Devoradores de cadáveres (19 page)

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Authors: Michael Crichton

Tags: #Aventuras

BOOK: Devoradores de cadáveres
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—Vas a emprender un largo viaje. Elevaremos plegarias por tu seguridad.

Le pregunté a quién pensaban elevarlas, y Herger repuso:

—A Odín, a Freya, a Thor, a Wyrd y a todos los demás dioses que pueden influenciar la suerte de tu viaje.

Eran éstos los nombres de los dioses de los nórdicos.

Repliqué en estos términos:

—Creo en un solo dios, que es Alá, todo misericordioso y magnánimo.

—Lo sé —dijo Herger—. Es posible que en tu país sea suficiente tener un solo dios, pero no ocurre lo mismo aquí. Aquí tenemos muchos dioses y cada uno de ellos tiene su importancia, de modo que rogaremos a todos ellos por tu buena fortuna.

Se lo agradecí en seguida, ya que las plegarias de un pagano son igualmente eficaces cuando son sinceras, y no dudaba en la sinceridad de Herger.

Ahora bien, Herger sabía desde hacía largo tiempo que mis creencias eran distintas a las suyas, pero a medida que se aproximaba la fecha de mi partida, me preguntó muchas veces acerca de estas creencias. Lo hacía, además, en momentos inesperados, con la intención de sorprenderme y enterarse de la verdad. Yo tomaba muchas de sus preguntas como una especie de prueba, tal como Buliwyf puso a prueba en una oportunidad mis conocimientos de escritura. Invariablemente le respondía en los mismos términos, hecho que aumentaba su perplejidad.

Un día me dijo sin recordar, en apariencia, que ya había hecho la pregunta:

—¿Cuál es la naturaleza de tu dios Alá?

—Alá —dije— es el dios único, que lo gobierna todo, que lo ve todo, que lo sabe todo y que lo dispone todo —le había dicho ya estas palabras con anterioridad.

Al cabo de unos instantes, Herger me preguntó:

—¿Nunca provocas la ira de este Alá?

—Sí que la provoco —repuse—, pero Él es misericordioso y magnánimo.

—¿Cuando ello conviene a sus fines? —preguntó Herger.

Respondí afirmativamente y Herger reflexionó sobre mi respuesta. Por fin hizo el siguiente comentario, moviendo la cabeza:

—Es demasiado arriesgado. Un hombre no puede poner tanta fe en una sola cosa, sea mujer, caballo, arma u otro objeto por sí solo.

—Yo la pongo —señalé.

—Como quieras —repuso Herger—, pero hay demasiadas cosas que el hombre ignora. Y todo lo que el hombre ignora está dentro del dominio de los dioses.

Comprendí entonces que nunca podría persuadir a Herger de mis creencias ni yo tampoco llegar a aceptar las suyas, de modo que nos separamos. Fue en verdad una despedida triste, pues me causaba gran pesar separarme de Herger y de los guerreros que quedaban. Herger también lo sentía así. Le cogí por un hombro y él a su vez me cogió el mío, y en seguida me embarqué en la nave negra, que me llevó a la tierra de los daneses. Al alejarse el barco, con su vigorosa tripulación, de las costas de Venden, pude ver los techados relucientes de la gran fortaleza de Hurot, y al volverme, el océano gris e infinito delante de nuestros ojos. Ahora bien, ocurrió entonces que…
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Apéndice
Los monstruos de la niebla

Como lo ha destacado William Howells, los acontecimientos capaces de provocar la muerte de un animal vivo de tal manera que se conserve como fósil durante siglos son sumamente raros. Esto es aplicable en especial a un animal tan pequeño, frágil y terrestre como el hombre, siendo por ello el volumen de fósiles de los hombres primitivos con que contamos hoy inusitadamente escaso.

Los diagramas de los textos en los que figura el «árbol de la raza humana» implican una certidumbre en cuanto a conocimientos que resulta poco clara. Cada tantos años se poda y se corrige este árbol. Una de las ramas más difícil y mayormente sujetas a controversias en este árbol es la que se suele denominar «el hombre de Neanderthal».

