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Authors: James Dashner

Tags: #Fantasía, #Ciencia ficción

El corredor del laberinto (40 page)

BOOK: El corredor del laberinto
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—Bueno, menos mal que los salvamos —dijo Minho muy serio, casi burlándose—. Gracias por el consejo que nos diste después del Cambio para que los protegiéramos.

Thomas miró a ver cómo respondía Alby al sarcasmo de Minho, a su comentario casi cruel, pero este actuó como si no le hubiese oído.

Newt, en vez de enfadarse, pidió a Alby que se explicara. Thomas sabía por qué Newt no estaba enfadado: los mapas estaban a salvo y el código se había descifrado. No importaba.

—Os lo digo yo —Alby sonaba como si estuviera suplicando, al borde de la histeria—: No podemos volver al sitio de donde vinimos. Lo he visto y he recordado cosas espantosas. La tierra quemada, una enfermedad llamada el Destello. Era horrible, muchísimo peor de lo que tenemos aquí.

—¡Si nos quedamos aquí, moriremos todos! —gritó Minho—. ¿Es peor que eso?

Alby se quedó mirando a Minho fijamente un buen rato antes de contestar. Thomas sólo podía pensar en las palabras que acababa de decir. El Destello. Le resultaba familiar, estaba justo en el borde de su mente. Pero estaba seguro de que no había recordado nada de eso cuando había pasado por el Cambio.

—Sí —contestó Alby al final—, es peor. Prefiero morir a regresar a casa.

Minho se rió y se recostó en la silla.

—Macho, déjame que te diga que eres la alegría de la huerta. Yo estoy con Thomas. Estoy con él al cien por cien. Si vamos a morir, que sea luchando.

—Estemos dentro o fuera del Laberinto —añadió Thomas, aliviado por que Minho estuviera de su parte. Se volvió hacia Alby y le miró con seriedad—, seguiremos viviendo en el mundo que recuerdas.

Alby se levantó de nuevo y su rostro reflejó derrota.

—Haced lo que queráis —suspiró—. No importa. Moriremos de todas formas.

Y, tras decir eso, se dirigió hacia la puerta y abandonó la sala.

Newt resopló y sacudió la cabeza.

—No ha vuelto a ser el mismo desde que le picaron. Debió de tener unos recuerdos muy chungos. ¿Qué demonios es el Destello?

—No me importa —dijo Minho—. Prefiero cualquier cosa a morir aquí. Ya nos ocuparemos de los creadores cuando salgamos. Pero, de momento, haremos lo que ellos planearon. Atravesaremos el Agujero de los Laceradores y escaparemos. Si alguno de nosotros muere, que así sea.

Fritanga resopló.

—Pingajos, me estáis volviendo loco. No podemos salir del Laberinto, y la idea de estar con los laceradores en su apartamento de soltero me parece la mayor gilipollez que he oído en mi vida. Ya de paso, nos cortamos las venas.

Los demás guardianes empezaron a discutir, hablando todos a la vez. Finalmente, Newt gritó para que se callaran. Thomas volvió a hablar una vez que se tranquilizaron:

—Voy a atravesar el agujero o moriré intentándolo. Parece que Minho también se apunta. Y estoy seguro de que Teresa hará lo mismo. Si podemos combatir a los laceradores el tiempo suficiente para que alguien teclee el código y los desconecte, podremos cruzar la puerta por la que ellos entran. Habremos pasado las pruebas y podremos enfrentarnos a los creadores.

La sonrisa de Newt no reflejaba humor.

—¿Y crees que podemos combatir a los laceradores? Aunque no muramos, probablemente nos piquen. Todos y cada uno de ellos nos estarán esperando cuando lleguemos al Precipicio. Las cuchillas escarabajo están ahí constantemente. Los creadores se enterarán de que hemos ido hacia allí.

Tenía miedo de contarlo, pero Thomas sabía que había llegado el momento de compartir la última parte de su plan:

—No creo que nos piquen. El Cambio era una Variable cuando vivíamos aquí. Pero eso ya se terminó. Además, puede que tengamos otra opción.

—¿Sí? —preguntó Newt, y puso los ojos en blanco—. Me muero por oírla.

—A los creadores no les beneficia en nada que muramos todos. Esto tiene que ser difícil, pero no imposible. Creo que todos sabemos que los laceradores están programados para matar sólo a uno de nosotros al día. Así que alguien puede sacrificarse para salvar a los demás mientras corremos hacia el Agujero. Se supone que tendría que ser así.

La sala se quedó en silencio hasta que el guardián de la Casa de la Sangre soltó una fuerte carcajada.

—¿Perdona? —espetó Winston—. ¿Estás sugiriendo que tiremos a un pobre chaval a los lobos para que el resto podamos escapar? ¿Esa es tu magnífica sugerencia?

