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Authors: Boyd Morrison

Tags: #Intriga, arqueología.

El arca (34 page)

BOOK: El arca
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—Eso se debe a que Sam era un gran hombre. Nunca habría tomado parte en algo tan monstruoso.

—Entonces usted no lo conocía tan bien como creía. Antes de unirse a mi Iglesia, colaboraba con el Gobierno estadounidense. Lo puse en nómina de una modesta empresa subsidiaria mía, una empresa fantasma llamada PicoMed Pharmaceuticals, donde Watson creyó que trabajaría en un proyecto de guerra biológica por encargo del Pentágono.

Dilara se quedó aturdida. Sam nunca le había hablado mucho acerca de su trabajo, pero dio por sentado que se dedicaba a la investigación de nuevas vacunas.

—Después de colaborar con él durante años —continuó Ulric—, pensé que compartíamos los mismos objetivos, así que lo recluté para mi Iglesia. Entonces averiguó los detalles de mi plan y se empeñó en poner en peligro todo aquello por lo que yo había trabajado. Menudo idiota. Era incapaz de ver las cosas con perspectiva.

—¿Qué cosas? —le espetó ella—. ¿Borrar a la humanidad de la faz de la tierra?

—No. La humanidad seguirá adelante. Pero lo hará por el camino recto. Como debe ser. Y sí, morirán miles de millones de personas, pero de todos modos todos los seres que vivimos en el presente, incluyéndome a mí, moriremos en un centenar de años. No voy a erradicar la especie humana, sino a salvarla.

—¡Está loco!

—Y usted es demasiado impresionable para comprender lo que pretendo conseguir. ¿Y si mañana sus líderes deciden declarar una guerra nuclear? Entonces todos los habitantes de este planeta morirán, y la raza humana se extinguirá. Enfermedades, degradación medioambiental, polución, cualquiera de estos desastres podrían acabar totalmente con nosotros. Y lo que aún es peor, la humanidad destruye con asiduidad otras especies, excepto aquellas que le resultan útiles. Con el tiempo echará a perder la labor de Noé de preservar la vida animal. No puedo permitir que eso suceda.

—De modo que el arca de Noé tiene que ver con todo esto. ¿Mi padre llegó a encontrarla?

—Ah, sí. Descubrió su ubicación y una reliquia que ha posibilitado mi visión del Nuevo Mundo. Me sentí tan decepcionado cuando no pude mostrarla al mundo… Eso hubiera estorbado el cumplimiento de mi nueva visión.

Dilara no pudo evitar sentirse emocionada ante la importancia arqueológica de aquella revelación, a pesar de la precaria situación en que se hallaba.

—¿Ha podido verla personalmente? —preguntó.

—Nunca entré en el arca. Habría llamado mucho la atención. Pero sé dónde está, conozco su existencia, y que atesora en su interior una reliquia idéntica. Todo gracias a su padre.

Se levantó airada del asiento, pero las esposas la mantuvieron lejos del alcance de Ulric.

—¿Dónde está mi padre? —gritó.

—Eso lo ignoro. —Por primera vez, Dilara tuvo el convencimiento de que le estaba mintiendo.

—¿Mi padre le ayudó a planear todo esto?

—Su obra fue instrumental a la hora de poner todo esto en marcha. De hecho, fue su amigo Sam Watson quien nos presentó. Cuando confié a Watson mi obsesión por el arca de Noé, él mencionó que su padre era una autoridad en la materia. Hasad trabajó para mí durante dos años, y entonces hicimos un descubrimiento. Más bien fue él quien lo hizo. No se mostró todo lo franco que yo hubiera deseado. Pero sin ese descubrimiento, nada de esto habría sido posible. Fue una señal divina para que yo me convirtiese en Su mensajero. En Su instrumento.

Aunque el tipo estaba loco de remate, Tyler tenía razón. Era un loco muy inteligente. Dilara tuvo que tranquilizarse y contener el disgusto. Tras recostarse en el asiento, se alisó el vestido.

—¿Qué iba a proporcionarle un diluvio como el que tuvo lugar hace seis mil años capaz de hacer posible todo lo que usted se propone? —preguntó con tono mesurado—. ¿Y qué si un río se desbordó, o el mar Negro cuando el Mediterráneo irrumpió por el Bósforo, o lo que sea que explique el origen verdadero del relato?

—Ah, pero es que ahora llegamos a la parte más interesante. Usted da por sentado que el diluvio fue una inundación de agua.

—¿Qué otra cosa pudo ser?

—Por mucho que quisiera que la Biblia fuese un texto literal, infalible, es más útil si estudiamos el texto como metáfora —explicó Ulric—. Usted lo enfoca desde la literalidad —dijo como si hablara a un niño, en lugar de hacerlo a una mujer doctorada en arqueología.

Dilara, sin embargo, hizo caso omiso de aquella muestra de paternalismo, y citó la Biblia de Douay-Rheims, Génesis, capítulo seis:

—«Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo. Todo lo que hay en la tierra morirá.» A mí me parece claro como el agua.

