Read El arte del asesino Online
Authors: Mari Jungstedt
Las anotaciones revelaban cuál fue el terrible acontecimiento que desencadenó toda la historia. Una tarde de noviembre, David espió a su abuelo biológico hasta un club subterráneo para homosexuales. Allí presenció cómo Hugo Malmberg junto a Egon Wallin se beneficiaba de los servicios sexuales de su propio hijo, ignorante del parentesco.
Sólo David era conocedor de esos hechos. En un par de segundos comprendió lo que había visto. Unos segundos que lo convirtieron en un asesino.
En la investigación salió a la luz que Egon Wallin y Hugo Malmberg no sólo habían mantenido una relación, sino que en muchas ocasiones pagaron los servicios de hombres que se prostituían. De ahí la renuencia de Malmberg a reconocer ante la policía que conocía a Egon Wallin de algo más que de los negocios de arte, pensó Knutas. Por eso, cuando él le preguntó, tampoco quiso reconocer que su colega de Gotland era homosexual.
Al parecer, el origen de los asesinatos había que buscarlo en la relación complicada y casi reverente que David tenía con su padre, Erik. Por las detalladas descripciones encontradas en el diario, Knutas comprendió que David siempre quiso a su padre, a quien había idealizado. Al propio tiempo, parecía que añoraba a un padre que no existía. Un padre como el que vio que tenían los demás, capaz de darle apoyo, consuelo, confianza, cariño y seguridad. Aquella añoranza era muy fuerte en David, y por eso no pudo liberarse de Erik.
El deseo de hacer feliz a su padre, de ordenar su vida, de que estuviera contento, estaba presente en todo el diario. David quizá esperaba que su padre pudiera darle entonces lo que necesitaba.
El robo de
El dandi moribundo
no fue sino pura locura. Pero, a los ojos de David, aquello era una manera de desagraviar a su padre.
El hecho de que quisiera dejar clara la relación por medio de la escultura, lo interpretó Knutas como una prueba de que, en el fondo, David Mattson quería que lo descubriesen, que todo el mundo viera y comprendiese el sufrimiento que lo embargaba. Eso contribuyó también en gran medida a que expusiera a sus víctimas del modo en que lo hizo. En definitiva, todo había sido un asunto de venganza y reparación de los agravios del pasado.
En lo referente a los cuadros robados, el trabajo perseverante de Wittberg acabó por dar sus frutos. Supieron que Egon Wallin estaba compinchado con Vigor Haukas, el agente de Mattis Kalvalis. Los cuadros eran robados por profesionales del crimen procedentes de los países bálticos, y luego se vendían en el mercado internacional. Haukas se había hecho cargo de todas las operaciones, y Wallin actuó como intermediario en el camino de salida de los cuadros fuera de Suecia. El lucrativo comercio llevaba funcionando varios años.
Knutas suspiró cuando terminó de leerlo. Era una historia profundamente trágica. Volvió a surgir el tema que había condicionado toda la investigación: los secretos. Desde el asesinato de Egon Wallin y todo lo que había ocultado a su tamilia, pasando por la doble vida de Erik Mattson, hasta los secretos que guardaba el pasado de Hugo Malmberg.
Sacó su pipa del cajón superior del escritorio, se levantó y se situó junto a la ventana. El cielo estaba despejado, lucía un sol de primavera y el mar brillaba a lejos con el azul intenso que sólo destellaba en primavera. Miró hacia la Puerta de Dalmansporten. Allí empezó todo hacía dos meses.
Le parecía que había pasado mucho, mucho tiempo.
Este relato ha sido totalmente inventado. Cualquier semejanza entre los personajes de la novela y personas reales, es pura casualidad. A veces me he tomado la libertad de cambiar algunos aspectos en favor de la narración. Por ejemplo, lo relativo al seguimiento informativo de SVT (la Televisión Sueca) en Gotland, que en la novela se dirige desde Estocolmo. Dicho sea con todos los respetos para los informativos regionales de la Televisión Sueca,
Östnytt,
y para el Centro Territorial de Gotland, ubicado en Visby.
Los ambientes se describen en el libro prácticamente como son en la realidad, con escasas excepciones.
Los posibles errores que se hayan colado, son exclusivamente míos.
Ante todo, quiero dar las gracias a mi marido, el periodista Cenneth Niklasson, por su apoyo, lectura crítica, y su aportación de buenas ideas.
Muchas gracias también a:
Gösta Svensson, excomisario de la policía de Visby.
Magnus Frank, comisario de la policía de Visby.
Hans Henrik Brummer, director de Waldemarsudde.
Martin Csatlos, miembro de la Unidad del Instituto Forense de Solna.
Ylva Hilleström, del Museo de Arte Moderno.
Johan Jinnerot, conservador de Bukowskis.
Johan Gardelius, técnico criminalista de la policía de Visby.
Ulf Asgård, psiquiatra.
Birgitta Amér, dueña de Muramaris.
Gracias, Nicklas, por tu valiosa ayuda, y muchas gracias asimismo a Ingrid Ljunggren.
También quiero dar las gracias a mis queridos amigos escritores: ¡muy agradecida por estar ahí!
A los lectores que conectaron conmigo, por sus valiosos comentarios:
Lena Allerstam, periodista de la Televisión Sueca.
Kerstin Jungstedt, asesora de la Asociación Provins fem.
Lilian Andersson, editora de Bonnier Utbildning.
Anna-Maja Persson, corresponsal en Moscú de la televisión sueca.
A la editorial Albert Bonniers Förlag, y sobre todo a mi editor, Jonas Axelsson, y a mi editora, Ulrika kerlund.
A mi ilustrador, John Eyre, por sus magníficas portadas.
Y a mis agentes Nielas Salomonsson y EmmaTibblin.
Y por último, y muy especialmente, a mis maravillosos hijos Rebecka y Sebastian.
Mari Jungstedt
[1]
¿Qué quieres?
En danés en el original (N. de la T.)