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Authors: Patrick Modiano

Dora Bruder (8 page)

BOOK: Dora Bruder
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¿Lleva Dora la falda azul marino citada en el anuncio?

Existen fotos así en todas las familias. Durante el tiempo de la foto estaban protegidos, eran tan sólo unos segundos pero se convertían en una eternidad.

Uno se pregunta por qué el rayo los fulminó a ellos y no a otros. Mientras escribo estas líneas me pongo a pensar de improviso en algunos que tenían la misma profesión que yo. Hoy ha acudido a mi mente el recuerdo de un escritor alemán, Friedo Lampe.

Me habían llamado la atención su nombre y el título de uno de sus libros,
Al borde de la noche,
traducido al francés hace más de veinte años y del que descubrí, en esa época, un ejemplar en una librería de los Campos Elíseos. No sabía nada de aquel escritor, pero antes de abrir el libro adivinaba su tono y su atmósfera, como si lo hubiera leído en otra vida.

Friedo Lampe.
Al borde de la noche.
El nombre y el título me recordaban esas ventanas iluminadas de las que no podemos apartar la mirada. Nos decimos que detrás de ellas alguien a quien hemos olvidado espera nuestro regreso desde hace años, o bien que ya no hay nadie. Salvo una lámpara que se ha quedado encendida en el piso vacío.

Friedo Lampe había nacido en Bremen en 1899, el mismo año que Ernest Bruder. Había estudiado en la Universidad de Heidelberg. Había trabajado en Hamburgo como bibliotecario y comenzado allí su primera novela,
Al borde de la noche.
Luego estuvo empleado en una editorial de Berlín. La política le era indiferente. Lo que le interesaba era describir el crepúsculo cayendo sobre el puerto de Bremen, la luz blanca y lila de las lámparas de arco, los marineros, los luchadores de catch, las orquestas, el campanilleo del tranvía, los puentes del ferrocarril, la sirena del vapor, y todas las personas que se buscan en la noche… Su novela apareció en octubre de 1933, cuando Hitler ya estaba instalado en el poder.
Al borde de la noche
fue retirada de las librerías y destruida, y su autor declarado «sospechoso». Sin embargo no era judío. ¿Qué podía reprochársele? Simplemente, la gracia y la melancolía de su libro. Su única ambición -declaraba en una carta- había sido «hacer sensibles ciertas horas de la noche, entre las ocho y las doce, en las inmediaciones del puerto; pienso en el barrio de Bremen en el que pasé mi juventud. Veía desfilar breves escenas como en una película, entrelazando vidas. Todo era ligero y fluido, ligado de modo muy leve, pictórico, lírico, con mucho ambiente».

Al final de la guerra, durante el avance de las tropas soviéticas, vivía en las afueras de Berlín. El 2 de mayo de 1945, en la calle, dos soldados rusos le pidieron la documentación y luego lo arrastraron hasta un jardín. Y allí lo mataron, sin pararse a jugar al bueno y al malo. Los vecinos lo enterraron en un lugar cercano, a la sombra de un abedul, e hicieron llegar a la policía lo que quedaba de él: sus papeles y su sombrero.

Otro escritor alemán, Felix Hartlaub, era de Bremen, como Friedo Lampe. Había nacido en 1913. Durante la Ocupación se encontraba en París. La guerra y el uniforme verde gris lo horrorizaban. No sé gran cosa de él. Había leído, en francés, en una revista de los años cincuenta, un resumen de su novela breve
Von Unten Gesehen,
cuyo manuscrito había confiado a su hermana en enero de 1945. El resumen se titulaba «Notas e impresiones». El autor describe el restaurante de una estación parisina y su fauna, luego el ministerio de Asuntos Exteriores abandonado, en el momento en que los servicios alemanes se instalan en él, con sus centenares de despachos desiertos y polvorientos, las arañas que han quedado encendidas y los péndulos de reloj que suenan sin parar en el silencio. Por la noche se vestía de civil para olvidar la guerra y fundirse con las calles de París. Nos rinde cuentas de uno de sus trayectos nocturnos. Toma el metro en la estación de Solferino. Baja en Trinité. Ha oscurecido. Es verano. El aire es cálido. Sube por la calle Clichy durante un apagón. En el sofá del burdel descubre, irrisorio y solitario, un sombrero tirolés. Las chicas desfilan. «Están ausentes, como sonámbulas bajo los efectos del cloroformo. Y todo bañado -escribe- por una extraña luz de acuario tropical, de cristal recalentado.» Él también está ausente. Lo observa todo con distanciamiento, como si el mundo en guerra no le concerniese, atento a los minúsculos detalles cotidianos, a los ambientes, y al mismo tiempo despegado, extraño a lo que tiene a su alrededor. Como Friedo Lampe, murió en Berlín en 1945, a los treinta y dos años, durante los últimos combates, en un universo de carnicería y de apocalipsis en el que se encontraba por error, vistiendo un uniforme que le habían impuesto pero que no era el suyo.

¿Y por qué mi pensamiento va también, entre tantos escritores, hacia el poeta Roger Gilbert-Lecomte?