—La frase clave es «destruir toda carne» —puntualizó Ulric—. El agua es un agente de destrucción, pero no la causa de la muerte. Piénselo. ¿Qué ha visto usted últimamente que encaje con esa descripción?

Dilara recordó de inmediato el accidente aéreo de Rex Hayden. El hueso blanco, reluciente, que habían hallado sin un solo jirón de carne.

—El accidente aéreo… —dijo, ahogando una exclamación al caer en la cuenta de a qué se refería Ulric—. Los pasajeros se disolvieron.

—Exacto. Su carne se consumió literalmente. Eso es porque el diluvio no fue una serie de inundaciones, sino que las aguas sirvieron de medio de transporte. El diluvio fue una enfermedad.

Capítulo 40

—Eso es ridículo —dijo Dilara, incapaz de disimular el asombro que le había causado la revelación de Ulric de que el diluvio había sido una enfermedad transmitida por el agua—. El relato de que hubo una inundación constituye un tema central en diversos textos antiguos.

—¿Y usted se cree que las aguas cubrieron todas las montañas de la tierra hasta una profundidad de siete metros? —preguntó Ulric, que disfrutaba visiblemente de la discusión. De hecho, parecía haber olvidado que Dilara era su enemiga.

—Eso es sencillamente ridículo. No hay agua suficiente en todo el planeta.

—Entonces admite que el relato no puede interpretarse literalmente. Si está dispuesta a descartar una parte de esa historia, ¿por qué se aferra con vehemencia a otra?

—En la antigüedad las inundaciones eran un desastre habitual. La mayoría de los asentamientos se construían a orillas del agua.
Tsunamis,
huracanes, ríos desbordados. Sucedía continuamente. Tiene sentido pensar que los relatos relativos al castigo divino se inspiraran en algunos de estos sucesos.

—Las pestes también fueron habituales —dijo Ulric—. ¿Por qué cuesta tanto creer que Noé sobreviviera a una?

—La Biblia es muy específica —repuso Dilara—. Cito la versión del rey Jacobo: «Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra». También menciona cómo cubrieron la tierra: «Y las aguas subieron mucho sobre la tierra. Y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos fueron cubiertos».

Ulric levantó un dedo.

—Pero la Biblia también dice: «Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles y las aves del cielo. Y fueron destruidos de la tierra, y solamente quedó Noé y los que con él estaban en el arca». Esta descripción podría describir perfectamente los efectos de la peste.

—Entonces, ¿por qué la Biblia no se refiere a una «peste» en lugar de al «diluvio»?

—¿Quién sabe? Quizá se tradujo erróneamente en la antigüedad. O puede que pensaran que la peste provenía del agua. Todos los animales que bebieron del agua murieron. Tengo pruebas de ello.

—Porque encontró el arca —replicó Dilara con desprecio—. Eso da pie a otra duda: si no fue más que una peste, ¿por qué Noé construyó un barco enorme para albergar a los animales? No tiene sentido.

—Ah, ya vuelve usted a dar cosas por sentadas. Y sí, en efecto, descubrí dónde está el arca.

—Querrá decir que mi padre descubrió dónde está.

—De acuerdo. Era un hombre brillante.

Dilara reparó en que se había referido a él en pasado. Hacía tiempo que había abandonado la esperanza de encontrar vivo a su padre, pero la seguridad con que Ulric habló de él en pasado le resultó descorazonadora.

—¿Qué es esa reliquia de la que habla? —quiso saber.

—Los restos de la peste.

—¿Intactos tras miles de años?

—Por inverosímil que pueda parecerle, sí. Piense, Dilara. Rex Hayden y sus amigos quedaron reducidos a esqueletos. Sé que vio en persona los resultados. La reliquia del arca de Noé me proporcionó la semilla para empezar. Yo me limité a modificarla.

—¿Por qué?

—No quería matar a todos los seres vivos de la tierra. Soy bioquímico. Mi compañía posee recursos con los que la mayoría tan sólo puede soñar. La peste del arca de Noé era un prion. Su comportamiento era extraordinariamente letal y atacaba con virulencia a cualquier animal, reduciendo el tejido blando hasta sus componentes base. Tras años de investigaciones pudimos acotar su campo de actuación a una sola especie, la humana.

—¿Así no sólo puede usted convertirse en Noé, sino, también, en Dios? ¿Primero toma la decisión de erradicar a la humanidad, y luego se convierte en el patriarca que repuebla la tierra?

—Yo no tomé la decisión. Fue Dios quien lo hizo. Si no fue él, ¿por qué me permitió encontrar el Arkon-A? No soy más que su instrumento.

—¿El Arkon-A es el prion de la reliquia?

—Así lo llamé —respondió Ulric—. El Arkon-A fue la causa de la enfermedad original. El Arkon-B fue nuestra desafortunada primera muestra que afectó al ser humano. Demasiado virulenta, nunca habría servido a los propósitos de mi visión. Sencillamente mataba tan rápido que no habría llegado a extenderse a toda la población. Por eso me tomé mi tiempo y desarrollé el Arkon-C. Esa cepa será la que se extenderá mañana.

