—Seguro. A ver cuándo me la presentas a mí —bromeó Tommy, tratando de animarlo.
—Cuanto tú me presentes a tu famoso amigo.
—Tendré que convencerlo. Creo que se siente un poco intimidado por el Imperio Andrew —replicó Tommy. En el fondo sabía que Sasha se sentía un poco culpable por tener relaciones siendo él tan joven. Una culpabilidad que, sin embargo, no le impedía seguir follándoselo. Soltó una risita.
—No estoy seguro si quiero saber de qué te ríes. —Alex alzó una ceja—. ¿Y qué es eso del Imperio Andrew? ¿Has estado leyendo prensa amarilla? Explícale a tu amigo que soy un tío normal y que el hecho de fabricar un exitoso antiácido no me hace diferente. —Guiñó un ojo.
—Ya lo sabe. Le he hablado de ti y sabe que eres un tío guay, pero de todos modos, lo tuyo impone.
Se echaron a reír y continuaron con la despreocupada charla, llena de todas las pequeñas novedades. Las horas pasaron volando y cuando Alex tuvo que irse, le arrancó la promesa de llamar asiduamente.
Luego de los exámenes de abril, varias semanas después, Sasha seguía callando su pequeño arreglo con Grant, a pesar de todas las indirectas que Tommy había enviado. La relación entre ambos se había afianzado mucho en ese tiempo, combinada entre el estudio y los momentos de intimidad que compartían. Sasha había aprendido a soltarse un poco más junto a Tommy que, siempre ávido de cariño, le había dado los momentos más increíbles en ese colegio de niños ricos.
Pasaban muchas horas hablando, y cuando hacía buen tiempo les gustaba pasear por el bosque, ocultando entre los frondosos árboles sus caricias prohibidas.
—¿Es que jamás te cansas? —bromeaba el ruso cuando su compañero lo arrastraba por el pasto, besándolo con una avidez impropia de sus años.
—Jamás. —Tommy reía y Sasha ya no quería pensar más, sólo entregarse a ese fuego adolescente que se apagaba momentáneamente en sus brazos.
Para la intimidad, preferían reunirse en la habitación de Sasha, sin interrupciones por parte de Grant o de algún otro prefecto.
—Aquí pasa algo —decía siempre Tommy, pero no conseguía averiguar el misterioso arreglo.
—Te digo que no —porfiaba Sasha, íntimamente complacido. Su amistad con Grant le había granjeado un mayor respeto, e incluso el grupo de Lester Banks había dejado de meterse con él.
Por influencia de Grant, Sasha había sacrificado el tiempo que le dedicaba al ajedrez y había comenzado a ir al gimnasio y a ocuparse de cuidar su cuerpo y su apariencia. Había descubierto su atractivo y quería explotarlo.
Tommy también iba al gimnasio, prácticamente por obligación porque no le gustaba el ejercicio. Pero allí estaba, ejercitándose con unas pesas en su primer día libre al finalizar el segundo trimestre. Alzó la vista hacia donde Grant se ejercitaba con mancuernas y de pronto sorprendió una seña que le hizo a Sasha. Frunció el ceño, más seguro que nunca de que allí había algo y se lo iba a sacar al ruso aunque fuera a la fuerza.
Sin querer montar una escena, se arrodilló al lado del banco de ejercicios en el que estaba Sasha.
—Explícame, ¿por qué Grant nos ha dejado en paz y por qué te acaba de hacer una seña? —preguntó, directo al grano, mirándolo con seriedad—. Se supone que somos amigos y que tenemos que confiar el uno en el otro. Si tú no me cuentas las cosas ¿cómo quieres que confíe en ti?
Sasha fulminó a Grant con la mirada y se dirigió a Tommy en voz baja.
—Ya te lo he dicho: llegamos a un acuerdo, por eso nos dejó en paz. Me ha hecho una seña porque quiere que me reúna con él más tarde.
—¿Qué acuerdo? —preguntó Tommy, mirándolo directamente a los ojos.
