Read El curioso incidente del perro a medianoche Online
Authors: Mark Haddon
Tags: #Drama, Infantil y juvenil, Intriga
Y padre dijo:
—No. Es un hospital corriente. Tiene un problema… un problema de corazón.
—Tendremos que llevarle comida —dije, porque sabía que la comida en los hospitales no era muy buena.
David, del colegio, fue a un hospital a que le hicieran una operación en la pierna para alargarle el músculo de la pantorrilla y andar mejor. No le gustó nada la comida, así que su madre le llevaba cosas preparadas cada día.
Padre volvió a esperar mucho rato y dijo:
—Le llevaré algo de comida durante el día cuando tú estés en el colegio; se la daré a los médicos y ellos se la darán a tu madre, ¿de acuerdo?
—Pero tú no sabes cocinar —dije.
Padre se tapó la cara con las manos y dijo:
—Mira, Christopher, compraré comida preparada en Marks and Spencer y se la llevaré. A ella le gusta.
Dije que le haría una tarjeta de «Espero que te pongas bien», porque eso es lo que haces por la gente cuando está en el hospital.
Padre dijo que se la llevaría al día siguiente.
En el autobús de camino al colegio a la mañana siguiente vi pasar 4 coches rojos seguidos, lo que significaba que era un Día Bueno, así que decidí no estar triste por lo de Wellington.
El señor Jeavons, el psicólogo del colegio, me preguntó una vez por qué 4 coches rojos seguidos hacían que fuese un Día Bueno, y 3 coches rojos seguidos un Día Bastante Bueno, y 5 coches rojos seguidos un Día Súper Bueno, y por qué 4 coches amarillos seguidos hacían que fuese un Día Negro, que es un día en que no hablo con nadie y me siento a leer libros solo y no almuerzo y
No Corro Riesgos
. Dijo que yo era una persona muy lógica, y que le sorprendía que pensara de esa manera, porque no era muy lógica.
Le dije que me gustaba que las cosas siguieran un orden preciso. Y una manera de que las cosas siguieran un orden preciso era siendo lógico. En especial si esas cosas eran números o un razonamiento. Pero había otras formas de poner las cosas en un orden preciso. Y por eso yo tenía Días Buenos y Días Negros. Le dije que hay personas que trabajan en una oficina y que al salir de casa por la mañana ven que brilla el sol y eso hace que se sientan contentas, o ven que llueve y eso hace que se sientan tristes, pero la única diferencia es el clima, y si trabajan en una oficina el clima no tiene nada que ver con que tengan un buen día o un mal día.
Dije que cuando Padre se levanta por las mañanas siempre se pone los pantalones antes de ponerse los calcetines y que eso no es lógico, pero siempre lo hace así, porque a él también le gusta hacer las cosas en un orden preciso. Además, cuando sube los escalones lo hace siempre de dos en dos y empieza siempre con el pie derecho.
El señor Jeavons dijo que yo era un chico muy listo.
Yo dije que no era listo. Tan sólo advertía cómo son las cosas, y eso no es ser listo. Sólo es ser observador. Ser listo es ver cómo son las cosas y utilizar la información para deducir algo nuevo. Como que el universo está en expansión o que alguien ha cometido un asesinato. O cuando uno ve el nombre de alguien y le da un valor a cada letra del 1 al 26 (a = 1, b = 2, etc.) y suma los números en la cabeza y descubre que dan un número primo, como Scooby Doo (113), o Sherlock Holmes (163), o Doctor Watson (167).
El señor Jeavons me preguntó si eso me hacía sentirme seguro, eso de que las cosas siempre tuviesen un orden preciso, y le contesté que sí.
Entonces me preguntó si no me gustaba que las cosas cambiaran. Y dije que no me importaría que las cosas cambiaran si yo me convirtiera en un astronauta, por ejemplo, que es uno de los mayores cambios que uno puede imaginar, aparte de convertirse en niña o morirse.
Me preguntó si me gustaría ser astronauta y le dije que sí.
Dijo que era muy difícil llegar a ser astronauta. Yo dije que ya lo sabía. Uno tenía que ser oficial de las fuerzas aéreas y acatar muchas órdenes y estar dispuesto a matar a otros seres humanos, y yo no puedo acatar órdenes. Además, no tengo la visión de 20/20 que se necesita para ser piloto. Pero dije que puedes seguir deseando algo por muy improbable que sea.
Terry, que es el hermano mayor de Francis, que va a la escuela, dijo que yo sólo encontraría trabajo de recogedor de carritos en el supermercado o de limpiador de mierda de burro en una reserva de animales y que a los tarados no les dejaban pilotar cohetes que cuestan billones de libras. Cuando le dije eso a Padre, dijo que Terry tenía celos de que yo fuera más listo que él. Lo cual era una idea estúpida, porque lo nuestro no era una competición. Pero Terry es estúpido, así que
quod erat demonstrandum
, que en latín quiere decir «Que es la cosa que iba a demostrarse», es decir, «Que prueba lo dicho».