El nombre de Neanderthal proviene del valle en Alemania donde se hallaron por primera vez restos de este tipo en 1856, tres años antes de la publicación del
Origen de las especies
. Al mundo Victoriano no le agradaron estos restos de esqueletos y subrayó los aspectos crudos y brutales del hombre de Neanderthal, hasta el punto de que hoy en día es para la imaginación popular sinónimo de todo lo que es primitivo y bestial en la naturaleza humana.

Fue, pues, con una especie de alivio que los expertos de la primera época llegaron a la conclusión de que el hombre de Neanderthal había «desaparecido» hace unos treinta y cinco mil años, para ser reemplazado por el Cro-Magnon, cuyos esqueletos indican, según se supone, tanta delicadeza, sensibilidad e inteligencia como mostraba el cráneo de hombre de Neanderthal aquella brutalidad monstruosa. La creencia general era que el hombre Cro-Magnon, superior y más reciente, exterminó al hombre de Neanderthal.

Ahora bien, la verdad es que tenemos pocos ejemplares satisfactorios del hombre de Neanderthal entre nuestros esqueletos. De unos ochenta o más fragmentos conocidos, sólo aproximadamente una docena son suficientemente completos o están fechados con suficiente exactitud como para justificar un estudio serio. No podemos afirmar, en realidad, con ninguna certeza nada acerca de la posible extensión de esta variedad ni de lo que le sucedió en definitiva. La revisión reciente del material óseo ha tendido a poner en tela de juicio, en cambio, la creencia victoriana de que estos hombres tenían un aspecto monstruoso e infrahumano.

En su estudio publicado en 1957, Straus y Cave dicen: «Si le fuera posible reencarnarse y encontrarse en un subterráneo de la ciudad de Nueva York, claro es que bañado, afeitado y vestido con prendas modernas, cabe dudar que atrajese mayor atención que muchos de sus congéneres de hoy».

Otro antropólogo lo expresa en términos más claros aún: «Podríamos haberlo hallado de aspecto tosco, pero no habríamos tenido objeción de que nuestra hermana se casara con él».

Desde este punto no hay más que un paso hasta la creencia abrigada ya por muchos antropólogos. El hombre de Neanderthal, como variante anatómica del hombre moderno, no ha desaparecido ni mucho menos, sino que se encuentra aún entre nosotros.

La nueva interpretación de los restos culturales asociados con el hombre de Neanderthal tiende a favorecer una visión benévola de éste. Los antropólogos del pasado se mostraron altamente impresionados por la belleza y profusión de las pinturas de las cavernas que aparecieron por primera vez con la aparición del hombre de Cro-Magnon. Estas pinturas contribuyeron casi tanto como los materiales óseos a reforzar el concepto de que una sensibilidad nueva y maravillosa había reemplazado con ellos «la quintaesencia de la ignorancia bruta».

Sin embargo, el hombre de Neanderthal fue notable por derecho propio. Su cultura, llamada Musteriense, y una vez más debemos el nombre a un lugar llamado Le Moustier, en Francia, se caracteriza por el trabajo en piedra de excelente calidad, muy superior a cualquier otro nivel cultural anterior. En la actualidad se acepta asimismo que el hombre de Neanderthal tenía instrumentos de hueso además de los de piedra.

Un hecho más impresionante que todos es que el hombre de Neanderthal fue el primero de nuestros antepasados que enterró a sus muertos según un ritual. En Le Moustier se había colocado a un adolescente en una zanja y en posición de dormir, provisto de varios instrumentos de sílex, un hacha de piedra y carne asada. El hecho de que estos materiales estaban destinados a un uso por parte del muerto en una vida ulterior no es disputado por la mayoría de los antropólogos.

Hay otra prueba de su sentimiento religioso. En Suiza existe un altar al oso de las cavernas, animal venerado, respetado y también consumido. En una cueva llamada Shanidar en Iraq se halló enterrado a un hombre de Neanderthal con flores dentro de la tumba.

Todo esto señala cierta actitud frente a la vida y a la muerte, una visión del mundo centrada en el hombre, elemento que se encuentra en el fondo de lo que según creemos distingue al hombre del resto del mundo animal. Sobre la base de la evidencia con que contamos, debemos llegar a la conclusión de que el primer hombre que adoptó esta actitud fue el de Neanderthal.