—¿Por qué me cuenta todo esto?

—Seamos sinceros, Dilara. Usted no va a ir a ninguna parte, y como es arqueóloga, es una de las pocas personas capaces de apreciar mis esfuerzos. Algún día confío en regresar y excavar personalmente el arca de Noé. No me vendría nada mal alguien con su talento en mi Nuevo Mundo. Tal vez decida acompañarme.

Dilara contuvo la ira.

—Antes muerta.

—Puede que cambie de opinión después de que este nuevo diluvio nuestro limpie por completo la tierra. Ser una de las últimas mujeres vivas podría convertirse en una experiencia más embriagadora de lo que supone.

Dilara cayó en la cuenta de que se sentía atraído por ella. Como la mayoría de los hombres que anhelan el poder, una mujer no bastaba para él, por hermosa que fuera Svetlana Petrova. Y con la tarea por delante de repoblar la tierra, ¿por qué no crearse un harén? Aunque sintió asco al pensar en ello, concluyó que quizá podría aprovecharlo en su beneficio para huir y advertir al mundo de sus planes.

—Tiene razón. Supongo que tendré que pensarlo.

—Ah, no soy un iluso, Dilara. Llevará su tiempo. Aún no está convencida y probablemente me traicionará en cuanto se le presente la oportunidad. Pero dentro de seis meses… En fin, muchas cosas podrían cambiar en medio año.

Ulric se levantó para sentarse en otro lado. Dilara quiso retenerlo.

—¡Espere! Esto es fascinante. Quiero conocer más detalles acerca del arca.

—Hay tiempo de sobra. Estamos a punto de aterrizar.

—Pero querría saberlo todo. Si voy a ser su pareja, creo que lo merezco.

—Yo soy la única persona que lo sabe todo —afirmó Ulric. Se dirigió a la cabina de proa y cerró la puerta, dejando que Dilara meditara su siguiente paso.

Capítulo 41

Tres horas después de abandonar el
Alba del Génesis
con el artefacto hallado en la suite de Ulric, Tyler se encontraba en la sala de observación del Centro de Control de Enfermedades. La imagen de operarios vestidos con traje de vacío era transmitida por las cámaras del circuito cerrado instalado en el laboratorio de contención de nivel cuatro.

En primer lugar, obturaron el tubo para impedir que expulsara sustancias. Luego practicaron un agujero en la maleta e introdujeron una cámara diminuta en el interior para asegurarse de que no hubiera material explosivo. Una vez hecho esto, satisfechos por la ausencia de una posible trampa, abrieron la maleta. Tal como sospechaba Tyler, inmediatamente el contador se puso a cero, activado por los circuitos que recorrían la parte interior de la tapa.

Dentro de la maleta hallaron un complejo artefacto compuesto por tres cilindros translúcidos, cuyo tamaño equivalía a una botella de dos litros de refresco, conectados entre sí por tubos de metal y recorridos por cables de distintos colores, uno por cilindro: rojo, azul y blanco. El cilindro azul estaba conectado a un tubo externo.

Abrir la maleta había puesto en marcha diversos mecanismos internos. El cilindro blanco inyectó una sustancia transparente al cilindro azul. El cilindro rojo liberaba su contenido mediante un chorro de aire. Los técnicos del laboratorio recularon, pero fuera lo que fuese que expulsaba el cilindro no pareció afectar a sus indumentarias de seguridad.

En cuestión de segundos, el cilindro blanco terminó de inyectar la sustancia al azul, y el chorro de aire del cilindro rojo se redujo a un silbido. Cubrieron los cilindros y extrajeron muestras de todos ellos.

Tyler había puesto al corriente a los técnicos de que, fuera lo que fuese que encontraran en el interior, probablemente guardaba relación con el arma biológica empleada en el avión de Rex Hayden: por tanto, era extraordinariamente letal. Reparó en que los técnicos habían atendido sus advertencias y procedían con sumo cuidado, aunque no tan rápido como él hubiera querido.

Una vez superado el peligro de una posible explosión, los conocimientos de Tyler ya no eran necesarios. Fue escoltado hasta la sala de espera, mientras los técnicos analizaban las muestras. Superados los momentos de tensión en los que había seguido adelante gracias a la adrenalina, el cansancio hizo mella en él y cerró los ojos un rato en el sofá de la sala de espera.

Los abrió cuando alguien le puso la mano en el hombro. Consultó la hora en el reloj. Eran pasadas las nueve de la mañana del viernes. Tyler vio a su lado a un hombre indio, delgado y de pelo ralo, vestido con una bata blanca de laboratorio. Lo acompañaba la agente especial Harris.

—El doctor Gavde tiene los resultados de las pruebas —anunció la agente—. Puesto que usted toma parte en la investigación del accidente aéreo de Rex Hayden, pensé que debería conocerlos. Aunque usted tiene autorización, recuerde que toda esta información está clasificada.

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