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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

El bueno, el feo y la bruja (39 page)

BOOK: El bueno, el feo y la bruja
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—Señor Kalamack —dije con ganas de restregarme la mano en la falda—, tiene buen aspecto.

—Lo mismo digo. —Su sonrisa estaba como congelada en la misma posición y se llevó la mano derecha casi hasta la espalda—. Creo que le va razonablemente bien con su pequeña agencia de investigación. Imagino que resulta difícil cuando uno está empezando.

¿Mi pequeña agencia de investigación? Mi inquietud se tornó irritación.

—Gracias —logré decir.

Con una sonrisa en la comisura de sus labios, Trent dirigió su atención hacia Edden. Mientras los dos hombres profesionalmente intercambiaban educadas, políticamente correctas e hipócritas sutilezas, contemplé el despacho de Trent. La falsa ventana seguía mostrando una imagen real de sus potros pastando. La luz artificial brillaba a través de la pantalla de vídeo, iluminando cálidamente un trozo de la moqueta. Había un nuevo banco de peces blancos y negros en el enorme acuario y había sido encastrado en la pared detrás de la mesa. Donde había estado mi jaula ahora había un naranjo en un macetón y el recuerdo olfativo del pienso me provocó un nudo en el estómago. La lucecita roja de la cámara de la esquina del techo parpadeó en mi dirección.

—Es un placer conocerle, capitán Edden —estaba diciendo Trent con una suave cadencia en la voz que atrajo mi atención—, ojalá hubiese sido en otras circunstancias.

—Señor Kalamack —dijo Edden con un áspero
staccato
en contraposición a la voz de Trent—, lamento cualquier inconveniente que podamos ocasionarle durante el registro.

Jonathan le entregó a Trent la orden y él la miró brevemente antes de devolvérsela.

—¿«Pruebas físicas que conduzcan a un arresto en relación a las muertes conocidas como “los asesinatos del cazador de brujos”»? —dijo mirándome de reojo—. ¿No le parece un poco general?

—Nos pareció insensible poner «cadáver» —dije algo tensa y Edden se aclaró la garganta sin el más mínimo rastro de preocupación que empañase su compostura profesional. Me había fijado en que Edden se había colocado en posición de «descansen» y me preguntaba si el ex marine lo haría de forma inconsciente—. Usted fue la última persona que vio a la doctora Anders —añadí deseando comprobar la reacción de Trent.

—Eso está fuera de lugar, señorita Morgan —masculló Edden, pero yo estaba más interesada en las emociones que reflejaba Trent: rabia, frustración, pero no conmoción. Miró a Jonathan, quien se encogió de hombros de la forma más imperceptible que hubiese visto jamás. Lentamente, Trent se apoyó en la mesa con sus alargadas y morenas manos entrelazadas delante de sí.

—No sabía que hubiese muerto —dijo.

—Yo no he dicho que haya muerto —dije. Edden me agarró del brazo a modo de advertencia y me dio un vuelco el corazón.

—¿Ha desaparecido? —dijo Trent haciendo un encomiable esfuerzo por demostrar únicamente alivio—. Me alegro… de que esté desaparecida y no, eh, muerta. Cené con ella anoche. —Un leve rastro de preocupación se reflejó en su cara al señalar las dos sillas detrás de nosotros—. Por favor, tomen asiento —dijo y dio la vuelta a su mesa—. Estoy seguro de que tienen algunas preguntas para mí, teniendo en cuenta que están registrando mi propiedad.

—Gracias, señor. Sí, las tengo. —Edden se sentó en la silla más cercana al pasillo. Con la vista seguí a Jonathan que se acercó a cerrar la puerta. Se quedó de pie junto a ella, con aspecto de estar a la defensiva. Yo me senté en el otro asiento bajo el sol artificial e hice un esfuerzo consciente por sentarme pegada al respaldo. Intenté adoptar un aire despreocupado, me coloqué el bolso en el regazo y me metí la mano en el bolsillo de la chaqueta en busca de la aguja digital. El pinchazo de la hoja me sorprendió. Metí el dedo ensangrentado en el bolso y con cuidado busqué el amuleto. Ahora veríamos a Trent mentir para salirse con la suya.