Yo no soy un tarado, y aunque es probable que no me convierta en astronauta, voy a ir a la universidad a estudiar Matemáticas, o Física, o Física y Matemáticas (en una facultad de doble licenciatura), porque las matemáticas y la física me gustan y se me dan muy bien. Pero Terry no irá a la universidad. Padre dice que lo más probable es que Terry acabe en la cárcel.
Terry lleva en el brazo un tatuaje en forma de corazón con un cuchillo que lo atraviesa.
Pero esto es lo que se llama una digresión, y ahora vuelvo a lo de que era un Día Bueno.
Puesto que era un Día Bueno, decidí que intentaría descubrir quién había matado a Wellington, porque un Día Bueno es un día para poner en marcha proyectos y planear cosas.
Cuando le dije eso a Siobhan, me dijo:
—Bueno, hoy se supone que hemos de escribir un relato, así que ¿por qué no escribes lo que pasó cuando encontraste a Wellington y fuiste a la comisaría?
Y entonces empecé a escribir esto.
Y Siobhan dijo que ella me ayudaría con la ortografía, la gramática y las notas a pie de página.
Madre murió dos semanas después.
Yo no había ido a verla al hospital, pero Padre le había llevado montones de comida de Marks and Spencer. Dijo que ella tenía buena cara y que parecía estar mejorando. Madre me mandaba todo su cariño y tenía mi tarjeta de «Espero que te pongas bien» en la mesilla, junto a la cama. Padre dijo que le gustaba muchísimo.
La tarjeta tenía dibujos de coches, así
La hice en la escuela con la señora Peters, que enseña manualidades, y era un grabado al linóleo, que es cuando uno hace un dibujo en un pedazo de linóleo, la señora Peters recorta el dibujo con una navaja Stanley, y entonces uno le pone tinta al linóleo y lo presiona contra el papel, que es la razón de que todos los coches parezcan iguales porque hice un solo coche y lo presioné contra el papel 9 veces. La idea de hacer muchos coches fue de la señora Peters, y a mí me gustó. Y pinté todos los coches de color rojo para que Madre tuviera un Día Súper Súper Bueno.
Padre dijo que había muerto de un ataque al corazón y que fue inesperado. Yo pregunté:
—¿Qué clase de ataque al corazón? —porque estaba sorprendido.
Madre sólo tenía 38 años y los ataques al corazón suele tenerlos la gente mayor, y Madre era muy activa y montaba en bicicleta y comía comida sana, con mucha fibra y baja en grasa saturada, como pollo y verduras y muesli.
Padre dijo que no sabía qué clase de ataque al corazón había tenido y que ése no era el momento de preguntar cosas así.
Dije que probablemente se había tratado de un aneurisma.
Un ataque al corazón es cuando los músculos del corazón dejan de recibir sangre y mueren. Hay dos clases principales de ataque al corazón. La primera es una embolia. Ocurre cuando un coágulo de sangre bloquea uno de los vasos sanguíneos que llevan sangre a los músculos del corazón. Se puede evitar tomando aspirina y comiendo pescado. La razón por la que los esquimales no sufren esa clase de ataque al corazón es que comen pescado y el pescado evita que su sangre se coagule, pero si se hacen un corte grave pueden morirse desangrados.
Pero un aneurisma es cuando un vaso sanguíneo se rompe y la sangre no llega a los músculos del corazón. Algunas personas tienen aneurismas sólo por tener un punto débil en sus vasos sanguíneos, como la señora Hardisty, que vivía en el número 72 de nuestra calle y que tenía un punto débil en los vasos sanguíneos del cuello, y murió simplemente al volver la cabeza para aparcar el coche en una plaza libre.
También podría haber sido una embolia, porque la sangre se coagula con mucha más facilidad cuando llevas tendido mucho tiempo, como cuando estás en el hospital.
Padre dijo:
—Lo siento, Christopher. Lo siento muchísimo.
Pero no era culpa suya.
Entonces la señora Shears vino y nos preparó la cena. Llevaba sandalias y vaqueros y una camiseta con las palabras WINDSURF y CORFÚ y el dibujo de un windsurfista.
Padre estaba sentado y ella se acercó y apoyó la cabeza de él contra su pecho y dijo:
—Venga, Ed. Vamos a ayudarte a superar esto.
Y entonces nos preparó espaguetis con salsa de tomate.
Y después de cenar jugó al Scrabble conmigo y le gané por 247 puntos a 134.