La revelación general del hombre de Neanderthal coincide con el descubrimiento renovado del contacto de Ibn-Fadlan con «los monstruos de la niebla». Su descripción de estos seres sugiere la anatomía de los hombres de Neanderthal y plantea el interrogante acerca de si la variedad Neanderthal desapareció en realidad de la tierra hace varios milenios, o bien estos hombres primitivos perduraron hasta épocas históricas.

Los argumentos basados en analogías pueden sustentar conceptos opuestos. Existen ejemplos históricos de grupos reducidos de gente poseedora de una cultura tecnológicamente superior que ha destruido a otra más primitiva en pocos años. Tal es en gran parte la historia del contacto europeo con el Nuevo Mundo. Existen, además, ejemplos de sociedades primitivas que habitaban zonas aisladas y eran desconocidas para los pueblos más avanzados y civilizados que vivían cerca de ellas. En fecha reciente se descubrió una tribu con estas características en las Filipinas.

La controversia académica alrededor de los hombres descritos por Ibn-Fadlan puede resumirse en los conceptos expresados por Geoffrey Wrightwood, de la Universidad de Oxford, y por E. D. Goodrich, de la Universidad de Filadelfia. Wrightwood afirma en 1971 que «La crónica de Ibn-Fadlan nos proporciona una descripción perfectamente válida de los hombres de Neanderthal, coincidente con la evidencia de material fósil y con nuestras suposiciones en cuanto al nivel cultural de estos hombres primitivos. Cabría aceptarla en seguida si no hubiésemos decidido ya, de antemano, que estos hombres desaparecieron sin dejar rastros unos treinta o cuarenta mil años antes. Conviene recordar que creemos que tal desaparición tuvo lugar sólo porque no hemos hallado material fósil de fechas posteriores y que la falta de dicho material no significa que no exista de hecho.

»Desde el punto de vista objetivo, no existe razón a priori para negar que un grupo de hombres de Neanderthal haya podido sobrevivir mucho tiempo en una región aislada de la península escandinava. De cualquier manera, ésta sería la hipótesis mejor adaptada a la descripción hecha en el texto árabe».

Goodrich, paleontólogo bien conocido por su escepticismo, adopta la posición opuesta (1972): «La exactitud general de la crónica de Ibn-Fadlan puede tentarnos a pasar por alto ciertas exageraciones en su manuscrito. Hay varias de ellas y surgen ya sea de un precondicionamiento social o bien de la tendencia del narrador a impresionar a sus lectores. Así, llama a los vikingos gigantes cuando distaban mucho de serlo. Destaca los aspectos de suciedad y ebriedad de sus anfitriones, que otros observadores menos exigentes no hallaron inusuales. En su informe sobre la sociedad de los llamados
wendol
, atribuye gran importancia a su apariencia hirsuta y brutal, cuando en realidad puede que no hayan sido tan velludos ni tan brutales. Bien pueden haber constituido una tribu de Homo Sapiens que vivía aislada y sin el nivel de logros culturales manifestados por los escandinavos.

»Hay evidencia interna, dentro del volumen principal del manuscrito de Ibn-Fadlan, en apoyo de la hipótesis de que los
wendol
son en realidad Homo Sapiens. Las figurinas de mujeres embarazadas que describe el árabe sugieren en forma marcada las tallas y figurinas prehistóricas halladas en las excavaciones de la región industrial de Aurignac, en Francia, así como los hallazgos de Gravett en Willensdorfg, Austria, en el nivel 9. Tanto los niveles culturales de Aurignac como los de Gravett están asociados con un hombre esencialmente moderno y no con el de Neanderthal.

»No debemos olvidar que para el observador inexperto las diferencia culturales se interpretan a menudo como diferencias físicas y no es necesario pecar de excesiva ingenuidad para incurrir en este error. Por ello en época tan reciente como en la década entre 1880 y 1890 era posible hallar europeos educados que preguntaban abiertamente si los negros de las sociedades africanas primitivas debían ser considerados como seres humanos o bien representaban una expresión de la insólita combinación sexual de hombres y primates. Tampoco conviene olvidar el grado en el cual ciertas sociedades con grados de adelanto cultural diametralmente distintos pueden coexistir muy cerca la una de la otra. Estos contrastes aparecen hoy en día, por ejemplo, en Australia, donde es posible observar a la edad de piedra y a la edad del avión de propulsión a chorro, en estrecha proximidad. En vista de estos hechos no es necesario, al interpretar las descripciones de Ibn-Fadlan, argüir en favor del hombre de Neanderthal, a menos que deseemos hacerlo por simple capricho».