—Un acuerdo… —Sasha miró a ambos lados, incómodo—. No es nada importante en realidad y si permite que él no nos moleste, no veo el problema.
—¿Qué acuerdo? —insistió Tommy—. Ya me cansé de preguntártelo por las buenas. Hasta que no me digas lo que es, no voy a parar. Si es necesario comenzaré a gritar hasta que me oigan al otro lado del colegio —añadió y era obvio que pensaba cumplirlo.
—Está bien, te lo diré. Pero luego no te quejes. —Sasha se echó al hombro la toalla de gimnasia, tomó su maletín y miró a Tommy—. Ven, hablaremos afuera.
Salieron y Sasha comenzó a caminar rápidamente hasta que llegó al patio. Allí dio la vuelta, para mirar de nuevo a Tommy.
—Grant sospechaba de nosotros, fue él quien estaba en la Sala de Proyecciones cuando vimos la película y también nos siguió en Nochebuena. Vio todo lo que hicimos en el establo y luego me hizo chantaje. Quiere que me lo tire a cambio de su silencio y es lo que hago. No significa nada para mí, lo hago sólo para que nos deje en paz.
Tommy acusó el golpe de la confesión como buenamente pudo. Sin dejar de mirar fijamente a Sasha comenzó a asimilar lo que le había dicho. «Grant nos vio… Vio lo que hacíamos y chantajeó a Sasha. Ahora Sasha se acuesta con él y ya no nos molesta. ¡Joder!»
—¿Te gusta follar con él? —preguntó con voz suave—. ¿Lo disfrutas? ¿Es muy distinto a follarme a mí?
Grant venía hacia ellos, en traje deportivo y cubierto de sudor. El ruso le hizo un gesto para que desapareciera de la vista y sin decir palabra, llevó a Tommy a su dormitorio. Una vez allí, cerró la puerta.
—No es como estar contigo. Nada se compara a estar contigo. —Acarició la mejilla de Tommy—. Y disfrutarlo, pues… no es desagradable. Digamos que con él no tengo ningún cuidado. No me preocupa si le hago daño y el condenado lo disfruta tremendamente. Si tuviera alternativa, no lo haría, pero ya ves… ahora somos una especie de cómplices.
—A él se lo haces de otra manera —medio preguntó, medio afirmó Tommy—. Házmelo como se lo haces a él —añadió mirándolo con seriedad y se comenzó a quitar la camisa—. Fóllame como a él.
—Tommy, no creo… —pero Sasha fue interrumpido por un furioso beso.
—Fóllame —repitió Tommy con la voz ronca y el rubio no pudo y no quiso resistirse. Había reprimido el volcán que llevaba dentro por miedo a que su fuego lastimara a Tommy, pero no pudo desoír ese ruego desesperado porque era lo que su cuerpo mismo le exigía en ese momento.
Comenzó a desvestirlo rápidamente, casi arrancándole la ropa en su ímpetu salvaje. Quería demostrarle que también lo quería de ese modo rudo e intenso que lo impulsaba a dominar, a doblegar a su amante. Lo arrojó sobre la cama, se desvistió con rapidez y se tendió sobre él, separándole las piernas. Su mente poseída de deseo logró recordar que pese a todo, Tommy era casi un niño y se estiró como pudo para sacar el lubricante que guardaba debajo del colchón, lo untó generosamente y arremetió de un violento empujón.
—¡Aaaah! —gritó Tommy. Le había dolido, pero no como la primera vez. Era otro tipo de dolor. «Un dolor no tan malo», pensó. Su miembro comenzó a ponerse duro sin haber sido tocado, pero antes de que pudiera acostumbrarse, Sasha empezó a moverse rápido y fuerte. No había ternura en sus movimientos, sólo pasión.
