablar de mí. Soy la Signora Psyche Zenobia. De ello no cabe la menor duda. Sólo mis enemigos son capaces de llamarme Suky Snobbs. He oído decir que Suky es una corrupción vulgar de Psyche, palabra del más excelente griego, que significa «el alma» (y así soy yo: toda alma), y a veces «mariposa», sentido este último que alude indudablemente a mi apariencia cuando luzco mi nuevo vestido de satén carmesí, con
mantelet
arábigo celeste, guarnición de
agraffas
verdes y los siete volantes del
auriculas
anaranjado. En cuanto a Snobbs, cualquiera que fije en mí sus ojos se dará instantáneamente cuenta de que no puedo llamarme Snobbs. Miss Tabitha Nabo difundió esa especie por pura envidia. ¡Nada menos que Tabitha Nabo! ¡La malvada intrigante! ¿Pero qué se puede esperar de un nabo? Me pregunto si alguna vez oyó el viejo adagio sobre «la sangre que sale de un nabo», etc. (Memorándum: Recordárselo en la primera oportunidad). (Otro memorándum: Tirarle de la nariz). ¿Dónde estaba? ¡Ah! Me han asegurado que Snobbs es una corrupción de Zenobia, y que Zenobia era una reina (como yo, pues el Dr. Moneypenny me llama siempre la Reina de Corazones); que tanto Zenobia como Psyche vienen del mejor griego, y que mi padre era «un griego»
[125]
, por lo cual tengo derecho de usar nuestro patronímico, vale decir Zenobia y no Snobbs. Nadie fuera de Tabitha Nabo me llama Suky Snobbs. Yo soy la Signora Psyche Zenobia.

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