El curioso incidente del perro a medianoche (8 page)

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Authors: Mark Haddon

Tags: #Drama, Infantil y juvenil, Intriga

BOOK: El curioso incidente del perro a medianoche
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Pero la señora Alexander siguió sin contestar. En lugar de eso me hizo una pregunta. Me dijo:

—¿Entonces no lo sabes?

Y yo dije:

—¿Qué es lo que no sé?

Ella respondió:

—Mira, Christopher, probablemente no debería decirte esto —entonces dijo—: Quizá podríamos dar un paseo juntos por el parque. Éste no es lugar para hablar de estas cosas.

Yo estaba nervioso. No conocía a la señora Alexander. Sabía que era una anciana y que le gustaban los perros. Pero era una extraña. Y yo nunca voy solo al parque porque es peligroso y la gente se inyecta drogas detrás de los lavabos públicos de la esquina. Quería irme a casa y subir a mi habitación y darle de comer a Toby y practicar un poco de matemáticas.

Pero también me sentía intrigado. Porque pensaba que a lo mejor me contaba un secreto. Y el secreto podía ser sobre quién había matado a Wellington. O sobre el señor Shears. Y si hacía eso a lo mejor conseguía más pruebas contra él, o conseguía Excluirlo de Mis Investigaciones.

Así que, como era un Día Súper Bueno, decidí entrar en el parque con la señora Alexander incluso aunque me diera miedo.

Cuando estábamos dentro del parque, la señora Alexander dejó de andar y dijo:

—Voy a decirte algo y tienes que prometerme que no le dirás a tu padre que te lo he contado.

—¿Por qué? —dije.

Y ella dijo:

—No debería haberte dicho lo que te he dicho. Y si no me explico seguirás preguntándote qué quería decir. Y es posible que se lo preguntes a tu padre. Y yo no quiero que lo hagas porque no quiero que le des un disgusto. Así que voy a explicarte por qué he dicho lo que he dicho. Pero antes de que lo haga tienes que prometerme que no le dirás a nadie que te lo he dicho.

—¿Por qué? —dije.

Y ella dijo:

—Christopher, por favor, tan sólo confía en mí.

Y yo dije:

—Lo prometo. —Porque si la señora Alexander me decía quién había matado a Wellington, o me contaba que el señor Shears había en efecto matado a Madre, todavía podría ir a contárselo a la policía porque a uno le está permitido romper una promesa si alguien ha cometido un crimen y sabes algo al respecto.

Y la señora Alexander dijo:

—Tu madre, antes de morir, era muy buena amiga del señor Shears.

Y yo dije:

—Ya lo sé.

Y ella dijo:

—No, Christopher. No estoy segura de que lo sepas. Quiero decir que eran muy buenos amigos. Muy, muy buenos amigos.

Pensé en eso un rato y dije:

—¿Se refiere a que tenían relaciones sexuales?

Y la señora Alexander dijo:

—Sí, Christopher. A eso me refiero.

Entonces no dijo nada más durante unos 30 segundos.

Entonces dijo:

—Lo siento, Christopher. De verdad que no pretendía decirte nada que te disgustase. Pero quería explicarme. Explicar por qué te he dicho lo que te he dicho. Verás, pensaba que lo sabías. Por eso tu padre cree que el señor Shears es un hombre malo. Y por eso no quiere que vayas por ahí hablándole a la gente del señor Shears. Porque eso le traería malos recuerdos.

Y yo dije:

—¿Por eso el señor Shears dejó a la señora Shears, porque estaba teniendo relaciones sexuales con alguien mientras estaba casado con la señora Shears?

Y la señora Alexander dijo:

—Sí, supongo que sí —entonces dijo—: Lo siento, Christopher. Lo siento de verdad.

Y yo dije:

—Creo que tengo que irme.

—¿Estás bien, Christopher? —dijo ella.

—Me da miedo estar en el parque con usted porque es una extraña —dije.

Y ella dijo:

—Yo no soy una extraña, Christopher, soy una amiga.

Y yo dije:

—Ahora me voy a casa.

Y ella dijo:

—Si quieres hablar sobre eso puedes venir a verme siempre que quieras. Sólo tienes que llamar a mi puerta.

Y yo dije:

—Vale.

Y ella dijo:

—¿Christopher?

Y yo dije:

—¿Qué?

—No le dirás nada a tu padre de esta conversación, ¿verdad? —dijo.

—No. Lo he prometido —dije yo.

Y ella dijo:

—Vete a casa. Y recuerda lo que te he dicho. Siempre que quieras.

Entonces me fui a casa.

