—Tendré que armarme de paciencia si es que van a hablar de esa manera de mi amiga.
—El cuerpo es de su amiga, pero en ella habita un demonio capaz de seducir a cualquiera.
—No dudo que sea hermosa.
—¿Lo era tanto de niña?
—Era una niña encantadora, pero dudo que sea de la manera en que usted esta sugiriendo, señor Renaud.
—No sugiero nada, para mi está claro, Lilith habita en Amanda Strout y es parte de los problemas en que estamos envueltos.
—No estoy dispuesto a aceptar que Amanda sea un ser demoniaco —dijo Kennedy.
—En eso estriba su poder, en que los hombres con los que habita no se atreven a cuestionar sus artes.
—¿Ha dormido usted con Amanda Strout? —preguntó Sebastian con cierta indignación.
—Por supuesto que no, al parecer todos desean darme un papel de seductor…
—Más bien de seducido, padre —dijo Barragán. —A un súcubo no lo seduce nadie, ella está en total control de la situación, no crea que si se reveló ante Dios por no supeditarse a los deseos de Adán, lo haría ahora ante los suyos.
—Tampoco me ha seducido…
—Vamos padre —dijo Jean. —Es claro que usted está loco por esa mujer.
—No puedo negar que es atractiva.
—Endemoniadamente atractiva.
—Como digas Jean, pero eso no la hace un demonio ni mucho menos la reencarnación de Jazmín.
—Quizá si y quizá no —dijo Barragán.
—Usted es un sacerdote, no me dirá que cree en estas cosas.
—Padre Kennedy, puedo asegurarle que una vez fui poseído por ese demonio y sé muy bien de lo que es capaz.
—Eso me gustaría oírlo —dijo Sebastian.
—Fue en Cuba…
—Yo estuve allí —dijo Jean.
—Esa mujer, Jazmín, logró volverme loco y terminé cediendo a sus encantos solo para matarla luego. Era la amante de uno de los Castro y de este hombre —dijo señalando a Jean.
—Y ahora va tras el padre Kennedy —dijo Jean.
—Parece que todos tienen una historia escabrosa —dijo Sebastian. —¿Cuál es la suya, mama Candau?
—Yo fui sellada por mis padres que eran bokores, cerraron en mi cualquier posibilidad de posesión.
—¿Con el sello de fuego?
—Así es, pueden ver la marca dijo mostrando un pedazo de la espalda con el relieve de una quemadura vieja.
—¿Es una letra C?
—Así es.
—¿Tiene eso algún significado? —Volvió a preguntar Sebastian.
—¿Sabe lo que es un caballo, dentro de este contexto?
—¿Caballo?
—Si, un caballo, dentro de la santería. Se llama caballo a la persona que es poseída o montada por un lua. Cuando un lua posee, monta o sube a la cabeza de una persona, la personalidad de esta desaparece y es entonces el lua quien se expresa, es la personalidad de éste la que se adueña del cuerpo del caballo.
—¿Una posesión?
—Así es, el sello de fuego lo que busca es evitar que tu cuerpo pueda ser tomado por un lua.
—Vamos que el sello impide la posesión demoniaca.
—Así es Sebastian, tu padre lo sabía bien.
—¿Mi padre fue asesinado para obtener el sello de fuego?
—Es muy posible que alguna vez estuviera en su poder.
—Lo único que es seguro es que sus padres lo tuvieron, puesto que la sellaron a usted.
—Así es Sebastian, pero, aunque me hayan sellado no quiere decir de ninguna manera que yo tenga el sello.
—Nadie lo insinúa así —dijo Jean Renaud.
—¿Qué hay de usted, Jean, ha tenido algún contacto con el sello? —preguntó Casas muy animado por el giro de la conversación.
—De todos los que estamos aquí, solo Kennedy y yo no tenemos una relación directa con ese libro o ese sello de que hablan.
—El que no lo hayan admitido no quiere decir que no lo busquen para algo personal o siguiendo las instrucciones de alguien más.
—¿Me está acusando, Casas?
—Por supuesto que no, Jean —dijo mama Candau— este hombre no puede acusarte de tal cosa, porque él mismo es culpable de buscar el sello para alguien más.
—¿Se refiere usted a la iglesia? —Preguntó Barragán.
—No a la que usted pertenecía.
—¿Entonces? —preguntó Kennedy intrigado.
—El padre Casas nos ha dicho de lo que fue acusado aquí en Haití, pero no de la forma en que se libró de ir a prisión bajo el régimen de Papa Doc. Lo cierto del caso es que este hombre desde hace mucho ha estado a los servicios de Papa Doc y su hijo.
—¿Qué le hace decir tal cosa? —preguntó Casas con una mezcla de indignación y temor.
—Papa Doc le dio el perdón que no le quiso dar la iglesia, desde entonces usted les sirve a los Duvalier, espiando a aquellos que buscan el sello ¿No es verdad?
—Por supuesto que no.