La expresión de Trent se heló al oír entrechocar mi amuleto.

—Guarde su amuleto de la verdad, señorita Morgan —me acusó—. He dicho que contestaré gustoso a las preguntas del capitán Edden, no que me sometería a un interrogatorio. La orden es para registrar e incautar, no para un contrainterrogatorio.

—Morgan —dijo Edden entre dientes extendiendo su gruesa mano—, ¡dame eso!

Hice una mueca, me limpié el dedo y le entregué el amuleto. Edden se lo guardó en un bolsillo.

—Mis disculpas —dijo con su rostro redondo tenso—, la señorita Morgan es muy tenaz en su deseo por encontrar a la persona o personas responsables de tantas muertes. Tiene una peligrosa… —dijo mirándome— tendencia a olvidar que tiene que moverse dentro de los parámetros legales.

El fino pelo de Trent se movió empujado por la corriente del tubo de ventilación. Al percatarse de que lo miraba, se pasó la mano por la cabeza con un gesto irritado.

—Sus intenciones son buenas.

¿Cómo podía ser tan condescendiente? Enfadada, dejé caer el bolso en el suelo con un golpe seco.

—Las de la doctora Anders también lo eran —dije—. ¿La mató cuando rechazó su oferta de trabajo?

Jonathan se puso tenso y las manos de Edden se retorcieron como si intentase mantenerlas en su regazo, alejadas de mi cuello.

—No pienso advertírtelo otra vez, Rachel… —rugió.

Sin embargo, la sonrisa de Trent no vaciló ni un segundo. Estaba enfadado e intentaba disimularlo. Me alegraba poder demostrar mis sentimientos abiertamente, era mucho más satisfactorio.

—No, no pasa nada —dijo Trent entrelazando sus dedos e inclinándose para apoyar las manos sobre la mesa—. Si con eso la señorita Morgan deja de pensar que soy capaz de perpetrar semejantes crímenes monstruosos, estaré encantado de relatarles lo que hablamos anoche. —Aunque le hablaba a Edden, su mirada no se apartó de mí—. Hablamos de la posibilidad de que yo patrocinase sus investigaciones.

—¿Investigaciones sobre líneas luminosas?

Trent cogió un lápiz y le dio vueltas, dejando entrever su incomodidad. Debería aprender a abandonar ese gesto.

—Sí, líneas luminosas —admitió—, algo que tiene poco valor práctico, pero que satisface mi curiosidad, nada más.

—Creo que le ofreció un empleo —dije— y que cuando lo rechazó ordenó que la matasen, igual que al resto de brujos de líneas luminosas de Cincinnati.

—¡Morgan! —exclamó Edden irguiéndose en la silla—. Vete a esperarme en la furgoneta. —Levantándose le dedicó a Trent una mirada de disculpa—. Señor Kalamack, lo siento mucho. La señorita Morgan está completamente fuera de lugar y no habla en nombre de la AFI en sus acusaciones.

Me giré en la silla para mirarlo de frente.

—Eso es lo que intentó hacer conmigo. ¿Por qué iba a ser diferente con la doctora Anders?

La cara de Edden se tornó roja detrás de sus pequeñas gafas redondas. Apreté la mandíbula y me preparé para refutarle lo que dijese. Tomó aire con gesto enfadado y lo dejó escapar cuando oímos unos golpecitos en la puerta. Jonathan la abrió y dio un paso atrás para que pasase Glenn, quien hizo una breve inclinación de cabeza hacia Trent como saludo. Por su actitud encorvada y su expresión furtiva deduje que el registro no iba nada bien. Le murmuró algo a Edden. El capitán frunció el ceño y le gruñó una respuesta. Trent observaba el intercambio con interés a la vez que su ceño se alisaba y la tensión de sus hombros se liberaba. Dejó a un lado el lápiz y se reclinó en su asiento.