Tommy se sintió abrumado por las sensaciones. Su cuerpo se abrió para recibir a su amante, sus gemidos aumentaron de intensidad, apenas ahogados por la almohada que mordió con fuerza y se dejó llevar queriendo que acabara ya y al mismo tiempo, que no acabara nunca. Sus manos se aferraron a los brazos de Sasha, clavándole los dedos. Su mente giraba y giraba en una vorágine de sexo puro y duro. Estaba sintiendo tanto placer que pensó que de un momento a otro perdería el conocimiento.
Sasha no podía detenerse. La respuesta que le estaba dando el cuerpo de Tommy no hacía más que encender al máximo su pasión. Arremetió sin misericordia el amado cuerpo, buscando contacto con los ojos de Tommy, deseando transmitirle todo lo que estaba sintiendo por su causa.
Gritó en ruso, mordiéndose los labios. Alzó las piernas de Tommy para sentirlo mejor y se quedó en sus ojos, atrapado en el orgasmo.
—Dios, me corro. —Una oleada de pasión sacudió su cuerpo—. ¡Me corro… Tommy…!
—Yo… yo… también… ¡Oh, Dios! —Tommy echó la cabeza hacia atrás y clavó las uñas en la espalda de su amante. Sentía cada gota de la ardiente descarga que lo incendiaba por dentro y no dejó de estremecerse cuando su propia eyaculación le inundó el vientre.
El orgasmo de Sasha fue el más intenso de todos los que había sentido. No se detuvo hasta descargar la última gota en el interior de Tommy, mientras besaba su cuello, cubierto de sudor salado.
—Nunca se podrá comparar a lo que tú me haces sentir —susurró con un hilo de voz.
Tommy se quedó desmadejado en la cama. El peso de Sasha, aún sobre su cuerpo, era lo único que lo conectaba con la realidad. Su errática respiración se fue calmando poco a poco, pero no abrió los ojos, buscando atesorar las sensaciones corporales. No había sentido nada igual en su vida. Jamás.
Sasha lo besó dulcemente.
—¿Lo ves? Así soy cuando pierdo el control de mí mismo… Olvida a Grant, utilicémoslo del mismo modo que él me utiliza. Si es el precio que tengo que pagar para poder estar contigo, con gusto lo pagaré.
—No me importaría que perdieras el control conmigo alguna que otra vez —dijo Tommy con voz agotada. Después se quedó en silencio abrazando a Sasha. «Sí. Utilizaremos a Grant —pensó—. Todavía no sé cómo, pero lo pienso utilizar muy bien.»
Al inicio del tercer trimestre, Tommy recibió sus notas y se desanimó mucho por el bajo resultado obtenido en matemáticas. Encontraba muy difícil concentrarse en los números con las hormonas a flor de piel. Tenía un examen parcial en tres días y no le motivaba en absoluto estudiar. Su cuaderno, abierto frente a la mesa de trabajo de su habitación, estaba lleno de dibujitos y corazones y en medio alguna polla muy realista. Por más que intentaba entender los problemas de álgebra, sólo conseguía evocar el rostro de Sasha y otras partes de su anatomía que no estaban a la vista.
Y fue precisamente Sasha quien llamó a la puerta de su habitación.
—Hola. Creo que he dejado aquí mi libro de Administración —dijo devorando a Tommy con la mirada. Habían acordado no verse cuando estuviera estudiando y lo echaba de menos.
—Mira ahí. —Le señaló una pila de libros junto a los pies de la cama. También bajó el sonido la cadena de música donde la sexy voz de Annie Lennox cantaba
Sweet Dreams
.
Sasha tarareó la canción mientras buscaba su libro entre las novelas de fantasía a las que Tommy era aficionado. Lo encontró al final de la pila, y lo sacó, haciendo caer los otros.
—¡Demonios! Ayúdame con esto.
—Era más fácil apartar los libros poco a poco —lo riñó en broma, empezando a colocar los libros en otra torreta—. Tengo que repasar estos libros. Algunos son de la biblioteca, tendría que devolverlos —añadió pensativo.
—Si leyeras los otros libros con la misma dedicación… —observó Sasha y miró su reloj—. Tengo que irme, he quedado con Patrick.
—¿Con quién?