Thomas se negó admitir lo mal que sonaba, pero se le ocurrió una idea:

—Sí, Winston, me alegro de que prestes tanta atención —ignoró la mirada asesina que este le lanzó—. Y creo que es obvio quién debería ser ese pobre chaval.

—¿Ah, sí? —contestó Winston—. ¿Quién?

Thomas se cruzó de brazos.

—Yo.

Capítulo 52

La reunión estalló en un coro de discusiones. Newt se levantó muy calmado, se acercó a Thomas y le agarró del brazo para llevarle hasta la puerta.

—Ahora, vete.

Thomas se quedó helado.

—¿Que me vaya? ¿Por qué?

—Creo que ya has dicho bastante. Necesitamos hablar para decidir qué hacer sin que estés aquí —ya había llegado a la puerta y Newt le dio un empujoncito para sacarle de la sala—. Espérame junto a la Caja. Cuando hayamos acabado, tú y yo hablaremos.

Había empezado a darse la vuelta cuando Thomas le agarró.

—Tienes que creerme, Newt. Es el único modo de salir de aquí. Podemos hacerlo, te lo juro. Tenemos que hacerlo.

Newt se le acercó a la cara y le habló, enfadado, con una voz áspera y susurrante:

—Sí, me ha encantado la parte en la que te has ofrecido voluntario para que te maten.

—Estoy dispuesto a hacerlo.

Thomas lo decía en serio, pero sólo por la culpa que le atormentaba. Se sentía culpable por haber ayudado a diseñar el Laberinto. Pero, en lo más profundo de su corazón, se aferraba a la esperanza de poder resistir lo suficiente para teclear el código y desconectar a los laceradores antes de que les mataran. De abrir la puerta.

—¿Ah, sí? —dijo Newt con aire molesto—. Eres el señor Noble, ¿no?

—Tengo bastantes razones para hacerlo. De algún modo, es culpa mía que estemos aquí —se calló y respiró hondo para recobrar la compostura—. Bueno, voy a ir de todas formas, así que mejor que no desaproveches la oportunidad.

Newt frunció el entrecejo y, de pronto, sus ojos se llenaron de compasión.

—Si de verdad ayudaste a diseñar el Laberinto, Tommy, no es culpa tuya. Eras un niño, no pudiste evitar lo que te obligaron a hacer.

Pero no importaba lo que Newt dijera. Lo que nadie dijera. Thomas cargaba con aquella responsabilidad y se hacía más pesada cuanto más lo pensaba.

—Es que… es como si tuviese que salvaros a todos. Para redimirme.

Newt se apartó y negó con la cabeza lentamente.

—¿Sabes qué es gracioso, Tommy?

—¿Qué? —contestó Thomas, con recelo.

—Yo te creo. Tus ojos no reflejan ni una pizca de mentira. Y no puedo creerme que esté a punto de decir esto —hizo una pausa—, pero voy a entrar ahí para convencer a esos pingajos de que tenemos que atravesar el Agujero de los Laceradores, como tú has dicho. Puede que tengamos que luchar contra los laceradores en vez de quedarnos aquí sentados permitiendo que se nos lleven uno a uno —levantó un dedo—. Pero escúchame: no quiero oír ni una puñetera palabra más de que vas a morir y toda esa clonc heroica. Si vamos a hacerlo, nos arriesgaremos todos. ¿Me oyes?

Thomas levantó las manos, abrumado por el alivio.

—Alto y claro. Sólo quería que vierais que merece la pena arriesgarse. Si de todos modos va a morir alguien cada noche, deberíamos usarlo para nuestro beneficio.

Newt frunció el ceño.

—¡Vaya, qué alegre!

Thomas se dio la vuelta para marcharse, pero Newt le llamó:

—¿Tommy?

—¿Sí?

Se detuvo, pero no se volvió.

—Si convenzo a esos pingajos, y sólo si lo consigo, el mejor momento para salir será por la noche. Para entonces, muchos de los laceradores estarán por el Laberinto, no en ese Agujero suyo.

—Bien —estuvo de acuerdo Thomas. Sólo esperaba que pudiera convencer a los guardianes. Se volvió para mirar a Newt e hizo un gesto de asentimiento.

Newt le dedicó una sonrisa que apenas se dibujó en su mueca de preocupación.

—Deberíamos hacerlo esta noche antes de que maten a nadie más.

Y, antes de que Thomas pudiera decir nada, Newt desapareció de vuelta a la reunión.

