El ruso le sonrió.
—No me moveré… Voy a quedarme justo aquí, en el mejor lugar del mundo. —Besó sus labios lentamente, sosegadamente, hasta que las respiraciones de ambos se fueron calmando—. ¿Sabes? Me gustas mucho más así.
—Espero seguir gustándote si sigo creciendo. Si todo yo sigue creciendo. —Rió un poco pero de pronto frunció el ceño. La naturaleza había actuado y había sentido cómo Sasha se deslizaba fuera de él. Dejó caer las piernas a los lados. Tenía que encontrar la manera de que eso siguiera ahí. En ese largo verano, se había propuesto dormir con la polla de Sasha dentro y por San Jorge que lo conseguiría.
—Pues… —Sasha le sonrió, mientras se estiraba como podía para alcanzar algo con qué limpiarse—. No me estoy quejando... —Lo miró con ojo crítico, palpando los delgados brazos—. Pero podrías hacer un poco más de pesas. Tus brazos necesitan formarse un poco más… Quedarías irresistible con una camiseta como la de Freddie —dijo, convencido.
—Ya sabes que no me gusta el ejercicio. —Tommy torció el gesto, pero Sasha siguió insistiendo, comparándolo con el cantante, hasta que no le quedó más remedio que claudicar.
—Ya, ya… Volveré al maldito gimnasio todos los días. ¿Eso te hace feliz?
—Mucho. —Sasha lo besó acallando las protestas.
A partir de ese día, el gimnasio se convirtió en el sufrimiento de Tommy. Se daba cuenta de que con los estirones que estaba dando, y al ser tan delgado, tenía cierto aspecto desgarbado y que necesitaba ganar algo de músculo, pero eso no le hacía más satisfactorio el ejercicio.
Tommy había tenido todo el verano para idear una venganza contra Grant. Se le habían ocurrido disparatados planes a cuál más ridículo y ninguno lo convencía, hasta que finalmente decidió que lo más sencillo era lo mejor y pensó que si le daba a Grant eso que tanto le gustaba, tendría cierta connotación de justicia poética. Esperó a la mitad de segunda semana de clases y se dirigió, decidido, a buscar al prefecto. Al llegar a su habitación, respiró hondo y llamó a la puerta.
Tras unos instantes, Grant, descamisado y con cara de sueño, le abrió.
—Stoker —dijo con voz neutra. A Tommy le pareció que se burlaba de él.
—Quiero hablar contigo —dijo—. ¿Puedo pasar?
El boxeador se hizo a un lado mientras Tommy entraba y luego cerró la puerta. Permanecieron un momento en silencio estudiándose. Tommy no había visto nunca a Grant sin camisa. Era fuerte… Muy fuerte. Tenía los pectorales y abdominales bastante trabajados, macizos. Todo su cuerpo transmitía solidez.
Grant también notó los cambios en Tommy. Estaba más alto y su rostro estaba empezando a perder los rasgos infantiles. Con ojo crítico, observó que tenía una buena osamenta, aunque nunca sería muy musculoso. Estaba seguro de que, por mucho que se entrenara, siempre sería delgado.
—¿Vas a decir algo o te vas a quedar admirándome todo el rato? —preguntó mientras se apoyaba en la pared esbozando una media sonrisa.
—¡Maldito! —exclamó Tommy, para el segundo siguiente saltarle encima. Grant, sorprendido, no supo reaccionar y su asaltante aprovechó la duda para besarlo con fiereza mientras metía la mano en sus pantalones.
Sin poder evitarlo, el prefecto se encontró gimiendo y con una dura erección entre sus piernas. Tommy, que ahora atacaba su cuello, sonrió.
—Voy a hacerte lo que te hace Sasha y vas a quedar igual de satisfecho, te lo garantizo. —Tomó la mano de Grant y la arrastró hasta su propio paquete—. ¿Ves? Ésta va a ser toda tuya dentro de un momento —añadió con picardía y casi se rió cuando Grant ahogó un jadeo de anticipación.
