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Authors: Michael Crichton

Tags: #Aventuras

Devoradores de cadáveres (21 page)

BOOK: Devoradores de cadáveres
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No es el mismo «ángel de la muerte» que acompañaba a los nórdicos en los márgenes del Volga. En apariencia cada iribú tenía una anciana que cumplía funciones de hechicera y a la cual se aludía como «ángel de la muerte». Es por tanto un término genérico.
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Los escandinavos se sentían en apariencia más impresionados por el sigilo y la crueldad de estos seres que por el hecho de que fueran caníbales. Jensen sugiere que el canibalismo podría resultar repulsivo a los nórdicos porque hacía más difícil el acceso al Valhalla, pero no hay pruebas que sustenten tal punto de vista.

Para Ibn-Fadlan, sin embargo, con su extensa erudición, el concepto del canibalismo puede haber estado relacionado con dificultades después de la muerte. El Devorador de Muertos es una figura conocida en la mitología egipcia, una bestia temible con cabeza de cocodrilo, tronco de león y lomo de hipopótamo. Este Devorador de Muertos come a los malvados después de haber sido juzgados.

Conviene recordar que durante una gran parte de la historia de la Humanidad el canibalismo ritual en una u otra forma, por un motivo u otro, no dejaba de ser frecuente ni extraordinario. El hombre de Pekín y el de Neanderthal eran, según se cree, caníbales. También lo fueron, en diversas épocas, los escitas, los chinos, los irlandeses, los peruanos, los mayorunas, los jagas, los egipcios, los aborígenes australianos, los maoríes, los griegos, los hurones, los iroqueses, los pawnees y los ashanti.

Durante el período en que Ibn-Fadlan estuvo en Escandinavia, otros mercaderes árabes estaban en China, donde registraron el hecho de que la carne humana, a la que se referirían como cordero de dos patas, se vendía en forma abierta y legal en los mercados.

Martinson sugiere que los nórdicos hallaban el canibalismo
wendol
repelente porque creían que la carne de los guerreros era suministrada a las mujeres, especialmente a la madre del
wendol
. No hay evidencia de esta hipótesis tampoco, pero sin duda habría hecho más vergonzosa la muerte de un guerrero.
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Un árabe habría pensado muy en especial así, ya que el arte religioso islámico tiende a ser no representativo y de una cualidad semejante a la de buena parte del arte escandinavo, que con frecuencia parece estar en favor del diseño puro y exclusivo. Con todo, los nórdicos no tenían prejuicio en cuanto a representar a sus dioses y lo hacían a menudo.
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Literalmente «venas». La frase árabe ha llevado a algunos errores entre los eruditos. El Dr. Graham ha escrito, por ejemplo, que los «vikingos predecían el futuro mediante un rito consistente en cortar las venas de ciertos animales y esparcirlas por el suelo». Esto es casi sin lugar a dudas inexacto. La frase árabe para matar un animal es «cortar las venas», e Ibn-Fadlan se refería aquí a la costumbre altamente difundida de adivinar mediante la observación de las entrañas. Los lingüistas que manejan continuamente estas expresiones locales muestran cierta afición a discrepar en cuanto a significado. Un ejemplo predilecto de Halstead es la advertencia en inglés «Look out», que significa por lo general que hay que hacer lo opuesto y ocultarse.
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Circuncisión.
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Ibn-Fadlan no describe un basilisco, ya que supone, en apariencia, que sus lectores están familiarizados con este ser mitológico que figura en las creencias más antiguas de casi todas las culturas occidentales. También conocido como quimera, el basilisco es una especie de gallo con cola de serpiente y ocho patas y a veces con escamas en lugar de plumas. Lo que siempre es verdad del basilisco es que su mirada es mortal, como la de la Gorgona. También el veneno del basilisco es en especial mortal. Según algunos relatos, quien hunde su espada en un basilisco verá cómo asciende el veneno por la hoja hasta llegarle a la mano. El hombre se verá entonces obligado a amputarse la mano para salvar su cuerpo.

Es muy probable que sea el sentido del peligro que involucra el basilisco lo que ha dado lugar a su mención aquí. El viejo noble dice a Ibn-Fadlan que una confrontación directa con los del complot no resolverá el problema. Un hecho interesante es que una manera de destruir al basilisco era hacer que contemplara su propia imagen en un espejo. Moría entonces a raíz de su propia mirada.
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En la escritura árabe y en la latina,
verbera
, ambos verbos significan azotar o «dar de latigazos», en lugar de «arrojar», como se suele traducir este pasaje comúnmente. Se supone por lo general que Ibn-Fadlan utilizó la metáfora de «dar de latigazos» con tierra para destacar la ferocidad del insulto, que resulta clara, de todos modos. No obstante ello, puede haber querido transmitir, consciente o inconscientemente, una actitud netamente escandinava frente a los insultos.