Jonathan se acercó hasta Trent y apoyó la mano en la mesa al inclinarse para susurrar algo al oído de su jefe. Mi atención pasó de la sonrisa condescendiente de Jonathan al ceño fruncido de Edden. Trent iba a salir de esta como un ciudadano indefenso ante la brutalidad de la AFI. Maldición.

Jonathan se irguió y los ojos verdes de Trent se cruzaron con los míos, ligeramente burlescos. La voz de Edden me sonó áspera al pedirle a Glenn que Jenks examinase de nuevo los jardines. Trent iba a salirse de rositas. Había matado a esa gente y ¡se iba a librar!

La frustración me embargó cuando Glenn me dedicó una mirada de impotencia y se marchó, cerrando la puerta tras de sí. Sabía que mis amuletos eran buenos, pero puede que no sirviesen de nada si Trent usaba magia de líneas luminosas para esconder a la doctora Anders. Me quedé pensativa por un momento. ¿Magia de líneas luminosas? Si la ocultaba con magia de líneas luminosas, podría encontrarla usando lo mismo.

Miré a Trent y noté que su satisfacción flaqueaba ante la repentina mirada inquisitiva que sabía que le estaba dedicando. Trent hizo un gesto a Jonathan levantando un dedo para que se callase y se fijase en mí, obviamente intentado adivinar qué estaba pensando.

Si hacer un hechizo de búsqueda usando magia terrenal era evidentemente magia blanca, se deducía que hacer uno usando magia de líneas luminosas también lo sería. El coste a cargo de mi karma sería minúsculo, menor que, por ejemplo, mentir diciendo que era mi cumpleaños para conseguir una bebida gratis. Y además, tanto si se hacía con magia terrenal o de líneas luminosas, un encantamiento de búsqueda quedaba incluido en la orden de registro e incautación.

Se me aceleró el pulso y me toqué el pelo con la mano. No me sabía el ensalmo, pero puede que Nick lo tuviese en sus libros y si Trent usaba magia de líneas luminosas para cubrir sus huellas, debía de haber una línea luminosa lo suficientemente cerca como para usarla. Interesante.

—Necesito hacer una llamada —dije oyendo mi voz como si saliese de fuera de mi cabeza.

Trent se quedó sin palabras. Me gustaba ver en él esa sensación.

—Puede usar el teléfono de mi secretaria —dijo.

—Tengo el mío —dije rebuscando en mi bolso—, gracias.

Edden me echó una mirada desconfiada y se volvió para seguir hablando con Trent y Jonathan. Por su actitud educada y mirada apaciguadora pensé que estaría intentando suavizar las olas políticas que la fallida visita de la AFI iba a levantar. Me puse en pie, tensa, y me dirigí a la otra esquina para quedar fuera del ángulo de la cámara y de sus oídos.

—Cógelo —susurré mientras buscaba en mi agenda y pulsaba el botón—, cógelo, Nicky, por favor, cógelo… —Puede que hubiese salido a comprar. Podría estar haciendo la colada o echándose una siesta o en la ducha, pero estaba dispuesta a apostar mi inexistente paga a que seguía leyendo ese maldito libro. La tensión de mis hombros se distendió cuando cogió el teléfono. Estaba en casa. Me encantaban los hombres predecibles.

—Hola —dijo con tono preocupado.

—Nick —susurré—, gracias a Dios.

—¿Rachel? ¿Qué pasa? —preguntó inquieto devolviéndome la tensión a los hombros.

—Necesito tu ayuda —dije mirando a Edden y a Trent e intentando mantener la voz baja—. Estoy en la propiedad de Trent con el capitán Edden. Tenemos una orden de registro. ¿Podrías buscar en tus libros un encantamiento de líneas luminosas para encontrar a,
mmm
, a gente muerta?