101

El señor Jeavons decía que a mí me gustaban las matemáticas porque son seguras. Decía que me gustaban las matemáticas porque consisten en resolver problemas, y esos problemas son difíciles e interesantes, pero siempre hay una respuesta sencilla al final. Y lo que quería decir era que las matemáticas no son como la vida, porque al final en la vida no hay respuestas sencillas.

Eso es así porque el señor Jeavons no entiende los números.

He aquí una famosa historia llamada
El Problema de Monty Hall
, que he incluido en este libro porque ilustra lo que quiero decir.

Había una columna titulada «Pregúntale a Marilyn» en una revista llamada Parade, en Estados Unidos. Y esa columna la escribía Marilyn vos Savant y en la revista se decía que tenía el mayor coeficiente intelectual del mundo según el
Libro Guinness de los Récords.
En la columna respondía a preguntas sobre matemáticas enviadas por los lectores.

En septiembre de 1990, Craig F. Whitaker, de Columbia, Maryland, envió la siguiente pregunta (pero no es lo que se llama una cita directa porque la he simplificado y la he hecho más fácil de entender).

Estás en un concurso en la televisión. En este concurso la idea es ganar como premio un coche. El locutor del programa te enseña tres puertas. Dice que hay un coche detrás de una de las puertas y que detrás de las otras dos hay cabras. Te pide que elijas una puerta. Tú eliges una puerta, que no se abre todavía. Entonces, el locutor abre una de las puertas que tú no has elegido y muestra una cabra (porque él sabe lo que hay detrás de las puertas). Entonces dice que tienes una última oportunidad de cambiar de opinión antes de que las puertas se abran y consigas un coche o una cabra. Te pregunta si quieres cambiar de idea y elegir la otra puerta sin abrir. ¿Qué debes hacer?

Marilyn vos Savant dijo que siempre debías cambiar y elegir la última puerta, porque las posibilidades de que hubiese un coche detrás de esa puerta eran de 2 sobre 3.

Pero si usas la intuición decides que las posibilidades son de 50 y 50, porque crees que hay igual número de posibilidades de que el coche esté detrás de cualquiera de las puertas.

Mucha gente escribió a la revista para decir que Marilyn vos Savant se equivocaba, incluso después de que ella explicara detalladamente por qué tenía razón. El 92% de las cartas que recibió sobre el problema decían que estaba equivocada y muchas de esas cartas eran de matemáticos y científicos. He aquí algunas de las cosas que le dijeron:

Me preocupa muchísimo la carencia de aptitudes matemáticas del público en general. Por favor, colabore usted confesando su error.
Robert Sachs, doctor por la Universidad George Masón

Ya hay suficiente analfabetismo matemático en este país, y no necesitamos que la persona con el mayor coeficiente intelectual del mundo vaya propagando más. ¡Qué vergüenza!
Scott Smith, doctor por la Universidad de Florida

Me horroriza que después de haber sido corregida por al menos tres matemáticos siga usted sin ver su equivocación.
Kent Ford, Universidad Estatal de Dickinson

Tengo la seguridad de que recibirá usted muchas cartas de estudiantes de instituto y universitarios. Quizá debería conservar unas cuantas direcciones para solicitar ayuda para futuras columnas.
W. Robert Smith, doctor por la Universidad Estatal de Georgia

Está usted completamente equivocada… ¿Cuántos matemáticos airados se precisan para hacerla cambiar de opinión?
E. Ray Bobo, doctor por la Universidad de Georgetown

Si todos esos eminentes doctores estuviesen equivocados, el país tendría problemas gravísimos.
Everett Harman, doctor por el Instituto de Investigación del Ejército de Estados Unidos

Pero Marilyn vos Savant tenía razón. Y he aquí 2 formas por las que puede demostrarse.

Primero puede hacerse mediante las matemáticas, así

Denominemos las puertas X, Y y Z.

Denominemos C
X
el caso en el que el coche está detrás de la puerta X, y así sucesivamente.

Denominemos L
X
el caso en el que el locutor abre la puerta X, y así sucesivamente.

Suponiendo que elijas la puerta X, la posibilidad de ganar el coche si cambias de puerta viene dada por la fórmula siguiente:

P(L
Z
^C
Y
) + P(L
Y
^C
Z
)
= P(C
Y
)⋅P(L
Z
| C
Y
) + P(C
Z
)⋅P(L
Y
| C
Z
)
= (1/3⋅1) + (1/3⋅1) = 2/3

La segunda forma de deducirlo es haciendo un cuadro de todos los resultados posibles, así

O sea que si cambias de puerta, 2 veces de 3 ganas el coche. Y si te quedas la puerta, sólo ganas el coche 1 vez de 3.

Esto demuestra que la intuición puede hacer a veces que nos equivoquemos. Y la intuición es lo que la gente utiliza en la vida para tomar decisiones. Pero la lógica puede ayudarte a deducir la respuesta correcta.