Otro autor árabe, al-Tartushi, visitó la ciudad de Hedeby en el año 950 de la Era Cristiana y dijo lo siguiente de los escandinavos: «Son sumamente raros en materia de castigos. Hay sólo tres penas para los delitos. La primera y la más temida es la expulsión de la tribu. La segunda es ser vendido como esclavo y la tercera es la muerte. Las mujeres que cometen delitos son vendidas como esclavas. Los hombres prefieren siempre la muerte. El castigo corporal es desconocido entre los nórdicos».

Este punto de vista no es del todo compartido por Adam de Bremen, un historiador eclesiástico que en 1075 escribió: «Si se comprueba que las mujeres no han sido castas, se las vende inmediatamente, pero si se halla a un hombre culpable de traición o de cualquier otro crimen, prefiere que lo decapiten a que le den azotes. No es conocida entre ellos otra forma de castigo fuera del hacha o la esclavitud».

El historiador Sjögren atribuye gran importancia a la afirmación de Adam de que los hombres prefieren ser decapitados a ser azotados. Esto parecería indicar que el castigo de azotes era conocido entre los nórdicos. El mismo historiador agrega más adelante que los azotes eran con toda probabilidad un castigo reservado a los esclavos: «Los esclavos son propiedad y desde el punto de vista económico resulta poco conveniente matarlos por delitos menores. Sin duda los azotes eran aceptados como forma de castigo para los esclavos. Puede ser, por tanto, que los guerreros hayan considerado este tipo de castigo como degradante por haber estado reservado a los esclavos». Sjögren señala asimismo que «todo lo que conocemos acerca de la vida entre los vikingos indica la existencia de una sociedad fundada sobre el concepto de la vergüenza, no de la culpabilidad, que sería el polo de conducta negativo. Los vikingos nunca se sentían culpables por nada, pero defendían su honor con fiereza y evitaban a cualquier precio cometer actos vergonzosos. Someterse al látigo en forma pasiva habría sido considerado muy vergonzoso y mucho peor que la muerte misma».

Estas especulaciones nos traen una vez más el manuscrito de Ibn-Fadlan y a su elección de las palabras «azotar con polvo». Por ser el árabe tan meticuloso, cabría preguntar si sus palabras reflejan acaso una actitud islámica. En este sentido debemos recordar que si bien el mundo de Ibn-Fadlan se dividía sin duda en cosas y actos sucios y limpios, la tierra en sí no era necesariamente sucia. Por el contrario
tayammun
, o ablución con polvo o arena, se lleva a cabo siempre que no es posible utilizar agua.

Por ello Ibn-Fadlan no podía tener una repugnancia especial a la tierra sobre la propia persona. Se habría sentido, en cambio, mucho más disgustado si se le hubiese invitado a beber de una copa de oro, lo cual estaba estrictamente prohibido.
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Este pasaje es, según parece, el origen del comentario hecho en 1860 por el reverendo Noel Harleigh, cuando manifiesta que «entre los vikingos bárbaros la moralidad estaba subvertida de modo tan perverso que su sentido de la limosna se expresaba en el pago hecho a los fabricantes de armas». La gran seguridad, típicamente victoriana, con que se expresa Harleigh superaba sus conocimientos lingüísticos. La palabra nórdica
alm
significa «olmo», madera flexible de la cual los escandinavos confeccionaban sus arcos y flechas. Es sólo por casualidad que este término tenga otro significado en inglés, es decir, el de «donaciones» de caridad, que en general se considera derivado del griego
eleos
, compasión.
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Línea adeps
: literalmente la «línea gorda». Si bien la precisión anatómica del pasaje nunca ha sido cuestionada por hombres de armas en los mil años transcurridos desde entonces, por ser la línea de mayor perímetro del cuerpo el punto donde se hallan los nervios y vasos más vitales, el origen preciso del término es más bien misterioso. En este sentido resulta de interés señalar que una de las sagas islándicas menciona a un guerrero herido en 1030 que se extrae una flecha del pecho y ve trozos de carne adheridos a ella. Comenta entonces que todavía tiene «gordura» alrededor del corazón. La mayoría de los especialistas concuerdan en que se trata de un comentario irónico de un guerrero que sabe que su herida es mortal. Esto tiene sentido desde el punto de vista anatómico.

En 1874 el historiador norteamericano Robert Miller se refirió a este pasaje de Ibn-Fadlan al afirmar: «Aunque eran guerreros feroces, los vikingos tenían pocas nociones de la fisonomía. Se instruía a los hombres que buscaran la línea vertical y central del cuerpo del contrincante, pero al hacer esto, como es natural, no alcanzaban el corazón, por estar situado en el sector izquierdo del pecho».