Hubo un silencio.

—Eso es lo que más me gusta de ti, Ray-ray —dijo y oí de fondo el sonido de un libro deslizándose seguido de un golpe seco—. Me dices unas cosas preciosas.

Esperé con un nudo en el estómago mientras oía pasar páginas a lo lejos a través del teléfono.

—Gente muerta —murmuró sin extrañarse lo más mínimo, mientras notaba en el estómago que las mariposas me martirizaban con martillos neumáticos—. Hadas muertas, fantasmas muertos. ¿Te vale una invocación para fantasmas?

—No —dije mordiéndome el esmalte de uñas al darme cuenta de que Trent me observaba mientras hablaba con Edden.

—Reyes muertos, ganado muerto…, ah, gente muerta.

Se me aceleró el pulso y rebusqué un bolígrafo en el bolso.

—Vale… —Se quedó en silencio mientras lo leía—. Es bastante sencillo, pero no creo que puedan usarlo de día.

—¿Por qué no?

—¿Recuerdas que las lápidas de nuestro mundo se muestran en siempre jamás? Bueno, pues este hechizo hace que las tumbas sin identificar de nuestro mundo hagan lo mismo, pero tienes que ser capaz de ver siempre jamás con tu segunda visión y eso no lo podrás hacer hasta que se haya puesto el sol.

—Puedo hacerlo si estoy cerca de una línea luminosa —susurré sintiendo frío de repente. Nunca había leído esa información en ningún libro, me lo había dicho mi padre cuando tenía ocho años.

—Rachel —protestó tras un momento de titubeo—. No puedes. Si ese demonio se entera de que estás conectando con una línea luminosa, intentará arrastrarte por completo con él hasta siempre jamás.

—No puede. No posee mi alma —susurré volviéndome para que no me leyesen los labios.

Nick permaneció en silencio y mi respiración me pareció que sonaba muy fuerte.

—No me gusta —dijo finalmente.

—A mí no me gusta que tú invoques a demonios, y no le llames «él» como si fuese un hombre, es una cosa, no una persona.

El otro lado del teléfono permaneció en silencio. Miré a Trent y luego le di la espalda. Me preguntaba si tendría el oído muy fino.

—Vale —dijo Nick—, pero tiene dos tercios de mi alma y un tercio de la tuya. ¿Y si…?

—Las almas no se suman como los números, Nick —dije con voz áspera por la preocupación—. Es cosa de todo o nada. No tiene toda mi alma ni toda la tuya. No pienso irme de aquí sin demostrar que Trent mató a esa mujer. ¿Cómo es ese ensalmo?

Esperé y noté que me traqueaban las rodillas.

—¿Tienes un boli? —dijo y asentí sin acordarme de que no podía verme.

—Sí —dije haciendo malabarismos con el teléfono para poder escribirme en la palma de la mano como si fuese una chuleta para un examen.

—Vale. No es muy largo. Te lo traduciré todo salvo la palabra para la invocación. No existe una palabra en nuestro idioma para las cenizas brillantes de los muertos y creo que es importante que digas esa parte exactamente igual. Dame un momento y te lo digo en verso.

—Sin rima me vale —dije lentamente, pensando que esto se ponía cada vez mejor. «¿Cenizas brillantes de los muertos?» ¿Qué idioma necesitaba tener una palabra para eso?

Nick se aclaró la garganta y me dispuse a escribir.

—«De muerto a muerto, brilla como la luna. Silencia a todos salvo a los que no descansan.» —Titubeó—. Y luego la palabra clave es «
favilla
».


Favilla
—repetí y la escribí fonéticamente—. ¿Algún gesto?

—No, no actúa físicamente sobre nada, así que no necesitas hacer ningún gesto ni tener ningún objeto focal. ¿Quieres que te lo repita?

—No —dije sintiéndome un poco mareada al mirarme la palma. ¿De verdad quería hacer esto?

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