En definitiva, los argumentos tropiezan con una limitación bien conocida en el método científico mismo. El físico Gerhard Robbins observa que «en términos precisos no es posible probar ninguna hipótesis o teoría. Sólo es posible probar que no es verdad. Cuando afirmamos creer en una teoría, lo que queremos significar, en realidad, es que no podemos demostrar que la teoría es equivocada, en lugar de poder demostrar, sin lugar a dudas, que la teoría es correcta.

»Una teoría científica puede tener vigencia durante años y aun siglos, y acumular centenares de elementos de prueba para apoyarla. A pesar de ello, una teoría es siempre vulnerable, y un solo hallazgo que la pone en tela de juicio es suficiente para alterar la hipótesis y dar lugar a una nueva teoría. Nadie puede saber nunca cuándo aparecerán estos elementos de prueba conflictivos. Tal vez surjan mañana, tal vez nunca. La historia de la ciencia, no obstante, está sembrada de ruinas de edificios magníficos derribados por un accidente o una trivialidad».

Es esto lo que quiso decir Geoffrey Wrightwood cuando dijo en el Séptimo Symposium Internacional de Paleontología Humana celebrado en Ginebra en 1972: «Sólo necesito un cráneo, o un fragmento de cráneo, o un trozo de mandíbula. En verdad sólo necesito un diente en buen estado para con ello dar fin al debate».

Hasta hallar esta prueba de material óseo continuarán las conjeturas y cada uno podrá adoptar la posición que satisfaga su sentido individual de la armonía de las cosas.

Fuentes
I. Fuentes primarias

Yakut Ibn-Abdallah (Manuscrito),
Léxico geográfico
, 1400 de la Era Cristiana. Números 1.403–1.589 A, Archivos de la Biblioteca, Universidad de Oslo, Noruega.

Trad.:

Blake, Robert, y Frye, Richard; en Byzantina-Meta-byzantina: Journal of Byzantine and Modern Greek Studies, Nueva York, 1947.

Cook, Albert S. Nueva York, 1947.

Fraus-Dolus, Per, Oslo, 1959–1960.

Jorgensen, Olaf; 1971, inédito.

Nasir, Seyed Hossein; 1971, inédito.

St. Petersburg (Manuscrito),
Historia local
, publicada por la Academia de San Petersburgo, 1823. Números 233 M-278 M, Archivos de la Biblioteca, Universidad de Oslo, Noruega.

Trad.:

Fraus-Dolus, Per; Oslo, 1959–1960.

Stenuit, Roger: 1971, inédito.

Sletsky, V. K.: 1971, inédito.

Ahmad Tusi (Manuscrito),
Una geografía
, 1047 de la Era Cristiana, documentos de J.H. Emerson. Números LV 01-114, Archivos de la Biblioteca, Universidad de Oslo, Noruega.

Trad.:

Fraus-Dolus, Per; Oslo, 1959–1960.

Nasir, Seyed Hossein; 1971, inédito.

Hitti, A. M.; 1971, inédito.

Amin Razi (Manuscrito),
Historia de la guerra
, 1585–1595 de la Era Cristiana, documentos de J.H. Emerson, números LV 207-244, Archivos de la Biblioteca, Universidad de Oslo, Noruega.

Trad.:

Fraus-Dolus, Per; Oslo, 1959–1960.

Bendixon, Robert; 1971, inédito.

Porteus, Eleanor; 1971, inédito.

Xymos (Manuscrito),
Geografía fragmentaria
, fecha, donación del patrimonio de A.G. Gavras, Números 2.308 T-2.348 T, Archivos de la Biblioteca, Universidad de Oslo, Noruega.

Trad.:

Fraus-Dolus, Per; Oslo, 1959–1960.

Bendixon, Robert; 1971, inédito.

Porteus, Eleanor; 1971, inédito.

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