También a él el rayo lo fulminó al mismo tiempo que a los dos anteriores, como si algunas personas sirvieran de pararrayos para que las demás se salvaran.

Mi camino se había cruzado con el de Roger Gilbert-Lecomte. Había frecuentado, como él ya la misma edad, los barrios del sur: bulevar Brune, calle de Alesia, hotel Primavera, calle de Voie- Verte… En 1938 vivía aún en el barrio de la puerta de Orléans, con una judía alemana, Ruth Kronenberg. Y luego, en 1939, también con ella, en el barrio de Plaisance, en un atelier en el 16 bis de la calle Bardinet. Cuántas veces había caminado por esas calles sin saber que Gilbert-Lecomte me había precedido… Y en la orilla derecha, en Montmartre, calle de Caulaincourt, en 1965, me pasaba tardes enteras en un café, en la esquina del parque Caulaincourt, y en una habitación de hotel, al fondo del callejón, Montmartre 42-99, sin saber que Gilbert-Lecomte había vivido allí treinta años antes…

Por esa misma época fui a ver a un médico, el doctor Jean Puyaubert. Creía tener un velo en los pulmones. Le pedí que me hiciera un certificado para librarme del servicio militar. Me dio día y hora en una clínica donde trabajaba, en la plaza de Alleray, y me hizo radiografías: no tenía nada en los pulmones pero, pese a que no había guerra, yo quería quedar exento. Simplemente, la perspectiva de una vida cuartelaria como la que había vivido en el internado desde los once a los diecisiete años me resultaba insoportable.

No sé qué fue del doctor Puyaubert. Muchos años después de visitarlo supe que había sido uno de los mejores amigos de Roger Gilbert-Lecomte y que éste también le había solicitado, a la misma edad, el mismo servicio que yo: un certificado médico que daba fe de que había sufrido una pleuresía, con el fin de librarse del servicio militar.

Roger Gilbert-Lecomte… Había arrastrado sus últimos años por París, bajo la Ocupación… En julio de 1942 su amiga Ruth Kronenberg fue arrestada en zona libre cuando volvía de la playa de Collioure. Fue deportada en un convoy el 11 de septiembre, una semana antes que Dora Bruder. Una joven de Colonia, llegada a París hacia 1935, a los veinte años, a causa de las leyes racistas. Le gustaban el teatro y la poesía. Aprendió a coser para hacer trajes de escena. Pronto conoció a Roger Gilbert-Lecomte, entre otros artistas, en Montparnasse…

Continuó viviendo solo en el estudio de la calle Bardinet. Luego, una tal señora Firmat, que tenía un café en la casa de enfrente, lo acogió y se ocupó de él. En otoño de 1942 emprendía agotadores desplazamientos a las afueras, hasta el Bois-Colombes, calle de Aubépines, para obtener de un tal doctor Bréavoine recetas que le permiteran encontrar un poco de heroína. Lo descubrieron durante una de sus idas y venidas. Lo detuvieron y encarcelaron en la prisión de la San té, el 21 de octubre de 1942. Permaneció hasta el 19 de noviembre, en la enfermería. Lo liberaron con orden de comparecer ante los tribunales al mes siguiente por «compra y tenencia ilícita en París, Colombes, Bois-Colombes, Asnieres, en 1942, de estupefacientes, heroína, morfina, cocaína…».

A principios de 1943 permaneció durante algún tiempo en una clínica de Épinay, luego la señora Firmat lo albergó en una habitación en el piso superior del café. Una estudiante a quien le había prestado el estudio de la calle Bardinet durante su estancia en la clínica había dejado una caja de ampollas de morfina, que él utilizó gota a gota. No he encontrado el nombre de dicha estudiante.

Murió a causa del tétanos el 31 de diciembre de 1943 en el hospital Broussais, a la edad de treinta y seis años. Uno de los dos libros de poemas que publicó antes de la guerra se titulaba
La vida, el amor, la muerte, el vacío y el viento.

Muchas personas cercanas a las que no llegué a conocer desaparecieron en 1945, año de mi nacimiento.

En el piso del número 15 del paseo de Conti, donde vivía mi padre desde 1942 -el mismo que había ocupado Maurice Sachs el año anterior-, yo tenía mi habitación, que, al igual que el cuarto principal, daba al patio. Maurice Sachs cuenta que solía cederle su vivienda a un tal Albert, apodado
el Cebú.
Éste recibía «a un grupo de actores que soñaban con formar una compañía y a adolescentes que comenzaban a escribir». El tal
Cebú,
Albert Sciaky, se llamaba igual que mi padre y pertenecía también a una familia judía italiana de Salónica. y en 1938, al igual que yo treinta años más tarde, había publicado, a los veintiún años, en Gallimard, su primera novela con el seudónimo de Franerois Vernet. En seguida, se había enrolado en la Resistencia. Los alemanes lo detuvieron. Escribió en la pared de la celda 218, décima división de Fresnes: «Cebú detenido el 10.2.44. En régimen de castigo durante 3 meses, interrogado del 9 al 28 de mayo, ha pasado revista el 8 de junio, 2 días después del desembarco aliado.»