Cuando sintió que al otro le costaba sostenerse en pie, lo arrastró hasta la cama y lo lanzó boca abajo. Sin mucha delicadeza, le bajó los pantalones hasta los tobillos.
—Nunca te he agradecido que le mostraras el lubricante a Sasha. —Se tumbó encima, frotándose contra su trasero—. ¿Cómo te gustaría que te lo agradeciera? ¿Con lubricante o sin él? —Se abrió el pantalón y frotó su dura erección entre los cachetes del trasero de Grant, que jadeaba contra la almohada.
—S…si…sin… lu…bricante, Stoker.
—Sabía que te gustaba duro. —Tommy le hizo levantar el trasero hasta ponerse casi de rodillas, escupió allí y de un solo empujón entró completamente. Estaba caliente y apretado, y por un momento se perdió en la sensación, comparándolo inevitablemente con Sasha. Prefería a Sasha. Era evidente que Grant estaba más usado, aunque su opinión estaba influenciada por sus sentimientos.
Grant gritó y mordió la almohada y allí fue cuando Tommy se olvidó de Sasha. Sin darle tiempo a acostumbrarse comenzó a sodomizarlo, con movimientos lentos y profundos, como le gustaban a él.
—¿Te gusta? —preguntó sin dejar de moverse.
Grant, incapaz de hablar, asintió con la cabeza. Era cierto, Stoker tenía casi el mismo tamaño que el ruso, pero se lo hacía de otra manera: menos violento pero igual de torturante.
—Pues si quieres que vuelva a follarte tendremos que cambiar el trato del año pasado.
—¿Qué quieres?
—Tú nos dejarás en paz. No nos molestarás, ni vigilarás, ni dirás nada, y si eres un niño bueno… —Tommy jadeó mientras se movía más rápido—. Sasha te buscará y te follará. Y si estamos especialmente contentos contigo, yo te buscaré y te follaré. —Aceleró más sus movimientos.
Grant lo sentía muy adentro y ahogó un sollozo cuando su improvisado amante tomó su erección y comenzó a bombear al mismo ritmo rápido y profundo con el que le penetraba. Sasha nunca lo masturbaba, aunque muchas veces ni siquiera lo necesitaba.
—De acuerdo… Stoker. —Había perdido la opción de decidir, pero estaba seguro de que iba a ganar muchas otras cosas.
El ritmo se volvió endiablado atrapándolos en una especie de frenesí que terminó con Grant derramándose copiosamente en la mano de Tommy.
El olor a sexo le llenó los sentidos. Tommy dejó que sus caderas tomaran el control. El cuerpo sudoroso estremeciéndose con cada estocada, los jadeos del prefecto ahogados con la almohada y la certeza de que estaba plenamente vengado, hicieron que eyaculara copiosamente. Permaneció un instante más empujando con fuerza y luego salió con cuidado.
Grant colapsó en la cama y giró como pudo, tratando de palpar el ariete que había tenido en su interior. Lo vislumbró por un instante, antes de que Tommy lo guardara dentro de su ropa, que acomodó en unos cuantos movimientos.
—Recuerda el trato: no nos buscarás, no espiarás, no hablarás y si me tienes contento vendré y te follaré —dijo con voz suave para luego darse la vuelta y salir.
Grant se estiró como un gato en la cama, con el trasero dolorido y completamente pringoso, pero no le importó. Ese año se planteaba incluso más interesante que el pasado, y con una sonrisa en los labios, volvió a dormirse.
Sasha contempló al muchachito dormido a su lado. La piel bronceada de Tommy lo enloquecía, lo excitaba como ninguna cosa lo había hecho antes. Pero no era sólo pasión, su calidez y tibieza lo hacían sentirse amado. Y eso era algo que los años que llevaba en Inglaterra le habían hecho casi olvidar.