Decidí que iba a descubrir quién había matado a Wellington a pesar de que Padre me hubiese dicho que no me metiera en los asuntos de otras personas.
Eso es porque no siempre hago lo que me dicen.
Y no lo hago porque cuando la gente te dice qué tienes que hacer, suele ser confuso y no tener mucho sentido.
Por ejemplo, la gente te dice con frecuencia «Cállate», pero no te dice durante cuánto tiempo tienes que quedarte callado. O ves un letrero que dice «prohibido pisar el césped» pero debería decir «prohibido pisar el césped alrededor de este letrero» o «prohibido pisar el césped en este parque» porque hay mucho césped que sí se te permite pisar.
Además, la gente se salta las normas constantemente. Por ejemplo, Padre conduce muchas veces a más de 30 millas por hora en una zona limitada a 30 millas por hora, y otras conduce después de haber bebido, y con frecuencia no se pone el cinturón de seguridad. Y en la Biblia dice «No matarás» pero hubo unas cruzadas y dos guerras mundiales y la guerra del Golfo y en todas ellas hubo cristianos que mataban gente.
Además, no sé a qué se refiere Padre cuando dice «no te metas en los asuntos de los demás», porque no sé a qué se refiere con «los asuntos de los demás», porque yo hago montones de cosas con otras personas, en el colegio, en la tienda o en el autobús, y su trabajo consiste en ir a las casas de otras personas y arreglarles la caldera y la calefacción. Y todas esas cosas son asuntos de los demás.
Siobhan me comprende. Cuando me dice que no haga algo, me dice qué es exactamente lo que no se me permite hacer. Y eso me gusta.
Por ejemplo, una vez me dijo: «Nunca des puñetazos a Sarah, ni le pegues de cualquier otra forma, Christopher, ni siquiera aunque ella te pegue primero. Si vuelve a pegarte, apártate de ella, quédate quieto y cuenta hasta 50; luego ven a decirme lo que ha hecho, o cuéntaselo a otro de los educadores».
O, por ejemplo, una vez me dijo: «Si quieres columpiarte y ya hay gente en los columpios, nunca debes empujarlos para que se bajen. Tienes que preguntarles si puedes columpiarte tú. Y entonces has de esperar hasta que hayan acabado».
Pero cuando otras personas te dicen lo que no puedes hacer, no lo hacen de esa manera. Así que yo decido lo que voy a hacer y lo que no.
Aquella tarde fui a la casa de la señora Shears y llamé a la puerta y esperé a que contestara.
Cuando abrió la puerta sostenía una taza de té y llevaba zapatillas de piel de borrego y había estado viendo un concurso en la tele porque el televisor estaba encendido y oí que alguien decía: «La capital de Venezuela es… a) Maracas, b) Caracas, c) Bogotá o d) Georgetown». Y yo sabía que era Caracas.
La señora Shears me dijo:
—Christopher, la verdad es que no me apetece verte en este momento.
—Yo no maté a Wellington —dije.
Y ella dijo:
—¿Qué haces aquí?
—Quería decirle que yo no maté a Wellington. Y también que quiero averiguar quién lo mató.
Se le derramó un poco de té sobre la alfombra.
—¿Sabe usted quién mató a Wellington? —pregunté.
No contestó a mi pregunta. Tan sólo dijo:
—Adiós, Christopher. —Y cerró la puerta.
Entonces decidí hacer un poco de detective.
Vi que la señora Shears me estaba mirando, esperando a que me fuera, porque la veía de pie en el vestíbulo, al otro lado del cristal esmerilado de su puerta de entrada. Así que recorrí de vuelta el sendero y salí del jardín. Entonces me volví y vi que ya no estaba de pie en el vestíbulo. Me aseguré de que no hubiera nadie mirando y salté la tapia, y anduve junto a la casa hasta el jardín de atrás y el cobertizo donde guardaba las herramientas de jardinería.
El cobertizo estaba cerrado con un candado y no podía entrar, así que lo rodeé hasta la ventana lateral. Entonces tuve un poco de buena suerte. A través de la ventana vi una horca que tenía exactamente el mismo aspecto que la horca que había visto sobresalir de Wellington. Estaba encima del banco, junto a la ventana, y la habían limpiado, porque no había sangre en las púas. También vi otras herramientas: una pala, un rastrillo y una de esas largas tijeras de podar que se usan para cortar ramas altas difíciles de alcanzar. Y todas ellas tenían los mismos mangos de plástico verde que la horca. Eso significaba que la horca pertenecía a la señora Shears. O era así, o se trataba de una Pista Falsa, que es una pista que te hace llegar a una conclusión errónea, o algo que parece una pista pero no lo es.