Salió del campo de Compiegne en el convoy del 2 de julio de 1944 y murió en Dachau en marzo de 1945.

Así, en el piso donde Sachs se dedicaba al tráfico de oro y donde más tarde mi padre se ocultaría bajo una falsa identidad,
Cebú
había ocupado mi habitación infantil. Otros como él, justo antes de mi nacimiento, habían agotado todos los padecimientos para que otros pudiéramos experimentar pequeños contratiempos. Me di cuenta de ello a los dieciocho años, después del viaje que realicé con mi padre en el coche celular, trayecto que sólo era una repetición inocua y una parodia de otros viajes, en los mismos vehículos y hacia las mismas comisarías de policía, de los que no se regresaba a casa a pie, como yo. La tarde del 31 de diciembre oscureció muy pronto, como hoy; yo tenía veintitrés años y recuerdo que le hice una visita al doctor Ferdiere. Este hombre me demostraba una gran simpatía en un período lleno de angustia e incertidumbre para mí. Sabía vagamente que había acogido a Antonin Artaud en el hospital psiquiátrico de Rodez y que había intentado someterlo a tratamiento. Pero lo que aquella tarde me impresionó fue una coincidencia: le había llevado al doctor un ejemplar de mi primer libro,
La Place de l'Étoile
y le había sorprendido el título. Buscó en su biblioteca un pequeño volumen de color gris y me lo enseñó:
La Place de l'Étoile
de Robert Desnos
3
, de quien había sido amigo. El propio doctor Ferdiere había editado esa obra en Rodez algunos meses después de morir Desnos en el campo de Terezín, en 1945, año en que nací. Ignoraba que Desnos hubiera escrito
La Place de l'Étoile.
Le había robado, involuntariamente, el título.

Hace dos meses un amigo mío encontró en los archivos del Yivo Institute de Nueva York este documento, entre otros muchos de la antigua Unión general de israelitas de Francia, organismo creado durante la Ocupación:

3 L/SBL/

17 de junio de 1942 0032

Nota para la señorita Salomon

Dora Bruder fue devuelta a su madre el 15 de los corrientes, gracias a las gestiones de la comisaría de policía del barrio de Clignancourt.

Dadas sus repetidas fugas parece indicado pedir su admisión en una casa de reeducación juvenil.

Debido al internamiento de su padre y al estado de indigencia de su madre, los asistentes sociales de la policía (muelle de Gesvres) harán lo oportuno si se lo solicitan.

De modo que Dora Bruder, después de regresar al domicilio materno el 17 de abril de 1942, había vuelto a fugarse. En cuanto a la duración de esa segunda fuga nunca sabremos nada. ¿Un mes, un mes y medio robado a la primavera de 1942? ¿Una semana? ¿En qué circunstancias fue aprehendida y conducida a comisaría?

A partir del 7 de junio los judíos fueron obligados a llevar la estrella amarilla. Aquellos cuyo apellido comenzaba con A y B habían ido a buscar las insignias a la comisaría desde el martes 2 de junio y habían firmado los registros abiertos al efecto. ¿Llevaba Dora Bruder la estrella en el momento en que fue conducida a la comisaría? Lo dudo cuando pienso en lo que me dijo de ella su prima. Un carácter rebelde e independiente. Y además era muy probable que aún se hallara fugada antes de principios de junio.

¿La detuvieron en la calle porque no llevaba la estrella? He encontrado la circular del 6 de junio de 1942 en la que se especifica la suerte de quienes eran cogidos en falta de la octava ordenanza relativa a la insignia:

El Director de la Policía Judicial y el Director de la Policía Municipal:

A los señores comisarios de división, comisarios de la vía pública de distrito, comisarios de los barrios de París y todos los demás servicios de policía municipal y de policía judicial (en comunicación con la Dirección de información general, Dirección de servicios técnicos, Dirección de extranjeros y asuntos judíos…

Procedimiento:

1. Judíos; hombres mayores de 18 años en adelante:

Todo judío que infrinja la ordenanza será enviado a prisión preventiva por el comisario de la vía pública con una orden especial e individual, cumplimentada en original y copia (la copia está destinada al señor Roux, comisario de división, jefe de los grupos de circulación, sección de prisión preventiva). Dicha orden especificará, además del lugar, el día, la hora y las circunstancias de la detención, el apellido, el nombre, la fecha y el lugar de nacimiento, situación familiar, profesión, domicilio y nacionalidad del detenido administrativo.

2. Menores de ambos sexos de 16 a 18 años y mujeres judías:

Serán igualmente enviados a prisión preventiva por iniciativa de los comisarios de la vía pública siguiendo las modalidades enunciadas más arriba.

El servicio permanente de la prisión preventiva transmitirá el original de las órdenes de envío a la Dirección de extranjeros y de asuntos judíos, el cual, a la vista del informe de la autoridad alemana, decidirá acerca de cada caso. Nadie podrá ser puesto en libertad sin una orden escrita emanada de esta Dirección.

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