Thomas, un poco impresionado por aquella última frase, salió de la Hacienda y fue hasta un viejo banco junto a la Caja, donde se sentó y empezó a darle vueltas a la cabeza. No dejaba de pensar en lo que Alby había dicho del Destello y en lo que podría significar. El chico también había mencionado algo acerca de tierra quemada y una enfermedad. Thomas no recordaba nada de aquello, pero, si era cierto, el mundo al que intentaban volver no tenía muy buena pinta. Aun así, ¿qué otra opción les quedaba? Aparte del hecho de que los laceradores les estaban atacando todas las noches, el Claro básicamente se había cerrado.

Frustrado, inquieto, harto de pensar, llamó a Teresa:

¿Me oyes?


—contestó ella—.
¿Dónde estás?

Al lado de la Caja.

Ahora voy.

Thomas se dio cuenta de lo mucho que necesitaba su compañía.

Bien, te contaré el plan. Creo que ya está en marcha.

¿Qué tenemos que hacer?

Thomas se recostó en el banco y colocó el pie derecho sobre la rodilla mientras se preguntaba cómo reaccionaría Teresa al oír lo que iba a decirle.

Tenemos que atravesar el Agujero de los Laceradores, utilizar el código para desconectar a los laceradores y abrir una puerta que hay ahí fuera.

Hubo una pausa.

Ya me había imaginado algo parecido.

Thomas se quedó pensando un segundo y, luego, añadió:

A menos que tengas un plan mejor.

No. Va a ser horrible.

Se golpeó con el puño derecho la mano izquierda, incluso aunque sabía que ella no podía verle.

Podemos lograrlo.

Lo dudo.

Bueno, tenemos que intentarlo.

Hubo otra pausa. Thomas podía sentir la resolución de la chica.

Tienes razón.

Creo que saldremos esta noche. Ven aquí para que hablemos más sobre el tema.

Llegaré en unos minutos.

A Thomas se le hizo un nudo en el estómago. La realidad de lo que había sugerido, el plan del que Newt intentaba convencer a los guardianes, estaba empezando a afectarle. Sabía que era peligroso; la idea de luchar contra los laceradores, no únicamente escapar de ellos, era aterradora. En el mejor de los casos, sólo uno de los clarianos moriría, pero ni siquiera podían confiar en eso. Quizá los creadores reprogramaran a las criaturas y, en tal caso, no tendrían ninguna posibilidad.

Intentó no pensar en ello.

• • •

Antes de lo que esperaba, Teresa le encontró y se sentó a su lado, con el cuerpo pegado al suyo, a pesar de todo el espacio libre que había en el banco. Extendió el brazo y le agarró la mano. Él se la apretó tan fuerte que supo que debía de haberle hecho daño.

—Cuéntame —dijo ella.

Thomas así lo hizo, recitando cada una de las palabras que les había dicho a los guardianes, y odió cómo se le llenaron los ojos de preocupación y de terror a Teresa.

—El plan ha sido fácil de contar —explicó una vez que hubo terminado—, pero Newt cree que deberíamos salir esta noche y ahora ya no me suena tan bien.

Sobre todo, le aterrorizaba la idea de Chuck y Teresa ahí fuera. Ya se había enfrentado a los laceradores y sabía cómo era aquello.

Quería proteger a sus amigos de aquella horrible experiencia, pero sabía que no podía.

—Podemos hacerlo —afirmó ella en voz baja.

Al oírla decir eso, se preocupó aún más.

—Hostia, estoy asustado.

—Hostia, eres humano.
Deberías
estar asustado.

Thomas no respondió y se quedaron allí un buen rato, cogidos de la mano, sin mediar palabra en sus mentes o en voz alta. Por un breve instante, sintió una ligera paz y trató de disfrutarla mientras duró.

Capítulo 53

Thomas casi se puso triste cuando finalmente acabó la Reunión. Cuando Newt salió de la Hacienda, supo que el tiempo de descanso había terminado.

El guardián les vio y se acercó a ellos corriendo con dificultad por la cojera. Thomas se dio cuenta de que había soltado la mano de Teresa sin pararse a pensarlo. Finalmente, Newt se detuvo y cruzó los brazos sobre el pecho mientras les miraba a los dos sentados en el banco.

—Es una locura; lo sabéis, ¿no? —por su expresión, no supieron lo que había pasado, pero sus ojos reflejaban un rastro de victoria.

Thomas se levantó y sitió una oleada de entusiasmo que le inundó todo el cuerpo.

—Entonces, ¿están de acuerdo?

Newt hizo un gesto de asentimiento.

—Todos. No ha sido tan difícil como yo pensaba. Los pingajos ya han visto lo que pasa por la noche cuando se quedan abiertas esas malditas puertas. No podemos salir del estúpido Laberinto. Tenemos que intentar hacer algo —se dio la vuelta para mirar a los guardianes, que empezaban a reunirse con sus respectivos grupos—. Ahora sólo tenemos que convencer a los clarianos.

Thomas sabía que aquello costaría más que persuadir a los guardianes.

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