También demuestra que el señor Jeavons está equivocado y los números son a veces muy complicados y en absoluto sencillos. Y por eso a mí me gusta
El Problema de Monty Hall
.

103

Cuando llegué a casa, Rhodri estaba allí. Rhodri es el hombre que trabaja para Padre: lo ayuda con el mantenimiento de calefacciones y la reparación de calderas. A veces viene a casa por las tardes a beber cerveza con Padre y ver la televisión y conversar.

Rhodri llevaba un mono de trabajo blanco con marcas de suciedad por todas partes y tenía un anillo de oro en el dedo corazón de la mano izquierda y olía a algo cuyo nombre no conozco y a lo que Padre suele oler cuando vuelve a casa del trabajo.

Metí mis regalices y mi Milky Bar en mi caja especial de comida, que Padre no puede tocar porque es mía.

Entonces Padre dijo:

—¿Dónde andabas, jovencito?

—He ido a la tienda a comprarme unos regalices y una Milky Bar —dije.

Y él me dijo:

—Has tardado mucho.

Y yo dije:

—He hablado con el perro de la señora Alexander fuera de la tienda. Y lo he acariciado y me ha olisqueado los pantalones. —Lo cual era otra mentira piadosa.

Entonces Rhodri me dijo:

—Vaya, por lo que veo, no te libras del tercer grado, ¿eh?

Pero yo no sabía qué era el tercer grado.

Y Rhodri me dijo:

—Bueno, ¿cómo te va, capitán?

Y yo dije:

—Me va muy bien, gracias —que es lo que se supone que tienes que decir.

Y él me dijo:

—¿Cuánto es 251 por 864?

Y yo lo pensé y contesté:

—216.864. —Porque era un cálculo realmente fácil, porque sólo hay que multiplicar 864 x 1.000 que da 864.000. Entonces lo divides por 4 que da 216.000 y eso es 250 x 864. Entonces sólo hay que sumarle otro 864 para conseguir 251 x 864. Y eso da 216.864.

Le pregunté:

—¿Es correcto?

Y Rhodri dijo:

—No tengo ni la más remota idea. —Y se rió.

No me gusta que Rhodri se ría de mí. Rhodri siempre se está riendo de mí. Padre dice que eso es ser simpático.

Entonces Padre dijo:

—Voy a ponerte uno de esos Gobi Aloo Sag en el horno, ¿quieres?

Eso es porque a mí me gusta la comida india, porque tiene un sabor fuerte. Pero la Gobi Aloo Sag es amarilla, así que le pongo colorante rojo para comida antes de comérmela. Y guardo un pequeño tarro de colorante en mi caja especial de comida.

Y yo dije:

—Vale.

Y Rhodri dijo:

—Bueno, así que parece que Parky les tendió una trampa, ¿no? —Pero eso se lo decía a Padre, no a mí.

Y Padre dijo:

—Bueno, esas placas base parecían recién salidas de la maldita Arca de Noé.

—¿Vas a decírselo? —preguntó Rhodri.

Y Padre dijo:

—¿Qué sentido tendría? No creo que vayan a llevarlo a juicio, ¿no crees?

Y Rhodri dijo:

—Cuando las ranas críen cola.

—Supongo que es mejor no darle más vueltas a la cosa —dijo Padre.

Entonces me fui al jardín.

Siobhan me dijo que cuando escribes un libro tienes que incluir algunas descripciones de cosas. Yo dije que podía coger fotografías y ponerlas en el libro. Pero ella me dijo que la idea de un libro es describir las cosas utilizando palabras, para que la gente que las lea pueda formarse una imagen en su mente.

Y me dijo que era mejor describir cosas que fuesen interesantes o diferentes.

También me dijo que debía describir a las personas en mi historia, mencionando un par de detalles sobre ellas, de forma que la gente pueda hacerse una imagen de ellas en la mente. Que es por lo que escribí sobre los zapatos del señor Jeavons con todos aquellos agujeros y sobre el policía que parecía tener dos ratones en la nariz y sobre que Rhodri oliese a algo que yo no sabía cómo se llamaba.

Así pues, decidí hacer una descripción del jardín. Pero el jardín no era muy interesante o diferente. No era más que un jardín, con hierba y un cobertizo y un hilo de tender. Pero el cielo era interesante y diferente. Normalmente los cielos parecen aburridos porque son todos azules o todos grises o están cubiertos de un solo tipo de nubes y no parece que estén cientos de kilómetros por encima de tu cabeza. Parece que alguien los haya pintado en un techo enorme. Pero aquel cielo tenía montones de clases distintas de nubes a diferentes alturas, así que podías ver lo grande que era y eso hacía que pareciera inmenso.

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