—Con Patrick Arden. Está en mi clase y me ha pedido ayuda con Economía. Tiene problemas con la oferta y la demanda.
—Ah… —Se quedó pensativo—. Creo que no lo conozco.
—Estaba conmigo anoche, en el comedor. Es bastante tímido y le ha costado un poco adaptarse, como a mí. En la desgracia, nos hemos hecho amigos.
—Entiendo. Me alegra que hayas conocido a alguien majo. En mi clase son todos bastante gilipollas.
—Se hace lo que se puede. —Sasha avanzó para despedirse, pero reparó en el cuaderno abierto sobre la mesa y lo tomó—. ¿Esto es lo que estás estudiando? Cielos, Tommy… creí que eran matemáticas.
—Odio las matemáticas… No son lo mío. Si voy a estudiar Literatura, ¿para qué van a servirme, eh? ¿Para contar los libros que me leo al año?
—Para entrenar el cerebro, para eso sirven —replicó Sasha—. ¿Cuándo vas a tomar las cosas más en serio?
—Me lo tomo en serio. —Hizo un puchero—. Pero es que no me entran en la cabeza… No puedo hacer más.
—¿Esto es tomárselo en serio? —Sasha alzó el cuaderno y señaló una de las pollas dibujadas.
Tommy se lo quitó y lo cerró.
—Eso era que me aburría —se quejó—. Es demasiado difícil para mí… Debo ser estúpido.
Sasha esbozó una ligera sonrisa. No era la primera vez que oía argumentos como ese y aunque había tratado de persuadirlo de varias formas acerca de la utilidad de las matemáticas, nada le había resultado hasta entonces.
Se sentó sobre la cama, mirando hacia el póster de Freddie con ojos soñadores.
—Te gusta la música, ¿no es cierto?
Tommy asintió, sentándose frente a él con las piernas cruzadas, resignado a una nueva sesión de convencimiento. Cualquier sermón de Sasha era mejor que estudiar matemáticas.
—La música está compuesta por matemáticas —dijo con calma el ruso—. Todo el universo funciona con armonía numérica, prueba de ello es que los planetas vibran en octavas diferentes y esas vibraciones pueden ser recogidas como ondas musicales. Los esotéricos llaman a este fenómeno «la música de las esferas»
.
Una música regida por leyes físicas y matemáticas —finalizó, mirándolo—. ¿Sigues pensando que las matemáticas no te servirán para nada?
—Es que… ¿Para qué me sirve a mí que los planetas vibren? Y de todas maneras, no hace falta saber matemáticas para tocar música, lo sé. —Vaya si lo sabía. Desde los cuatro años que lo sabía.
—Pues… —La mirada de Sasha se dirigió nuevamente hacia el póster y luego volvió hacia Tommy. Sabía lo mucho que admiraba a Freddie Mercury y por eso lo utilizó para persuadirlo—. A él le importa. La música de las esferas es en realidad una canción de varias voces, sólo que no se percibe con el oído, sino con el intelecto. Por eso es una música perpetua, como la música clásica. —Señaló el póster—. A él le fascina la música clásica, lo he leído en varias revistas.
—¿Eso es verdad? —preguntó Tommy. «Si le gusta la música clásica, a lo mejor le gustaría yo»
,
pensó de una manera un tanto rebuscada. No le había contado a Sasha que tocaba el chelo. Ni siquiera Alex lo sabía. Nadie que le importara sabía que tocaba ese instrumento. A veces practicaba, aunque desde que estaba con Sasha lo había abandonado un poco—. Bueno... si a él le gusta me esforzaré un poquito, aunque no sé que tiene eso que ver con las matemáticas.
—
Un poquito
no es suficiente —dijo Sasha, decidido a sacar ventaja de su pequeña victoria—. Ven, siéntate allí y abre tu libro. Te ayudaré a repasar.
—Vale. —Con una sonrisa pícara, trató de sentarse entre las piernas del ruso. Sasha lo apartó con gesto severo y le señaló una silla.