—Usted ha estado siguiendo al padre Kennedy desde aquel día en que fue a visitarlo al malecón.
—¿Por qué haría tal cosa?
—Por que usted, en su afán de ser perdonado por los Duvalier, permitió que la Mano de los Muertos actuara sobre su voluntad, usted padre Casas, es un caballo de ese hombre.
—Está usted loca, mama Candau.
—¿Ha venido a espiarnos? —Preguntó Kennedy.
—Ya he dicho que no.
—El día que Kennedy vino a buscarnos —dijo Barragán— ahora lo recuerdo, te apresuraste a marcharte porque tenías algo urgente que hacer.
—Lo tenía.
—Pero esa urgencia era seguir a este hombre para saber dónde vivía y qué demonios hacía en la isla.
—Ha sido usted quien ha venido antes a esta casa a dejarme mensajes de la Mano ¿Verdad?
—De pronto creo que no deseo estar aquí.
—Antes debe decirnos, por qué Duvalier busca el sello —dijo Sebastian.
Casas retrocedió hacia la puerta pero se encontró con la figura corpulenta de Barragán que le cortó el camino.
—Déjame pasar.
—No antes de que nos digas lo que sabes.
—No tengo nada que decir —dijo mientras sus manos comenzaban a temblar insistentemente.
—Padre Casas, contrólose —dijo Kennedy que ya había visto esos síntomas.
El hombre puso los ojos en blanco como otras veces lo había hecho Nomoko y comenzó a hablar en creole con un siseo característico.
—Está entrando en shock —dijo el doctor Daniels.
—No, la Mano de los Muertos está tomando control de él, ahora es su caballo de nuevo.
Casas cayó al suelo y comenzó a convulsionar con una fuerza que hizo insuficiente los esfuerzos de Barragán por controlarlo.
—Padre Kennedy, ¿Conoce el rito del exorcismo?
—¿Qué?
—¿Qué si conoce el rito romano, padre? Este hombre está siendo poseído y es preciso actuar antes de que sea tarde.
—¿Tarde para qué?
—Para que la Mano de los Muertos tome su vida.
Señor McIntire —dijo Bronson con una voz de preocupación que le resultó demasiado obvia a Alexander— su hijo ha aparecido, bueno, no sé si eso es una buena noticia considerando que su esposa albergaba esperanzas…
—¿Dónde encontraron el cuerpo de Jeremy? —dijo Alexander sin mostrar sorpresa.
—Estaba en la misma tumba que el sujeto de Haití, Jean Renaud.
—¿Para qué querría alguien cambiar el cuerpo de lugar?
—Eso aún no lo sabemos.
—¿Pero está seguro de que se trata de Jeremy?
—No existen registros policiales de su muerte anterior, será preciso que vengan a la morgue a identificarlo, pero creo que salvo que alguien esté haciendo una colección de cadáveres, este debe ser el de Jeremy.
—Agente Bronson, ¿sería posible que Jenny no se enterara de todo esto?
—¿Ocultarle la aparición del cuerpo?
—Mas bien me refería a decirle que siempre estuvo en su tumba original.
—Entiendo que quiera ahorrarle el disgusto de saber que la tumba de su hijo fue profanada por algún lunático, pero no sé que grado de conciencia pueda tener y si ocultarle el hecho nos pueda meter en problemas.
—Le puedo asegurar que no será así, yo mismo me encargaré de que piense que todo se debió al efecto de las drogas que ha estado tomando.
—No lo sé, señor Mcintire…
—Por favor agente, mi esposa ya ha sufrido lo suficiente y al aparecer el cadáver de Jeremy no hay razón para que esta familia esté involucrada como algo más que una víctima de todo esto.
—Puede ser, pero el caso está lejos de resolverse.
—Solo deme unos días, le prometo que yo mismo le diré todo si en dos o tres días esto no está resuelto.
—Está bien señor McIntire.
—¿Qué hay del chico Bonticue?
—Aún no hay rastros de él.
—Trevor debe estar desecho.
—Supongo que sí, más con las noticias de esta mañana.
—¿A qué se refiere?
—¿No se ha enterado? Salió en todas las noticias de televisión.
—¿Qué ha sucedido?
—Dos hombres aparecieron muertos.
—¿Qué dice? —dijo McIntire sin poder disimular que la noticia lo impactaba.
—Dos ex marines, quizá usted los conozca, Hugo Vázquez y Vincent Bertrand.
—Si… los conocía —dijo McIntire luego de pensar que de nada valdría negar que estuvieron a su servicio— eran buenos soldados.
—Me pregunto qué estarían haciendo en ese bosque.
—Ni siquiera sabía que estaban en la ciudad.
—Es extraño.
—¿El qué?
—Que hayan venido a Nueva Orleans y no se hayan puesto en contacto con usted.
—No soy lo que podría llamarse un amigo de mis hombres, si se quiere soy el tipo al que más odiaban después del sargento que los adiestraba, usted sabe, me correspondía hacer el papel del malo para sacar lo mejor de estos hombres.