Era la primera vez que dormían juntos desde que estaban en Saint Michael. El jueves había sido cumpleaños de Sasha y Tommy había decidido regalarle una noche completa sin interrupciones, aprovechando su influencia con Grant. De ese modo, el viernes por la noche se había colado en su habitación desafiando todas las reglas, con esa despreocupada temeridad que hacía la experiencia doblemente excitante.
El ruso sonrió. Junto a Tommy se sentía querido y deseado, pero eso era a la vez ser vulnerable. Y ser vulnerable era algo que no le gustaba demostrar. Sabía que Tommy no le causaría daño, pero estaba decidido a llevar la relación como una simple amistad.
El durmiente gimió en sueños e hizo un mohín, para luego ondular junto al cuerpo de Sasha. Ese sencillo gesto, hecho de modo completamente inconsciente, hizo que el ruso notara otra cosa que no había percibido con claridad hasta entonces: la enorme sensualidad que emanaba de su joven amante. Desde que habían empezado a tener relaciones, Tommy había cambiado muy sutilmente. Era como si floreciera con cada caricia, como si el sexo hubiese despertado en él una faceta distinta, una faceta apenas descubierta que debía explorarse mucho más.
Sasha también se sentía distinto, dominado por un ansia de posesión pero a la vez una enorme curiosidad por seguir explorando el mundo que habían descubierto el año anterior, deseoso de conocer y experimentar ese tipo de experiencias con otros. Estaba más consciente que Tommy de que la homosexualidad era mal vista en el ambiente conservador donde ellos vivían. Pero, cosa notable, no le importaba demasiado.
La pierna de Tommy lo tenía medio aprisionado contra la cama, pero no le molestaba. Le había causado sorpresa que luego de hacer el amor, Tommy se hubiera acomodado entre sus brazos y colocado una de sus piernas sobre él, para quedarse profundamente dormido con una sonrisa satisfecha. Luego aprendería que ese era su modo favorito de dormir.
—
Eres increíble
—susurró en ruso. Junto a Tommy su modo de ver la vida había comenzado a cambiar: había recuperado su sentido del humor tan reprimido y había suavizado su carácter.
Tenían mucho en común: habían leído los mismos libros, admiraban a las mismas personas y sus gustos musicales se parecían. Esto maravillaba a Sasha, que no dejaba de sorprenderse al haber encontrado en un lugar tan distinto al de donde venía, a una persona con la que se entendía tan bien.
—¿Qué miras? —Tommy parpadeó varias veces y tomó sus gafas de la mesita, para acurrucarse luego en su pecho—. Quiero que hoy pasemos el día en la cama —declaró, con total naturalidad y Sasha se apoderó de sus labios, dispuesto a cumplir hasta la última palabra del deseo que había expresado su joven amante.
—Necesitamos más lubricante —dijo Sasha un sábado de octubre.
—¿Ya no queda? —Tommy reprimió una sonrisa. El proveedor oficial de lubricante de Sasha era Grant. Si no le quedaba, sólo podía significar que ya no follaban. Animado por su pequeña victoria, propuso—: Tendremos que ir a Sextasis.
—Sí. Supongo que sí.
Después de desayunar, abordaron el autobús y se bajaron cerca de la tienda. Como el día estaba fresco y nublado, Sasha llevaba un suéter
beige
y Tommy una chaqueta de cuero negra. Hacían un interesante contraste, caminando despreocupadamente hombro con hombro.
—Esta vez entraremos juntos —declaró el ruso cuando se detuvieron frente al escaparate.
Dentro de la tienda, Richard los observó con curiosidad, reconociéndolos al instante. Notó, divertido, lo mucho que había crecido Tommy y calculó que en algunos años alcanzaría a su compañero. No había nadie más en la tienda y eso lo hizo pensar que quizá esta vez se animaría a entrar. Todavía guardaba el consolador verde dentro de un cajón con llave.