El poco conocimiento debe atribuirse más bien a Miller y no a los vikingos. Durante varios siglos el común de los hombres de Occidente ha supuesto que el corazón se encuentra situado en el sector izquierdo del pecho. Los norteamericanos se colocan la mano sobre el corazón cuando juran lealtad a su bandera. Existe una tradición folklórica que data de largo tiempo, según la cual muchos soldados han escapado a la muerte por haber llevado en el bolsillo superior izquierdo una Biblia que interceptó la bala fatal, o bien variaciones sobre este tema. En realidad el corazón es un órgano central que se extiende en grado diverso hacia el sector izquierdo del pecho. Una herida inferida allí, pues, siempre perforará el corazón.
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Según la ley divina, los musulmanes creen que «El Mensajero de Dios ha prohibido toda crueldad hacia los animales». Esto se extiende a aspectos tan cotidianos como el mandamiento de descargar con rapidez a las bestias de carga para que no sufran indebidamente su carga. Además los árabes se vanagloriaron siempre de criar y domesticar caballos. Los escandinavos no abrigaban sentimientos especiales hacia los animales. Casi todos los observadores árabes han comentado su falta de afecto por los caballos.
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La mayoría de los primeros traductores del manuscrito de Ibn-Fadlan eran cristianos que desconocían la cultura árabe y su interpretación de este pasaje refleja su ignorancia. En una traducción muy libre el italiano Lacalla, en 1847, dice: «Por la mañana desperté de mi sopor de ebrio como un perro cualquiera y me sentí sumamente avergonzado de mi condición». Skovmand, en su comentario de 1919, decide sin vacilaciones que «no cabe dar crédito a las historias de Ibn-Fadlan, ya que estaba ebrio durante las batallas, cosa que él mismo admite». Con mayor caridad, Du Chatellier, vikingófilo confirmado, dijo en 1908: «El árabe muy pronto se contagió de la ebriedad de la batalla que es la esencia misma del espíritu heroico de los nórdicos».

Debo manifestar mi gratitud a Massud Fassan, erudito Sufi, por haber aclarado la alusión hecha por Ibn-Fadlan en este pasaje. En verdad está comparándose a un personaje de una anécdota jocosa árabe muy antigua:

Un ebrio cae sobre un charco de sus propios vómitos a un lado del camino. Llega un perro y empieza a lamerle la cara. El ebrio supone que alguien de buen corazón está limpiándole la cara y dice, agradecido: «Que Alá haga obedientes a tus hijos». El perro levanta entonces una pata y orina sobre el ebrio, quien responde: «Y que Dios te bendiga, hermano, por haber traído agua tibia para lavarme la cara».

Para los árabes, la anécdota encierra la recomendación habitual contra la ebriedad y la sutil advertencia de que el alcohol es khmer, o inmundicia, como la orina.

Ibn-Fadlan pretendía, según es probable, que sus lectores supusieran no que estaba alguna vez ebrio, sino más bien que tuvo la suerte de evitar que el perro orinara sobre él, así como antes escapó a la muerte en la batalla. Se trata de una nueva alusión al hecho de haberse salvado por muy poco.
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La orina es una fuente de amoníaco, excelente compuesto para limpiar.
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Algunas autoridades en mitología señalan que los escandinavos no crearon este concepto de la batalla eterna, sino que se trata más bien de una idea celta. Cualquiera sea la verdad, es del todo razonable que los compañeros de Ibn-Fadlan lo hayan adoptado, ya que los escandinavos de la época mantenían contacto con los celtas desde hacía más de ciento cincuenta años.
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Literalmente, en árabe, el «desierto del terror». En un trabajo publicado en 1927, J. G. Tomlínson señaló que la misma frase aparece en la
Völsunga Saga
, razón por la cual discurre en forma extensa que se trata de un término genérico para describir regiones que eran objeto de tabúes. Tomlinson ignoraba que la
Völsunga Saga
no dice nada de esto. La traducción hecha en el siglo XIX por William Morris contiene en verdad el siguiente comentario: «Existe un páramo del terror en la parte más alejada del mundo», pero tales palabras son del propio Morris y aparecen en uno de los numerosos pasajes en los cuales habla con gran extensión acerca de la saga germánica original.
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La prohibición islámica contra el alcohol se refiere exclusivamente al fruto fermentado de la vid, es decir, el vino. Las bebidas fermentadas de la miel están específicamente permitidas a los musulmanes.
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La explicación psiquiátrica habitual de tales temores en cuanto a la pérdida de partes del cuerpo es que expresan el temor a la castración. En un estudio realizado en 1937, «Deformaciones de la Imagen del Cuerpo en las Sociedades Primitivas», Engelhardt observa que muchas culturas son explícitas al respecto. Por ejemplo, los Nanamoni del Brasil castigan a los criminales sexuales cortándoles la oreja izquierda, lo cual reduce, según ellos creen, la potencia sexual. Otras sociedades atribuyen importancia a la pérdida de dedos de la mano o de los pies o bien, en el caso de los nórdicos, de la nariz. Es una superstición común en muchas sociedades que el tamaño de la nariz de un hombre refleja el de su miembro sexual.

Emerson arguye que la importancia acordada a la nariz en las sociedades primitivas refleja una actitud residual de la época en que los hombres eran cazadores y dependían en alto grado del sentido del olfato en la búsqueda de caza y asimismo en la tarea de eludir a sus enemigos. Dentro de una forma de vida como ésta, la pérdida del sentido del olfato era en verdad grave.
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