¿Puedo preguntarle cómo y dónde han muerto?
—Asesinados, ambos con el cuello cortado y colgando por los pies.
—¿Cree usted que sea el mismo sujeto de la iglesia?
—Estoy seguro de eso. Además, sus cuerpos aparecieron en el bosque donde buscamos a Francis Bonticue.
—No me agrada la idea de que ahora aparezcan cuerpos sacrificados por todos sitios y que la policía no tenga idea de quien pueda ser el asesino.
—Este caso está complicado.
—¿Qué hay de Kennedy?
—No sabemos nada, parece que se lo ha tragado la tierra.
—Comienza a preocuparme que el sacerdote sea quien está detrás de todo esto, puse a Jenny en sus manos como terapeuta lejos de pensar que podía ser un asesino.
—No anticipemos nada, Kennedy sigue siendo solo un sospechoso.
—Por lo que entiendo, el principal.
—Yo diría que el único, pero sin nada que sea definitivo como para apresarlo.
—¿A qué hora desea que vaya a identificar el cuerpo de Jeremy?
—Entre más pronto mejor, señor McIntire.
—Iré de inmediato entonces.
—Lo espero en la oficina del forense.
—¿Estan allí los cuerpos de esos marines?
—Si ¿Por qué lo pregunta?
—Me gustaría hacerles una especie de despedida militar.
—Supongo que eso les hubiera agradado.
—Bien, estaré allí en media hora.
—Lo espero señor McIntire.
McIntire cortó la comunicación y sonrió satisfecho, no solo había aparecido el cuerpo de Jeremy como esperaba, sino que los dos hombres que sabían del secreto habían muerto y la policía estaba segura de que se trataba del mismo asesino que estaban buscando por la muerte de los sujetos en la iglesia. Subió para verificar que Jenny no había escuchado nada y la encontró durmiendo, algo debía haberla perturbado porque sus vendas estaban en el suelo y las manos le sangraban de nuevo, miró las heridas y vio que la sangre estaba seca. No quiso despertarla para hacerle las curaciones, ya lo haría cuando regresara de acabar con esa pesadilla en la que se había convertido Jeremy después de su muerte.
En unos minutos llegó a la oficina forense y se identificó con el guarda de la entrada. Comenzaban a pedirle papeles de identificación cuando Bronson salió a su encuentro.
—Está bien oficial, conozco al hombre y lo estaba esperando.
—Pase usted, señor.
—Gracias detective.
—A usted por venir señor McIntire, creame que lamento que tenga que pasar por esta situación, pero es la única persona que puede ayudarnos. Como comprenderá el cuerpo está en un estado de descomposición que hace imposible mirar algún rasgo, pero quizá la ropa con la que lo enterraron o alguna característica física…
—¿Alguna característica?
—Nos dice el forense que los huesos presentan quebraduras soldadas de muy mala manera. ¿Tuvo Jeremy algún accidente de tránsito o quizá en su bicicleta o patineta?
—No lo sé, quizá antes de que lo conociera.
—Si disculpe, me olvidaba de que no es el padre biológico.
—¿Dice que quebraduras múltiples?
—Señor McIntire, seré franco con usted, lo primero que pensé cuando el forense me dio el dato es que Jeremy era un chico agredido.
—Y supongo que el padrastro es el principal sospechoso de tal agresión.
—¿Cómo era su relación con Jeremy?
—¿Necesito un abogado?
—Claro que no, solo estamos conversando.
—Me pidió que viniera a reconocer el cuerpo del chico y ahora me culpa de haberlo golpeado…
—No lo estoy haciendo responsable, al menos no por ahora, pero su deseo de excluir a Jenny de esta reunión me dice que usted sabe algo que espera que su esposa ignore.
—Solo deseo protegerla. Y supongo que ese algo que insinúa oculto sería que maltrataba al chico hasta provocarle quebraduras.
—No sería la primera ocasión en que vería algo por el estilo.
—Creo que va usted demasiado aprisa detective.
—Señor McIntire, solo lo preguntaré una vez ¿sabía usted de la presencia de esos hombres en el bosque?
—¿Se refiere a los marines?
—A Vázquez y Bertrand.
—Le he dicho que no.
—Quizá desearía cambiar su versión de los hechos.
—¿Por qué querría hacer algo así?
—Quizá porque encontramos el móvil de Bertrand, y tiene varias llamadas a su teléfono, hemos pedido a la telefónica un reporte de llamadas y no es la primera vez que esos hombres lo llaman, pero lo más interesante es que la última vez que lo habían hecho fue cuando murió Jeremy.
—Está bien, es usted un detective listo, me atrapó, esos hombres vinieron a buscar el cuerpo de Jeremy porque yo no confiaba en que la policía fuera capaz de encontrarlo, ya antes me habían ayudado cuando Jeremy desapareció producto de su adicción a las drogas.