—Ufs, me da vergüenza. —Parecía que Tommy no tenía esa palabra en su diccionario, pero en ese momento estaba totalmente avergonzado. Se había percatado de que el dependiente los estaba mirando y no entendía por qué se sentía así, como si ese hombre supiera todo lo que hacían con sólo verlos. Miró a ambos lados de la calle para ver si alguien más lo miraba. No había nadie—. Está bien, vamos. —Se agarró con fuerza al brazo de Sasha y tiró de él hacia la tienda.
Mientras Richard los veía avanzar, los estudió atentamente. El mayor se movía con mucha más seguridad, esta vez sabía lo que venía a buscar. Caminaba con gracia, como un felino, y por un momento se le antojó un tigre blanco siberiano, grácil y elegante, pero dispuesto a desgarrar a su presa si llegaba el momento con la misma pasión de una fiera hambrienta.
En cambio, el más joven le recordaba un dragón negro. Quizá a causa del color de su chaqueta cuero y del modo en que se ajustaba a sus formas cuando se movía, como si fuera una segunda piel. Tenía la certeza de que había fuego en él. Un fuego que podía ser la cálida compañía de una noche invernal, pero que también podría transformarse en el fuego abrasador de la pasión, que arrasaría todo a su paso.
Sí… había mucha pasión en esos dos.
—Buenos días —dijo Sasha, sonriendo con confianza—. Necesitamos dos botes de lubricante y también quisiéramos ver algunas películas de las que tienen trama. Nada sádico, queremos algo romántico.
Richard asintió. No se había equivocado, el joven mostraba la seguridad de quien sabe por experiencia de qué cosa está hablando. Como las otras veces no habían comprado lubricante en el
sexhop,
se preguntó de dónde lo habrían sacado.
—Desde luego. Tengo éstos de tamaño estándar, son los convencionales de gel incoloro y sin sabor, pero también hay de colores fosforescentes y con sabores variados. Cuestan un poco más, pero vale la pena.
Los ojos de Tommy brillaron con curiosidad y Richard sonrió.
—Soy Richard, pero mis amigos me llaman Richie. Tengo aquí algunas muestras gratis que puedo dejaros, y si os gusta, la próxima vez podéis comprar alguno.
—¡Oh, sí! —exclamó Tommy. Toda la vergüenza anterior había desaparecido como por encanto al ver la amabilidad del dependiente. Se puso a mirar los botecitos—. ¿Hay de fresa? ¿Y de chocolate? —Miró a Richie para luego fruncir el ceño—. Sabrán bien, ¿verdad?
—Claro que saben bien. —Abrió un botecito de muestra y colocó un poco de lubricante de fresa en su dedo, poniéndoselo delante—. Prueba tú mismo… Pero no me has dicho tu nombre. Si vas a venir seguido, sería bueno conocernos.
—Thomas… Tommy. —Miró el dedo, suspicaz—. Yo soy Tommy y él es Sasha. Es ruso —añadió señalando al rubio. Luego sacó la lengua con cierto gesto de desconfianza y con la punta probó el aceite del dedo para inmediatamente recogerla y saborear. Su cara se iluminó, un gemido de gusto escapó de su garganta y, sin pensar en lo que hacía, rodeó con su boca completamente el dedo, lamiendo todo el lubricante.
El pelirrojo sonrió ante la espontaneidad con la que su nuevo amigo expresaba su deleite sin inhibiciones. Un pensamiento atravesó su mente: el ruso era muy afortunado. El muchachito era joven pero movía esa lengua con un arte del que pocos podían presumir.
Sasha tiró de Tommy, apartándolo del dedo, y lo miró con severidad. No le gustaba darle tanta confianza a un extraño y se sintió incómodo por haberle dicho sus nombres. Le parecía que el tal Richie miraba a su amigo con un interés que iba más allá del puramente comercial.